La vieja y malvada bruja
quiso sacarse un dinero
supo que había una feria
y allá fue con su puchero.
En el centro de la feria
ella montó un tenderete
y puso el puchero al fuego
y empezó a cortar filetes.
Ancas de rana,
muslos de rata,
también una araña
con todas sus patas.
Y mientras cocía
escribió un letrero:
"por una moneda
cuenco de puchero".
Pasó una señora,
pasó un caballero,
miraron con asco
a bruja y puchero.
Pasó una anciana
vio ancas de rana
y salió corriendo
sin bastón ni nada.
¡La bruja mohína
porque ella creía
ser la más mejor
en una cocina!
Pasó un pequeñajo
cubierto de andrajos
miraba el puchero
con cara de anhelo.
La bruja suspira
y sopa le da;
total, va a tirarla,
que le importa ya.
El niño se come
todo el contenido,
la bruja lo observa
comer entre gruñidos.
Termina el primero,
un segundo y un tercero;
la bruja le ofrece
cucharón y puchero.
Se lo come todo,
apura y rebaña,
¡está tan delgado
y tiene tanta gana!
La bruja lo mira,
medita y cavila
si llevarlo a casa
y darle más comida.
Está tan flaquito
ese pobre niño...
necesita comida
y necesita mimos.
Con mucho cuidado
engorda seguro...
¡y entonces la bruja
se lo come crudo!
¿Te ha gustado?
29 octubre 2018
22 octubre 2018
Lo del wifi, bonus track
Venga, va.
La última.
Yo, j*d*r, yo, quiero internet, NECESITO internet, y me da igual si soy una adicta, ¿me oís? ME DA IGUAAAAAAL...
Es lo que pasa cuando no tienes internet, que te sobra el tiempo por todos lados.
La última.
Por suerte, no todo en el vida es el wifi: también están los datos del móvil.
Y además, ¿quién se acuerda de internet en vacaciones?
Lo bueno de las vacaciones en el pueblo es que además se pueden hacer muchísimas cosas chulas. A veces todas el mismo día.
Había días que nos levantábamos al amanecer, nos íbamos a coger moras y semillas de donpedro (si la próxima primavera empezáis a ver donpedros por Carabanchel ya sabéis de dónde han salido), luego al mercadillo, luego a la compra, a la una estábamos comiendo, y todavía nos daba tiempo a ir a la piscina hasta que caía el sol, volver a casa, ducharnos, pasear por el pueblo, cenar, ir al cine de verano, llegar a casa y decir, anda, si todavía no son las once de la noche y además da igual la hora que sea porque los niños todavía están dando saltos.
O, como muy sabiamente lo expresó mi madre: "Menos mal que existe Ladybug, porque ya no puedo más"(acto seguido echó la cabeza para atrás y se quedó frita en el sofá).
Cuando los niños se quedaban dormidos por fin me los llevaba a la cama y me quedaba mirando al techo, insomne perdida, con un niño a cada lado.
Empezamos a dormir juntos porque durante los primeros días estuvimos en la casa ciento cien personas (nueve) y no quedaban camas, pero cuando se fueron todos y me quedé a solas con mi madre siguieron durmiendo conmigo porque esa casa de noche me da un miedo que te c*g*s y no quería dormir sola para que no pasaran miedo por la noche, pobrecitos.
Pero los niños y el miedo que te c*g*s no eran la razón por la que no podía dormir.
Tampoco los gritos de los vecinos que hacían barbacoa nocturna debajo de mi ventana un mínimo de diez veces por semana, os lo juro, jamás he visto a una gente que le gustaran tanto las barbacoas, de verdad que su médico tendrían que decirles algo, que se les van a poner las transaminasas por las nubes.
Si no podía dormir es porque padecía un caso grave de maternitis aguda: estaba tan cansada y me dolía todo tanto que no podía conciliar el sueño, y me quedaba mirando al techo, viendo como giraba lentamente y sin razón alguna la lámpara, o como la araña que tenía también en el techo, justo a la altura de mi cabeza, hacía bolitas con los mosquitos que cazaba y los ponía a curarse como un jamón de bellota, pero en mejor porque las moscas tienen más patas que los cerdos y lógicamente cunde más.
Así que una noche me tomé media (ahí, locamente) pastilla para dormir antes de irme a la cama. De hecho, ni siquiera era una pastilla para dormir, sino un lorazepam. Bueno, uno no, medio. Que me pierdo yo sola.
Gracias al abuso de estupefacientes caí en la cama como una piedra, con un niño debajo de cada sobaco, y dormí hasta la mañana siguiente, eso sí, pero tuve una pesadilla horrible: soñé que volvía a darle teta al artista antes conocido como Bebé-kun. Mejor dicho, soñé que Nene-kun, aprovechando la nocturnidad, la cercanía y que la camiseta del pijama me quedaba ancha había vuelto a la no-tan-lejana costumbre del buffet libre nocturno.
Cuando me desperté sentí muchísimo alivio: solo había sido una pesadilla. Me cosquilleaban las tetas, pero seguramente era solo sugestión, por la pesadillas. Y tenía la camiseta levantada, pero vaya, con lo que me muevo dormida podía ser cualquier cosa. Y tenía un cerco de leche en la camisera pero bueno, a mí no me gusta exagerar pero quizá sea el momento de que cunda el pánico.
Venga, Lorz, me dije. Mantén la calma.
Piensa que las hormonas son muy hijafrutas.
Es posible que al estar tantos días durmiendo con el niño se hayan, yo qué sé, reactivado de alguna manera.
Además, el artista antes conocido como Bebé-kun estaba a punto de cumplir tres años, y aunque yo no me notaba especialmente mustia por lo rápido que pasa el tiempo y hay que ver, que mi bebé está creciendo y todo eso,más bien al contrario porque han sido tres años larguísimos y difíciles y no veía el fin, era posible que a nivel subconsciente sí.
Seguro que es eso, me dije.
Hormonas, cansancio y penita porque el niño se hace mayor.
Nada de qué preocuparse.
Jajajajajajajaja.
Qué boba.
Estaba riendohistéricamente de buena gana cuando se despertó el niño.
-Hola, gordito.
-Quero sayunar.
-Claro. ¿Quieres colacao?
-No, quero más netita.
Quizá haya llegado el momento de que cunda el pánico.
Gracias al abuso de estupefacientes caí en la cama como una piedra, con un niño debajo de cada sobaco, y dormí hasta la mañana siguiente, eso sí, pero tuve una pesadilla horrible: soñé que volvía a darle teta al artista antes conocido como Bebé-kun. Mejor dicho, soñé que Nene-kun, aprovechando la nocturnidad, la cercanía y que la camiseta del pijama me quedaba ancha había vuelto a la no-tan-lejana costumbre del buffet libre nocturno.
Cuando me desperté sentí muchísimo alivio: solo había sido una pesadilla. Me cosquilleaban las tetas, pero seguramente era solo sugestión, por la pesadillas. Y tenía la camiseta levantada, pero vaya, con lo que me muevo dormida podía ser cualquier cosa. Y tenía un cerco de leche en la camisera pero bueno, a mí no me gusta exagerar pero quizá sea el momento de que cunda el pánico.
Venga, Lorz, me dije. Mantén la calma.
Piensa que las hormonas son muy hijafrutas.
Es posible que al estar tantos días durmiendo con el niño se hayan, yo qué sé, reactivado de alguna manera.
Además, el artista antes conocido como Bebé-kun estaba a punto de cumplir tres años, y aunque yo no me notaba especialmente mustia por lo rápido que pasa el tiempo y hay que ver, que mi bebé está creciendo y todo eso,
Seguro que es eso, me dije.
Hormonas, cansancio y penita porque el niño se hace mayor.
Nada de qué preocuparse.
Jajajajajajajaja.
Qué boba.
Estaba riendo
-Hola, gordito.
-Quero sayunar.
-Claro. ¿Quieres colacao?
-No, quero más netita.
Quizá haya llegado el momento de que cunda el pánico.
15 octubre 2018
Lo del wifi, 7
Previously in Lorz...
Enseñando el matojo a toda la villa.
Pues cuando llevaba tres días en la casa con nosotros mi padre dijo que se volvía a Madrid.
-Tengo que trabajar.
-Pero si tenías dos semanas de vacaciones.
-¡Falso!
-Mira, nos hiciste un cuadrante y todo.
-Bueno, pues... me han llamado. Sí. Eso. Tengo que cancelar mis vacaciones con vosotros y volver a Madrid urgentísimamente.
Y me tiró el router a la cara y salió corriendo y agitando los bracitos.
Se ve que había aparcado lejos o algo, yo qué sé.
Fue mi momento de triunfo: al fin tenía el router en las manos.
Lo abrí, conseguí la contraseña, lo volví a cerrar, lo enchufé para cargarlo y lo encendí...
Y nada.
Pero nada de nada.
Aquello no pillaba señal lo pusiera donde lo pusiera, ni siquiera en el sobrao inquietante, ni siquiera en el alfeizar de la ventana, ni siquiera atándolo a un palo y agitándolo sentada en el alfeizar de la ventana.
Mi padre me había dicho que la señal era mala porque las paredes de la casa son muy gordas, pero el maldito cacharro no pillaba señal ni en la calle, que a lo mejor es que la tecnología ha avanzado tanto que aunque estés en mitad de la plaza el servidor dice "a esa no le des señal, que es la de la casa con paredes gordas", pero vaya, yo diría que no. y gastando MIS DATOS DE MI TELÉFONO, que si eso no es violencia estructural ya me dirás tú qué es.
Como no podía entretenerme con internet me entretuve haciéndole fotos a las lámparas y a mandárselas a mi padre por whatsapp porque siempre dice que las lámparas de esa casa le dan miedo y pensé PUES SI ME DEJAS SIN WIFI TE VOY A LLENAR EL WHATSAPP DE LÁMPARAS.
Sin rencores.
Entonces fue cuando me di cuenta: el papel de plata.
Estaba en el calentador.
Enseñando el matojo a toda la villa.
Pues cuando llevaba tres días en la casa con nosotros mi padre dijo que se volvía a Madrid.
-Tengo que trabajar.
-Pero si tenías dos semanas de vacaciones.
-¡Falso!
-Mira, nos hiciste un cuadrante y todo.
-Bueno, pues... me han llamado. Sí. Eso. Tengo que cancelar mis vacaciones con vosotros y volver a Madrid urgentísimamente.
Y me tiró el router a la cara y salió corriendo y agitando los bracitos.
Se ve que había aparcado lejos o algo, yo qué sé.
Fue mi momento de triunfo: al fin tenía el router en las manos.
Lo abrí, conseguí la contraseña, lo volví a cerrar, lo enchufé para cargarlo y lo encendí...
Y nada.
Pero nada de nada.
Aquello no pillaba señal lo pusiera donde lo pusiera, ni siquiera en el sobrao inquietante, ni siquiera en el alfeizar de la ventana, ni siquiera atándolo a un palo y agitándolo sentada en el alfeizar de la ventana.
Mi padre me había dicho que la señal era mala porque las paredes de la casa son muy gordas, pero el maldito cacharro no pillaba señal ni en la calle, que a lo mejor es que la tecnología ha avanzado tanto que aunque estés en mitad de la plaza el servidor dice "a esa no le des señal, que es la de la casa con paredes gordas", pero vaya, yo diría que no. y gastando MIS DATOS DE MI TELÉFONO, que si eso no es violencia estructural ya me dirás tú qué es.
Como no podía entretenerme con internet me entretuve haciéndole fotos a las lámparas y a mandárselas a mi padre por whatsapp porque siempre dice que las lámparas de esa casa le dan miedo y pensé PUES SI ME DEJAS SIN WIFI TE VOY A LLENAR EL WHATSAPP DE LÁMPARAS.
Sin rencores.
Entonces fue cuando me di cuenta: el papel de plata.
Estaba en el calentador.
Y pensé: lo mismo no está bien sellado y pusieron papel de plata para evitar que salga el humo.
No es que sea la mejor solución, pero en un momento de emergencia te hace el apaño.
También había papel de plata en la lámpara de la cocina.
Bueno, pensé, igual el cable estaba un poco pelado y le pusieron papel de plata para taparlo. Que no digo yo que poner algo metálico en una conducción eléctrica sea la mejor de las ideas, pero bueno, yo tampoco soy la más brillante de las personas así que no puedo criticar.
Más difícil de explicar fue lo de la reja de la cocina.
Vale, me dije, lo más seguro es que estuviera un poco oxidada y lo hayan tapado con papel de plata para que no manche. A diferencia del calentador y del cable presuntamente pelado aquí si me atreví a investigar, pero no hubo forma: aquello estaba repegao y no hubo forma de quitarlo.
Daba igual, porque ahora que me había fijado en el papel de plata ya lo veía por todas partes: en la lámpara del pasillo:
En la lámpara del dormitorio:
En el marco de un cuadro:
Vale.
Podía entender que se pusiera un poco de papel de plata en el tubo del calentador. En las lámparas. Incluso en la reja de la cocina. Pero ¿en un cuadro? ¿En el marco de madera? ¿Por qué?
Solo había una explicación posible: mi padre había forrado la casa con papel de plata para evitar que entrara la señal de internet.
Me fui hasta mi madre con los brazos en jarras.
-¡Padre ha arruinado mi vida!
-Creía que habíamos dejado esta etapa atrás. Hace como veinte años o así.
-¡Ha forrado la casa con papel de aluminio para que no coja wifi!
-...
-Mira, mira: el calentador, las lámparas, ¡el cuadro, j*d*r, el cuadro!
-Lorz, eso siempre ha estado así.
-¡No me lo creo!
Que una ha leído a Stephen King y sabe que cuando algo ha estado siempre así es que ayer no existía.
-Tengo fotos.
M**rd*.
Mi madre no ha aprendido todavía a usar el filtro beauty del móvil, así que era impensable que hubiera trucado las fotos. No me quedaba más remedio que aceptar la realidad: el papel de plata siempre había estado ahí.
Pero ¿por qué?
Después de pensarlo mucho, en plan como diez segundos o así.
-Creo que ya sé por qué hay tanto papel de plata por todas partes.
-Por favor no me digas que es una conspiración del gobierno para que no tengas wifi.
-¡Por supuesto que no! Es para que los extraterrestres no nos lean el cerebro.
Mi madre se lo pensó también mucho, en plan cinco segundos, puede que diez.
-Puede ser... Porque como lean el tuyo, nos aniquilan sin dudarlo.
Fin
¿Te ha gustado? Ayúdame a seguir escribiendo.
Si quieres. Que no es obligatorio. Ojito cuidao ahí que nos ponemos muy tensos a veces.
08 octubre 2018
Lo del wifi, 6
Previously in Lorz...
Libando rocío con las hadas.
Para tranquilidad de Necio Hutopo lo primero que os voy a decir es que Hermano Mediano estaba en casa tan tranquilo, tirado en el sofá y jugando con la Nintendo Switch.
En su defensa diré que está muy lesionado de varias partes de su cuerpo, que necesita una especie de tobillera para andar, que con la tormenta se le había mojado y que después de quitársela estaba rabiando de dolor y sin poder ponerse de pie.
Hermano Pequeño y yo fuimos a comprarle una tobillera de urgencia en cuanto solucionamos el resto de la papeleta.
Y había mucha papeleta que solucionar.
El carrito tenía como cinco centímetros de agua dentro.
Niños y adultos estábamos ensopados.
Toda la ropa, la merienda, las toallas, los millones de juguetes, todo, estaba chorreando agua.
Parecíamos supervivientes del Titanic.
Y encima mi padre no paraba de hacer preguntas estúpidas.
-Pero ¿por qué no me habéis llamado para que os fuera a recoger con el coche?
Vale, a lo mejor la pregunta no era tan estúpida.
-No se nos ocurrió.
Puede, PUEDE, que cuando empezara a llover me viera en mitad del campo con dos niños pequeños y entrara en pánico sin tener en cuenta que me rodeaban cuatro adultos más, y que mi padre estaba en casa con el coche perfectamente aparcado y las sillas de los niños puestas.
Puede que Hermano Pequeño también entrara en pánico debido a un razonamiento similar y saliera corriendo con el carrito sin pararse a pensar en nada.
Puede que mi madre llegara a las mismas conclusiones y saliera corriendo también.
Puede que los tres hiciéramos el camino gritando, corriendo y agitando los bracitos mientras la Tita del Puerto y Hermano Mediano nos seguían sin entender qué mosca nos había picado de pronto.
Puede.
Lo importante era que ya estábamos en casa.
Mi madre se puso a bañar a los niños y yo me puse a achicar agua del carro, a tender toallas, a buscar ropa seca, qué se yo.
En algún momento me di cuenta de que estaba tiritando, pero solo pensaba en que los niños no pillaran frío, así que me quité el bañador para no coger lo que mi abuela llama "una infersión en el chichi" y seguí con el vestido mojado en plan comando para arriba y para abajo.
Ya había parado de llover, los niños estaban limpios, secos y tomando leche calentita, y pensé en llevarme el carro a la fuente para limpiarle el barro que tenía por todas partes. Lo arrastré hasta la fuente y lo miré por todas partes: parecía que lo mejor era ponerlo bocabajo y echarle cubos de agua a saco. Me agaché para volcarlo y entonces sentí una brisilla en cierto sitio.
M**rd*.
Cuando volví a casa con el carro limpio me encontré a mi madre en el pasillo.
-Madre -le dije-: no llevo bragas.
-Filla: preferiría no saberlo.
-Creo que los vecinos también, pero no les he dejado elección.
¿Te ha gustado? Ayúdame a seguir escribiendo.
Libando rocío con las hadas.
Para tranquilidad de Necio Hutopo lo primero que os voy a decir es que Hermano Mediano estaba en casa tan tranquilo, tirado en el sofá y jugando con la Nintendo Switch.
En su defensa diré que está muy lesionado de varias partes de su cuerpo, que necesita una especie de tobillera para andar, que con la tormenta se le había mojado y que después de quitársela estaba rabiando de dolor y sin poder ponerse de pie.
Hermano Pequeño y yo fuimos a comprarle una tobillera de urgencia en cuanto solucionamos el resto de la papeleta.
Y había mucha papeleta que solucionar.
El carrito tenía como cinco centímetros de agua dentro.
Niños y adultos estábamos ensopados.
Toda la ropa, la merienda, las toallas, los millones de juguetes, todo, estaba chorreando agua.
Parecíamos supervivientes del Titanic.
Y encima mi padre no paraba de hacer preguntas estúpidas.
-Pero ¿por qué no me habéis llamado para que os fuera a recoger con el coche?
Vale, a lo mejor la pregunta no era tan estúpida.
-No se nos ocurrió.
Puede, PUEDE, que cuando empezara a llover me viera en mitad del campo con dos niños pequeños y entrara en pánico sin tener en cuenta que me rodeaban cuatro adultos más, y que mi padre estaba en casa con el coche perfectamente aparcado y las sillas de los niños puestas.
Puede que Hermano Pequeño también entrara en pánico debido a un razonamiento similar y saliera corriendo con el carrito sin pararse a pensar en nada.
Puede que mi madre llegara a las mismas conclusiones y saliera corriendo también.
Puede que los tres hiciéramos el camino gritando, corriendo y agitando los bracitos mientras la Tita del Puerto y Hermano Mediano nos seguían sin entender qué mosca nos había picado de pronto.
Puede.
Lo importante era que ya estábamos en casa.
Mi madre se puso a bañar a los niños y yo me puse a achicar agua del carro, a tender toallas, a buscar ropa seca, qué se yo.
En algún momento me di cuenta de que estaba tiritando, pero solo pensaba en que los niños no pillaran frío, así que me quité el bañador para no coger lo que mi abuela llama "una infersión en el chichi" y seguí con el vestido mojado en plan comando para arriba y para abajo.
Ya había parado de llover, los niños estaban limpios, secos y tomando leche calentita, y pensé en llevarme el carro a la fuente para limpiarle el barro que tenía por todas partes. Lo arrastré hasta la fuente y lo miré por todas partes: parecía que lo mejor era ponerlo bocabajo y echarle cubos de agua a saco. Me agaché para volcarlo y entonces sentí una brisilla en cierto sitio.
M**rd*.
Cuando volví a casa con el carro limpio me encontré a mi madre en el pasillo.
-Madre -le dije-: no llevo bragas.
-Filla: preferiría no saberlo.
-Creo que los vecinos también, pero no les he dejado elección.
¿Te ha gustado? Ayúdame a seguir escribiendo.
01 octubre 2018
Lo del wifi, 5
Previously in Lorz...
Llevas un router en el bolsillo os es que te alegras de verme.
Pues al día siguiente decidimos irnos todos en comandita a la piscina.
Bueno, todos no.
-Lo he mirado en internet -dijo mi padre, que no dejaba pasar ocasión de presumir de que el sí tenía conexión- y hay un 10% de posibilidades de lluvia.
A nosotros nos entró la risa floja porque somos de Córdoba, o sea, un 10% de posibilidades de lluvia es como cuando haces un examen y te ponen un 1 por poner el nombre.
Lo que viene siendo el premio de consolación.
Así que mi madre, la Tita, Hermano Mediano, Hermano Pequeño, Nena-chan, el artista antes conocido como Bebé-kun y yo nos fuimos a la piscina, y mi padre se quedó rumiando que él no iba porque seguro que llovía y él no iba.
La piscina está a una distancia razonable: según google maps, un kilómetro y medio.
Lo que no te dice google maps es que a la vuelta es un kilómetro y medio cuesta arriba.
Sí, a la vuelta. Cuando ya vas cansado y empapado y cargando con todas las toallas mojadas y uno o dos niños dormidos.
Pensando en esa circunstancia, nos habíamos hecho con un vehículo de tracción animal, siendo normalmente el animal ZaraJota.
Por desgracia, en cuanto apareció mi familia ZaraJota recordó que tenía un compromiso urgente en Madrid, así que tuvimos que probar otras alternativas, algunas de ellas no muy acordes con la Declaración Universal de los Derechos de los Niños.
Ahora será culpa mía.
Estamos mirando la rueda con cara de pasmo mientras nos chorrea agua por la cara cuando nos ofrecen refugio otra vez. Una pareja nos deja pasar a su portal, nos da toallas, nos arregla la rueda...
-Podéis quedaros aquí hasta que pare de llover -nos dicen.
Entonces se me acerca Hermano Mediano.
-Oye, ¿estás bien? ¿Los niños están bien?
-Sí, sí. Están un poco asustados pero bien.
-Vale, pues yo me piro que mi sudadera es impermeable.
-¿QUÉ?
Pero Hermano Mediano ya no me oía. Iba calle adelante, con su sudadera impermeable. El muy c*br*n.
Bueno. Una tormenta tan intensa no podía durar mucho, así que poco a poco empezó a escampar.
Nos despedimos de la amable familia y recorrimos los escasos cien metros que nos quedaban. En la puerta de la casa, perfectamente sequito y con una sonrisa de oreja a oreja, nos estaba esperando mi padre.
-¿Qué, os ha pillado la tormenta?
-No, es que hemos estado libando rocío con las hadas, no te j*d*.
Continuará...
¿Te ha gustado?
Llevas un router en el bolsillo os es que te alegras de verme.
Pues al día siguiente decidimos irnos todos en comandita a la piscina.
Bueno, todos no.
-Lo he mirado en internet -dijo mi padre, que no dejaba pasar ocasión de presumir de que el sí tenía conexión- y hay un 10% de posibilidades de lluvia.
A nosotros nos entró la risa floja porque somos de Córdoba, o sea, un 10% de posibilidades de lluvia es como cuando haces un examen y te ponen un 1 por poner el nombre.
Lo que viene siendo el premio de consolación.
Así que mi madre, la Tita, Hermano Mediano, Hermano Pequeño, Nena-chan, el artista antes conocido como Bebé-kun y yo nos fuimos a la piscina, y mi padre se quedó rumiando que él no iba porque seguro que llovía y él no iba.
La piscina está a una distancia razonable: según google maps, un kilómetro y medio.
Lo que no te dice google maps es que a la vuelta es un kilómetro y medio cuesta arriba.
Sí, a la vuelta. Cuando ya vas cansado y empapado y cargando con todas las toallas mojadas y uno o dos niños dormidos.
Pensando en esa circunstancia, nos habíamos hecho con un vehículo de tracción animal, siendo normalmente el animal ZaraJota.
Por desgracia, en cuanto apareció mi familia ZaraJota recordó que tenía un compromiso urgente en Madrid, así que tuvimos que probar otras alternativas, algunas de ellas no muy acordes con la Declaración Universal de los Derechos de los Niños.
O sea, que el animal acabé siendo yo.
Total que aquel día llegamos a la piscina, instalamos el chiringuito: aparcamos el carro, extendimos las toallas, sacamos la merienda, nos quedamos en bañador, nos pusimos los zapatos de bañarse en el río sin sufrir lesiones permanentes, hinchamos los manguitos... y empezó a chispear.
Miramos alrededor: los nativos ni se alteran.
Luego nos dimos cuenta de que los nativos van a la piscina en coche y si de pronto se desatan las furias del infierno no tienen más que subir al coche y en tres minutos están en casa.
Pero en aquel momento solo vimos que ellos no se movían, y que nosotros no íbamos a ser menos.
Entonces empezó a tronar.
Ahí ya no empezamos a poner nerviosos porque una cosa es mojarse y otra cosa electrocutarse.
Pero los nativos seguían sin moverse.
Por suerte en aquel momento el artista entonces conocido como Bebé-kun empezó a amoratarse y temblar y pensamos: Nos vamos, pero por el niño, pobrecito, que está helado.
No tenemos miedo, nos vamos porque queremos.
Total, que empezamos a subir la cuesta con el carrito, los niños, la impedimenta, mi madre que está fatal de lo suyo, la Tita que está fatal de lo suyo, Hermano Mediano que está fatal de lo suyo, Hermano Pequeño que está fatal de lo suyo... y como a mitad de camino empieza a diluviar.
Y mi madre, que no ve una m**rd* dicho sea de paso, otea el horizonte y dice:
-¡Refugiémonos debajo de aquel árbol!
A lo que Hermano Mediano, que habitualmente es puro zen pero todo en la vida tiene un límite, le contesta:
-CLARO QUE SÍ, MADRE, EN MITAD DE UNA TORMENTA ELÉCTRICA, SUBIDOS A UN CERRO Y DEBAJO DEL ÚNICO ÁRBOL, A VER SI SALIMOS EN LAS NOTICIAS.
A mí lo de salir en las noticias me parecía bien, pero se ve que mi familia es tímida y decidieron seguir adelante, que total estábamos empapados, qué más daba ya.
Una señora que estaba en la puerta de su chalet observando el apocalipsis nos ofreció refugio hasta que pasara la tormenta, pero muy dignamente le dijimos que no.
-¿Tormenta? ¿Qué tormenta? No habíamos notado nada.
Entonces fue cuando empezó a granizar. A LO BESTIA. Unos granizos como cerezas, que se note que estamos en el valle del Jerte.
Los granizos rebotaban y se colaban dentro del carrito, que ya tenía como dos dedos de agua en el fondo.
Quizá fue ese el momento en el que entramos en pánico.
Hermano Pequeño, que en esa ocasión se había ofrecido amablemente a tirar del carrito, empezó a CORRER.
Pero a CORRER A SACO.
Yo iba como a 100 metros detrás suya, gritándole que parara, pero no me hacía ni caso. Qué velocidad. Luego se queja de que se le cargan las piernas.
Le alcanzo como a diez metros del pueblo. Hay que cruzar la calle, pero no hay calle: solo hay agua, como a treinta centímetros de altura.
-¿Qué hacemos? -pregunta.
-Cruzamos, pero deja que te ay...
Hermano Pequeño sale disparado tirando del carrito, lo hunde en el agua, cruza la calle y lo sube a empujones por el otro lado.
-Uy -dice.
-¿Los niños están bien? ¿Qué pasa?
-Nada, creo que se te ha roto el carrito.
Ahora será culpa mía.
Estamos mirando la rueda con cara de pasmo mientras nos chorrea agua por la cara cuando nos ofrecen refugio otra vez. Una pareja nos deja pasar a su portal, nos da toallas, nos arregla la rueda...
-Podéis quedaros aquí hasta que pare de llover -nos dicen.
Entonces se me acerca Hermano Mediano.
-Oye, ¿estás bien? ¿Los niños están bien?
-Sí, sí. Están un poco asustados pero bien.
-Vale, pues yo me piro que mi sudadera es impermeable.
-¿QUÉ?
Pero Hermano Mediano ya no me oía. Iba calle adelante, con su sudadera impermeable. El muy c*br*n.
Bueno. Una tormenta tan intensa no podía durar mucho, así que poco a poco empezó a escampar.
Nos despedimos de la amable familia y recorrimos los escasos cien metros que nos quedaban. En la puerta de la casa, perfectamente sequito y con una sonrisa de oreja a oreja, nos estaba esperando mi padre.
-¿Qué, os ha pillado la tormenta?
-No, es que hemos estado libando rocío con las hadas, no te j*d*.
Continuará...
¿Te ha gustado?
Suscribirse a:
Entradas (Atom)