Normalmente en nochevieja siempre aprovecho para hacer balance de año.
Este año ya lo hice cuando nació Bebé-chan, y desde entonces no es que no haya hecho nada interesante, es que lo único que me interesa es Bebé-chan.
La pequeña lo llena todo, porque cuando no estoy directamente cuidando de ella, estoy preparando cosas para ella, o intentando comportarme mejor por ella, porque se ve que los niños hacen lo que hacemos, no lo que les decimos, y ahora me toca dar ejemplo y esas m**rd*s.
No puedo decir que lo esté consiguiendo, pero lo importante es participar, ¿no?
Bueno, eso espero. Creo que será mejor que vaya ahorrando para un buen psiquiatra por si acaso...
Espero que tengáis un feliz año 2013. Salud, dinero y amor y todo eso.
Nos vemos de nuevo el año que viene, con el esperado regreso de los lorzañecos
31 diciembre 2012
28 diciembre 2012
ESTOY HASTA LOS PUTOS GÜEVOS DE LOS PUTOS NIÑATOS DE MIERDA QUE SE CREEN QUE POR TENER UN BLOG YA TIENEN DERECHO A CRITICAR A CUALQUIERA QUÉ SABRÁS TÚ LO QUE ES UN PLAGIO SI NO TIENES NI IDEA DE MÚSICA NO HAY MÁS QUE OÍRTE CANTAR VETE A CAGAR A LA VÍA MARICÓN DE CABALLOS ESTA NOCHE NO MOJAS Y VAS A DORMIR EN EL SOFÁ EL RESTO DE TU PUTA VIDA
jijiji
29/12/2012
Que sí, que sí, que era una inocentada.
Que no, que no, que ZaraJota™ no es maricón de caballos...
(jijijijiji)
...prefiere las ovejas.
(jijijijiji)
jijiji
29/12/2012
Que sí, que sí, que era una inocentada.
Que no, que no, que ZaraJota™ no es maricón de caballos...
(jijijijiji)
...prefiere las ovejas.
(jijijijiji)
23 diciembre 2012
El bizcocho navideño II y ya
Previously in Lorz...
-Lorz -dijo mi madre-, he leído lo último que has escrito.
M**rd*.
-Está bien, dame la colleja.
-No, no... lo digo porque he visto que en los comentarios te han pedido la receta del salmorejo y no has contestado.
-Ya, es que mi ordenador me da problemas para comentar en blogger, y además Bebé-chan no me deja mucho tiempo para pelearme con el pop-up.
-Mujer, dile algo, pobre criatura, mira que no haberse comido nunca un buen salmorejo, eso ni es vida ni es nada...
-Vale...
Para hacer salmorejo necesitas:
Pan duro.
Tomates.
Un pimiento.
Un diente de ajo.
Aceite, un buen chorro.
Vinagre, un chorrito.
Sal.
Las instrucciones son aptas para todos los públicos:
Cortar el pan en trozos y ponerlo en un recipiente con un poco de agua para que se humedezca.
Pelar el ajo.
Cortar a trozos el resto de los ingredientes (quitándole al pimiento el rabo y las pepitas).
Mezclarlo todo y triturarlo con la batidora hasta formar una crema uniforme y sin grumos.
Servir frío y decorado con huevo duro y jamón del güeno picadito por encima.
El problema del salmorejo no es la ejecución sino la cantidad: depende mucho de lo duro que esté el pan, la madurez y la calidad de los tomates...
Yo lo que hago es empezar con media barra y el resto de los ingredientes menos el tomate, y luego voy añadiendo tomates poco a poco hasta conseguir "el punto".
Me temo que es cuestión de práctica.
Espero haber servido de ayuda.
Y ahora, volvemos de nuevo a la guerra del polvorón.
La cosa no quedó ahí. El tema del bizcocho para la cena de navidad volvía a salir cada vez que se mencionaba la cena de navidad. Y eso es mucho, ¿eh? Porque en mi familia hablar de comida nos gusta más que comer.
Mucho más.
-Pero a ver -repetía mi madre-, ¿cómo lo vas a hacer?
-Un bizcocho normal sin nada.
-¿Sin chocolate?
-Que sí, que sí, sin chocolate.
-Pero, ¿sin nada?
-Sin nada.
-¿No le irás a echar fresas ni cosas raras de esas?
Yo estaba pensando en echarle un puñado de pasitas, para hacerlo un poco más festivo. Sin confesarlo, taché mentalmente las pasas de la lista.
-Sin nada.
-¿Ni vainilla?
-Sin nada.
-Es que a veces la gente le echa vainilla de esa, y luego todo sabe a industrial-industrial. No le eches nada industrial-industrial, ¿eh?
Por favor que alguien me explique cómo se puede hacer eso, porque hasta los huevos ecológicos de corral los llevan al supermercado en camión. A mí esto de lo industrial-industrial me descolocó tanto que durante un par de segundos estuve tentada de presentarme en la cena de navidad con un cuenco de harina.
-¿Esto qué es? -diría mi madre.
-Tu bizcocho. ¿No lo querías sin nada? Pues devuélveme el cuenco, que me han dicho que los cuencos de plástico son industriales-industriales.
En vez de eso, respiré hondo, y con toda la paciencia que pude reunir, le dije tranquilamente:
-¡SIN NADA, J*D*R, SIN NADA! ¿QUÉ PARTE DE "SIN NADA" NO TE ESTÁ QUEDANDO CLARA?
Mi madre me miró sin parpadear un par de segundos.
Ya, está, parece que lo está asimilando, pensé.
-Pero... no le echarás chocolate, ¿no?
O puede que no.
-Lo voy a hacer como el de Lala. Exactamente igual. ¿Te parece bien? -le dije al final.
Lala era mi bisabuela, y hacía el mejor bizcocho-normal-sin-nada del mundo mundial.
La receta es para tontos:
Ingredientes:
1 sobre de levadura
4 huevos
Editado: me dicen que son 3 huevos. Ni idea, yo siempre le echo 4 y me sale bien. Bueno, por lo general se quema, pero eso no tiene nada que ver con los huevos.
Por llegar a una solución de compromiso, digamos que para hacer el bizcocho hay que echarle huevos y, ocasionalmente, el contenido de varios extintores.
1 yogurt de limón
El envase del yogurt sirve de medida para el resto de ingredientes:
1 vaso de aceite
2 vasos de azúcar
3 vasos de harina
Preparación:
Precalentar el horno.
Mezclar todos los ingredientes a mogollón hasta conseguir una especie de papilla liquidorra.
Engrasar un molde con mantequilla o aceite para que no se pegue.
Verter la papilla liquidorra en el molde.
Meter el molde en el horno sin tirar la masa.
Hornear. En mi horno es bastante con media hora a 200 ºC. No respondo por otros hornos.
El bizcocho de Lala, conocido por el resto de los mortales como "bizcocho de vasito" o "bizcocho de yogurt" está buenísimo, aunque para mi gusto es demasiado simple para postre de navidad. Al final, después de unas negociaciones que ríete tú del proceso de paz de Oriente Medio, mi madre me dio permiso para que lo adornara con un poco de azúcar. Para darle forma al adorno, me fui a un todoacién y me compré un "Surtido de cortagalletas con diseño navidad", que traía:
Una estrella.
Por la estrella que guió a los Reyes Majos.
Una estrella fugaz.
Por la estrella que guió a los Reyes Majos. Otra vez.
Un oso.
Porque la navidad es amor, ¿no? Y los osos son amorosos, ¿no? Pues eso.
Un elefante y un hipopótamo.
Porque el Papa ha dicho que en el portal de Belén no había ni mula ni buey, pero de elefantes e hipopótamos no ha dicho nada, ¿no? Para la próxima que especifique.
Y por último, pero no por ello menos importante...
Un útero.
Eh...
Bueno, pues nada...
¡Feliz útero a todos,
e hipopótamo a los hombres de buena voluntad!
-Lorz -dijo mi madre-, he leído lo último que has escrito.
M**rd*.
-Está bien, dame la colleja.
-No, no... lo digo porque he visto que en los comentarios te han pedido la receta del salmorejo y no has contestado.
-Ya, es que mi ordenador me da problemas para comentar en blogger, y además Bebé-chan no me deja mucho tiempo para pelearme con el pop-up.
-Mujer, dile algo, pobre criatura, mira que no haberse comido nunca un buen salmorejo, eso ni es vida ni es nada...
-Vale...
Para hacer salmorejo necesitas:
Pan duro.
Tomates.
Un pimiento.
Un diente de ajo.
Aceite, un buen chorro.
Vinagre, un chorrito.
Sal.
Las instrucciones son aptas para todos los públicos:
Cortar el pan en trozos y ponerlo en un recipiente con un poco de agua para que se humedezca.
Pelar el ajo.
Cortar a trozos el resto de los ingredientes (quitándole al pimiento el rabo y las pepitas).
Mezclarlo todo y triturarlo con la batidora hasta formar una crema uniforme y sin grumos.
Servir frío y decorado con huevo duro y jamón del güeno picadito por encima.
El problema del salmorejo no es la ejecución sino la cantidad: depende mucho de lo duro que esté el pan, la madurez y la calidad de los tomates...
Yo lo que hago es empezar con media barra y el resto de los ingredientes menos el tomate, y luego voy añadiendo tomates poco a poco hasta conseguir "el punto".
Me temo que es cuestión de práctica.
Espero haber servido de ayuda.
Y ahora, volvemos de nuevo a la guerra del polvorón.
La cosa no quedó ahí. El tema del bizcocho para la cena de navidad volvía a salir cada vez que se mencionaba la cena de navidad. Y eso es mucho, ¿eh? Porque en mi familia hablar de comida nos gusta más que comer.
Mucho más.
-Pero a ver -repetía mi madre-, ¿cómo lo vas a hacer?
-Un bizcocho normal sin nada.
-¿Sin chocolate?
-Que sí, que sí, sin chocolate.
-Pero, ¿sin nada?
-Sin nada.
-¿No le irás a echar fresas ni cosas raras de esas?
Yo estaba pensando en echarle un puñado de pasitas, para hacerlo un poco más festivo. Sin confesarlo, taché mentalmente las pasas de la lista.
-Sin nada.
-¿Ni vainilla?
-Sin nada.
-Es que a veces la gente le echa vainilla de esa, y luego todo sabe a industrial-industrial. No le eches nada industrial-industrial, ¿eh?
Por favor que alguien me explique cómo se puede hacer eso, porque hasta los huevos ecológicos de corral los llevan al supermercado en camión. A mí esto de lo industrial-industrial me descolocó tanto que durante un par de segundos estuve tentada de presentarme en la cena de navidad con un cuenco de harina.
-¿Esto qué es? -diría mi madre.
-Tu bizcocho. ¿No lo querías sin nada? Pues devuélveme el cuenco, que me han dicho que los cuencos de plástico son industriales-industriales.
En vez de eso, respiré hondo, y con toda la paciencia que pude reunir, le dije tranquilamente:
-¡SIN NADA, J*D*R, SIN NADA! ¿QUÉ PARTE DE "SIN NADA" NO TE ESTÁ QUEDANDO CLARA?
Mi madre me miró sin parpadear un par de segundos.
Ya, está, parece que lo está asimilando, pensé.
-Pero... no le echarás chocolate, ¿no?
O puede que no.
-Lo voy a hacer como el de Lala. Exactamente igual. ¿Te parece bien? -le dije al final.
Lala era mi bisabuela, y hacía el mejor bizcocho-normal-sin-nada del mundo mundial.
La receta es para tontos:
Ingredientes:
1 sobre de levadura
4 huevos
Editado: me dicen que son 3 huevos. Ni idea, yo siempre le echo 4 y me sale bien. Bueno, por lo general se quema, pero eso no tiene nada que ver con los huevos.
Por llegar a una solución de compromiso, digamos que para hacer el bizcocho hay que echarle huevos y, ocasionalmente, el contenido de varios extintores.
1 yogurt de limón
El envase del yogurt sirve de medida para el resto de ingredientes:
1 vaso de aceite
2 vasos de azúcar
3 vasos de harina
Preparación:
Precalentar el horno.
Mezclar todos los ingredientes a mogollón hasta conseguir una especie de papilla liquidorra.
Engrasar un molde con mantequilla o aceite para que no se pegue.
Verter la papilla liquidorra en el molde.
Meter el molde en el horno sin tirar la masa.
Hornear. En mi horno es bastante con media hora a 200 ºC. No respondo por otros hornos.
El bizcocho de Lala, conocido por el resto de los mortales como "bizcocho de vasito" o "bizcocho de yogurt" está buenísimo, aunque para mi gusto es demasiado simple para postre de navidad. Al final, después de unas negociaciones que ríete tú del proceso de paz de Oriente Medio, mi madre me dio permiso para que lo adornara con un poco de azúcar. Para darle forma al adorno, me fui a un todoacién y me compré un "Surtido de cortagalletas con diseño navidad", que traía:
Una estrella.
Por la estrella que guió a los Reyes Majos.
Una estrella fugaz.
Por la estrella que guió a los Reyes Majos. Otra vez.
Un oso.
Porque la navidad es amor, ¿no? Y los osos son amorosos, ¿no? Pues eso.
Un elefante y un hipopótamo.
Porque el Papa ha dicho que en el portal de Belén no había ni mula ni buey, pero de elefantes e hipopótamos no ha dicho nada, ¿no? Para la próxima que especifique.
Y por último, pero no por ello menos importante...
Un útero.
Eh...
Bueno, pues nada...
¡Feliz útero a todos,
e hipopótamo a los hombres de buena voluntad!
19 diciembre 2012
El bizcocho navideño I
Hoy me voy a jugar la vida, que lo sepais.
Ni Kosovo ni Bosnia: el auténtico periodismo de guerra es escribir sobre mi madre.
Mi madre cocina muy bien.
Bien, primero hazle un poco la pelota para que se ablande.
Y en navidad hace auténticas maravillas. Hace años se dio cuenta de que no merecía la pena luchar a muerte contra el pavo porque nos atiborrábamos a canapés y el pavo se quedaba entero. Siguiendo la lógica, lo que hizo mi madre fue multiplicar el número y la variedad de canapés, hasta que el plato principal se convirtió en algo que hace por si acaso, pero que invariablemente acaba quedando para comer al día siguiente.
El arte que se da mi madre con los canapés es legendario. Hace tartaletas de salmorejo, montaditos de solomillo con cebolla caramelizada, tostadas de jamón ibérico con huevo de codorniz, cremas para untar que se inventa ella misma...
Resumiendo: la cena de navidad de mi madre nos deja a todos con las patas temblando. Lo único que falla es el postre.
-En Navidad hay que comer polvorones -dice mi madre, y planta la bandeja en mitad de la mesa con mucha decisión.
Los polvorones sólo le gustan a mi abuela. Por desgracia, a la altura del postre mi abuela ya se ha tomado media copita de vio blanco (no necesita más) y está más interesada en cantar villancicos tradicionales que en los polvorones. El resultado es que los polvorones se quedan sin tocar.
-Yo no sé para qué compro polvorones -dice mi madre-, si luego no os los coméis.
A lo mejor es porque no nos gustan, ¿eh? cosas más raras se han visto.
Hace años, así como quien no quiere la cosa, empecé a llevar una caja de bombones a la cena de navidad.
-Mujer -decía mi madre-, no hace falta que traigas nada, si ya tenemos polvorones.
Pues por eso, madre, por eso...
Cada navidad los bombones se acababan, y los polvorones se volvían a quedar enteros.
-Mis hijos son más tontos -decía mi madre-, no les gusta más que el chocolate.
Si no recuerdo mal, mis hermanos son muy aficionados a las natillas y al arroz con leche, ZaraJota™ a la tarta de queso, y yo a la de manzana. En general creo que nos apuntamos a todo lo dulce, con una única excepción: los p*t*s polvorones.
El año pasado, aprovechando que mi madre no estaba, di un paso mas en la guerrilla antipolvorón y preparé una tarta sacher. El éxito de la tarta me dio el valor necesario para avanzar en la campaña antipolvorón y anunciarle a mi madre que este año iba a preparar un bizcocho.
-Pero que no sea de chocolate, ¿eh? -me dijo-. Que a mí el chocolate no me gusta.
Pues coma polvorones, madre, coma polvorones.
Continuará...
Mi madre cocina muy bien.
Bien, primero hazle un poco la pelota para que se ablande.
Y en navidad hace auténticas maravillas. Hace años se dio cuenta de que no merecía la pena luchar a muerte contra el pavo porque nos atiborrábamos a canapés y el pavo se quedaba entero. Siguiendo la lógica, lo que hizo mi madre fue multiplicar el número y la variedad de canapés, hasta que el plato principal se convirtió en algo que hace por si acaso, pero que invariablemente acaba quedando para comer al día siguiente.
El arte que se da mi madre con los canapés es legendario. Hace tartaletas de salmorejo, montaditos de solomillo con cebolla caramelizada, tostadas de jamón ibérico con huevo de codorniz, cremas para untar que se inventa ella misma...
Resumiendo: la cena de navidad de mi madre nos deja a todos con las patas temblando. Lo único que falla es el postre.
-En Navidad hay que comer polvorones -dice mi madre, y planta la bandeja en mitad de la mesa con mucha decisión.
Los polvorones sólo le gustan a mi abuela. Por desgracia, a la altura del postre mi abuela ya se ha tomado media copita de vio blanco (no necesita más) y está más interesada en cantar villancicos tradicionales que en los polvorones. El resultado es que los polvorones se quedan sin tocar.
-Yo no sé para qué compro polvorones -dice mi madre-, si luego no os los coméis.
A lo mejor es porque no nos gustan, ¿eh? cosas más raras se han visto.
Hace años, así como quien no quiere la cosa, empecé a llevar una caja de bombones a la cena de navidad.
-Mujer -decía mi madre-, no hace falta que traigas nada, si ya tenemos polvorones.
Pues por eso, madre, por eso...
Cada navidad los bombones se acababan, y los polvorones se volvían a quedar enteros.
-Mis hijos son más tontos -decía mi madre-, no les gusta más que el chocolate.
Si no recuerdo mal, mis hermanos son muy aficionados a las natillas y al arroz con leche, ZaraJota™ a la tarta de queso, y yo a la de manzana. En general creo que nos apuntamos a todo lo dulce, con una única excepción: los p*t*s polvorones.
El año pasado, aprovechando que mi madre no estaba, di un paso mas en la guerrilla antipolvorón y preparé una tarta sacher. El éxito de la tarta me dio el valor necesario para avanzar en la campaña antipolvorón y anunciarle a mi madre que este año iba a preparar un bizcocho.
-Pero que no sea de chocolate, ¿eh? -me dijo-. Que a mí el chocolate no me gusta.
Pues coma polvorones, madre, coma polvorones.
Continuará...
15 diciembre 2012
Y yo con estos pelos III
Previously in Lorz...
Yo iba a contar lo que pasó la primera vez que dejé a Bebé-chan con ZaraJota™ para irme a la peluquería. Entonces empezaron a pasarme cosas en las tiendas del barrio y me desvié del tema. Para rematar, esta semana he estado muy malita. Empezó como un resfriado tonto y acabó conmigo en la cama rodeada de gente. Al día siguiente le dije a ZaraJota™ que la próxima vez no dejara entrar tanta gente, que no había manera de dormir.
-¿Gente? ¿Qué gente?
No he vuelto a sacar el tema, por si acaso llama a los señores de la bata blanca.
Bueno, pues ya que he perdido el hilo, que más da: otra historia de compras navideñas.
Entre las compras de este año estaba un libro. Como es un regalo y no quiero estropearle la sorpresa a nadie, lo llamaré "El señor de los pepinos III: el pepino del rey, Edición Especial Coleccionista en Caja Chachi Piruli Juan Pelotillas".
Lo primero que hice fue hablar con Hermano Pequeño, que trabaja en una librería.
-A nosotros nos queda una, pero la Caja Chachi Piruli Juan Pelotillas está un poco dañada.
Hermano Pequeño es de esas personas que son capaces de venderte tus propias bragas y encima convencerte de que te han hecho un favor, por eso cuando dijo "un poco dañada" no me fié mucho y seguí buscando.
Me puse a mirar por internet, sólo para confirmar mi teoría de que las páginas web españolas son una caca de la vaca Paca. En algunas, el título estaba grabado como "El señor de los pepinos III", en otras como "El pepino del Rey", y en ninguna ponía si era la edición tapa blanda, para e-book, o la Especial Coleccionista en Caja Chachi Piruli Juan Pelotillas, con lo cual era imposible saber si era la que yo quería o no.
Al final, encontré una en la que lo ponía todo bien clarito.
Y por si no era bastante, una foto.
Borrosa, sí.
De canto, sí.
Pero una foto, al menos.
En esta página, además, me ofrecían enviarme el libro en 24 horas* por tan sólo 5 € más, y pensé, bueno, venga, va.
Hice toda la compra, marqué envío en 24 horas*, y cuando fui a meter los datos de la tarjeta me fijé en el asterisco. Busqué como una loca el otro asterisco, y lo encontré al pie de página.
*Envío en 24 horas si el libro está disponible.
Anda ya... ¿Y cuando estará disponible?
*Sin existencias. Disponibilidad prevista en 7-8 días.
Así que básicamente, pago el envío urgente para que me llegue dentro de una semana, con suerte. Me pregunto por qué la gente no comprará más en esta tienda...
Me cabreé tanto que no lo compré y me rendí a la evidencia: iba a tener que buscar el libro en tiendas físicas. Peor, en grandes superficies físicas. El horror.
Mi primera visita fue a la Cosa del Libro.
-Hola, ¿tienen "El señor de los pepinos III: el pepino del rey, Edición Especial Coleccionista en Caja Chachi Piruli Juan Pelotillas"? -pregunté a la primera amable señorita que se me acercó.
-¿Hay libro de eso?
-Sí.
-Voy a buscarlo.¿Me deletrea "pepino"?
-Se escribe como suena.
-...
-Como la película.
-Ah... Pues no me aparece nada. ¿Sabe el nombre del autor?
Anda ya...
-J.R.R. Pepino.
-Sí, ya veo, pues no nos queda, está agotadísimo.
Jo.
La siguiente parada fue a la FNUC.
-Hola, ¿tienen "El señor de los pepinos III: el pepino del rey, Edición Especial Coleccionista en Caja Chachi Piruli Juan Pelotillas"? -pregunté a una amable señorita que había detrás de un mostrador.
-Voy a mirar si nos queda... que raro, me dice que no existe... voy a probar otra vez... pues no... a ver si lo estoy escribiendo mal... el autor es J.R.R. Berenjena, ¿no?
-No, es J.R.R. Pepino.
-Anda, es verdad, que tonta... jajaja, la próxima vez que veas a tus amigos se lo cuentas, "mira la tonta de la FNUC, que no se entera", jajaja...
-No, mujer, no...
-¿No?
-Pienso tuitearlo en cuanto salga de aquí.
La pobre chica se puso tan colorada que no fui capaz de hacerlo. Un despiste lo tiene cualquiera, y además fue muy amable, buscó y rebuscó el dichoso libro hasta que al final se tuvo que rendir.
-Pues nada, no nos queda.
La siguiente parada fue El Triangulito Verde.
En esta ocasión, la amable señorita supo al instante del libro que se trataba y donde estaba, pero cuando llegamos a la estantería sólo quedaban el I ("La comunidad del pepino") y II ("Los dos pepinos").
-No nos queda -dijo.
-Bueno, no pasa nada. Gracias.
A pesar de no haberlo encontrado me iba muy contenta porque normalmente en esta tienda o no me atienden, o me atienden a patadas, o si se dignan a hacerme caso no sirve de nada porque las amables señoritas no tienen mucha idea de libros. Encontrar a una señorita amable y que supiera de libros era una novedad.
Estaba a punto de salir cuando vi a la señorita volverse hacia otro cliente.
-Oye -le dijo-. Tienes que venir el sábado.
-¿Y eso? -preguntó el cliente en cuestión.
-Porque viene a firmar el autor de El Hobbit.
Vale, olvidad la parte del "que supiera de libros".
Pd: He estado investigando y he descubierto quien iba a firmar. Tengo que disculparme con la señorita, porque se trata de un error muy habitual: ¿quién no ha confundido a Kiko Pérez con Tolkien alguna vez?
Yo no sé si va a continuar esto o qué...
Yo iba a contar lo que pasó la primera vez que dejé a Bebé-chan con ZaraJota™ para irme a la peluquería. Entonces empezaron a pasarme cosas en las tiendas del barrio y me desvié del tema. Para rematar, esta semana he estado muy malita. Empezó como un resfriado tonto y acabó conmigo en la cama rodeada de gente. Al día siguiente le dije a ZaraJota™ que la próxima vez no dejara entrar tanta gente, que no había manera de dormir.
-¿Gente? ¿Qué gente?
No he vuelto a sacar el tema, por si acaso llama a los señores de la bata blanca.
Bueno, pues ya que he perdido el hilo, que más da: otra historia de compras navideñas.
Entre las compras de este año estaba un libro. Como es un regalo y no quiero estropearle la sorpresa a nadie, lo llamaré "El señor de los pepinos III: el pepino del rey, Edición Especial Coleccionista en Caja Chachi Piruli Juan Pelotillas".
Lo primero que hice fue hablar con Hermano Pequeño, que trabaja en una librería.
-A nosotros nos queda una, pero la Caja Chachi Piruli Juan Pelotillas está un poco dañada.
Hermano Pequeño es de esas personas que son capaces de venderte tus propias bragas y encima convencerte de que te han hecho un favor, por eso cuando dijo "un poco dañada" no me fié mucho y seguí buscando.
Me puse a mirar por internet, sólo para confirmar mi teoría de que las páginas web españolas son una caca de la vaca Paca. En algunas, el título estaba grabado como "El señor de los pepinos III", en otras como "El pepino del Rey", y en ninguna ponía si era la edición tapa blanda, para e-book, o la Especial Coleccionista en Caja Chachi Piruli Juan Pelotillas, con lo cual era imposible saber si era la que yo quería o no.
Al final, encontré una en la que lo ponía todo bien clarito.
Y por si no era bastante, una foto.
Borrosa, sí.
De canto, sí.
Pero una foto, al menos.
En esta página, además, me ofrecían enviarme el libro en 24 horas* por tan sólo 5 € más, y pensé, bueno, venga, va.
Hice toda la compra, marqué envío en 24 horas*, y cuando fui a meter los datos de la tarjeta me fijé en el asterisco. Busqué como una loca el otro asterisco, y lo encontré al pie de página.
*Envío en 24 horas si el libro está disponible.
Anda ya... ¿Y cuando estará disponible?
*Sin existencias. Disponibilidad prevista en 7-8 días.
Así que básicamente, pago el envío urgente para que me llegue dentro de una semana, con suerte. Me pregunto por qué la gente no comprará más en esta tienda...
Me cabreé tanto que no lo compré y me rendí a la evidencia: iba a tener que buscar el libro en tiendas físicas. Peor, en grandes superficies físicas. El horror.
Mi primera visita fue a la Cosa del Libro.
-Hola, ¿tienen "El señor de los pepinos III: el pepino del rey, Edición Especial Coleccionista en Caja Chachi Piruli Juan Pelotillas"? -pregunté a la primera amable señorita que se me acercó.
-¿Hay libro de eso?
-Sí.
-Voy a buscarlo.¿Me deletrea "pepino"?
-Se escribe como suena.
-...
-Como la película.
-Ah... Pues no me aparece nada. ¿Sabe el nombre del autor?
Anda ya...
-J.R.R. Pepino.
-Sí, ya veo, pues no nos queda, está agotadísimo.
Jo.
La siguiente parada fue a la FNUC.
-Hola, ¿tienen "El señor de los pepinos III: el pepino del rey, Edición Especial Coleccionista en Caja Chachi Piruli Juan Pelotillas"? -pregunté a una amable señorita que había detrás de un mostrador.
-Voy a mirar si nos queda... que raro, me dice que no existe... voy a probar otra vez... pues no... a ver si lo estoy escribiendo mal... el autor es J.R.R. Berenjena, ¿no?
-No, es J.R.R. Pepino.
-Anda, es verdad, que tonta... jajaja, la próxima vez que veas a tus amigos se lo cuentas, "mira la tonta de la FNUC, que no se entera", jajaja...
-No, mujer, no...
-¿No?
-Pienso tuitearlo en cuanto salga de aquí.
La pobre chica se puso tan colorada que no fui capaz de hacerlo. Un despiste lo tiene cualquiera, y además fue muy amable, buscó y rebuscó el dichoso libro hasta que al final se tuvo que rendir.
-Pues nada, no nos queda.
La siguiente parada fue El Triangulito Verde.
En esta ocasión, la amable señorita supo al instante del libro que se trataba y donde estaba, pero cuando llegamos a la estantería sólo quedaban el I ("La comunidad del pepino") y II ("Los dos pepinos").
-No nos queda -dijo.
-Bueno, no pasa nada. Gracias.
A pesar de no haberlo encontrado me iba muy contenta porque normalmente en esta tienda o no me atienden, o me atienden a patadas, o si se dignan a hacerme caso no sirve de nada porque las amables señoritas no tienen mucha idea de libros. Encontrar a una señorita amable y que supiera de libros era una novedad.
Estaba a punto de salir cuando vi a la señorita volverse hacia otro cliente.
-Oye -le dijo-. Tienes que venir el sábado.
-¿Y eso? -preguntó el cliente en cuestión.
-Porque viene a firmar el autor de El Hobbit.
Vale, olvidad la parte del "que supiera de libros".
Pd: He estado investigando y he descubierto quien iba a firmar. Tengo que disculparme con la señorita, porque se trata de un error muy habitual: ¿quién no ha confundido a Kiko Pérez con Tolkien alguna vez?
Yo no sé si va a continuar esto o qué...
10 diciembre 2012
Y yo con estos pelos II
Previously in Lorz...
Ni idea. Ha sido un puente muy intenso. Teníamos un millón de compromisos, ZaraJota™ acabó poniéndose enfermo, y Bebe-chan decidió que dormir de noche es de cobardes. Para rematar, fuimos a Cortilandia.
Hoy iba a contar una historia que no recuerdo. Por suerte el viernes me ocurrieron una serie de hilarantes anecdotillas.
Como la mañana estaba buena, Bebé-chan y yo salimos a hacer compras de navidad por el barrio, donde tenemos un montón de tiendecitas. Para mi sorpresa, en todas ellas habían colgado en la puerta un decálogo animando a los clientes a apoyar el pequeño comercio. Y yo lo apoyo, ¿eh? Creo que, una vez perdida la costumbre de sentarse a charlar en un banco, las tiendas de barrio son el único sitio donde se hace realmente vida de barrio, y que son muy importantes para la cohesión social y esas cosas que evitan que un barrio se convierta en una ciudad dormitorio.
Bien, pues en la primera tienda que entré iba a tiro hecho, porque lo que quería comprar estaba en el escaparate. No voy a decir qué era, porque es un regalo de navidad, así que para mantener su anonimato lo llamaré "pepino".
Me acerqué al mostrador, y le dije a la dependienta que quería el pepino que tenían en el escaparate.
-Es que sólo me quedan dos tallas.
Lorzconsejo:
Primero: Jamás entenderé la costumbre de las tiendas pequeñas de promocionar artículos de los que no tienen existencias. Es contraproducente, y un desperdicio del espacio del escaparate.
Segundo: No sabes que talla quiero. No sabes si coincide con las que tienes. "Es que" da imagen de reticencia y poca colaboración. De cara a la venta, es mucho más recomendable empezar con "¿de qué talla?", y, si no la tienes para ese modelo, ofrecer alternativas.
-¿Qué tallas son? -pregunté.
-A ti no te van a valer.
Lorzconsejo: Responde a las preguntas del cliente, sobre todo si van en tu beneficio. Si respondes con evasivas, que sean a favor de la venta, no en contra.
-No es para mí.
-Ah, pues tenemos pepinos de la 44 y la 50.
-¿Puedo ver el de 44?
-Claro -y sacó el pepino y me lo puso en las manos.
-Creo que es un poco grande... ¿si no le está lo puedo cambiar?
-No devolvemos el dinero.
Lorconsejo: Es un hecho universalmente conocido que en el pequeño comercio no devuelven el dinero ni aunque se lo hayas prestado tú. No hace falta que insistas en restregarme tus limitaciones, y menos cuando no es eso lo que he preguntado.
-¿Y cambiarlo por otra talla o modelo?
-Pues... ¿vas a tardar mucho?
-Hombre, es que es un regalo de navidad...
-¿Más de una semana?
-Digamos un mes. Aproximadamente hasta el 6 de enero o así. Por decir una fecha.
-Bueno, igual si te hago una nota y te pongo un sello en el ticket...
Lorzconsejo: Si tienes un cartel animando a los clientes a no esperar al último momento para hacer las compras navideñas, que no te extrañe si necesitan un plazo de más de cinco minutos para hacer los cambios.
-Vale, pues me llevo el pepino. ¿Puedo pagar con tarjeta?
-¿No tienes efectivo?
Lorzconsejo: Si no quieres que te paguen con tarjeta, no pongas en la puerta la pegatina de VISA. Los clientes se confunden.
La siguiente parada fue una zapatería infantil. Mi familia se viste de gala para la cena de navidad, y quería comprarle a Bebé-chan unos zapatitos monísimos y diminutos zapatitos que había en el escaparate.
-Hola -le dije al señor de la tienda-. Quiero unos zapatitos de bebé.
-No tenemos.
-¿Y esos? -pregunté señalando a los del escaparate.
-No son "zapatitos". Son "botitas".
Lorzconsejo: No sé ni por donde empezar. Al parecer en esta tienda sólo te venden cosas si las llamas por el nombre exacto. Es una suerte que sea una zapatería infantil, porque si llega a ser de zapatillas para la tercera edad se iban a morir de asco.
En la tercera tienda entré y aparqué el carrito de Bebé-chan en un lado.
-¿Le molesta aquí? -pregunté al dependiente.
-No, no, mientras no haga ruido...
Lorzonsejo:
Primero: me refería a si le molestaba el carrito, no la niña.
Segundo: si te molestan los niños, no sé, a lo mejor me equivoco, ¿eh? , pero en mi opinión quizá no deberías poner una tienda de chucherías.
Continuará...
Ni idea. Ha sido un puente muy intenso. Teníamos un millón de compromisos, ZaraJota™ acabó poniéndose enfermo, y Bebe-chan decidió que dormir de noche es de cobardes. Para rematar, fuimos a Cortilandia.
Hoy iba a contar una historia que no recuerdo. Por suerte el viernes me ocurrieron una serie de hilarantes anecdotillas.
Como la mañana estaba buena, Bebé-chan y yo salimos a hacer compras de navidad por el barrio, donde tenemos un montón de tiendecitas. Para mi sorpresa, en todas ellas habían colgado en la puerta un decálogo animando a los clientes a apoyar el pequeño comercio. Y yo lo apoyo, ¿eh? Creo que, una vez perdida la costumbre de sentarse a charlar en un banco, las tiendas de barrio son el único sitio donde se hace realmente vida de barrio, y que son muy importantes para la cohesión social y esas cosas que evitan que un barrio se convierta en una ciudad dormitorio.
Bien, pues en la primera tienda que entré iba a tiro hecho, porque lo que quería comprar estaba en el escaparate. No voy a decir qué era, porque es un regalo de navidad, así que para mantener su anonimato lo llamaré "pepino".
Me acerqué al mostrador, y le dije a la dependienta que quería el pepino que tenían en el escaparate.
-Es que sólo me quedan dos tallas.
Lorzconsejo:
Primero: Jamás entenderé la costumbre de las tiendas pequeñas de promocionar artículos de los que no tienen existencias. Es contraproducente, y un desperdicio del espacio del escaparate.
Segundo: No sabes que talla quiero. No sabes si coincide con las que tienes. "Es que" da imagen de reticencia y poca colaboración. De cara a la venta, es mucho más recomendable empezar con "¿de qué talla?", y, si no la tienes para ese modelo, ofrecer alternativas.
-¿Qué tallas son? -pregunté.
-A ti no te van a valer.
Lorzconsejo: Responde a las preguntas del cliente, sobre todo si van en tu beneficio. Si respondes con evasivas, que sean a favor de la venta, no en contra.
-No es para mí.
-Ah, pues tenemos pepinos de la 44 y la 50.
-¿Puedo ver el de 44?
-Claro -y sacó el pepino y me lo puso en las manos.
-Creo que es un poco grande... ¿si no le está lo puedo cambiar?
-No devolvemos el dinero.
Lorconsejo: Es un hecho universalmente conocido que en el pequeño comercio no devuelven el dinero ni aunque se lo hayas prestado tú. No hace falta que insistas en restregarme tus limitaciones, y menos cuando no es eso lo que he preguntado.
-¿Y cambiarlo por otra talla o modelo?
-Pues... ¿vas a tardar mucho?
-Hombre, es que es un regalo de navidad...
-¿Más de una semana?
-Digamos un mes. Aproximadamente hasta el 6 de enero o así. Por decir una fecha.
-Bueno, igual si te hago una nota y te pongo un sello en el ticket...
Lorzconsejo: Si tienes un cartel animando a los clientes a no esperar al último momento para hacer las compras navideñas, que no te extrañe si necesitan un plazo de más de cinco minutos para hacer los cambios.
-Vale, pues me llevo el pepino. ¿Puedo pagar con tarjeta?
-¿No tienes efectivo?
Lorzconsejo: Si no quieres que te paguen con tarjeta, no pongas en la puerta la pegatina de VISA. Los clientes se confunden.
La siguiente parada fue una zapatería infantil. Mi familia se viste de gala para la cena de navidad, y quería comprarle a Bebé-chan unos zapatitos monísimos y diminutos zapatitos que había en el escaparate.
-Hola -le dije al señor de la tienda-. Quiero unos zapatitos de bebé.
-No tenemos.
-¿Y esos? -pregunté señalando a los del escaparate.
-No son "zapatitos". Son "botitas".
Lorzconsejo: No sé ni por donde empezar. Al parecer en esta tienda sólo te venden cosas si las llamas por el nombre exacto. Es una suerte que sea una zapatería infantil, porque si llega a ser de zapatillas para la tercera edad se iban a morir de asco.
En la tercera tienda entré y aparqué el carrito de Bebé-chan en un lado.
-¿Le molesta aquí? -pregunté al dependiente.
-No, no, mientras no haga ruido...
Lorzonsejo:
Primero: me refería a si le molestaba el carrito, no la niña.
Segundo: si te molestan los niños, no sé, a lo mejor me equivoco, ¿eh? , pero en mi opinión quizá no deberías poner una tienda de chucherías.
Continuará...
03 diciembre 2012
Y yo con estos pelos I
Yo antes iba a una peluquería que me gustaba mucho, hasta que la cerraron por una historia que no viene al caso.
Bien pensado, casi nada de lo que cuento viene al caso, así que esta es la historia:
Eran tres hermanas que se hicieron peluqueras, juntaron unos ahorrillos y alquilaron una peluquería. La propietaria les dejó el alquiler muy barato porque el local estaba en condiciones desastrosas y las chicas se comprometieron a hacer ellas todos los arreglos. Poco a poco y siempre con permiso de la dueña fueron adecentando el sitio: un año pintaron, otro pusieron aire acondicionado, otro cambiaron el mobiliario y finalmente arreglaron las tuberías.
Cuando acabó su contrato de cinco años, la propietaria les dijo que si querían renovar el alquiler tenían que pagar el doble "porque antes el local era una birria, ahora está reformado y vale más".
Las chicas no podían permitirse la subida porque todavía estaban pagando el préstamo de la obra, perdieron el local y tuvieron que meterse en juicios para recuperar la inversión que habían hecho.
Para cuando ganaron el juicio habían perdido la ilusión y ya estaban trabajando por cuenta ajena en otras peluquerías.
Y luego nos preguntamos por qué el pequeño negocio va tan mal.
Yo me enteré de toda la historia porque cuando fui a pedir cita para el día de mi boda estaban en mitad del juicio, y las chicas me lo contaron entre lagrimones.
Desde entonces no he tenido peluquería fija: cuando me quería cortar el pelo me metía en la primera que me encontrara y ya.
Eso me ha proporcionado numerosas anecdotillas.
Una vez pedí que me depilaran las cejas, y la chica me dijo que lo iba a intentar aunque nunca lo había hecho antes porque ella era la especialista en ingles. Salí de la peluquería con las cejas sangrando y muy agradecida por no haber pedido que me depilaran las ingles.
En otra peluquería me depiló una señora con un esguince en la mano izquierda. Salí con la ceja derecha mucho más gruesa que la otra.
En otra, la peluquera tuvo que buscar por internet que es un "desfilado". Mantuve los dedos cruzados durante todo el corte, pero oye, la chica lo clavó gracias a Google Imágenes.
En otra, la peluquera, recién llegada de Cuba, tenía tal acento que tuvimos que llamar a su jefe para traducir. Luego me explicó que era su primer día como peluquera y "que esperaba aprender pronto con la práctica". Hasta el día anterior había sido camarera. Me pasé un mes llevando coleta a todas partes.
La mejor fue cuando, justo antes de salir de cuentas, quise hacerme un arreglo, ya sabéis, para estar bien cuando saliera del hospital y estuvieran todos los medios esperando en la puerta. Recorrí todas las peluquerías de mi calle:
En la primera, todas las peluqueras estaban en la puerta fumando. Les pregunté si me podían dar cita y me dijeron que ya estaba cerrado... a las seis y media de la tarde.
En la segunda directamente no me abrieron la puerta. Llamé al timbre y les miré a través del cristal mientras se afanaban en teñir de violeta a las viej...ancianas de rigor... ni caso. Al final me fui.
En la tercera no había clientes, sólo un señor barriendo el suelo.
-¿Tienen hueco para cortarme el pelo?
-No.
-¿Y otro día?
-No.
Normalmente no habría dejado ahí, pero ya me habían expulsado de dos peluquerías y empezaba a pensar que olía mal o algo.
-¿Es broma?
-No, es que la peluquera no está y no sabemos cuándo va a volver.
-Y si no tienen peluquera, ¿para que tienen abierto?
-Para no perder clientes.
Y luego nos preguntamos por qué el pequeño negocio va tan mal.
Continuará...
Bien pensado, casi nada de lo que cuento viene al caso, así que esta es la historia:
Eran tres hermanas que se hicieron peluqueras, juntaron unos ahorrillos y alquilaron una peluquería. La propietaria les dejó el alquiler muy barato porque el local estaba en condiciones desastrosas y las chicas se comprometieron a hacer ellas todos los arreglos. Poco a poco y siempre con permiso de la dueña fueron adecentando el sitio: un año pintaron, otro pusieron aire acondicionado, otro cambiaron el mobiliario y finalmente arreglaron las tuberías.
Cuando acabó su contrato de cinco años, la propietaria les dijo que si querían renovar el alquiler tenían que pagar el doble "porque antes el local era una birria, ahora está reformado y vale más".
Las chicas no podían permitirse la subida porque todavía estaban pagando el préstamo de la obra, perdieron el local y tuvieron que meterse en juicios para recuperar la inversión que habían hecho.
Para cuando ganaron el juicio habían perdido la ilusión y ya estaban trabajando por cuenta ajena en otras peluquerías.
Y luego nos preguntamos por qué el pequeño negocio va tan mal.
Yo me enteré de toda la historia porque cuando fui a pedir cita para el día de mi boda estaban en mitad del juicio, y las chicas me lo contaron entre lagrimones.
Desde entonces no he tenido peluquería fija: cuando me quería cortar el pelo me metía en la primera que me encontrara y ya.
Eso me ha proporcionado numerosas anecdotillas.
Una vez pedí que me depilaran las cejas, y la chica me dijo que lo iba a intentar aunque nunca lo había hecho antes porque ella era la especialista en ingles. Salí de la peluquería con las cejas sangrando y muy agradecida por no haber pedido que me depilaran las ingles.
En otra peluquería me depiló una señora con un esguince en la mano izquierda. Salí con la ceja derecha mucho más gruesa que la otra.
En otra, la peluquera tuvo que buscar por internet que es un "desfilado". Mantuve los dedos cruzados durante todo el corte, pero oye, la chica lo clavó gracias a Google Imágenes.
En otra, la peluquera, recién llegada de Cuba, tenía tal acento que tuvimos que llamar a su jefe para traducir. Luego me explicó que era su primer día como peluquera y "que esperaba aprender pronto con la práctica". Hasta el día anterior había sido camarera. Me pasé un mes llevando coleta a todas partes.
La mejor fue cuando, justo antes de salir de cuentas, quise hacerme un arreglo, ya sabéis, para estar bien cuando saliera del hospital y estuvieran todos los medios esperando en la puerta. Recorrí todas las peluquerías de mi calle:
En la primera, todas las peluqueras estaban en la puerta fumando. Les pregunté si me podían dar cita y me dijeron que ya estaba cerrado... a las seis y media de la tarde.
En la segunda directamente no me abrieron la puerta. Llamé al timbre y les miré a través del cristal mientras se afanaban en teñir de violeta a las viej...ancianas de rigor... ni caso. Al final me fui.
En la tercera no había clientes, sólo un señor barriendo el suelo.
-¿Tienen hueco para cortarme el pelo?
-No.
-¿Y otro día?
-No.
Normalmente no habría dejado ahí, pero ya me habían expulsado de dos peluquerías y empezaba a pensar que olía mal o algo.
-¿Es broma?
-No, es que la peluquera no está y no sabemos cuándo va a volver.
-Y si no tienen peluquera, ¿para que tienen abierto?
-Para no perder clientes.
Y luego nos preguntamos por qué el pequeño negocio va tan mal.
Continuará...
29 noviembre 2012
El pececito de papá
Un día ZaraJota™ y yo estábamos vistiendo a Bebé-chan después del baño cuando me di cuenta de que no le había preparado la ropita limpia.
-Distráela un momento con algo mientras le busco un pijama, ¿vale? -le dije a ZaraJota™.
-Vale -respondió, y cogió el primer juguete a mano-. Mira Bebé-chan, tengo un pececito... Mira que bonito es...
-... y si lo giras pone huevos de colores, ¿ves? Mira los huevos del pececito...
-... ¿Quieres cogerlo tú? ¿Sí? A ver cómo coge mi niña el pececito... No, no, Bebé-chan, no, por el ojo no, por los huevos...
-¡ZaraJota™! ¡Suelta ese pez ahora mismo!
-¿Por qué? A la niña le gusta.
-Sí, ya... Lo que me preocupa es que tarde o temprano empezará a hablar, y ya sabes como son los niños, que lo cuentan todo. Y la gente es muy malpensada, ¿eh? Y muy pervertida. La gente está obsesionada con ya-sabes-qué. Seguro que la oyen hablando del pececito y ya sabes lo que van a pensar...
-Eh... No. No lo sé.
-"Después del baño mi papá saca el pececito y yo lo agarro de los huevos".
-Lorz, ¿estás segura de que es la gente la que es muy malpensada?
No, si al final va a ser culpa mía que el pececito sea un guarro.
-Distráela un momento con algo mientras le busco un pijama, ¿vale? -le dije a ZaraJota™.
-Vale -respondió, y cogió el primer juguete a mano-. Mira Bebé-chan, tengo un pececito... Mira que bonito es...
-... y si lo giras pone huevos de colores, ¿ves? Mira los huevos del pececito...
-... ¿Quieres cogerlo tú? ¿Sí? A ver cómo coge mi niña el pececito... No, no, Bebé-chan, no, por el ojo no, por los huevos...
-¡ZaraJota™! ¡Suelta ese pez ahora mismo!
-¿Por qué? A la niña le gusta.
-Sí, ya... Lo que me preocupa es que tarde o temprano empezará a hablar, y ya sabes como son los niños, que lo cuentan todo. Y la gente es muy malpensada, ¿eh? Y muy pervertida. La gente está obsesionada con ya-sabes-qué. Seguro que la oyen hablando del pececito y ya sabes lo que van a pensar...
-Eh... No. No lo sé.
-"Después del baño mi papá saca el pececito y yo lo agarro de los huevos".
-Lorz, ¿estás segura de que es la gente la que es muy malpensada?
No, si al final va a ser culpa mía que el pececito sea un guarro.
26 noviembre 2012
La araña
Cuando tienes un bebé tu capacidad intelectual se reduce a la mitad.
Esto es así y punto.
Es la única explicación razonable que he encontrado para la cantidad de chorradas que les decimos a los bebés (propios y ajenos).
De hecho, ese es el motivo de que los bebés no hablen: para que no puedan contestar a las paridas que les decimos. Porque imagínate la situación:
-¿Quién es la niña más bonitaaaaaa?
-Y yo que sé, ¿me has visto cara de wikipedia?
O bien...
-¿Dónde está la princesita de mamá?
-Donde tú me has dejado, estúpida, ¿dónde voy a ir, si no puedo andar?
O..
-¿Qué le pasa a mi bebé?
-¡QUE TENGO HAMBRE, C*Ñ*! ¡QUE PARECES TONTA, CADA TRES HORAS LA MISMA HISTORIA! ¡DAME LA TETA YA Y DÉJATE DE M**RD*S!
Y ya no digo nada de los apelativos cariñosos. Si Bebé-chan pudiera hablar cada vez que la llamo Piojito me llamaría Garrapata y ya la tendríamos liada. Podría pasar. Y sería horrible. Es lo que me le pasa a una amiga con mi su madre, que se llaman afectuosamente Pedorra y Pedorrilla.
El resultado es que a veces respondo responde al teléfono diciendo "hola Pedorra" y luego resulta que es mi su suegra, y ya la tenemos tienen liada.
Volviendo a Bebé-chan, no tardamos en descubrir que no le gusta que le pongan ropa.
Que la despeloten: estupendo.
Que le limpien el culete: sin problema.
Que la bañen: fiesta.
Que la vuelvan a vestir: eso es maltrato y abuso de la autoridad, como poco.
Cuando era un bebé recién nacido frágil y delicadode cuatro kilos nos podíamos apañar, pero antes de llegar al mes ya era imposible a no ser que la tuviéramos distraída. Fue entonces cuando entró en nuestras vidas el móvil de IKEA.
Que la despeloten: estupendo.
Que le limpien el culete: sin problema.
Que la bañen: fiesta.
Que la vuelvan a vestir: eso es maltrato y abuso de la autoridad, como poco.
Cuando era un bebé recién nacido frágil y delicado
A Bebé-chan le fascina tanto este móvil que como me cruce al diseñador un día por la calle le voy a comer los morros hasta que le sangren, no digo más.
Cuando colgamos el móvil lo primero que hicimos fue tumbar a Bebé-chan en el cambiador para presentarle a sus nuevos muy mejores amigos, y de paso cambiarle el pañal, que llevaba un tufo de los que dejan estela.
-Mira, Bebé-chan -le dije-, esto es una mariposa, y te dice "hola, soy la Mariposa Golosa".
Como decía: la capacidad intelectual se reduce a la mitad. Si encima estás usando parte de esa capacidad para cambiar el pañal sin que salpique caca por doquier, ni te cuento.
-Esto es una abeja, y te dice "hola, soy la Abeja Pelleja".
Ya, es horrible. Se admiten sugerencias.
-Esto es una libélula, y te dice "hola, soy la Libélula Crédula".
De este estoy bastante orgullosa y no lo pienso cambiar.
-Esto es una araña, y te dice... te dice...
Ahí me quedé en blanco. Lo único que se me venía a la cabeza era el chiste de la araña:
Va uno y le dice al otro: "¿Sabes qué animal es dos animales a la vez? El gato, porque es gato y araña"
Y el otro le responde: "Ah, como tu suegra, que es zorra y cobra"
El instinto me decía que el chascarrillo no era adecuado para contárselo a Bebé-chan, pero seguía sin ocurrírseme nada y en un momento de desesperación miré a ZaraJota™ en busca de ayuda.
-Y la araña te dice... -empecé y le hice a ZaraJota™ el gesto universal de "échame una mano, prima, que viene mi novio a verme" - te dice...
Pensaba que no lo íbamos a conseguir, hasta que la cara de ZaraJota™ se iluminó en un instante de inspiración.
-La araña te dice... -repetí, para ganar tiempo-, te dice...
-¡¡¡ME LLAMO RAMÓN!!!
Cuando colgamos el móvil lo primero que hicimos fue tumbar a Bebé-chan en el cambiador para presentarle a sus nuevos muy mejores amigos, y de paso cambiarle el pañal, que llevaba un tufo de los que dejan estela.
-Mira, Bebé-chan -le dije-, esto es una mariposa, y te dice "hola, soy la Mariposa Golosa".
Como decía: la capacidad intelectual se reduce a la mitad. Si encima estás usando parte de esa capacidad para cambiar el pañal sin que salpique caca por doquier, ni te cuento.
-Esto es una abeja, y te dice "hola, soy la Abeja Pelleja".
Ya, es horrible. Se admiten sugerencias.
-Esto es una libélula, y te dice "hola, soy la Libélula Crédula".
De este estoy bastante orgullosa y no lo pienso cambiar.
-Esto es una araña, y te dice... te dice...
Ahí me quedé en blanco. Lo único que se me venía a la cabeza era el chiste de la araña:
Va uno y le dice al otro: "¿Sabes qué animal es dos animales a la vez? El gato, porque es gato y araña"
Y el otro le responde: "Ah, como tu suegra, que es zorra y cobra"
El instinto me decía que el chascarrillo no era adecuado para contárselo a Bebé-chan, pero seguía sin ocurrírseme nada y en un momento de desesperación miré a ZaraJota™ en busca de ayuda.
-Y la araña te dice... -empecé y le hice a ZaraJota™ el gesto universal de "échame una mano, prima, que viene mi novio a verme" - te dice...
Pensaba que no lo íbamos a conseguir, hasta que la cara de ZaraJota™ se iluminó en un instante de inspiración.
-La araña te dice... -repetí, para ganar tiempo-, te dice...
-¡¡¡ME LLAMO RAMÓN!!!
Como decía, cuando se tiene un bebé la capacidad intelectual se reduce a la mitad.
22 noviembre 2012
Los pendientes reales
Cuando nació Bebé-chan, la enfermera nos preguntó si queríamos hacerle los agujeros de los pendientes.
-No -dijo ZaraJota™-. Si le ponemos pendientes ahora cuando tenga trece años querrá ponerse un piercing en el ombligo. Si no le ponemos pendientes, cuando tenga trece se hará los agujeros en la orejas, y le dolerá tanto que se le quitarán las ganas de hacérselos en ningún sitio más.
-No -dije yo-. Los pendientes son una tradición obsoleta propia de una sociedad patriarcal retrógrada en la que las mujeres son meros escaparates para lucir el estatus del marido a través de joyas y ropajes costosos y los padres tienen tal autoridad que pueden mutilar el cuerpo de sus hijos a voluntad.
-A ver si lo he entendido -dijo la enfermera-: os dan miedo las agujas.
Nos ha calao...
Durante los días siguientes, ZaraJota™ y yo aguantamos la presión de la familia, sabiendo que en cuanto saliéramos del hospital cada uno se iría para su casa y las orejas de Bebé-chan estarían a salvo.
Por desgracia no contamos con que el mundo está lleno de viej... ancianas que no son familia.
¡Y están por todas partes!
El primer día que salí de paseo con Bebé-chan no había andado dos metros cuando se me abalanzó una viej... anciana.
-Oooooooh.... que cosa más ricaaaaaaaa... ¿Es niño o niña?
-Niña.
-¿Seguro? No lleva pendientes.
-Precisamente: le cambio el pañal todos los días, y ahí no pende nada.
No le di la mayor importancia, hasta que al día siguiente volvió a pasar:
-¡¡¡QUE NIÑO MÁS MONOOOOOO!!! -gritó la correspondiente viej... anciana, presumiblemente sorda.
-Es una niña.
-¿Seguro? No lleva pendientes.
Y al otro...
-¡Hola guapetón!
Y al otro...
-¡Hola pequeñito!
Y al otro... Bueno, os hacéis una idea.
La tensión se fue acumulando hasta que un día no pude más.
-Es un niño, ¿no? -preguntó la viej... anciana de turno. Porque es que se turnan, si no yo no me lo explico.
-Sí, es un niño, lo vestimos de fucsia para que de mayor se haga guionista y triunfe en Broadway.
-¿De verdad?
-¡CLARO QUE NO! ¡LLEVA UN MONO FUCSIA! ¡CON CORAZONES! ¡Y EN EL GORRO VA BORDADO "PRINCESITA DE PAPÁ"! ¿CÓMO VA A SER UN NIÑO?
-Bueno -respondió la viej... anciana sin alterarse-, hoy en día los niños pueden vestir como quieran sin verse limitados por los convencionalismos sociales.
Al final va a resultar que la retrógrada soy yo.
-No -dijo ZaraJota™-. Si le ponemos pendientes ahora cuando tenga trece años querrá ponerse un piercing en el ombligo. Si no le ponemos pendientes, cuando tenga trece se hará los agujeros en la orejas, y le dolerá tanto que se le quitarán las ganas de hacérselos en ningún sitio más.
-No -dije yo-. Los pendientes son una tradición obsoleta propia de una sociedad patriarcal retrógrada en la que las mujeres son meros escaparates para lucir el estatus del marido a través de joyas y ropajes costosos y los padres tienen tal autoridad que pueden mutilar el cuerpo de sus hijos a voluntad.
-A ver si lo he entendido -dijo la enfermera-: os dan miedo las agujas.
Nos ha calao...
Durante los días siguientes, ZaraJota™ y yo aguantamos la presión de la familia, sabiendo que en cuanto saliéramos del hospital cada uno se iría para su casa y las orejas de Bebé-chan estarían a salvo.
Por desgracia no contamos con que el mundo está lleno de viej... ancianas que no son familia.
¡Y están por todas partes!
El primer día que salí de paseo con Bebé-chan no había andado dos metros cuando se me abalanzó una viej... anciana.
-Oooooooh.... que cosa más ricaaaaaaaa... ¿Es niño o niña?
-Niña.
-¿Seguro? No lleva pendientes.
-Precisamente: le cambio el pañal todos los días, y ahí no pende nada.
No le di la mayor importancia, hasta que al día siguiente volvió a pasar:
-¡¡¡QUE NIÑO MÁS MONOOOOOO!!! -gritó la correspondiente viej... anciana, presumiblemente sorda.
-Es una niña.
-¿Seguro? No lleva pendientes.
Y al otro...
-¡Hola guapetón!
Y al otro...
-¡Hola pequeñito!
Y al otro... Bueno, os hacéis una idea.
La tensión se fue acumulando hasta que un día no pude más.
-Es un niño, ¿no? -preguntó la viej... anciana de turno. Porque es que se turnan, si no yo no me lo explico.
-Sí, es un niño, lo vestimos de fucsia para que de mayor se haga guionista y triunfe en Broadway.
-¿De verdad?
-¡CLARO QUE NO! ¡LLEVA UN MONO FUCSIA! ¡CON CORAZONES! ¡Y EN EL GORRO VA BORDADO "PRINCESITA DE PAPÁ"! ¿CÓMO VA A SER UN NIÑO?
-Bueno -respondió la viej... anciana sin alterarse-, hoy en día los niños pueden vestir como quieran sin verse limitados por los convencionalismos sociales.
Al final va a resultar que la retrógrada soy yo.
19 noviembre 2012
La tribu entera
Hay un proverbio que dice que para educar a un niño hace falta la tribu entera.
Lo que no te dice es que tribu es, ni si va la tribu a tu casa o tienes que buscarla tú, ni si lo cubre la seguridad social o qué.
Bien pensado, es una m**rd* de proverbio, olvidadlo.
La cuestión es que estás tan ricamente en el hospital, donde te lo dan todo hecho, hasta que un día de pronto te dan a tu bebé y te mandan a casa.
Y cuando llegas a casa, el bebé, que se ha pasado los tres días de ingreso hospitalario durmiendo y comiendo como un bendito, empieza a llorar de pronto. A ser posible, a las tres de la mañana, que es una hora muy buena para estas cosas.
Entonces es cuándo te haces La Gran Pregunta:
¿ahora qué hago yo con esto?
Cuando llega el momento de la verdad ni los libros, ni las clases de preparación al parto, ni todos los consejos no solicitados que has ido recibiendo contra tu voluntad durante el embarazo te sirven de nada.
Entonces es cuando recurres a la tribu.
En las tribus se suele considerar a los viej.. ancianos como a los más sabios. Por eso la primera opción debería ser consultar con las matriarcas de la familia. Pero no lo es. Porque cuando consultas con las matriarcas de la familia te encuentras cosas como esta:
-En mis tiempos teníamos un remedio buenísimo para los cólicos de los bebés -te dice la bisabuela de la criatura un día.
-¿De verdad? -preguntas con lágrimas de emoción en los ojos, porque llevas tres días sin dormir por culpa de los p*t*s cólicos.
-Sí, pruébalo que es infalible. Necesitas tres plumas de dodo, pelos de mamut, puntas de flecha...
...Y una máquina del tiempo, aparentemente.
Por eso cuando tienes un problema lo normal no es acudir a los viej... ancianos de la familia, sino a tu madre.
Algo sabrá la mujer, te dices, a fin de cuentas me ha criado a mí y mira como he salido.
El problema es que luego lo piensas con más calma y cambias el tono de la frase:
¿Algo sabrá la mujer? Sí, sí. Me ha criado a mí... ¡y mira como he salido!
Así que un día te llega tu pobre madre y te dice:
-¿Sabes lo que es buenísimo para los cólicos?
Y ni corta ni perezosa le contestas:
-¡¡¡NI LO SÉ NI ME IMPORTA!!!
Y se lo toma a mal. Las madres son así, se enfadan por cualquier tontería.
Espera, ahora yo también soy una madre... Creo que voy a tener que empezar a replantearme algunos conceptos.
Aparte de la madre propia, también está la madre del padre de la criatura, por lo general denominada suegra. Las suegras también pueden dar buenos consejos.
A fin de cuentas, ellas también han tenido hijos, ¿no?
Y tan mal no han debido salir, cuando te has casado con uno de ellos, ¿no?
El problema es que a las suegras hay que llevarles la contraria por cuestión de principios. Llevar la contraria a la suegra es una costumbre universal que existe desde el principio de los tiempos y cambiarla podría suponer el fin de la civilización tal y como la conocemos.
De todas formas, los consejos de mi suegra tampoco me convencían demasiado.
-En mis tiempos -explicó una vez-, cuando un niño estaba estreñido se le introducía por el ano un tallo de geranio engrasado con aceite de oliva.
-¿Y daba resultado?-pregunté.
-De inmediato.
No me extraña: me imagino al pobre bebé de turno, mirando de reojo al geranio y pensando "será mejor que haga caca pronto, que es el último tallo del geranio y en el resto de las macetas hay cactus".
La costumbre del geranio rectal me pareció tan bestia que un par de días más tarde se la conté a mi madre.
-¡Que barbaridad! -dijo.
-Ya, ya, es que antes se hacían unas cosas...
-Desde luego... ¡si eso se ha hecho toda la vida con perejil!
Nota mental: no volver a comprar perejil, nunca se sabe en que culo puede haber estado.
Editado por alusiones (otra vez):
Vamos a dejarlo claro, que luego vienen los servicios sociales y pasa lo que pasa.
A Bebe-chan NO le hemos metido nada por el c*l*.
Durante las clases de preparación al parto, la enfermera nos dijo que si el bebé estaba estreñido se le podía introducir por el recto un bastoncillo de los oídos lubricado con vaselina. Aunque es más higiénico que el perejil tampoco lo hago porque me da mucho repelús; prefiero hacer los ejercicios y los masajitos que nos enseñó una enfermera maravillosa llamada Charo.
(¡Hola Charo!)
En cualquier caso, Bebé-chan no tiene problemas de estreñimiento, sino de "cólicos", que es como los pediatras dicen "no tengo ni idea, ya se le pasará".
Los cólicos consisten en que el bebé se pone histérico durante un rato todas las tardes. Como nadie sabe ni lo que son ni por qué, no hay un remedio universal: depende de cada niño. En el caso de Bebé-chan, el remedio consiste en sentarla en el regazo mirando al frente y mecernos en la butaca mientras le canto "Susanita tiene un ratón" en bucle.
Es la única canción que funciona, probablemente porque lleva anís, que es muy bueno para los gases.
Sea por lo que sea, Miliki tiene mi agradecimiento eterno.
Lo que no te dice es que tribu es, ni si va la tribu a tu casa o tienes que buscarla tú, ni si lo cubre la seguridad social o qué.
Bien pensado, es una m**rd* de proverbio, olvidadlo.
La cuestión es que estás tan ricamente en el hospital, donde te lo dan todo hecho, hasta que un día de pronto te dan a tu bebé y te mandan a casa.
Y cuando llegas a casa, el bebé, que se ha pasado los tres días de ingreso hospitalario durmiendo y comiendo como un bendito, empieza a llorar de pronto. A ser posible, a las tres de la mañana, que es una hora muy buena para estas cosas.
Entonces es cuándo te haces La Gran Pregunta:
¿ahora qué hago yo con esto?
Cuando llega el momento de la verdad ni los libros, ni las clases de preparación al parto, ni todos los consejos no solicitados que has ido recibiendo contra tu voluntad durante el embarazo te sirven de nada.
Entonces es cuando recurres a la tribu.
En las tribus se suele considerar a los viej.. ancianos como a los más sabios. Por eso la primera opción debería ser consultar con las matriarcas de la familia. Pero no lo es. Porque cuando consultas con las matriarcas de la familia te encuentras cosas como esta:
-En mis tiempos teníamos un remedio buenísimo para los cólicos de los bebés -te dice la bisabuela de la criatura un día.
-¿De verdad? -preguntas con lágrimas de emoción en los ojos, porque llevas tres días sin dormir por culpa de los p*t*s cólicos.
-Sí, pruébalo que es infalible. Necesitas tres plumas de dodo, pelos de mamut, puntas de flecha...
...Y una máquina del tiempo, aparentemente.
Por eso cuando tienes un problema lo normal no es acudir a los viej... ancianos de la familia, sino a tu madre.
Algo sabrá la mujer, te dices, a fin de cuentas me ha criado a mí y mira como he salido.
El problema es que luego lo piensas con más calma y cambias el tono de la frase:
¿Algo sabrá la mujer? Sí, sí. Me ha criado a mí... ¡y mira como he salido!
Así que un día te llega tu pobre madre y te dice:
-¿Sabes lo que es buenísimo para los cólicos?
Y ni corta ni perezosa le contestas:
-¡¡¡NI LO SÉ NI ME IMPORTA!!!
Y se lo toma a mal. Las madres son así, se enfadan por cualquier tontería.
Espera, ahora yo también soy una madre... Creo que voy a tener que empezar a replantearme algunos conceptos.
Aparte de la madre propia, también está la madre del padre de la criatura, por lo general denominada suegra. Las suegras también pueden dar buenos consejos.
A fin de cuentas, ellas también han tenido hijos, ¿no?
Y tan mal no han debido salir, cuando te has casado con uno de ellos, ¿no?
El problema es que a las suegras hay que llevarles la contraria por cuestión de principios. Llevar la contraria a la suegra es una costumbre universal que existe desde el principio de los tiempos y cambiarla podría suponer el fin de la civilización tal y como la conocemos.
De todas formas, los consejos de mi suegra tampoco me convencían demasiado.
-En mis tiempos -explicó una vez-, cuando un niño estaba estreñido se le introducía por el ano un tallo de geranio engrasado con aceite de oliva.
-¿Y daba resultado?-pregunté.
-De inmediato.
No me extraña: me imagino al pobre bebé de turno, mirando de reojo al geranio y pensando "será mejor que haga caca pronto, que es el último tallo del geranio y en el resto de las macetas hay cactus".
La costumbre del geranio rectal me pareció tan bestia que un par de días más tarde se la conté a mi madre.
-¡Que barbaridad! -dijo.
-Ya, ya, es que antes se hacían unas cosas...
-Desde luego... ¡si eso se ha hecho toda la vida con perejil!
Nota mental: no volver a comprar perejil, nunca se sabe en que culo puede haber estado.
Editado por alusiones (otra vez):
Vamos a dejarlo claro, que luego vienen los servicios sociales y pasa lo que pasa.
A Bebe-chan NO le hemos metido nada por el c*l*.
Durante las clases de preparación al parto, la enfermera nos dijo que si el bebé estaba estreñido se le podía introducir por el recto un bastoncillo de los oídos lubricado con vaselina. Aunque es más higiénico que el perejil tampoco lo hago porque me da mucho repelús; prefiero hacer los ejercicios y los masajitos que nos enseñó una enfermera maravillosa llamada Charo.
(¡Hola Charo!)
En cualquier caso, Bebé-chan no tiene problemas de estreñimiento, sino de "cólicos", que es como los pediatras dicen "no tengo ni idea, ya se le pasará".
Los cólicos consisten en que el bebé se pone histérico durante un rato todas las tardes. Como nadie sabe ni lo que son ni por qué, no hay un remedio universal: depende de cada niño. En el caso de Bebé-chan, el remedio consiste en sentarla en el regazo mirando al frente y mecernos en la butaca mientras le canto "Susanita tiene un ratón" en bucle.
Es la única canción que funciona, probablemente porque lleva anís, que es muy bueno para los gases.
Sea por lo que sea, Miliki tiene mi agradecimiento eterno.
15 noviembre 2012
Poner a parir XIV (epílogo)
Previously in Lorz...
Depilado de piticlín en seco.
Un día le dije mi madre que tenía que volver al médico.
-¿Cuándo vas a ir?
-El lunes.
-Vaya... el lunes no estoy en Madrid.
-Puedo ir sola, madre, que ya tengo una edad.
-¿Y la niña?
-La niña también tiene una edad. En este caso, la suya.
-No, que qué haces con la niña.
-Me la llevo al médico, claro, no la voy a dejar sola en casa.
-¿Y no puedes ir al médico otro día?
-No, tiene que ser el lunes.
-¿Por qué?
-Porque es cuando acabo la cuarentena, y el médico dijo que tenía que volver cuando acabara la cuarentena.
-Pero no hace falta que sea el mismo día que se acaba, ¿no?
-Sí que hace falta.
-Que no.
-Que sí.
-¿Y eso por qué?
-PORQUE ESTAMOS A DOS VELAS, ¿VALE?
Que hay que explicarlo todo, c*ñ*.
PD: Cuando mi madre volvió de viaje me trajo esto de regalo:
Depilado de piticlín en seco.
Un día le dije mi madre que tenía que volver al médico.
-¿Cuándo vas a ir?
-El lunes.
-Vaya... el lunes no estoy en Madrid.
-Puedo ir sola, madre, que ya tengo una edad.
-¿Y la niña?
-La niña también tiene una edad. En este caso, la suya.
-No, que qué haces con la niña.
-Me la llevo al médico, claro, no la voy a dejar sola en casa.
-¿Y no puedes ir al médico otro día?
-No, tiene que ser el lunes.
-¿Por qué?
-Porque es cuando acabo la cuarentena, y el médico dijo que tenía que volver cuando acabara la cuarentena.
-Pero no hace falta que sea el mismo día que se acaba, ¿no?
-Sí que hace falta.
-Que no.
-Que sí.
-¿Y eso por qué?
-PORQUE ESTAMOS A DOS VELAS, ¿VALE?
Que hay que explicarlo todo, c*ñ*.
PD: Cuando mi madre volvió de viaje me trajo esto de regalo:
12 noviembre 2012
Poner a parir XIII (y casi terminamos)
Previously in Lorz...
Odio a todo el mundo.
Una semana después de la cesárea volví a la consulta del médico para revisión.
-Muy bien -me dijo-, destápate la tripa que te voy a quitar los puntos.
-¡Si me dijo que se caerían solos! ¡Que hoy sólo tenía que venir a que me mirara!
-Mentí.
-¡Eso no se hace!
-Es que si te lo llego a decir no vienes.
-Ya, bueno.
Me subí a la camilla y me destapé la tripa.
-M**rd*.
-¿Qué pasa?
-¿Quién te ha hecho esto?
-Eh... creía que había sido usted.
-Imposible. ¿Esta chapuza, yo? Ni hablar. ¿Qué día fue la cesárea?
-El 21.
-Ah, ves, no fui yo. No, el 21 tenía que hacer unos recados, y me sustituyó otro doctor a mitad de la operación.
Y yo todo el tiempo pensando que llevaban gorros y máscaras por la asepsia. Pues no: es para poder darte el cambiazo y que ni te enteres.
-Jajaja, que alivio... es que menuda chapuza te han hecho aquí, jajaja.
-Pero... ¿es grave? ¿Me voy a morir?
-No, mujer, es que... verás... te vas a reír... te han pegado todo el esparadrapo encima del vello púbico.
-Creía que me habían rasurado.
-Sí, yo también, jajajaja.
-¿Y ahora qué hacemos?
-Pues nada, mujer... tirar.
No voy a entrar en detalles, solo diré que quitar ese esparadrapo ha sido la parte más dolorosa de todo el embarazo.
Muy muy doloroso.
Tan doloroso que me estoy planteando hacerme la depilación láser en todo el piticlín, sólo por la remota posibilidad de que me operen otra vez, no digo más.
La parte buena es que después de eso ni me enteré cuando me quitaron los puntos: todavía estaba asimilando la experiencia anterior.
Después el médico me dijo que me podía ir, y me arrastré fuera de la consulta.
-¿Ya está? -preguntó mi madre, que me estaba esperando fuera.
-Sí.
-¿Que tal los puntos? ¿Te ha dolido que te los quitaran?
-No...
-¿Entonces por qué lloras?
Porque se han quedado los puntos y no me han dado el Iphone.
Continuará...
Odio a todo el mundo.
Una semana después de la cesárea volví a la consulta del médico para revisión.
-Muy bien -me dijo-, destápate la tripa que te voy a quitar los puntos.
-¡Si me dijo que se caerían solos! ¡Que hoy sólo tenía que venir a que me mirara!
-Mentí.
-¡Eso no se hace!
-Es que si te lo llego a decir no vienes.
-Ya, bueno.
Me subí a la camilla y me destapé la tripa.
-M**rd*.
-¿Qué pasa?
-¿Quién te ha hecho esto?
-Eh... creía que había sido usted.
-Imposible. ¿Esta chapuza, yo? Ni hablar. ¿Qué día fue la cesárea?
-El 21.
-Ah, ves, no fui yo. No, el 21 tenía que hacer unos recados, y me sustituyó otro doctor a mitad de la operación.
Y yo todo el tiempo pensando que llevaban gorros y máscaras por la asepsia. Pues no: es para poder darte el cambiazo y que ni te enteres.
-Jajaja, que alivio... es que menuda chapuza te han hecho aquí, jajaja.
-Pero... ¿es grave? ¿Me voy a morir?
-No, mujer, es que... verás... te vas a reír... te han pegado todo el esparadrapo encima del vello púbico.
-Creía que me habían rasurado.
-Sí, yo también, jajajaja.
-¿Y ahora qué hacemos?
-Pues nada, mujer... tirar.
No voy a entrar en detalles, solo diré que quitar ese esparadrapo ha sido la parte más dolorosa de todo el embarazo.
Muy muy doloroso.
Tan doloroso que me estoy planteando hacerme la depilación láser en todo el piticlín, sólo por la remota posibilidad de que me operen otra vez, no digo más.
La parte buena es que después de eso ni me enteré cuando me quitaron los puntos: todavía estaba asimilando la experiencia anterior.
Después el médico me dijo que me podía ir, y me arrastré fuera de la consulta.
-¿Ya está? -preguntó mi madre, que me estaba esperando fuera.
-Sí.
-¿Que tal los puntos? ¿Te ha dolido que te los quitaran?
-No...
-¿Entonces por qué lloras?
Porque se han quedado los puntos y no me han dado el Iphone.
Continuará...
08 noviembre 2012
Poner a parir XII
Previously
in Lorz...
A
mi madre los partos le quitan el apetito.
Volvemos
al presente.
Pero
no os olvidéis de la traumática experiencia de mi madre, ¿eh?, que
es vital para entender esta historia.
Día
C (de Cesárea)
Antes
de que el médico empezara a cortar me preguntó si tenía alguna
duda.
Yo
tenía tres:
-¿Podré
ver a la niña cuando la saquéis?
-La
verás, y te la pondremos encima un poco para que te conozca, y luego
se la llevaremos a su papá.
-Vale. ¿es normal si estoy asustada?
-Por supuesto, es totalmente normal.
Lágrimas de felicidad acudieron a mis ojos. ¡Estoy haciendo algo normal! ¡M**rd*! ¡No hay nadie aquí para hacer una foto del momento histórico!
-Bien,
una cosa más...
-¿Sí?
-¿Cuándo
podré comer?
-¿De
verdad te preocupa eso AHORA?
-Sí...
-...
-Estoy
en ayunas.
-...
-Es
la ansiedad, ¿sabe?
-Podrás
comer en cuanto seas capaz de levantarte.
-¿Por
qué? ¿Vais a poner la comida fuera de mi alcance o qué?
-No
es eso. Cuando puedas levantarte significará que se ha pasado el
efecto de la epidural y sabremos si todo ha ido bien. Hasta entonces
hay peligro de que surja alguna complicación y no podemos darte de
comer por si hay que intervenir de nuevo. ¿Entiendes por qué no
puedes comer?
-No.
-Ay... Porque
yo lo digo y punto.
-Ah.
Haber
empezado por ahí.
Cuando
llegué a la habitación mi madre... mi madre estaba mirando
extasiada a Bebé-chan. Cuando se acordó de que yo también estaba
allí, me dijo que me había traído jamondelgüeno.
-¿Quieres
un poco ahora?
-No
puedo levantarme.
-Mujer,
no seas boba, te lo acerco yo.
-No,
es que no puedo comer hasta que me levante.
-Ah...
pues nada, nos lo llevamos de vuelta a casa y nos lo comemos
nosotros, que con lo rico que está me da pena que se reseque.
M**rd*...
Esa
misma tarde, una enfermera me preguntó si me sentía con fuerzas
para levantarme y, dadas las circunstancias, me levanté de un salto.
-¡Por
supuesto! ¡Ahora mismo! ¿Ve? ¡Ya estoy! ¿DÓNDE ESTÁ MI COMIDA?
-Eh...
lo siento, no puedes comer hasta que el médico nos de la orden por
escrito.
-¿Y
para esto me he levantado yo?
-No,
mujer, para que podamos hacerte otra exploración.
-Yujú.
Día
C+1
El
médico apareció a primera hora.
-Hola
Lorz, ¿cómo es...
-¿DÓNDE
ESTÁ MI COMIDA?
-¿Te
sientes capaz de comer?
-¡¡¡COMIDA!!!
¡¡¡COMIDA!!! ¡¡¡COMIDA!!!
-Está
bien, ya lo apunto en tu expediente, ¿ves? “Tolera”.
-Bien.
A
la hora de comer me trajeron una sopa y una crema de verduras.
Y
a la hora de cenar.
Y
al día siguiente.
De
hecho, en esos días comí tanta crema de verduras que los pedos
empezaron a olerme a huerta.
Si
me tirara pedos.
Cosa
que no hago porque soy una dama frágil y delicada como una
florecilla del campo.
En
fin.
Lo
importante es que después de más de 24 horas en ayunas y con el
hambre que da la lactancia, aquello me supo muy rico, pero muy poco.
-Oiga
-le dije a la enfermera cuando vino a recoger la bandeja-, ¿cuándo
me traen la comida de verdad?
-Esta
es la comida. El médico sólo ha autorizado dieta líquida.
Yo lo mato...
Al
poco de haber comido las tripas me hacían ruido. A medida que
pasaban las horas, podía sentirlas vibrar.
En
medio de mi desesperación, Scarlett Witch, Be, EmeA, Sark, y El
Hombre Malo (lo siento, son muchos enlaces y yo tengo que dar de
mamar en unos cinco minutos o así) aparecieron en el hospital con
esto:
-¿Qué
se dice, Lorz? -me preguntó Zarajota cuando vio que me quedaba
mirando la caja fijamente.
-¡C*BR*N*S!
¡H*J*S D* P*T*! ¡OS ODIO!
-No,
eso no, lo otro.
-Gracias.
C*br*n*s.
Zarajota
se apresuró a guardar el chocolate donde no pudiera ni verlo ni
olerlo. No fue suficiente: me lo imaginaba ahí escondido,
llamándome, susurrándome, burlándose de mí...
Día
C+2
Mi
padre apareció por la mañana con café y churros. Como olía
aquello... Toda la habitación, que digo, ¡todo el pasillo! No,
¡TODO EL HOSPITAL! olía a churros y a café.
-¿Es para mí?
-pregunté desde mi lecho del dolor.
-No, que tú no puedes.
-Sólo un poquito.
-Que no.
Y sin cortarse un pelo, mi padre abrió la bandeja de MI cama, y mi madre y él se atiborraron de churros delante de mi hambrienta cara de pasmo.
Eso es violencia estructural, maltrato psicológico y mala baba en general.
Un poco más tarde apareció el médico. Entró en la habitación y olisqueó el ambiente, que seguía con un tufo a café y churros que tiraba de espaldas.
-¿Qué tal estás hoy, Lorz?
-Bien, bien... ¿le puedo hacer una pregunta?
-Aydiosyavieneotravez...
-Aparte de lo que me traen las enfermeras... ¿puedo comer otras cosas?
-...
-Jajaja, al final va a pensar que estoy obsesionada con la comida.
-Es que lo estás, Lorz, lo estás.
Ya estamos con prejuicios infundados.
Continuará...
05 noviembre 2012
Poner a parir XI
Previously
in Lorz...
Niños,
no compréis drogas. Haceros una cesárea y os las darán GRATIS...
Si
vuestra madre atina con el botoncito, claro.
Para
entender el resto de la historia hace falta un flashback.
15:00
del 25 de agosto de 1980.
Córdoba.
45
ºC a la sombra.
La
familia en pleno se dispone a comer cuando mi madre empieza a tener
contracciones.
Se
plantean si ir al hospital o comerse el cocido que tienen preparado.
En
serio.
¿A
quién se le ocurre hacer cocido cuando se está a 45 ºC a la
sombra?
¿Y
dárselo a una embarazada?
¿Querían
matarla o qué?
No
me extraña que mi madre se pusiera de parto: ¡casi me pongo yo sólo
de pensarlo!
En
fin, al tema.
Mi
madre dice que no va a ninguna parte sin comer y se zampa su plato de
cocido con su pringá.
Seguro
que hasta mojó sopas y todo, como si la viera. Con lo peligroso que
es mojar sopas cuando se está embarazada, que todas las manchas
acaban en la tripa.
-Los
demás no comimos nada, de los nervios -declaró la Tita del Puerto
más tarde-, pero ella se comió el cocido tan tranquila.
Que
digo yo que si la parturienta en cuestión estaba tan tranquila, a
cuento de qué se ponen nerviosos los demás, pero es que en mi
familia se hace todo así, en comandita.
A
las cinco de la tarde se fueron para el hospital, y a las siete nací
yo.
-Tu
madre, tan tranquila -declaró mi abuela más tarde-, ella tiene los
hijos como el que se tira un pedo.
Mi
madre, en cambio, me dio otra versión:
-Cuando
tú naciste lo pasé fatal -me dijo un día.
-Pero...
¡si todo el mundo dice que fue un parto estupendo!
-Claro,
claro, nadie se da cuenta de lo que sufrí...
Que
mi madre se quejara me preocupó muchísimo, porque mi madre... no sé
cómo decirlo... mi madre es muy burra.
Voy
a poner sólo un ejemplo: una vez se partió un dedo, se puso una
tirita y se arregló para salir, porque “no era para tanto”. Se
fue a la calle a por una cerveza y volvió con una escayola... y
porque mi padre la obligó a ir al médico, que si no ella tan feliz
con su tirita.
Así
que si mi madre dice que lo pasó mal en el parto es de verdad, no
como esas señoras que tiene hijos sólo para poder quejarse del
parto durante el resto de sus vidas.
-¿Qué
pasó? -le pregunté- ¿Hubo alguna complicación?
-No,
no, todo estupendo, saliste muy rápido... enseguida te tenía en
brazos...
-¿Entonces?
-Pues
nada, que no me subieron a la habitación hasta las ocho.
-No
lo entiendo.
-¡Pues
que ya habían repartido la cena, y no me dieron nada de comer hasta
el desayuno!
Una experiencia espeluznante, sin duda.
Continuará...
31 octubre 2012
Halloween 2012
-Lorz, esta noche es Halloween.
-¡Qué bien! ¿De qué vamos a disfrazar a Bebé-chan?
-No sé... de víctima de una herencia genética desgraciada.
-¿Y eso cómo se hace?
-Con lo que lleva puesto le valdrá.
-Ah... ¡OYE!
-Hoy toca post de Halloween.
-¡¡¡M* C*G*N L* P*T*!!!
-Te lo dije.
En el capítulo anterior...
La vieja y malvada bruja recoge ingredientes para hacer un hechizo. M**d*, todavía no había dicho que era para un hechizo, ¿verdad? Pues era para eso. Ya no hace falta leer el capítulo de este año. Si llego a saberlo ni lo escribo ni nada, que me cuesta mucho pensar.
La vieja y malvada bruja esperó pacientemente a que la hoguera se apagara. Luego esperó un poco más, por si acaso. Entre los círculos más secretos de las brujas más oscuras corría el rumor de que el fuego lo desinfecta todo. La bruja podía permitirse un par de dedos quemados o tres, si la ocasión lo requería, pero, ¿un par de dedos desinfectados o tres? ¡Por favor! ¡La bruja tenía reputación!
Cuando estuvo segura de que en la chimenea no quedaban más que cenizas frías las recogió con mucho cuidado y las echó al caldero. Después empezó a echar el resto de los ingredientes: las pasas, la zanahoria, las lágrimas, la canela... Lo removió todo bien hasta formar un mejunje repugnante, y lo metió en el microondas, que a esas horas no le apetecía volver a encender la chimenea y además tenía prisa.
Sólo cuando el microondas empezó a chisporrotear se dio cuenta la bruja de que había usado el caldero metálico otra vez. Un día de estos el microondas le iba a dar un disgusto. Mientras tanto, el chisporroteo le daba al hechizo un toque de espectacularidad muy interesante. Era una pena que en ese momento no tuviera a una princesa o a un huerfanito secuestrados, para completar el cuadro...
Pasados los cinco minutos de rigor, el microondas dejó de girar y se apagó. La bruja lo abrió con cuidado, y sacó el caldero en medio de una espesa nube de vapor. Lo soltó encima de la mesa, esperó a que el vapor se disipara y... allí estaba, reposando en el fondo del caldero como un huevo en un nido, una bola de cristal perfectamente esférica, perfectamente transparente y perfectamente mágica.
La bruja sacó la bola y la sostuvo con la mano izquierda mientras hacía complicados gestos con la derecha, como si espantara moscas imaginarias, hasta que la bola empezó a brillar.
¿Habría funcionado?
La bruja acercó la nariz a la bola. Sí, allí estaba, su cabaña en mitad del bosque. Hizo otro gesto, y la vista se desplazó hasta el pueblo. Era de noche y el pueblo dormía, con la luna de testigo.
Que aburrido.
La bruja hizo un gesto y en la esfera la luna se puso rápidamente para dar paso al sol. Las puertas de las casas empezaron a abrirse a medida que la gente salía para trabajar en el campo. Luego se abrieron las tiendas, y las señoras del pueblo empezaron su ir y venir con enormes cestos de esparto colgados de los brazos.
La bruja resopló. Para ver eso no tenía más que andar al pueblo. Hizo otro gesto y las figuritas empezaron a andar más deprisa, hasta convertirse en un borrón. La luna y el sol empezaron a sucederse a toda velocidad, y a medida que pasaron los minutos, el mismo pueblo empezó a moverse. Las casas cambiaban de color a medida que con los años la pintura envejecía y era sustituida por una capa nueva. Un ejército lo quemó todo a su paso, y nuevos edificios se levantaron en su lugar. Algunas casas de madera dejaron paso a casas con un zócalo de piedra, luego toda la planta baja, luego toda la casa. Las fachadas se combaron y los tejados se hundieron cuando una enfermedad asoló a la población y no quedó nadie para hacer reparaciones. Muy pronto, sin embargo, las figuritas de los aldeanos volvieron a llenar la plaza con un mercado, uno enorme, con tenderetes que vendían mercancías traídas de todo el mundo. Las casas crecieron en altura, el pueblo se extendió, comiendo poco a poco terreno al bosque. Nuevas guerras, nuevas enfermedades, nuevas hambres... y el pueblo remontaba otra vez. El bosque desapareció del todo, dejando paso a unos edificios enormes de ladrillo, con chimeneas altísimas de las que salía un humo negro y espeso. Los aldeanos pasaban allí el día, el lugar de en el campo. La vida parecía más fácil trabajando a cubierto, sin embargo la bruja no tardó en darse cuenta de que todo seguía igual: hambre, enfermedades, y encima ese humo negro tan feo.
La bruja arrugó la nariz. Aquello no le gustaba, y empezaba a enfadarse con los diminutos aldeanos del futuro que veía en su bola de cristal. Otro gesto, para avanzar más deprisa. Los aldeanos, enfadados por las mismas cosas que disgustaban a la bruja, se organizaban y conseguían cambios poco a poco. La aldea seguía cambiando, sin darse cuenta ya era una ciudad. Las calles eran anchas y el suelo estaba cubierto de baldosas, los árboles habían irrumpido de nuevo, y las casas, tan altas que tocaban el cielo, tenían un exterior de cristal.
La bruja sonrió satisfecha. Hoy no, ni mañana, pero parecía que a la larga los aldeanos conseguirían ser muy felices. Y a la bruja le gustaba que los aldeanos fueran felices: le daba mejor sabor a la carne.
Para asegurarse, hizo un gesto y la bola le enseñó la aldea más de cerca. La bruja paseó la mirada entre los edificios de cristal y vio...
Vio aldeanos rebuscando en la basura para encontrar comida.
Vio aldeanos que se ponían enfermos y no tenían a nadie que les cuidara.
Vio aldeanos enfadados, que querían arreglar las cosas y no lo conseguían.
La bruja no entendía nada. Después de todo por lo que había pasado la aldea, después de todas las luchas, después de haber creado un lugar tan bonito para vivir, las cosas seguían igual.
¿Cómo era posible?
La bruja miró la bola y sólo encontró una explicación:
el estúpido cacharro estaba estropeado.
¿Continuará?
-Lorz...
-No te preocupes, ¡esta vez lo tengo todo previsto!
-¿Ya sabes cómo será el capítulo del año que viene?
-No, aún mejor. ¡El gobierno dice que no hay dinero para el 2013!
-Pero... ¿y eso que tiene que ver?
-¡Que no podrán comprar un año nuevo! ¡Será 2012 para siempre!
-No creo que hayas entendido muy bien la noticia, Lorz.
-Claro, claro, siempre soy yo la que no se entera.
-¡Qué bien! ¿De qué vamos a disfrazar a Bebé-chan?
-No sé... de víctima de una herencia genética desgraciada.
-¿Y eso cómo se hace?
-Con lo que lleva puesto le valdrá.
-Ah... ¡OYE!
-Hoy toca post de Halloween.
-¡¡¡M* C*G*N L* P*T*!!!
-Te lo dije.
En el capítulo anterior...
La vieja y malvada bruja recoge ingredientes para hacer un hechizo. M**d*, todavía no había dicho que era para un hechizo, ¿verdad? Pues era para eso. Ya no hace falta leer el capítulo de este año. Si llego a saberlo ni lo escribo ni nada, que me cuesta mucho pensar.
La vieja y malvada bruja esperó pacientemente a que la hoguera se apagara. Luego esperó un poco más, por si acaso. Entre los círculos más secretos de las brujas más oscuras corría el rumor de que el fuego lo desinfecta todo. La bruja podía permitirse un par de dedos quemados o tres, si la ocasión lo requería, pero, ¿un par de dedos desinfectados o tres? ¡Por favor! ¡La bruja tenía reputación!
Cuando estuvo segura de que en la chimenea no quedaban más que cenizas frías las recogió con mucho cuidado y las echó al caldero. Después empezó a echar el resto de los ingredientes: las pasas, la zanahoria, las lágrimas, la canela... Lo removió todo bien hasta formar un mejunje repugnante, y lo metió en el microondas, que a esas horas no le apetecía volver a encender la chimenea y además tenía prisa.
Sólo cuando el microondas empezó a chisporrotear se dio cuenta la bruja de que había usado el caldero metálico otra vez. Un día de estos el microondas le iba a dar un disgusto. Mientras tanto, el chisporroteo le daba al hechizo un toque de espectacularidad muy interesante. Era una pena que en ese momento no tuviera a una princesa o a un huerfanito secuestrados, para completar el cuadro...
Pasados los cinco minutos de rigor, el microondas dejó de girar y se apagó. La bruja lo abrió con cuidado, y sacó el caldero en medio de una espesa nube de vapor. Lo soltó encima de la mesa, esperó a que el vapor se disipara y... allí estaba, reposando en el fondo del caldero como un huevo en un nido, una bola de cristal perfectamente esférica, perfectamente transparente y perfectamente mágica.
La bruja sacó la bola y la sostuvo con la mano izquierda mientras hacía complicados gestos con la derecha, como si espantara moscas imaginarias, hasta que la bola empezó a brillar.
¿Habría funcionado?
La bruja acercó la nariz a la bola. Sí, allí estaba, su cabaña en mitad del bosque. Hizo otro gesto, y la vista se desplazó hasta el pueblo. Era de noche y el pueblo dormía, con la luna de testigo.
Que aburrido.
La bruja hizo un gesto y en la esfera la luna se puso rápidamente para dar paso al sol. Las puertas de las casas empezaron a abrirse a medida que la gente salía para trabajar en el campo. Luego se abrieron las tiendas, y las señoras del pueblo empezaron su ir y venir con enormes cestos de esparto colgados de los brazos.
La bruja resopló. Para ver eso no tenía más que andar al pueblo. Hizo otro gesto y las figuritas empezaron a andar más deprisa, hasta convertirse en un borrón. La luna y el sol empezaron a sucederse a toda velocidad, y a medida que pasaron los minutos, el mismo pueblo empezó a moverse. Las casas cambiaban de color a medida que con los años la pintura envejecía y era sustituida por una capa nueva. Un ejército lo quemó todo a su paso, y nuevos edificios se levantaron en su lugar. Algunas casas de madera dejaron paso a casas con un zócalo de piedra, luego toda la planta baja, luego toda la casa. Las fachadas se combaron y los tejados se hundieron cuando una enfermedad asoló a la población y no quedó nadie para hacer reparaciones. Muy pronto, sin embargo, las figuritas de los aldeanos volvieron a llenar la plaza con un mercado, uno enorme, con tenderetes que vendían mercancías traídas de todo el mundo. Las casas crecieron en altura, el pueblo se extendió, comiendo poco a poco terreno al bosque. Nuevas guerras, nuevas enfermedades, nuevas hambres... y el pueblo remontaba otra vez. El bosque desapareció del todo, dejando paso a unos edificios enormes de ladrillo, con chimeneas altísimas de las que salía un humo negro y espeso. Los aldeanos pasaban allí el día, el lugar de en el campo. La vida parecía más fácil trabajando a cubierto, sin embargo la bruja no tardó en darse cuenta de que todo seguía igual: hambre, enfermedades, y encima ese humo negro tan feo.
La bruja arrugó la nariz. Aquello no le gustaba, y empezaba a enfadarse con los diminutos aldeanos del futuro que veía en su bola de cristal. Otro gesto, para avanzar más deprisa. Los aldeanos, enfadados por las mismas cosas que disgustaban a la bruja, se organizaban y conseguían cambios poco a poco. La aldea seguía cambiando, sin darse cuenta ya era una ciudad. Las calles eran anchas y el suelo estaba cubierto de baldosas, los árboles habían irrumpido de nuevo, y las casas, tan altas que tocaban el cielo, tenían un exterior de cristal.
La bruja sonrió satisfecha. Hoy no, ni mañana, pero parecía que a la larga los aldeanos conseguirían ser muy felices. Y a la bruja le gustaba que los aldeanos fueran felices: le daba mejor sabor a la carne.
Para asegurarse, hizo un gesto y la bola le enseñó la aldea más de cerca. La bruja paseó la mirada entre los edificios de cristal y vio...
Vio aldeanos rebuscando en la basura para encontrar comida.
Vio aldeanos que se ponían enfermos y no tenían a nadie que les cuidara.
Vio aldeanos enfadados, que querían arreglar las cosas y no lo conseguían.
La bruja no entendía nada. Después de todo por lo que había pasado la aldea, después de todas las luchas, después de haber creado un lugar tan bonito para vivir, las cosas seguían igual.
¿Cómo era posible?
La bruja miró la bola y sólo encontró una explicación:
el estúpido cacharro estaba estropeado.
¿Continuará?
-Lorz...
-No te preocupes, ¡esta vez lo tengo todo previsto!
-¿Ya sabes cómo será el capítulo del año que viene?
-No, aún mejor. ¡El gobierno dice que no hay dinero para el 2013!
-Pero... ¿y eso que tiene que ver?
-¡Que no podrán comprar un año nuevo! ¡Será 2012 para siempre!
-No creo que hayas entendido muy bien la noticia, Lorz.
-Claro, claro, siempre soy yo la que no se entera.
29 octubre 2012
Poner a parir X (jijijiji, poner a parir porno)
Previously
in Lorz...
Las
enfermeras son #violencia estructural.
El
total de la operación no fue de más de media hora, confirmando la
teoría de la matrona: cuantas más guarrerías maritales se hagan
durante el embarazo más rápido es el parto.
Bebé-chan
recién salida del envoltorio.
-¿Por qué la han sacado? -preguntó ZaraJota™, -¡ahora ya no es objeto de coleccionista!
y
un montón de gente mirándola con cara de tonto.
Mi
cara no estaba mucho mejor, porque además de la epidural y un
calmante me habían metido un ansiolítico, y después de nueve meses
sin tomar ni una mísera aspirina la mezcla de los tres me estaba
haciendo un efecto espectacular.
-¿Cómo
te sientes? -preguntó la enfermera mientras me colocaba en la cama y
ajustaba todos los cables.
-Shoooooy
muy felisssssssss, jijiji...
-Vale,
en cuanto te empiece a doler me avisas.
-Claaaaaaro...
-En
el momento en que notes el más mínimo dolor, ¿eh? No te hagas la
valiente y no te esperes, que el efecto de esto se pasa de golpe y
luego es peor. ¿Entendido?
-Sssshiiii...
Pero
no me dolía nada. En mi estado, me resultaba difícil creer que el
dolor existiera en el mundo. Es más: apenas recordaba el significado
de la palabra dolor.
Viendo
que todo estaba tranquilo, ZaraJota™ se fue a comer y me dejó con mi
familia para que me vigilara. Como si yo necesitara vigilancia. A
ver, que a mí me conocen de toda la vida: para mí que de la que
deberíamos desconfiar es de Bebé-chan, que la acabábamos de
conocer.
Cuando
pasó un rato me empezó a doler un poco la tripa.
-Mamá,
¿puedes llamar a la enfermera? -le dije, porque yo estaba todavía
llena de cables y con las patitas dormidas y no me podía mover.
-Claro,
¿cómo?
-Hay
un cable por ahí, con un botón rojo... aprieta el botón.
-Ya
está, apretado.
O
eso dijo ella. En la investigación posterior ZaraJota™ demostró que
mi madre no apretó el botón, sino la pegatina que había al lado
explicando su uso.
-¿No
se tendría que encender una luz, o sonar un timbre o algo?
-pregunté.
Entonces
mi padre, todo voluntarioso, se asomó al pasillo.
-Hay
una luz encendida encima de la puerta. Debe ser eso.
En
la investigación posterior ZaraJota™ demostró que la luz no es para
avisar de que el paciente llama, es para avisar que hay un paciente.
Hay una luz encendida encima de TODAS las puertas SIEMPRE. Con lo
cual era muy difícil que las enfermeras se dieran por aludidas.
-Vamos
a esperar a ver -dijo mi madre. Y se sentó aproximadamente treinta
segundos-. Bueno, ahora que estás tranquila -(¡¡¡*%&$"!!!)- voy a
aprovechar para llamar por teléfono.
Y
se fue, dejándome sola con mi padre y Hermano Mediano. Para entonces
ya no me dolía, no: era como si me hubieran abierto el útero con un hacha, me
hubieran metido dentro un Gremlin cabreao y me hubieran vuelto a
cerrar.
-Me
duele -le dije a Hermano Mediano.
Hermano
Mediano tiene horror a todo lo relacionado con médicos, agujas y
hospitales, pero para mi sorpresa se levantó con aire decidido y se
acercó a mi cama.
Viene
a salvarme, pensé.
-Me
voy a clase de japonés -me dijo.
-Si
no es hasta mañana.
-Me
gusta llegar con tiempo -y salió corriendo de la habitación
mientras gritaba y agitaba los bracitos.
C*br*n...
Ya
sólo me quedaba mi padre.
-Me
duele -le dije.
Mi
padre le tiene horror a todo lo relacionado con médicos, agujas y
hospitales, pero para mi sorpresa se levantó con aire decidido y se
acercó a mi cama.
Viene
a salvarme, pensé.
-¿Has
visto mi mochila? -preguntó.
-Eh...
no.
-Es
que tengo que cambiar el ticket del coche.
-Ya...
es que me duele un poco y tal. ¿No puedes avisar a la enfermera?
-No,
que ya me he pasado de la hora por cinco minutos y ya sabes como son.
-Si
te pilla de camino según sales...
-¿Dónde
habré metido las monedillas? Seguro que las ha cogido tu madre... ¡siempre me hace lo mismo!
-Me
duele...
-Le dije que no las tocara, que las estaba guardando para el ticket del coche, pero nada, seguro que las ha cogido para el café...
-Mu...e...ro...
-Es que tu madre no escucha nunca...
-Aggggggg...
-Ah, no, están aquí.
-Es que tu madre no escucha nunca...
-Aggggggg...
-Ah, no, están aquí.
Y
se fue.
Así,
con todo el morro.
Al
menos mi madre no estaba lejos, la estaba oyendo hablar por teléfono
a través de la puerta. Que digo yo que con los gritos que pega no le
hace falta teléfono, si asomara la cabeza por la ventana y gritara
desde allí le saldría más barato.
El
caso es que me dolía mogollón y se me estaban empezando a saltar
las lagrimitas y todo cuando entró ZaraJota™.
-¿Qué
te pasa? -preguntó.
-Que
me duele.
-¿Y
por qué no habéis llamado a la enfermera?
Ya
salió el listo que todo lo sabe.
Continuará...
Editado por alusiones:
Sí, la foto se la hicimos con un par de horas de vida. La mayoría de los recién nacidos se parecen a Winston Churchill porque su cráneo se deforma para poder salir y porque el parto es muy traumático. Los niños que nacen por cesárea, en general, tienen mejor aspecto. Es lo único bueno de la cesárea, que por lo demás es una Caca de la Vaca Paca.
Aparte de eso, Bebé-chan es monísima. Y no lo digo sólo yo: lo dicen también su padre y sus abuelos, que son completamente imparciales, por supuesto.
Editado por alusiones:
Sí, la foto se la hicimos con un par de horas de vida. La mayoría de los recién nacidos se parecen a Winston Churchill porque su cráneo se deforma para poder salir y porque el parto es muy traumático. Los niños que nacen por cesárea, en general, tienen mejor aspecto. Es lo único bueno de la cesárea, que por lo demás es una Caca de la Vaca Paca.
Aparte de eso, Bebé-chan es monísima. Y no lo digo sólo yo: lo dicen también su padre y sus abuelos, que son completamente imparciales, por supuesto.
25 octubre 2012
Poner a parir IX
Previously
in Lorz...
Bebé-chan
se ha atascado.
El
obstetra me tuvo toda la mañana de prueba en prueba y luego me
volvió a ver en la consulta.
-Bueno
chavales -dijo el obstetra-, voy a ser totalmente sincero: Lorz no se
va a poner de parto nunca. Y aunque se pusiera, Bebé-chan no podría
salir por ella sola, y al final tendríamos que recurrir a la cesárea
de todas maneras. Por eso creo que lo mejor es que te hagamos la
cesárea directamente.
-Está
bien, ¿cuándo sería?
-AHORA.
-Jajaja,
que gracioso.
-¿Has
venido en ayunas?
-Sí,
pero...
-Pues
nada, vete desnudando que esto lo apañamos en dos patadas.
Antes
de que me diera cuenta estaba en pelota picá. Peor: estaba con una
de esas batas de hospital abiertas por detrás. Muy, muy abierta,
porque no hay batas de hospital para embarazadas.
-¿Se
me ve el piticlín? -le pregunté a ZaraJota™.
-No, se te ve todo el culo.
Entonces
llegó una enfermera y me dijo que la acompañara a quirófano.
-¡Y
una mierda! ¡Yo no salgo de aquí hasta que no me tapen el culo!
La
enfermera se fue y volvió con una bata.
-Vamos.
Y
nos fuimos a quirófano, donde tuvo lugar la experiencia más subrealista de toda
mi vida.
En
la puerta del quirófano estaba todo el equipo.
-Hola,
soy tu médico, voy a practicar la intervención -me dijo, y me dio
dos besos.
-Yo
soy otro médico -beso, beso.
-Hola
cariño, soy la enfermera -beso, beso.
-Otra
enfermera -beso,beso.
-Hola,
yo soy el anestesista -beso, beso.
-Yo
el pediatra -beso, beso.
-Y
yo la matrona.
-¿Hace
falta matrona para una cesárea? -pregunté.
-No,
yo estoy atendiendo a la chica del paritorio de al lado, he venido
sólo a saludarte -beso, beso.
-¿Pero
ustedes van a operarme o a darme el premio Miss España?
Pronto
me di cuenta de que todo el besuqueo era una maniobra de distracción:
no sé cómo me vi de nuevo en pelota picá, subida a una camilla y
llena de cables y vías por todas partes.
Estaba
a punto de protestar cuando me taparon de cuello para abajo con una
tienda de campaña verde. Todo lo que veía era verde. Y, al otro
lado, oía hablar a los médicos.
-Pues
nada, que me pido zuecos blancos del 38, y me traen zuecos verdes del
40, y voy al tío y le digo...
En
serio.
Probablemente
el momento más importante de mi vida y allí estaba, oyendo hablar
de zapatos. Y ni siquiera eran zapatos bonitos. Es más: por no ser
no eran ni de mi número. En fin, si al menos me dejaran participar
en la conversación...
-Oigan...
-Hola, gordita.
-Hola, gordita.
Esto ya es el colmo, me dije. Vale que me despeloten. Vale que hablen de
zapatos. Vale que me ignoren. Ahora, ¡lo de gordita ya es pasarse!
-¿Gordita?
-Sí,
mira.
Y
de pronto, por encima de la tienda de campaña verde, apareció una
cabecita muy calva, una carita muy cabreada, y un cuerpecillo muy
pequeño.
Bebé-chan.
Una
enfermera la envolvió en una mantita y me la dejó caer en el
cuello, que era la única parte del cuerpo que me quedaba al aire.
-Nos
la vamos a llevar un segundo, ¿vale? -me dijeron al poco.
-No.
-Te
la traemos ya mismo.
Bebé-chan
desapareció detrás de la tienda de campaña.
-Mientras
te vamos a poner un tranquilizante para que descanses un poco.
-BUUUUUUAAAAAAA...
-Eh...
¿ha nacido ya el otro niño?
-BUUUUUUAAAAAAA...
-No,
eso que llora es tu hija.
-BUUUUUUAAAAAAA...
-Que
mona, ¿no?
-BUUUUUUAAAAAAA...
-Ahora
vamos a coserte. No te preocupes, que ya queda poco.
-BUUUUUUAAAAAAA...
-¿Sigue
siendo mi hija?
-BUUUUUUAAAAAAA...
-Me
temo que sí.
Un
poco más tarde apareció dentro de mi campo de visión el pediatra.
-BUUUUUUAAAAAAA...
-He
revisado a la niña y está estupenda. Enhorabuena.
-BUUUUUUAAAAAAA...
-Entonces,
¿no es ella la que llora?
-BUUUUUUAAAAAAA...
-Sí
que lo es.
-BUUUUUUAAAAAAA...
-Ah.
-BUU.
-Anda,
se ha callado.
-No,
es que la hemos subido a planta a que conozca a su papá.
-Jijiji, ZaraJota™ la ha pringao...
Sabiendo
que la operación estaba a punto de terminar y Bebé-chan se
encontraba a salvo con su papá empecé a relajarme un poco. Además,
el tranquilizante me estaba haciendo mogollón de efecto.
-Voy
a sherrraaaaar los ojossssssh un shegunditoooooo -me dije a mí
misma-, para meditaaaaaaar shobre eshte momento trashendenteeeee...
Cerré
los ojos y me quedé dormida.
No
debía haber pasado ni un segundo cuando se acercó una enfermera y
empezó a darme bofetadas.
-No,
no, no, cariño -plaf, plaf-, quédate con nosotros -plaf, plaf-, despierta
-plaf, plaf-, quédate con nosotros... -plaf, plaf.
Al
final no me quedó más remedio que abrir los ojos.
-Hagaaamosh
un traaato -le dije-: usssssted deeeja de pegaaaarme y yo me queeedo donde
ushted me diiiiga.
Continuará...
Continuará...
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