Previously in Lorz...
Se murió. No sabemos dónde. Probablemente en el piso de al lado.
Muchas ñapas más tarde, un
infeliz señor compró el piso de al lado y lo echó abajo enterito para reformarlo. Todo iba bastante bien, hasta que el fontanero la emprendió con el baño. No había quitado ni tres baldosas cuando vino a hacerme una visita.
-Hola, soy el fontanero de la casa de al lado.
-Hola, soy Lorz. Y este es el bebé al que usted no deja dormir con los mamporros.
Obsérvese la sutil indirecta.
-Bueno... he empezado a quitar los azulejos del baño y resulta que las tuberías pasan todas por tu casa.
-Sí, lo sé; tengo hasta un plano con el recorrido que hacen:
-Su puta madre.
-Ya.
-Pues es que la única forma de arreglar este desbarajuste es echar abajo los dos baños a la vez.
-Pues nada, adelante, y ya que está, me reforma el baño entero.
-Chachi.
El fontanero nos dijo que reformar el baño entero nos llevaría una semana, y que nos cobraría un total de 2000 euros. Él se ocuparía de comprar los sanitarios, pero los azulejos los teníamos que comprar (y cargar) nosotros porque él no tenía tiempo para esas cosas. ZaraJota y yo nos pedimos vacaciones, asaltamos nuestros ahorros y esperamos la llamada de confirmación del fontanero.
Una semana antes de la fecha de principio de la obra el fontanero pasó por casa para confirmar los trabajos que había que hacer: echarlo abajo entero, enderezar el entuerto de las tuberías, y volverlo a levantar.
-Uy, pues eso no me da tiempo en una semana.
-¿Cómo que no?
-Necesito por lo menos semana y media.
-¿Para esta mierda de baño?
Mi baño es muy pequeño. Muy, MUY pequeño. Es tan pequeño que Necio Hutopo (que tampoco es que sea muy grande) estampó la cabeza contra la pared cuando intentaba lavarse el pelo. Tan pequeño que tuvimos que poner una puerta corredera porque cuando estaba embarazada no podía entrar. Tan pequeño que Nena-chan ya ha tenido varios rifirrafes en el colegio, porque cuando dan la unidad de la higiene personal y le preguntan que dónde se guardan los peines ella responde "en mi estibasión"; y ya he tenido que aclarar varias veces que sí, que en nuestro baño no caben. Que es muy pequeño. Tan pequeño que, de hecho, en el diseño original de la casa esa habitación no era un baño sino un armario empotrado.
-En los baños pequeños se tarda más porque no caben dos personas trabajando a la vez.
Ah, será eso.
Por desgracia, nosotros no podíamos permitirnos estar de obra tantos días.
-Bueno, pues arregle las dichosas tuberías, cambie el suelo, y si encuentra un inodoro más pequeño que este nos los cambia, por favor. Ya haremos el resto más adelante.
El fontanero nos dio un nuevo presupuesto de 500 euros y dijo que nos volvería a llamar.
Un día antes del inicio de la obra el fontanero se puso en contacto de nuevo.
-Bueno, que mañana a las 9 estoy allí, ustedes me dejan las llaves y se van.
-No.
-Se tienen que ir porque no van a tener baño.
-Ya, nos vamos a ir a un hotel. Pero alguien se quedará en casa con ustedes.
Llamadme loca, pero darle mis llaves a unos desconocidos y pirarme no me hacía ninguna gracia. Ya no es que nos podían robar cualquier cosa, es que me los imaginaba probándose mi ropa interior y haciéndose selfies, por ejemplo. Además, alguien "de la casa" tenía que estar allí por si surgía algún problema, digo yo.
-Ah, no, pues entonces cancelamos la obra.
-¡DE ESO NADA! Que ya tenemos pagado el hotel, las maletas hechas, las vacaciones pedidas y la madre que nos parió.
-Bueno, ustedes verán lo que hacen. Mañana a las nueve estoy ahí.
Día 1
Al día siguiente, a las nueve, no estaba allí. Ni a las nueve y media, ni a las diez. A las diez y cinco apareció y me dijo que en esas condiciones no podía trabajar.
-¿Qué condiciones?
-¡Los niños! ¡No se puede hacer nada con ellos!
-Hombre, limitan mucho, pero le aseguro que a mí no me han impedido trabajar, ocuparme de la casa o incluso hacer una escapadita de vez en cuando.
-Pues yo voy a cortar el agua, y ustedes verán como se apañan.
Como si una madre no pudiera solucionarlo todo con salivilla, hombrepordios.
Viendo que había una cierta hostilidad me llevé a los niños de paseo. Cuando volví, menos de una hora más tarde, no había nadie en casa.
-¿Qué cojo...?
Pero entonces llamaron a la puerta.
-Soy el fontanero -me gritó desde el otro lado. Abrí, y efectivamente era UN fontanero, pero no EL fontanero, a no ser que se hubiera cambiado la cara por arte de magia, que tampoco lo descarto porque, viendo como trabaja, seguramente sea una estrategia de supervivencia muy acertada.
El fontanero nº 2 estuvo un rato dando martillazos durante aproximadamente una hora, y luego me dijo que hasta mañana y se fue.
Será mejor que os lo resuma porque con tan frenética actividad seguramente no habéis seguido el hilo:
Un fontanero vino a las 10 de la mañana, se fue a las 13 horas, y en medio se tomó un descanso para desayunar y hacerse la cirugía estética.
Día 2
Me levanté a las 6:30, dejé a los niños donde buenamente pude, y a las 9 llegué a casa, con la lengua fuera, para esperar al fontanero. A cualquier de ellos. Francamente, no me importa mucho lo que hicieran con sus caras mientras terminaran la puta obra.
Así como a las 10:30 apareció un tercer fontanero (o el mismo, con su tercera cara), que me dijo que por qué no le había avisado, que el estaba abajo esperando y no había querido subir para no molestar.
Pero hombre, ¿cómo te voy a avisar si no sé ni qué cara tienes?
El fontanero nº 3 se puso a trabajar en el baño. Pero poco.
-Que me voy a cortar una baldosa -me dijo cuando llevaba unos tres minutos. Y desapareció durante media hora.
Volvió, colocó la baldosa, y se volvió a levantar.
-Que me voy a cortar una baldosa -y volvió a desaparecer durante otra media hora.
Yo ya tenía el tic en el ojo como para alquilárselo a una central eólica y sacarme unos duretes.
El fontanero nº3 no volvió. En su lugar, baldosa cortada en mano, apareció el fontanero nº 1, que debía haber estado agazapao en el descansillo todo el rato, porque si no no me lo explico.
-Señora -me dijo-, estos azulejos que ha comprado son muy malos.
-Le recuerdo que no quiso venir con nosotros a elegirlos.
-Pues mire -dijo-, en cuanto les das un poquito se rompen -y empezó a golpear brutalmente la baldosa con un pico hasta que se rompió.
-Ya... veo...
-Es lo que pasa cuando las eligen las mujeres, que solo miran lo bonito, y las engañan con las calidades.
Salvo en el caso de los fontaneros, que no los elegimos ni bonitos ni de calidad, por lo visto.
-Si cree que son malos ponemos otro y ya está. Total, solo son dos metros de suelo.
-No, mujer, que ya he cortado dos baldosas y no voy a empezar de cero. Mejor le pongo este y en un par de meses vuelvo y se lo cambio.
¿QUÉ?
Como ya era casi la una, el fontanero empezó a recoger para irse, así que me apresuré a preguntarle qué pasaba con el inodoro.
-Le voy a volver a poner este.
-No, no. Quiero que me lo cambie.
-¡Si este está estupendo!
-Pero es el modelo más grande que hay en el mercado, y yo tengo el baño más pequeño del universo.
-Uf, pues si le tengo que poner el inodoro van a ser 300 euros más.
-Vale.
-Espere, ¿yo cuánto le dije que le iba a cobrar por esto?
¿En ese presupuesto detallado por partidas que me entregó en ese albarán invisible?
-500 euros.
-¿500? ¡Tendré que cobrarle aparte los materiales!
-Hombre, si las baldosas las he comprado yo.
-¡Pero es que entonces no gano nada! Tenga en cuenta que aquí ha habido tres personas trabajando durante toda una semana.
¿Qué QUÉ?
Primero; estábamos a martes, llevaban dos días.
Segundo; en esos dos días habían trabajado un total de cuatro horas.
Tercero; bueno, sí, habían trabajado, por decir algo, tres fontaneros. Pero nunca a la vez, y todavía me estoy preguntando para qué hacía falta que se turnaran..
-Tengo que hablarlo con mi marido -le dije, por ganar tiempo.
-Bueno, lo hablan y mañana me dicen si cambian el inodoro o no.
Día 3
Me fui a trabajar con lágrimas de emoción en los ojos.
ZaraJota, menos contento, se quedó en casa.
El fontanero apareció a las 10 pasaditas.
-Es que he tenido que ir a comprar el inodoro.
-Pero... Lorz me dijo que estaba esperando a que nos decidiéramos.
-Es que he pensado que era mejor comprarlo.
-Ah, bueno, pues nada.
-El viejo se lo dejo aquí mismo en la ducha.
-¡De eso nada! El viejo se lo llevan.
-¿Y para qué quiero yo eso?
-¿Y para qué lo queremos nosotros?
-Es que no tengo bolsa de escombro.
ZaraJota no se atrevió a preguntar dónde habían estado tirando los escombros hasta entonces.
-Pues usted verá.
Al rato el fontanero anunció que la obra había terminado.
-Pero... nos dijeron una semana.
El fontanero sonrió satisfecho.
A ZaraJota se le cayó el alma a los pies. A mí también.
-Podían habernos reformado el baño entero, habría dado tiempo de sobra -decía yo-. ¡Si solo han echado seis míseras horas de trabajo! ¡Si hubieran aprovechado el día nos podrían haber hecho todo de una vez!
-Hemos tirado una semana de vacaciones -se lamentaba ZaraJota-. Por no hablar de la pasta de irnos a vivir a un hotel todo ese tiempo.
-Y seguimos con el baño a medio arreglar, con las ganas que tenía yo de verlo ya bonito.
-Bueno -me dijo para consolarme-, al menos hemos conseguido librarnos del inodoro.
O eso pensábamos.