Estaba pensando que a lo mejor queréis saber cómo me fue en Eurodisney, lo que pasa es que ya lo fui
contando en directo y claro, luego me dicen que me repito.
Aparte, y para sorpresa de todos, fue un viaje casi sin incidentes. Vale, es cierto que a la ida Nena-chan se saltó el control porque iba súper motivaba, yo me dejé la tarjeta de embarque en una de las bandejas de plástico que se llevaron de inmediato y desapareció en una montaña de bandejas de plástico, y a ZaraJota le hicieron el cacheo completo con guante de látex incluido porque tiene cara de delincuente, pero para lo que somos nosotros la verdad es que nos pareció hasta poca cosa.
Es posible que los cuatro días siguientes hayan sido los más felices de mi vida hasta la fecha, las cosas como son. No creo que tuviera tanto que ver con Eurodisney, que vale, esto también hace, como con estar los cuatro juntos y sin la típica presión de hay que ir al cole, hacer la comida, que si la compra, que si los deberes, que si la rana croando debajo del agua.
Pero todo lo bueno se acaba, especialmente el chocolate, y finalmente tuvimos que coger el avión de vuelta a España. Como íbamos con agencia, un autobús pasó de hotel en hotel recogiendo gente para llevarla al aeropuerto.
Ahí es cuando entraron en nuestra vida los Borjamaris. Era un grupo de unas diez personas; ellos, pantalón corto y nautico sin calcetines; ellas, rubias carasco monísimas de la muerte; los niños, una panda de salvajes a la que no controlaba nadie y que se pasaron el viaje en autobús gritando, peleándose y dando patadas a los asientos mientras sus amados progenitores pasaban de ellos como del trabajo manual.
Cuando llegamos al aeropuerto hicimos todo lo posible por dejarlos atrás pero claro, ni el aeropuerto es tan grande ni hay tantos aviones, así que acabamos en la misma cola para el check in.
Por suerte la cosa estaba muy bien organizada, y antes de que llegaras al mostrador se te acercaba un azafato para asegurarse de que todo estaba correcto y ahorrar tiempo.
Aquí es cuando empezó la fiesta de verdad.
Los Borjamaris llevaban maletas, una mochila cada uno y un montón de bolsas de plástico con compras en las manos, que no sé, Borjamari, ya no es que vayas a coger un avión, es que no puedes ir así por la vida cuando no tienes el servicio a mano.
El azafato les explicó que las bolsas no se podían llevar así y que además eran demasiadas para llevarlas como equipaje de mano y que para qué querían tanta bolsa que el plástico contamina mucho, Borjamari, agrupa las compras que pareces tonto. Bueno, a lo mejor esto último no lo dijo pero seguro que lo pensó, yo desde luego lo llevaba pensando un rato. Lo que sí les dijo muy amablemente fue que se apartaran a un ladito y solucionaran aquello como fuera antes de llegar al mostrador.
Al Borjamari principal, o Borjamari Alfa, aquello le sentó regumal. Empezó a gritar y a bufar como un energúmeno mientras daba vueltas como un toro con nauticos. Que no hay derecho. Que si no se pueden llevar bolsas por qué hay tiendas (en Eurodisney, ojo, que ni siquiera eran bolsas del aeropuerto). Que él ha viajado mucho y esto es la primera vez que me pasa.
En fin.
En ese momento, anuncian por megafonía que el vuelo va muy lleno y que quien lo desee puede facturar su equipaje de mano gratis. Que es que no te lo pueden poner más fácil, Borjamari. Facturas un par de mochila y lo apañas, de verdad. Pero por motivos desconocidos el Borjamari Alfa llegó a la conclusión de que le estaban haciendo el lío personalmente a él.
-Estos lo que quieren es ahorrarse espacio en la cabina -empezó a gritar-. A ver si se creen que somos tontos.
Mientras el Borjamari Alfa gritaba, una de las She-Borjamari abrió una de las maletas grandes, repartió un juguete a cada niño para que lo llevara en la mano, repartió el resto en huecos por la maleta, hizo magia de madre en general y de pronto todas las bolsas habían desaparecido.
-¿Pero qué haces? -le gritaba el Borjamari Alfa-. ¿No ves que nos están chuleando?
-Ya bueno...
-Es que eres tonta, te engañan como quieren...
-Ya, pero...
-Yo puedo llevar bolsas en las manos si quiero.
Para entonces nosotros habíamos conseguido hacer el check-in y le dije a ZaraJota que por lo que más quisiera que CORRIERA, porque yo no quería hacer la cola de control con los Borjamaris detrás. Llevamos a los niños casi en volandas, las ruedas de la maleta de mano soltando chispas en las curvas.
No hubo suerte porque si nosotros corrimos, los Borjamaris corrieron más.
Nunca subestimes el pánico que siente un español a quedarse solo en un país extraño, que de verdad esa necesidad de ir en grupo con gente a la que no conoces pero es que son españoles a mí me supera. Tres veces.
Colocamos nuestras cositas en tres bandejitas: la primera de ZaraJota, la segunda de los niños, y la tercera la mía. Luego pusimos las bandejitas en la cinta transportadora, y planeábamos acompañarlas hasta que entraran en la máquina, pero llegaron los Borjamaris, todavía dando gritos, y el segurata nos dijo que no esperáramos a las bandejas, que pasáramos el arco, que tantos españoles juntos no podían traer nada bueno.
Pasamos el arco sin problemas. Bueno, a ZaraJota lo cachearon, vaya, lo normal, y nos fuimos a esperar que salieran las bandejas con nuestras cosas.
Salió la de ZaraJota.
Salió la de los niños.
Salieron las de los Borjamaris.
Salieron las de una familia eslava.
Salió la de un erasmus.
Salió...
Bueno, allí salió de todo menos la bandeja con mi mochila.
Entonces me fui a un segurata. El segurata no hablaba inglés porque para qué vas a necesitar idiomas trabajando en un aeropuerto. Y mi francés es regulero en sus mejores momentos. Y ese no era un buen momento.
-Pegdon mesié mon sac sa pegdú.
-Espere a que salga de la máquina -me contestó. En francés, claro.
-Ye he espegú me le sac na pá sogtí.
-Saldrá cuando tenga que salir, espere su turno.
-No, no, no, le sac de mon maguí ha sogtí, le sac de mon fils ha sogtí, me mon sac ne ha sogtí pa.
-Ya saldrá.
-No, no, no, no, han sogtí les sacs de tgua familes more after my husband sac -es posible que llegado a ese punto yo estuviera cortocircuitando-, me non mon sac, mon sac sa pegdú FOREVER.
-¿Tú bolso no ha salido?
-NOOO. (T_T)
-¿Cómo es?
-Cest un sac... Cest ne pa un sac, il é un... backpack.
-¿Backpack?
-Uí.
Backpack -empecé a canturrear
"Backpack, backpack" como en Dora la Exploradora pero por la cara del segurata intuí que no iba por el buen camino. Salvo que quisiera acabar en una institución mental, que en ese caso iba perfectamente enfilada-. Nua
g.
Like a shat,
gouse
ears, black. No, nua
g.
Para mí que mi descripción era absolutamente clara, pero por lo que sea el segurata no estaba convencido.
-¿Está usted segura de que la ha puesto en la cinta?
-UÍÍÍÍÍÍÍÍ.
-Venga conmigo.
Entonces hice una cosa loquísima: cruzar el arco hacia fuera. Porque no había otra forma de pasar.
El segurata se acercó a la persona que está ahí mirando cómo la gente pone las bandejas en la cinta, que debe ser un trabajo apasionante, también os digo.
-¿Has visto por aquí una mochila negra?
-Amb orelles roseta de gatet -añadí, en mi mejor catalán en años. El bandejeitor no lo apreció. Hay gente que no tiene gusto ninguno.
-No he visto nada - contestó el bandejeitor en perfecto francés.
El segurata señaló una bandeja que alguien había apartado hasta quedar en la parte de la cinta que no es cinta, sino rulitos que no avanzan si no los empujas tú.
-¿Y eso?
-Ah, eso. No lo había visto.
-¿Es esta su mochila, señora?
-UÍ. UÍ. MEGCÍ SEGURITÉ, MEGCÍ, TE DOY LAS GRACIAS, MEGCÍ POR SEG ASÍ-puede que dijera esto con la sintonía de un conocido anuncio de bombones. No sé. Jamás podréis demostrarlo.
-Señora, es que si deja la bandeja aquí no entra sola en la máquina.
-Que yo no la dejé ahí pa, que esto han sido los Borjamaris seguro, les Bogjamaguís, que la han apartado para que las suyas pasaran antes, como si lo viera.
El segurata puso cara de no entender. Porque no entendía, claro.
-Bueno, ponga la mochila en la cinta para que pase y acabemos con esto -me dijo en francés.
A mí la idea de volver a soltar la mochila me provocaba ciertos recelos.
-No -dije, abrazándome a ella.
-Señora, por favor.
-Me je me quederé here hasta que je la vuá entgeg dans le machin.
-Está bien.
Solté la mochila en la cinta y me quedé mirando hasta que la vi desaparecer satisfactoriamente. Entonces intenté cruzar el arco.
Y pité.
-Señora, no puede pasar -me dijo otro segurata totalmente distinto, también en francés.
-Me je he sogtí.
-Pero no puede entrar. Ponga todos sus objetos metálicos en esta bandeja.
-Me je he entré hace un rato cap problem!
-Señora, por favor, está obstaculizando.
Mientras me quitaba los mismos pendientes, gafas y pulsera con las que había entrado sin el menor problema un rato antes, vi mi mochila salir de la máquina y alejarse por la cinta. Más lejos aún, vi a ZaraJota, que había estado distraído con los niños y se acababa de dar cuenta de que yo había desaparecido.
Terminé de quitarme todo, volví a pasar por el arco, volví a pitar.
-Nooo, de veguité, je he entgé before, he sogtí pasque le seguguité me ha dit que sogtí pasque mon backpack sa pegdú and je la tguvé me je'm going to pegdú una altra vegada...
Por lo que sea, a segurata no le pareció que mi historia fuera convincente y me cachearon alegremente mientras observaban la bandeja con la bisutería como si fuera a explotar de un momento a otro.
Cuando por fin de me dejaron pasar, me encontré con que ZaraJota ya había recuperado mi mochila y me estaba esperando con los niños.
-¿Dónde estabas?
-Buscando mi mochila, que no aparecía.
-¿Tu mochila? Si lleva aquí media hora.
Encima cachondeo.
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