Lo voy contando todo desordenado porque es un poco así como está en mi cabeza.
Empezamos el verano dándole cristiana sepultura a la Tita del Puerto que, recordemos, se había muerto un montón de meses antes pero no sé qué de una pandemia, así que la incineramos y la dejamos en su urna hasta que pudiéramos hacer cosas locas como entrar más de tres personas al cementerio.
Así que era julio y estábamos en Córdoba un sábado por la mañana y todavía teníamos que hacer 50 kilómetros hasta el pueblo con dos niños de punta en blanco que tienen la costumbre de vomitar y/o sangrar por la nariz cada vez que se montan en el coche, así que lo primero que hice, después de ponerlos de punta en blanco, fue envolverlos en toallas.
Sí, siempre llevamos un montón de toallas en el coche. Somos ese tipo de gente.
Colocamos a los niños en las sillitas que parecía aquello que nos dedicábamos a la cría del gusano de seda de tamaño extra y salimos para el pueblo con tiempo de sobra para llegar.
Salvo que nada más salir pillamos un camión cisterna y en esas carreteras de dios no nos quedó más remedio que hacer la travesía a la trepidante velocidad de treinta kilómetros por hora, que yo miraba para atrás, a los niños, y pensaba: o se convierten en mariposas o se derriten, pero estos no llegan al pueblo.
Así que yo había planeado llegar un poco antes para que los niños recorrieran un poco el cementerio y fueran asimilando a la familia poco a poco, pero cuando llegamos ya estaban todos allí y a los niños les entró la timidez a la gente y yo no sabía muy bien dónde meterme porque había contado con usar a los niños de escudos humanos porque yo lo de interactuar con gente lo llevo regular tirando a mal.
Y eso que, en realidad, no había tanta gente. Por ejemplo, una de las hermanas de la fallecida, junto con toda su familia, optó por no ir. Que a ver, es normal, porque viven a una cierta distancia. De unos 500 metros, aproximadamente. Pero es cuesta arriba, ojo con eso.
Quien sí estaba es le buene persone, que ya sé que la estáis esperando.
Incluso había llevado flores, de su parte y de parte de sus nietes. Lo repitió unas cuantas veces, supongo que para que quedara claro que de parte de su hije no, yo qué sé.
Le buene persone parecía pensar que aquello era un intercambio de regalos o algo así, porque después de decir que había llevado flores de su parte y de sus nietes preguntó si le dábamos la urna.
Mi madre, que lo mismo estaba un poco tensa porque ella es mucho de tensionarse cuando se le muere una hermana de pronto en mitad de una pandemia, la otra no aparece en el entierro y le buene persone le repite cien veces que ha llevado flores de su parte y de sus nietes (pero de su hija no), se aferraba a la urna de las cenizas que era como para dar la enhorabuena al fabricante por la resistencia del recipiente.
-No, no te doy la urna.
-¿Y la bolsa de la urna?
-N... ¿qué?
-La bolsa de la urna.
La bolsa de la urna era una bolsa marrón como las que te dan en la Tagliatella para llevarte las sobras, sólo que en vez de Tagliatella pone TANATORIO DE EL PUERTO y en vez de las sobras te llevas los restos.
-¿Para qué quieres la bolsa de la urna?
-Para tener un recuerdo de la muerte de la Tita.
A mí eso me dio mucha pena. Pobrecita, pensé, que necesita recuerdos de la muerte de la Tita. Normal, como no fue a verla ni al hospital, ni al tanatorio, ni a la misa, pues no tiene ninguno, no como los que sí estuvimos allí, que tenemos de sobra y nos sobran la mitad, si tengo que ser sincera.
Mi madre debió pensar lo mismo.
Eso o cortocircuitó, una de dos.
El caso es que sacó la urna y le dio la bolsa, que digo yo que le tenía que haber cobrado al menos los cinco céntimos, como en el súper, pero bueno.
Le buene persone aprovechó el momento para coger carrerilla.
-¿Y cuándo me vais a dar lo que me corresponde?
Ahí tuve que tomarme un momento para contar hasta diez, porque desde mi punto de vista (seguramente equivocado) lo que le corresponde es una guantá con la mano abierta y estoy dispuesta a dársela cuando quiera, que además siempre llevo gel hidroalcohólico en el bolso para desinfectarme antes y después.
-¿Lo que te corresponde?
-Sí, de las cosas de la Tita.
-Bueno, es que no te corresponde nada.
Que ya lo debería saber porque firmó las escrituras del testamento. Después de presuntamente intentar engañarnos para que presuntamente le pagáramos por ello.
Motivo por el cual yo, que había estado haciendo campaña para que le mandáramos aunque sea algún recuerdo personal, perdí las ganas de seguir campañeando, no sé si me explico.
-Pero me tenéis que devolver los regalos que le hice.
Se ve que cuando te mueres es como cuando rompes con el novio y le devuelves la Nancy de la legión. Yo no tenía ni idea, pero parece bastante razonable, así que he estado buscando los dichosos regalos por todas partes hasta enterarme de que como se los mandaba para ablandarla antes de pedirle cosas, a la Tita le daban tanta rabia que los tiraba o los donaba. Así que ya podía yo buscar hasta que me salieran canas en el chichi, que no iban a aparecer.
Bueno.
El caso es que los del ayuntamiento decidieron intervenir.
-Si ya están todos, vamos a proceder.
Que es julio en Córdoba, son las once de la mañana y aquí no hay ni una sombra, coñoyá.
Así que arrebatan la urna de las manos de mi madre, que de tanto apretarla la tenía como fusionada, la meten en el nicho y se ponen a pegar un trozo de pladur con lo que parece una pistola de silicona, mientras todos miramos al infinito con cara de circunstancias porque aquello más que un entierro solemne parecía un domingo en el Leroy Merlín.
Para agravar las cosas, le buene persone se abrió paso hasta la primera fila y empezó a hacer como que lloraba.
Pero no le sale.
No le sale.
Se nos empiezan a escapar risillas por lo bajo, los amigos de la familia no entienden nada, los niños flipan infinito...
Aquello empieza a ser bastante incómodo, así que una vez más los del ayuntamiento, benditos sean, terminan de colocar la lápida y acuden al rescate.
-¿Les ayudamos a poner las flores delante?
Que no era su obligación, ojo. Pero para mí que estaban un poco living con el tema y no se querían ir.
-Sí, gracias, gracias.
Entonces interviene le buene persone, totalmente recuperada de su... um... momento Razzie.
-MIS FLORES JUSTO DELANTE, EN EL CENTRO, QUE SE VEAN.
Claro que sí, las flores de los infelices que, entre otras cosas, están pagando el entierro, ya si eso.
¿Y las que han llevado los niños? ¿Las que han elegido personalmente y cargado desde Madrid?
LOS NIÑOS QUE ESPABILEN, ESTO ES LA JUNGLA Y MIS FLORES VAN DELANTE.
Los del ayuntamiento nos miran y les miramos en plan: lo que le señore diga, y tengamos la fiesta en paz.
Así que se ponen a colocar flores mientras le buene persone les grita:
-¡Ese no! ¡El otro! EL OTRO. El que tienes ahí.
Porque le buene persone quería a la Tita lo bastante para que sus flores estuvieran en presidencia, pero no lo bastante como para cogerlas ella misma y moverlas medio metro a la derecha, se ve.
En ese momento los deudos asistentes ya estaban abiertamente convulsionando de risa, que dios bendiga las mascarillas porque así podíamos frotarnos los ojos de vez en cuando y fingir que era emoción contenida.
Total, que acaba el numerito, mi madre lee unas palabras, Nena-chan y yo cantamos una canción (en contra de mi criterio, no fue la de "Con los dedos de las manos, con los dedos de los pies") y dimos aquello por terminado oficialmente pero claro, la gente seguía allí y yo estaba en plan y ahora qué, porque no tengo mucha experiencia invitando a gente a entierros, y lo más parecido que se me ocurría era cuando los invité a mi boda, pero como no tenía pingüinos a mano pensé pues nada, voy a darles las gracias por haber venido.
-Menganito, gracias por venir.
Y le buene persone, pegada a mi oreja y sin mediar provocación por mi parte.
-Yo habría ido a cuidar a la Tita, pero mi marido está muy malo y no puedo separarme de él ni un minuto.
Que hasta la persona con la que yo estaba hablando, que no la conocía de nada, miró alrededor, claramente pensando "y dónde está su marido ahora, señora".
A dios pongo por testigo que la gilipollez que había dicho generó una onda expansiva de tal calibre que hizo saltar los sismógrafos de todo el hemisferio norte. Puede que incluso sea responsable de la erupción del volcán. Ahí lo dejo para que los expertos estudien la posibilidad.
-Ni un minuto -repitió le buene persone, con menos convicción.
El impacto fue tan grande que ni le buene persone pudo ignorarlo.
-Está solo ahora, claro -gruesos goterones de sudor resbalaban por su frente. Había caído en su propia trampa, y lo sabía-. Voy a tener que irme con él -terminó, con un hilo de voz que olía a desesperación y derrota.
La vimos salir por la puerta del cementerio, cabizbaja.
Nada más perderse de vista, un amigo de la Tita (ya sabéis, un amigo, GUIÑO GUIÑO CODAZO CODAZO), que había venido desde Madrid expresamente, quiso colocar el ramo de flores que había traído, y por cuestiones de falta de espacio y logística, sin quererlo ni buscarlo, el ramo acabó delante de todos, justo en el centro.
Porque a veces la justicia poética existe, y las cosas acaban bien.
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Pretendemos sacar el libro de la vieja y malvada bruja. Y tenemos peluches.