Me acabo de dar cuenta de que ya llevo casi una década de estar detrás del mostrador en ferias del libro grandes, pequeñas, feriecillas, mesitas montadas a la salida de algún evento y ventas ambulantes en general.
Es una cosa que me flipa, como paseante y como participante, y eso que a mí tratar con la gente se me da regulín... supongo que mi cerebro se deja engañar con la idea de que no soy yo, soy la persona que está atendiendo el chiringuito, y el mostrador me protege, no sé.
Es una cosa que me flipa, como paseante y como participante, y eso que a mí tratar con la gente se me da regulín... supongo que mi cerebro se deja engañar con la idea de que no soy yo, soy la persona que está atendiendo el chiringuito, y el mostrador me protege, no sé.
El caso es que me flipan.
Con el tiempo, acabas reconociendo a la gente: está quien iba de paseo y se encontró con un festivalito de pronto y no tiene ni idea de qué va a ver; quien lleva días esperando para conocer a su autor favorito; quien viene con su lista para que no se le escape nada; quien espera que le seduzcan... y niños, muchos niños.
Pero hay un personaje entrañable que no me ha fallado en ninguna feria, y es el inquisidor general, que por lo que sea se cree en la necesidad de poner a prueba tus conocimientos para ver si te pilla en un error y él gana la muñeca chochona en la tómbola o algo, ni idea, es que no se me ocurre qué otro motivo puede tener...
Mi primer contacto con un inquisidor general fue allá por 2014. Se acercó a la caseta, en ese caso de la Feria del Libro, con mucha determinación y me dijo:
-A ver, ¿qué tienes?
Así, con educación.
-Pues un poco de todo: ensayo, fotografía...
-Sí, sí, pero dime de qué van -dijo el examinador, pensando que ahí me iba a pillar.
-Este va de... y aquel...
Al inquisidor general no le gustó que supiera de qué iban los libros. Supongo que la mera existencia de una mujer que supiera hacer su trabajo iba contra su sistema de creencias más arraigado, no sé.
Así que lanzó su ataque definitivo:
-Sí, sí, pero tú cuáles te has leído.
-Todos.
-¿Cómo?
-Soy una de las correctoras. Me los he leído todos.
-Sí, bueno -dijo el inquisidor general, un poco a la desesperada-. ¡Pero por obligación!
Que leer por obligación no cuenta como haber leído, al parecer.
Esto me ha seguido pasando, con diferentes variantes, a lo largo de los años, y he llegado a la conclusión de que lo quieren estas personas es autoconvencerse de que los libros de hoy en día no merecen ser ni comprados ni leídos, para poder seguir sin leer un año más. Si alguien tiene una teoría mejor soy toda oídos.
Como decía, me volvió a pasar hace un par de semanas en Santa Librada donde, por ciento, lo gozamos locamente y conocimos a gente estupenda pero claro, para que un festivalito esté completo tiene que haber un inquisidor general, si no te quitan el permiso municipal.
Y lo hubo.
-A ver, ¿qué tienes?
-Pues un poco de todo: ensayo, cómic, novela... Somos cuatro editoriales compartiendo espacio.
-¿Y la tuya cuál es?
-Esta de aquí.
-Pues a ver, dime de qué van los libros.
-Este va de... y aquel de aquello... y el de más allá...
-Sí, sí, muy bien -el inquisidor general puso cara de "a mí no me engañas" y se preparó para asestar el golpe definitivo-. Pero tú, ¿cuáles te has leído?
-Eh... todos.
-Sí, claro.
-Bueno, es que la mitad los he escrito yo.
Al inquisidor general le cortocircuitó el cerebro, pero no se rindió.
-¿Cuáles?
-Pues... los que ponga 'Lorzagirl' en la cubierta, supongo.
El inquisidor general observó los libros de la mesa.
-Pero aquí hay libros escritos por otras personas.
Menos mal que me lo dice porque si no yo ni me entero.
-Sí, ya.
-¿Y esos también te los has leído?
Supongo que esperaba que dijera que no, así que pensé en darle una pequeña satisfacción.
-No, soy la editora: voy eliminado párrafos al azar sin mirar lo que dicen, ¡muajajaja!
Creo que no le hizo gracia.
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Todos los libros que he escrito, editado y, en algún caso, incluso leído, aquí.