25 enero 2021

Un descansito

 



Ahora que los niños han vuelto al cole (y ojalá que por mucho tiempo) las madres por fin podemos dedicarnos a eso que nos gusta tanto: ponernos al día con todo el trabajo acumulado durante el mes que los niños han estado en casa, y cuando digo "en casa" me refiero a literalmente en casa, y hemos tenido que ser profesoras, monitoras de tiempo libre, diosas de las manualidades, expertas en la gestión de conflictos, cocineras, gestoras de residuos, chaos coordinators y real life managers a tiempo completo. 

Hace unos días, en el #videoclub de lectura de La Sombra, me preguntaban qué necesito para escribir y yo, que soy un alma de cántaro, no fui capaz de dar la respuesta más obvia: tiempo. No cualquier tiempo: a ser posible, a solas, y sin tener que ponerme una alarma porque hay que recoger a los niños, tengo que entregar este proyecto, se acerca la hora de comer, el súper cierra y no tenemos leche. 

Tiempo sin condiciones y sin limitaciones, en lugar de minutos arañados por aquí y por allí mientras hago malabarismos con las prioridades.

Todo este rollo es para deciros que ahora mismo estoy un poco saturada y que no sé cuándo volveré a postear. Probablemente en un par de semanas, ¿eh? O sea, soy una adicta. Pero ahora mismo no sabría decir cuándo podré volver a centrarme como para escribir una entrada.

Estoy centrada en otras cosas, por supuesto. Tengo proyectos bonitos en proceso: terminar Crónicas Funestas, publicar un libro de una personita (pun intended) chachi y un nuevo verkami en el que a lo mejor hay hasta sugus, pero no prometo nada.

Si me echáis de menos, me tenéis en Twitter (si alguien está pensando que si dedicara menos tiempo a Twitter tendría más tiempo para otras cosas que se lo haga mirar, por favor). También tenéis quince años de archivo del blog, que se dice pronto: quince años, pero te paras a pensarlo y menudo vértigo.

Y por supuesto, tenéis todos mis libros: en papel en La Sombra y en digital en Lektu.




18 enero 2021

Controla tu caspa

Jueves 7 de enero de 2021
–Lorz, tendríamos que hacer la compra. 
–Todavía podemos aguantar, ya iré el sábado si eso. 


Sábado 9 de enero de 2021


–Caca.

La gran nevada histórica, la que dejo Madrid incomunicada bajo medio metro de nieve, nos pilló sin leche, patatas, arroz, pasta o pan de ningún tipo (ni siquiera colines), salchichas o embutidos, queso o túpers en el congelador.
En el cajón de la fruta había una pera; y en el de la verdura, tres zanahorias verdes y con pelusa que me saludaron al verme. 
–Al menos tenemos papel higiénico –le dije a ZaraJota, que por lo que sea no estaba muy dispuesto a comerse el papel higiénico, y eso que ni siquiera estaba usado. 
–Luego voy a ver si hay algo abierto –me dijo, pero no fue porque ZaraJota es así, en cuanto sale a la calle y se hunde en la nieve hasta el sobaco como que pierde las ganas. 
Bueno, a ver, para ser justos, el que se hundió hasta el sobaco, se había puesto pantalones de chándal en vez de los de la nieve, y al sacarlo del agujero estaba empapado y le faltaba una bota que hubo que rescatar cavando con las manos fue Nene-kun, pero no vamos a dejar que la realidad nos estropee la historia. 
La verdad es que ZaraJota no le hizo falta ir a ningún lado porque en nuestra plaza tenemos un servicio de inteligencia basado en gritarse de lado a lado QUE NO VAYÁIS AL MERCADONA QUE ESTÁ TÓ CERRAO.
–No te preocupes –le dije–, nos podemos apañar con lo que hay en la nevera.
–En la nevera sólo hay medio bote de membrillo y un bote de huevas de lumpo. 
–Ooo podemos comernos al gato, que para eso lo tenemos. 
Por desgracia, en esos momentos el gato tenía una infección de oído y no nos pareció saludable comérnoslo, y además se nos ha roto el horno.
–Podemos comernos al hámster –sugerí.
El hámster tiene el tamaño aproximado de una uva, pero yo sé que con eso se puede hacer como mínimo un fumet, que lo he visto hacer en Masterchef. Vale, lo he visto hacer con cabezas de gamba, no con un hámster, pero supongo que el principio básico es el mismo. 
Lo que pasa es que ZaraJota se opuso porque él es muy de "miradme, miradme, odio a los bichos" pero luego va por ahí sin comerse a ninguno y poniéndole las gotas de los oídos al gato.
De hecho, fue ZaraJota el que dio la voz de alarma. 
–Tampoco nos queda arena para el gato. 
Eso sí que era una emergencia porque el gato come mucho y el pienso de gato ni se crea ni se destruye, simplemente se transforma. En concreto, se transforma en unos zurullos enormes y apestosos que, por suerte, se pueden retirar con facilidad (y una pala) pero el pis ya es más difícil.
Así que se me ocurrió una idea grandiosa: sacar el cagadero del gato a la terraza. Para que no empezara a oler y eso.


El gato en la terraza, mirando en plan "humana, controla tu caspa".

El gato, por decirlo suavemente, no estaba a favor. De hecho, cada vez que quería hacer sus cosas nos avisaba, metíamos el cagadero en casa, hacía sus cosas y lo volvíamos a sacar. Que yo lo entendería si tuviera que bajarse los pantalones, que con este tiempo no apetece, pero va siempre con el ojete al viento así que no sé qué más le dará, pero bueno. 
El caso es que eso nos llevó al problema números dos: también se nos estaba acabando la comida del gato, que es especial porque está a dieta porque es de huesos anchos pero el veterinario no le comprende, #stopgordofobia. Así que aunque abrieran las tiendas, no la podíamos comprar, porque el veterinario la había encargado y me daba a mí que no la habría recibido, yo qué sé. 
–Bueno, mejor –le dije a ZaraJota–. Si no come no hace caca.
–Lorz, estoy segura de que incluso tú puedes darte cuenta de que tu plan tiene un pequeñísimo fallo.
–Cierto. El auténtico problema es el pis. ¡Tendríamos que quitarle el agua también!




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Este jueves a las 21:30 hay videoclub de lectura sobre Quiero volver
El libro está disponible en la librería La Sombra (papel) y Lektu (digital)
El club de lectura es gratuito y por vídeoconferencia, podéis apuntaros enviando un mensaje a la librería 







11 enero 2021

La nevada

Quizá no os hayáis enterado porque apenas ha salido en las noticias, pero este fin de semana ha estado nevando.
Cuando empezó el viernes fue una cosa como de muy bonito todo, pero esto no va a cuajar.
Que me bajé con los niños a la plaza de prisa y corriendo y todo en plan: venga, a hacer la croqueta en donde pilléis nieve porque a saber cuándo la volvéis a ver. 
Para el viernes por la tarde la cosas seguía igual y como tenía entradas para el teatro y no están los precios del teatro como para no ir, envolví a la niña en unas ochocientas capas y para Gran Vía que me fui con Nena-chan y con mi madre. 
Cuando llegamos a Gran Vía caían copitos y había una finísima capa de nieve-hielo en el suelo. La gente estaba flipadísima haciendo fotos y había dos barrenderos (dos) repartiendo sal con un cubito (uno), que yo no es por criticar, pero por poco que nevara con lo grande que es la Gran Vía igual un solo cubo de sal se les quedaba corto, yo qué sé.
-Cuando salgamos del teatro nos volvemos en taxi, que hace mucho frío para la niña -dijo mi madre, y yo le dije que sí porque la niña es inmune al frío y al calor y a la ventisca, pero a mí se me estaban quedando los dedillos de los pies como para echarlos en un vaso de tubo para enfríar cubatas.
Pues nada, vimos la obra, que por cierto os recomiendo infinito porque es de mucho reírse y 2021 viene como muy necesitado de eso, y al salir nos encontramos con este panorama: 


Creo que esto es la calle Libreros.

Callao.

Las fotos son muy malas porque al parecer la pantalla táctil del móvil no funciona bien a bajo cero, será la obsolescencia programada esa, yo qué sé. 

Gran Vía en dirección Princesa.

-Me parece que no vamos a encontrar ningún taxi -dijo mi madre. 
Se equivocaba: encontramos dos, con las luces de emergencia puestas y enterrados hasta media rueda en la nieve, y a los respectivos taxistas mirando alrededor en plan si quieres coger un taxi vas a tener que cogerlo pero a pulso, a ver si lo sacas de aquí. 
Dadas las circunstancias nos metimos en el metro, que no sabíamos si iba a funcionar pero al menos estaría calentito, y nos encontramos con que funcionaba a la perfección porque el metro de Madrid es así; si caen cuatro gotas deja de funcionar pero la nevada del siglo en medio de la pandemia del siglo pues como si nada.
Cuando Nena-chan y yo llegamos a nuestra parada la calle estaba así:

General Ricardos.

Camino Viejo de Leganés. Creo.

Esto podría ser la calle Radio, yo qué sé.



Nuestra calle.

Recuerdo muy bien el preciso momento en el que hice esta foto porque fue cuando Nena-chan me dijo:
-Mamá, he perdido el playmobil.
-¿Qué playmobil?
-El que llevaba en la mano. 
Mis hijos siempre salen a la calle con algún juguete pequeño por si tienen que entretenerse un rato mientras hago la compra o lo que sea, y desde que empezó la pandemia el juguete siempre es un playmobil porque hemos descubierto que tolera razonablemente bien los fregados con gel hidroalcohólico. Esa tarde, la niña había salido a la calle con una sirena porque "las sirenas están acostumbradas al agua y la nieve es agua congelada", un argumento que me pareció perfectamente razonable a las seis de la tarde, cuando caían copitos y no una ventisca histórica.
-¿Sabes dónde se te ha podido caer?
-En la nieve.
Teniendo en cuenta que todo estaba completamente cubierto de nieve parecía la hipótesis más razonable, sí.
-Lo que quiero decir es que cuándo te acuerdas de haberlo visto por última vez.
-En el metro.
La madre que parió al metro, a la ventisca, al playmobil y a todo lo que se menea.
-Nena-chan, creo que podemos darlo por perdido.
-¡No!
-Va a ser imposible encontrarlo en medio de una tormenta de nieve, a las once de la noche y con este frío. Tienes muchos playmobil, creo que podemos renunciar a este.
-¡¡¡BUAAAAAAAAA!!!
-Pero Nena-chan...
-¡ES QUE ESTE ME LO REGALÓ LA TITAAA! ¡Y LA TITA SE HA MUERTOOO!
-A ver, tú sabes que cuando sacamos un juguete a la calle corre el riesgo de que se pierda, si es especial para ti no tendrías que haberlo sacado.
-¡PERO ES QUE ME DIJISTE QUE ERA UNA TARDE DE CHICAS Y YO QUERÍA QUE LA TITA VINIERAAA! ¡PERO LA TITA SE HA MUERTOOO! ¡LA ECHO DE MENOS Y NO VA A VOLVER NUNCAAA!
J*d***r...
Así fue como en mirad de una ventisca en mitad de una pandemia, a una hora del toque de queda, bajo cero y con la nieve hasta las rodillas, la niña y yo volvimos sobre nuestros pasos. 
O algo así. 
La nieve caía con tanta fuerza que no veíamos nuestras propias huellas, y aunque las hubiéramos visto el viento nos empujaba para un lado y el otro. 
El parque donde Nena-chan creía que se le había caído la muñeca.

A Nena-chan se le habían congelado los lagrimones y había dejado de llorar para no perder los ojos por congelación, y yo tenía las gafas empañadas y no paraba de pensar en que ojalá la Tita le hubiera regalado a la niña un bloque de cemento, una bombona de butano o una boya marina, yo qué sé, algo que se viera bien al caerse de noche en medio metro de nieve. 
Habíamos conseguido retroceder unas dos manzanas cuando, al borde de la congelación, me volví a Nena-chan.
-Escucha, esto es imposible. 
-Pero la Tita...
-A la Tita no le hubiera gustado que muriéramos de congelación, ¿no crees?
Nena-chan se lo pensó. Se lo pensó. 
-No. 
-Vamos a volver, ¿vale?
Volvimos a casa con hipotermia severa, que es una cosa que le molesta mucho al gato porque nos peleamos por llevárnoslo cada uno a nuestra cama, y al día siguiente, quizá no lo sabréis porque apenas se ha hablado de ello en las noticias, Madrid amaneció tal que así:


-Venga -les dije a los niños-. Abrigaos que nos vamos a la calle.
-Mamááá, no encuentro mis guanteees.
Es una verdad universalmente conocida que los hijos nunca encuentran los guantes. Me puse a rebuscar por toda la casa hasta que di con los de Nena-chan, que estaban hechos una pelota. Los estiré y ¿qué me encontré dentro? 
La dichosa sirena de Playmobil.
-Mira, Nena-chan, mira lo que he encontrado -le dije.
-¡La sirena! ¿Dónde estaba?
-Dentro de tu guante. 
-Ah, sí, ahí no pasa frío. 
Los demás ya si eso, claro.


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¡Se nos vienen unas tardes estupendas de sofá, libro y mantita!
Os recuerdo que tenéis todos mis libros en papel en La Sombra y en digital en Lektu.
Además, el 21 de enero tenemos #videoclub de lectura sobre Quiero Volver.

04 enero 2021

Reyes Majos 2021



Una cosa os voy a decir: creemos que Nena-chan sospecha
Normalmente mi enfoque con Nena-chan suele ser afrontar las cosas directamente, pero en esta ocasión he pensado que preguntarle "oye, ¿tú sospechas que los reyes magos son los padres?" quizá no era la forma más adecuada de abordar la situación.
¿Qué por qué pienso que la niña sospecha
Bueno, ya tiene ocho años y es bastante lista, y no es que lo diga yo que soy su madre, es que es verdad. Por ejemplo, hace unos días compuso su primera canción, que es una cosa que no viene a cuento para nada pero es que me apetecía presumir.
Y los niños mayores del colegio no es que se corten precisamente. En la última semana de cole, fui un día a recogerlos con una bolsa de esa tienda que usted me habla y uno de los mayores se me acercó y me preguntó que había comprado. 
El problema es que yo había comprado bragas, ¿vale? De las de cuello vuelto, en plan hagamos que Viana se sienta orgullosa. Y no era el plan de decírselo al niño en el patio del recreo con todas las madres alrededor. Aunque, ahora que lo pienso, si hubiéramos estado el niño y yo a solas habría sido casi peor. 
Así que le dije:
-Nada. 
-¿Cómo que nada? Algo llevarás.
Los niños de hoy en día son demasiado listos para nuestro bien, así os lo digo.
-Bueno, cosas.
-¿Qué cosas?
El niño hizo amago de mirar dentro de la bolsa y yo tuve un momento flashback pero en el presente, un ahoraback o como se llame, del niño con mis bragas de cuello vuelto en mitad del patio del recreo, y me entraron sudores fríos por el entreteto. Aunque eso bien pudiera ser porque había llegado corriendo y hacía frío. 
-Nada.
-¿SON LOS REGALOS DE REYES DE TUS HIJOS?
Llegado a ese punto la progenitora del susodicho le metió un bocinazo que llegó hasta la muralla china y ahí rebotó y se proyectó hasta el espacio, donde seguirá extendiéndose hasta llegar a los confines de la galaxia. 
Pero era tarde. Nena-chan andaba por ahí y yo no tenía ni idea de cuánto había oído, pero sospecho que bastante, porque a partir de ese día empezó a fijarse en todos los paquetes que entraban en casa. Sólo con los que llegaron de los guirihaikus ya tuvo entretenimiento para rato, así os lo digo. ZaraJota y yo hacíamos lo posible por abrir todas las cajas en su presencia, pero claro, todas-todas no se podían abrir. 
Entonces la niña optó por una aproximación más sutil:
-Mamá -me dijo-, la abuela me ha dicho que el Caga Tió son los padres.
-¿Cómo?
-Que le pregunté que cómo hacía el Tió para cagar regalos y me dijo que los ponían los padres. 
No me podía creer que mi madre hubiera dicho semejante cosa, y con razón porque, según se demostró en la investigación posterior, mi madre NO había dicho semejante cosa, ni nada que se le pareciera. 
Por suerte ahí ZaraJota estuvo rápido de reflejos. 
-Bueno, es que el Caga Tió es una cosa de Barcelona, y la abuela lo ha comprado en Madrid. 
-Pero qué dices, ZaraJota, si mi madre tiene el que nos regaló tu hermana, que lo compró enfrente de la Catedral de Barcelona...
ZaraJota me arreó una patada que me dejó la rodilla tonta para siempre. 
-QUE NO, QUE NO, QUE TU MADRE LO HA COMPRADO EN MADRID Y POR ESO NO FUNCIONA, GUIÑO GUIÑO CODAZO CODAZO. 
No entendía qué me intentaba decir ZaraJota, pero antes de que me diera otra patada pensé que lo mejor era seguirle la corriente.
-Es verdad, que mi madre lo compró aquí en Madrid.
-Eso es.
-Seguramente en un bazar. De los baratos y eso. 
En la investigación posterior se demostró que a mi madre NO le hizo ninguna gracia que dijera que su Caga Tió era de los baratos, con lo contenta que está ella con su Caga Tió que, ahora que lo pienso, no es suyo, es mío y de muy buena calidad, pero bueno.
Después de esto parece que la niña se quedó tranquila, pero al poco volvió a la carga.
-Mamá, ¿los Reyes Magos son convivientes?
La madre que parió al covid, de verdad os lo digo.
-Eh... ¿Sí? ¿No? ¿No lo sé? 
-¿Y cómo van a entrar en España si estamos confinados?
-...
-Y si en las casas sólo puede haber seis personas, ¿cómo van a entrar para traer los regalos? 
-...
-¿Y no son muy viejos? ¿No son población de riesgo?
Una vez más, ZaraJota vino al rescate:
-Sí, viven todos juntos y son grupo burbuja. Tienen un permiso especial del gobierno. Entran en las casas de uno en uno. Debido a su avanzada edad, han sido de los primeros en recibir la vacuna. 
Después de hablar tanto y tan seguido, ZaraJota tuvo que tumbarse un rato, por la falta de costumbre.
Pero la niña todavía tenía más preguntas. 
-Pero mamá, ¿cómo van a entrar en casa, si tenemos alarma?
-LAMENTAMOS INFORMARLE DE QUE EN ESTOS MOMENTOS MAMÁ ESTÁ APAGADA O FUERA DE COBERTURA...
-Mamiii...
Por suerte, una vez más ZaraJota acudió al rescate. Cuando se recuperó del esfuerzo y nos quedamos a solas, me dijo que había tenido una idea para disipar de una vez por todas las dudas de Nena-chan.
-He pensado que el día 6 de enero, de madrugada...
-De entrada ya vamos mal...
-¡PODÍAMOS HACER SALTAR LA ALARMA! ¿Qué te parece?
-Pues que no sé si eso disipará las dudas de Nena-chan, pero los vecinos nos van a disipar a nosotros a tortas. 



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Después de una reimpresión acelerada, Vayamos por partes 3 vuelve a estar disponible en La Sombra
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