La semana pasada tuve una idea genial:
ZaraJota se quedaría en casa planchando, y yo me iría a la Feria del Libro con los niños.
Un fin de semana.
En transporte público.
A 30 ºC.
¿He dicho ya que iba con los niños?
Todo fue bien al principio. ¿Sabéis por qué? Por que si algo va mal al principio lo normal es que desistas y no pueda ir a peor. Si todo va bien, en cambio, te confías, y cuando menos te lo esperas ¡ZASCA!
Como decía, las cosas fueron bien al principio. Así, aproximadamente, hasta que nos bajamos del autobús delante del Jardín Botánico y empezamos a subir La Cuesta.
Bueno, en realidad cuando digo "empezamos" me refiero solo a mí, que iba empujando el carrito con Bebé-kun sentado encima y Nena-chan a remolque.
Me sentía como Sísifo con su piedra, con la diferencia de que la piedra al menos no lloraba.
-¡Estoy cansaaaaaadaaaaaaa!*
*El cansancio se evaporó mágicamente cuando llegamos a los columpios.
-Ya... casi... llegamos...
-¡No puedo más!*
*Ese mismo día estuvimos en el parque hasta las diez de la noche, y porque la sacamos a rastras de allí.
-Ya... casi... llegamos...
-¿Cuánto faltaaaa?
-Poco... mira, ¿quieres que juguemos al mapa del tesoro?
-No.
-Claro que sí. Ahora tenemos que andar recto hasta que veamos una estatua de un ángel.
-No veo ninguna estuatua.
-Pues seguimos andando hasta que la veas.
-Es que no la veo.
-Pues. Seguimos. Andando.
-No. La. Veo.
-Mira bien.
-Estoy mirando.
-¡Si está justo delante nuestra!
-Es que eso no es un ángel, es un señor con alas.
Bien pensado; solo porque tenga alas no deberíamos visibilizarlo como ángel, porque al hacerlo le ponemos etiquetas y condicionamos su desarrollo personal, obligándole a ser un ángel cuando lo mismo lo que el hombre quiere es ser un centollo, por ejemplo.
Pero vaya, que tampoco me puedo quejar porque al menos en esa parte del trayecto Bebé-kun iba en el carrito y estaba más o menos controlado.
Las cosas se empezaron a poner muy feas cuando llegamos al cuentacuentos y bajé al niño al suelo.
¿Sabéis la velocidad a la que se mueve un niño de casi dos años cuando lo depositas en el suelo tras dos horas en el carro?
A chorrocientos kilómetros hora.
Veamos el lado positivo: esta vez al menos Bebé-kun llevaba ropa.
Y claro, pasó lo que tenía que pasar: se tropezó.
Todo fue a cámara lenta: miré el pantalón corto... miré las rodillas al aire... miré el suelo irregular del Paseo de Coches... me acordé de cuando me caí, casi en ese mismo punto y me
rompí el culo... me lancé a por Bebé-kun en plan Benji, vaya, que tardé cuatro o cinco capítulos en alcanzarlo... calculé mal y en vez de sujetarlo le metí un bofetón que sonó ¡PLAAAAAAAAAAS! en mitad del parque... la fuerza de la toña se sumó a los 9,8 m/s2 multiplicando la velocidad de la caída... Bebé-kun impactó sonoramente contra el suelo.
-¡BUAAAAAAAAAAA!
Levanté al niño y evalué los daños: rodillas raspadas por el asfalto y una herida en la ceja por, presuntamente, impacto de alianza de hierro macizo contra cara.
Mierdaaaaaa...
Le eché un poco de agüita por encima así como para disimular, pero el agua es que tiene un problema: con la tontería esa de que es transparente no disimula nada.
Mierdaaaaaa...
Así que después de pensarlo mucho, al final tomé la decisión más madura: le hice dos agujeros a una bolsa de la feria del libro y se la puse al niño por encima para que nadie le viera la cara, lo que pasa es que la gente es muy de sospechar, y cuando veían la bolsa andando con las dos patitas asomando por debajo nos miraban raro de todas formas, así que nos volvimos para casa.
Nada más entrar en casa ZaraJota, que es muy perspicaz, se dio cuenta de que algo no iba bien.
-¿Porqué lleva el niño una bolsa por encima?
-Le he buscado un trabajo de hombre anuncio.
-Lorz..
-Es una manifestación en apoyo de las pequeñas librerías.
-Lorz...
-Vale, se ha caído.
-A ver... ¿y este corte en la cara?
-Ha sido mamá -intervino Nena-chan-. Le ha dado una gofetada.
No ha sido una gofetada, ha sido una mano con alas.