Debido a circunstancias poco claras, la pasada semana me enteré de que para celebrar el día de Andalucía, los colegios andaluces ofrecen a los niños, y no tan niños, un "desayuno andaluz" que suele consistir en un mollete (un tipo de plan plano y muy blandito) con aceite y, según los casos, tomate, manteca colorá o jamón.
Me parece una absoluta vergüenza, y esto es así por dos motivos.
Primero, que pasé doce puñeteros años en centros educativos andaluces y es la primera vez que oigo hablar de eso. Me parece súper injusto. Vale, es cierto que cuando yo empecé a ir al colegio sólo se habían celebrado dos días de Andalucía, y lo mismo el tema estaba un poco verde todavía. Recuerdo claramente a doña Rosalía, mi maestra de párvulos, poniendo un casete con el himno porque era una cosa muy nueva y todavía no se lo sabía. De tocarlo con la flauta ni hablamos, por suerte para doña Rosalía, que no tenía la culpa de nada, pobre mujer.
Ni yo tampoco, eh. Por eso pensé que si el mundo fuera justo, la Junta de Andalucía me haría llegar los doce molletitos que me corresponden con efecto retroactivo. No preocuparse, que no me los comería todos de una sentada: congelaría dos o tres para otro día.
Luego pensé que, puestos a pedir pan con aceite, yo lo que quería de verdad era un joyo.
Me parece una absoluta vergüenza, y esto es así por dos motivos.
Primero, que pasé doce puñeteros años en centros educativos andaluces y es la primera vez que oigo hablar de eso. Me parece súper injusto. Vale, es cierto que cuando yo empecé a ir al colegio sólo se habían celebrado dos días de Andalucía, y lo mismo el tema estaba un poco verde todavía. Recuerdo claramente a doña Rosalía, mi maestra de párvulos, poniendo un casete con el himno porque era una cosa muy nueva y todavía no se lo sabía. De tocarlo con la flauta ni hablamos, por suerte para doña Rosalía, que no tenía la culpa de nada, pobre mujer.
Ni yo tampoco, eh. Por eso pensé que si el mundo fuera justo, la Junta de Andalucía me haría llegar los doce molletitos que me corresponden con efecto retroactivo. No preocuparse, que no me los comería todos de una sentada: congelaría dos o tres para otro día.
Luego pensé que, puestos a pedir pan con aceite, yo lo que quería de verdad era un joyo.
Un joyo es una fantasía de pan, aceite y azúcar que se le daba a los niños para merendar antiguamente y que les daba energía como para que fueran ciegos hasta la hora de cenar.
Solo lleva tres ingredientes: pan, aceite y azúcar.
El pan puede ser de barra, aunque con lo que está bueno de verdad es con lo que en mi pueblo se llama mingo y en el resto del mundo, bollo sevillano, porque los sevillanos si no son el centro de atención van y revientan, eso es así. Yo no he encontrado mingos para hacer el fotocall (Mercadona, hay una ventana de oportunidad ahí) y he usado una barra de pan de toda la vida, de las que en Madrid llaman pistola porque yo qué sé, le echan algo al agua que les afecta a largo plazo, otra cosa no se me ocurre.
El primer paso es sacar el migajón. No preocuparse que aquí no se tira nada. El migajón se guarda que ya veréis que le encontramos utilidad rapidito.
El primer paso es sacar el migajón. No preocuparse que aquí no se tira nada. El migajón se guarda que ya veréis que le encontramos utilidad rapidito.
Luego echamos aceite en el agujero (el hoyo o "joyo").
El aceite cuanto más bueno mejor, parece una perogrullada pero llevo ya casi veinte años en internet y ya me veo venir al que le echa el aceite de haber frito croquetas y luego viene quejándose de que está malísimo.
Tiene que ser aceite apto para consumo humano, a poder ser, y preferentemente aceite de oliva virgen extra, así con todas las letras, porque como dijo el filósofo Lucio Anneo Seneca, ya en el siglo I:
Si lo llama AOVE
no te lo folles.
A lo que Muhammad ibn Ahmad ibn Muhammad ibn Rushd, conocido por sus contactos de Tinder como Averroes, añadió:
AOVE la torta que tienes, con tos los deos estiraos y la palma haciendo hueco, pa que suene.
Aclarado este punto, hay que echar el aceite en el hoyo con cuidadito de que se empapen bien las paredes. Que quede la cantidad justa, sin que haya pan seco ni charco al fondo, requiere de mucho entrenamiento. Las primeras veces lo más probable es que haya aceite de más: pues nada, lo volcamos en el platito, que para eso lo hemos puesto debajo.
No preocuparse que no se va a desperdiciar tampoco.
La idea es que se reparta por todo el agujero, como no se puede ver en esta foto porque la he hecho con la luz apagada y luego le he metido todos los filtros que había, pero si os imagináis una tostada de aceite con un poquito de azúcar por encima pues es eso pero como en redondo.
Para asegurarme de que queda bien de azuquitar, yo que soy moderada en todos mis actos los que hago es rellenar todo el joyo con azúcar y luego lo vuelco en el plato para que caiga el sobrante.
No preocuparse que eso tampoco se desperdicia.
El resultado es pan con aceite y azúcar pero en mejor porque según comes se va cayendo todo para abajo y cuando llegas al fondo tienes una costra de aceite y azúcar que te deja viendo doble una semana.
Y por si no fuera bastante, todavía tenemos toda la miga para mojar sopitas en lo que hemos ido dejando en el plato, que no estamos para tirar comida y además estamos en edad de crecer.
A lo ancho, sobre todo.
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¡Que me voy a Barcelona!
Mis libros ya están en La Insôlita, y el día 11 estaré yo en persona humana para esto:
Además este viernes hay videoclub de lectura sobre La vieja y malvada bruja.
Gratuito y por zoom, sólo hay que pedir el enlace a La Sombra.