Tengo que dejar de ir a Barcelona porque cada vez que voy me pasan cosas.
Es eso o mudarme definitivamente allí y dejar que la magia fluya.
Se aceptan ofertas de trabajo. Sobre todo si son así como de trabajar poco y ganar mucho.
Las cosas sucedieron más o menos así:
el sábado estuve todo el día atendiendo el puesto en Santa Librada. Cuando llegué a casa, me encontré un montón de pedidos en Lektu, todos de ellos urgentes porque eran para Sus Majestades Los Reyes Magos y ya se sabe que a la realeza no se la puede hacer esperar.
Me acosté a una hora indeterminada de la noche y me levanté a una hora determinada de la noche, en concreto a las 4 de la mañana, porque tenía que coger un ave a las 6 y no podía dormir porque pensaba que me iba a dormir.
Yo qué sé, cosas de madre.
Lo cierto es que mi presencia en Barcelona era completamente innecesaria, pero tenía que llevar unos doscientos libros y en su momento me pareció logiquísimo llevarlos yo misma en una maleta. Una maleta grande. Muy grande. Y pesada. Muy pesada.
Que yo no lo sabía, pero por suerte me lo dijo el primer taxista.
-¡Cuánto pesa esta maleta!
-Sí, ya.
O sea, que mi ascensor está en entreplanta. Para llegar a él hay que bajar un tramo de escaleras y luego para salir de él hay que bajar otro.
El taxista me llevó hasta la estación y pasé el control, y el señor de seguridad me vio maniobrar con la maleta y aunque no se sintió inclinado a ayudarme, sí sintió la imperiosa necesidad de hacer un comentario:
-¡Cuánto pesa esa maleta!
-Sí, ya.
Me dijo lo mismo un señor que me vio subir la maleta al tren, y luego otro al bajarla en Barcelona, y luego el taxista en Barcelona, al que ya ni contesté porque para entonces estaba un poco cansada de arrastrar la maleta. Y de no dormir. Pero sobre todo lo primero.
El taxista me dijo que no me preocupara, que me dejaría lo más cerca posible de Nau Bostik.
El taxista mintió.
Porque llegado un punto se encontró con una maratón popular (yimcama, la llamó, porque es que los catalanes son así, no pueden llamar a las cosas por su nombre, es como un tic que tienen) y la calle cortada.
-Pues te tengo que dejar aquí.
-¿Qué?
-Es que está la calle cortada.
-¿Y la Bostik está en esta calle?
-No, está como a quince minutos andando, pero no es nada, no te preocupes que es cuesta abajo.
Verás que todavía acabo rodando hasta el mar, con el frío que hace...
-¿Y no puede rodear las calles cortadas?
-...
-¿No?
-Es que soy nuevo con el taxi y no conozco esta zona.
-Está bien.
El taxista bajó la maleta (esta vez se abstuvo de comentar su peso) y me dijo que la Bostik estaba a unos 15 minutos en esa dirección aproximada. Que fueron más porque claro, se ve que cuando hay una maratón no te puedes poner a cruzar las calles con una maleta a rebosar de libros cuando a ti te dé la gana.
Para cuando llegué a la Bostik el brazo me había crecido unos diez centímetros aproximadamente pero había conseguido llegar a mi destino con los libros intactos y luego tuve un día muy bonito salvo el rato en el que intentaron asesinarme pero bueno, eso son detalles insignificantes y ya los contaré en otra ocasión si eso.
Al final del día la maleta pesaba muchísimo menos, cosa que es de agradecer, aunque yo estaba mucho más cansada así que venía a dar lo mismo.
Y al día siguiente cogí de nuevo la maleta y tiré para el metro, porque estaba ya en un plan de cómo alguien me diga que cuánto pesa la maleta se la come. Y del metro al ave. Y del ave al autobús.
Que tuve suerte porque como han reforzado el servicio para la navidad el 34 solo tardó exactamente lo mismo que cualquier otro día.
Así que llega el autobús y levanto la maleta entre gemidos y gruñidos muy poco femeninos por mi parte, todo hay que decirlo.
-¡Cuanto pesa esa maleta! -me dijo un señor que había aprovechado mi rifirrafe con la gravedad para colarse y, acto seguido, quedarse en todo el medio.
-Sí, sí.
-Es que las mujeres siempre lleváis más cosas de las que necesitáis.
Como opiniones no solicitadas, supongo.
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Esta navidad, salva una maleta y de paso mi espalda: todos mis libros en papel y en digital están en Lektu y en las mejores librerías:
ALCORCÓN
Friki Factoría (Av. de Lisboa, 4 Posterior, Local 13)
ASTORGA
La Isla del Tesoro (C/ Manuel Gullón, 14)
BARCELONA
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Gotham Central (C/ Ferrocarril, 22)
MADRID
OVIEDO