Aprobé el teórico en octubre del 2008.
Empecé con las clases prácticas en noviembre de 2008.
Estamos en junio del 2009, llevo casi 50 clases prácticas.
Estoy hasta los mondongos.
En parte, es porque las clases son bastante caras y no está el horno para bollos, pero sobre todo es porque me paso el día corriendo de un lado a otro sin poder hacer nada más que trabajar, ir a la autoescuela, y, ocasionalmente, dormir.
Cuando llevaba más de treinta clases le pregunté al profe que cuándo creía que me podía presentar al examen.
-No sé, Lorz, depende de cómo evoluciones.
-Pero así, a ojo, ¿cuánto crees que me falta?
-Es difícil decirlo. Como lo haces tan mal...
Después de aquello no volví a insistir.
Estaba muy ocupada buscando mi autoestima.
Pero fueron pasando los días... fueron pasando las clases... y empecé a darme cuenta de que:
- Hace más de un mes que no atropello a nadie.
- Los otros conductores ya no me gritan cosas feas, porque no se me cala el coche en medio de ninguna rotonda.
- Soy capaz de cambiar de marcha con una mano, ajustar el aire acondicionado con otra y sacarle la lengua a un taxista sin que el coche se desplace inexplicablemente hacia el bordillo.
- He dejado de gritar "¡Voy a morir! ¡Voy a morir!", para empezar a gritar "Señora, ¿va a cruzar o no? ¡Que no tengo todo el día, c*ñ*!"
- El profe, que antes estaba todo el rato en posición fetal y rezando por su vida, aprovecha mi hora de clase para comerse el bocata y hablar por el móvil con su madre.
-Ahora te parece que lo haces muy bien, pero en el examen te pondrás nerviosa y suspenderás.
-Bueno, si voy a suspender por ponerme nerviosa da igual si sigo dando clase o no. Lo que tengo que hacer es presentarme las veces que haga falta hasta que deje de ponerme nerviosa, ¿no?
-Em... ¡mira un elefante volando!
Aquel día me convenció con sus sutiles argumentos, pero poco después se me cruzaron los cables del todo.
Cincuenta clases son muchas clases.
Cincuenta clases a 29 euros la clase son... cinco por nueve veintisiete, me llevo doce, doce y dos sesenta... muchos euros.
Por no hablar de que me he enganchado a Amar en tiempos revueltos y por culpa de la autoescuela siempre me pierdo el último cuarto de hora.
Y de que ya estaba harta.
Así que un día salí de casa decidida a presionarle para que me dejara ir a examen.
Lorz, me dije, no importa lo que diga. No importa lo que haga. Quieres ir a examen, y no vas a dejar que de distraiga esta vez.
Con esa mentalidad me subí el el coche, me puse el cinturón, y dije:
-¡Quiero examinarme YA!
-Claro, Lorz. Claaaaaaro. Pero antes, ¿qué te parece si vamos a un tunel de lavado y te dejo quedarte dentro del coche?
-¡BIEEEEEEEEEEEEEEEEEEN!
Mierda, me ha vuelto a engañar.