Entre el viaje, la ola de frío polar, la guerra, al casi exploto de Chernóbil, la calima, la lluvia, la crisis de los transportes, el desabastecimiento, el eccema, el bulto en la cabeza de Nena-chan y esa manía tan tonta de los autónomos de trabajar a destajo he estado un poco perdida.
Pero todavía os tengo que contar cosas de Barcelona. En concreto, de que en vez de irnos a casa de mi suegra nos fuimos a un hotel. Para empezar, mi suegra no sabía que íbamos. Para terminar, hasta casi el mismo día, nosotros tampoco.
Pero todavía os tengo que contar cosas de Barcelona. En concreto, de que en vez de irnos a casa de mi suegra nos fuimos a un hotel. Para empezar, mi suegra no sabía que íbamos. Para terminar, hasta casi el mismo día, nosotros tampoco.
Pero, sobre todo, nos apetecía ir con los niños a un hotel, porque Nena-chan está súper curtida en lo de viajar y eso, pero con la pandemia el pobre Nene-kun lo más así que conoce es el hostal de mi pueblo, y cuando salimos por la mañana a desayunar la dueña del hostal me dijo oye, ¿tú eres la nieta de? Pues está en mi casa ahora mismo, y acabamos en la parte privada del hostal viendo cómo le daban de desayunar a mi abuelastra, y la verdad es que fue muy bonito pero igual los niños se acabaron llevando una idea un poco equivocada de cómo funciona el tema hospedarse fuera.
Así que llegamos al hotel una fría noche de invierno (lo que, en 2022, llamamos "finales de marzo") y ZaraJota se entretuvo intentando meter el coche en el garaje sin empotrarlo contra ninguna columna mientras yo hacía el check in y los niños corrían por recepción porque después de siete horas de coche a lo mejor tenían un poco de necesidad.
El recepcionisto era súper amable y experto en poner cara de póker, porque primero me preguntó si era mi primera vez en Barcelona y yo dije que sí, y cuando me sacó el mapa y me empezó a explicar esto es la playa, esto es la montaña, y todo lo de en medio son calles achanflanadas solo por joder, le dije, "ah, no, ya lo sé, si tengo un montón de familia aquí y vengo continuamente" ni me mandó a la mierda ni nada, solo dio por hecho que soy tontísima y ya está.
-Bueno -me dijo-: aquí tienes la llave, el mapa de Barcelona que no me advertiste que no necesitabas antes de que te lo llenara de marcas, los horarios de desayuno, la clave del wifi y la información sobre el simulacro de incendio.
-¡Pero si no he quemado nada todavía!
-Mañana hay programado un simulacro de incendio entre las doce y la una y les invitamos a participar.
-¡¡¡QUEMANDO COSAS!!!
-No, saliendo ordenadamente a la calle cuando suene la alarma.
-Jo.
-A los niños les encanta, es muy divertido.
-Pero no tanto como quemar cosas.
-Señora, creo que voy a necesitar su tarjeta de crédito para una cosa.
-PARA QUEM...
-QUE NO SE QUEMA NADA, ¿VALE?
-Vale, vale...
-Está bien. Esto es todo. ¿Le puedo ayudar en algo más?
-Sí, ¿hay microondas en la habitación?
-No, hay un hervidor de agua eléctrico.
-Tendrá que servir.
Me fui a la habitación con los niños y esperé pacientemente a que ZaraJota subiera con el equipaje.
Bueno, a le mejor le llamé media docena de veces y le mandé unos ochenta mensajes, pero es que tenía muchas ganas de contarle lo del simulacro.
-Pero Lorz -me dijo cuando llegó a la habitación-, un simulacro de incendio es eso, un simulacro. Es decir: se simula que hay un fuego.
-¡Pero me dijeron que podía participar!
-En la evacuación.
-¡Pero a mí no me gusta hacer popó en público!
-Creo -dijo ZaraJota-, que lo mejor será que salgamos de paseo toda la mañana.
Claro, lo mejor para él, porque fue precisamente esa mañana cuando me atacó el pato. Y claro, después de eso yo olía a charca, así que volvimos al hotel para darme la segunda ducha del día, con lavado de pelo incluido. Y al ir a secarme el pelo, descubrí que el secador de la habitación no funcionaba.
-¿Puedes bajar a recepción a pedir uno? -le dije a ZaraJota.
-¿Y por qué no bajas tú?
-Creo que el recepcionisto me tiene manía.
-¡Si apenas te conoce!
-¿Verdad? La gente suele esperar a conocerme más.
ZaraJota bajó a recepción a buscar un secador y volvió con el recepcionisto.
Que a lo mejor el plan era soplarme la cabeza hasta que se me secara la melena, no sé, pero me parecía un poco violento tener a un señor soplándome en la cara, no sé, además con la mascarilla y todo no le iba a cundir mucho.
-¿Dónde está ese secador? -dijo.
-¿Qué secador?
-El que no funciona.
-Ah... ahí.
El recepcionisto cogió el secador, apretó un botón y empezó a funcionar.
-¡Halaaa! ¿Cómo lo has hecho!
-Le he dado al botón de 'on'.
-¡Lorz! -me dijo ZaraJota-, ¿le habías dado al botón de encender?
-¡Por supuesto que sí! ¿Cuál es?
-Este.
-Ah, no entonces no.
ZaraJota miró al recepcionisto. El recepcionisto miró a ZaraJota.
-¿Y cual estabas apretando?
-El rojo que tiene una llamita.
-Ese es el selector de temperatura.
-...
-Pensabas que pulsándolo se prendía fuego, ¿verdad?
-Una chica necesita soñar.
- - - - - - - - - - - - - -
El 24 de abril estaré con Patricia Tablado y Cerbero en una charla sobre cómo vender tu libro en redes sociales, todavía queda alguna entrada, #venirse.