29 julio 2024

Quiero volver

 Estoy de vacaciones y no escribo cosas nuevas. 

Sin embargo, hay cosas viejas que quizá no conozcas. Aquí te dejo una muestra. 

El hotel tenía fama de ser el más alto y lujoso del planeta.

En él todo era alto y lujoso: la fachada de cristal más alta y lujosa, la sala de fiestas más alta y lujosa, situada convenientemente en la última planta, para que no quedara la más mínima duda sobre su altura y su lujo, rodeada por los jardines más altos y más lujosos, si es que un jardín puede ser lujoso: alto estaba, eso seguro.

La primera vez que Loli había oído hablar del hotel había pensado que tanta altura y tanto lujo sólo podían haber sido ideados por alguien muy pequeño y miserable. Sus sospechas se habían confirmado al conocer al propietario, un hombrecito insignificante que sin duda tenía mucho que compensar. Otro que también tenía mucho que compensar era el arquitecto, en este caso en el departamento de inteligencia básica. Se rumoreaba que el propietario del hotel le había encargado “un edificio que reflejara la grandeza de nuestra marca”, y la respuesta del arquitecto había sido recubrir todo el exterior con grandes paneles de espejo. No se podía negar que el resultado era… espectacular. Especialmente de noche, cuando más que reflejar su grandeza reflejaba la de los edificios circundantes. Se había llegado a dar el caso de que algún aspirante a huésped del hotel más grande y más lujoso del planeta había sido incapaz de encontrarlo y había acabado pasando la noche en algún otro de los alrededores, quizá no tan alto ni tan lujoso, pero al menos susceptible de ser detectado a simple vista.

El diseño del hotel tenía defensores y detractores. Algunos opinaban que aquella magna obra era en realidad un magno coprolito. Sin embargo, otros opinaban que el arte no debía estar sujeto a la practicidad y que el arquitecto era un genio. Loli, que lo acababa de conocer, estaba bastante segura de que no era ese el caso. El pobre hombre era estúpido a más no poder.

El arquitecto, precisamente, era una de las personas a las que Espinosa le había obligado a saludar. Aquel amago de persona se había quedado mirando a Loli con la boca abierta, y no había sido capaz ni de estrecharle la mano, ni de darle un beso, ni de hacer ningún tipo de saludo que la chica hubiera sido capaz de reconocer. Espinosa había roto el silencio incómodo que se había hecho a continuación llevándosela en volandas hacia el siguiente corrillo y presentándole a tres o cuatro personas más, todas ellas igual de desagradables, aunque no tan descaradas como el arquitecto.

En esa fiesta interminable Loli había descubierto con espanto que el colegio, con todas sus amarguras, había sido en realidad un espacio protegido, donde la rodeaban personas que para bien o para mal estaban acostumbradas a ella y la trataban con normalidad. Una normalidad distante y fría, sí, pero normalidad al fin y al cabo. Ella se había atrevido a soñar con que el mundo que había fuera sería diferente; sin embargo, se había dado cuenta de que para la gente que lo habitaba ella no era más que una curiosidad: se la quedaban mirando, descaradamente o con disimulo; las mujeres se tapaban la boca para cuchichear con sus acompañantes y los hombres la miraban con descaro, como a una presa.

¿Y estos eran quienes la tenían que ayudar? El mal humor de Loli había ido en aumento a lo largo de toda la velada, llenándola de una rabia nunca antes desconocida, hasta llegar a un punto en el que incluso Espinosa se había dado cuenta y la había animado a salir al jardín a dar un paseo.

–Es muy bonito –le había dicho.

–Sí, muy alto y lujoso –había contestado Loli, incluso sabiendo que Espinosa era totalmente inmune a la ironía.

Pero Espinosa le había sorprendido esta vez.

–Es lo más cerca de casa que vas a estar en mucho tiempo –le había susurrado al oído.

De alguna forma extraña y retorcida, pensó Loli, tenía razón.

Salió al jardín y, al verse sola, sintió un extraño alivio. En el colegio siempre se sentía vigilada y en las raras ocasiones en las que Espinosa la había sacado de allí había sido sólo para llevarla escoltada a todas partes. Incluso en edificios cerrados, considerados seguros, nunca la dejaba alejarse demasiado: cada vez que Loli tenía que ir al baño, él se quedaba en posición de firme delante de la puerta. Quizá se estaba empezando a relajar, se dijo la chica, mirando la vegetación que rodeaba la sala de fiestas como un anillo de colores.

–El más alto, el más lujoso –murmuró para sí al contemplar el despliegue de plantas de aspecto tropical, arcos decorativos y fuentes que la rodeaban.

El suelo, por supuesto, estaba pulido como un espejo y reflejaba el cielo y las plantas con tal perfección que Loli parecía flotar rodeada de estrellas. Sólo había avanzado unos pasos cuando se le ocurrió una idea. Se detuvo y, separando las piernas, miró hacia abajo.

Sí, ahí estaban sus bragas, rodeadas de las varias capas de tul rojo que componían la falda de su vestido. Quizá el arquitecto no era tan estúpido como parecía. Lo que sí estaba claro es que era un cerdo.


Puedes encontrar el libro completo aquí.





15 julio 2024

La hormiga


Tengo un hormiguero en el baño.
Bueno, la salida está en el baño, el hormiguero estará en las paredes o en el suelo, yo qué sé, vivo en un quinto, las reglas básicas de lo hormigueril se fueron a tomar bien hace tiempo ya.
El caso es que una de las salidas está en el baño. Intento no pensar demasiado en la dieta de esas criaturas, la verdad. De vez en cuando veo a una de ellas cargando con un trozo de algo (por suerte para mí) inidentificable y pienso: "Suelta eso y te doy una miguita de pan aunque sea, pero por dios suelta eso". 
El problema es que si le das una miguita de pan vienen más. Las hormigas son un poco así, como los turistas. Así que lo que hago es coger a la hormiguita con un trocito de papel y soltarla en el cubo de la basura, donde espero que se dé un atracón con la verdura que mis hijos no se comen antes de viajar a lugares lejanos en un camión verde del ayuntamiento.
Pero al día siguiente siempre hay otra. Y yo la quito. Y al día siguiente hay otra.
Y así llevo tres veranos, que a lo mejor estáis pensando: pues echa insecticida en la salida del hormiguero y eso ya lo sé yo, pero es que está detrás de la lavadora y está encastrada en un mueble, si no de qué.
El caso es que estaba un día en el baño haciendo el número dos cuando vi pasar a la enésima hormiguita y pensé: vamos a ver, ¿no se suponía que estos bichos eran inteligentes y súper organizados y que tienen una estructura social de la hostia?
Hace mínimo cuatro años que tendrían que haberse dado cuenta de que obrera que sale por ese agujero, obrera que no vuelve, ¿no? Sin embargo, siguen mandando obreras. 
¿Por qué?
Bueno, en ese momento elaboré cuatro teorías:

Uno.
El funcionario que lleva la gestión de los destinos, debido a los retrasos administrativos y a un error recurrente con su certificado digital, todavía no ha dado cuenta de que hormiga que sale, hormiga que no entra. 

Dos. 
El funcionario que lleva la gestión de destinos se ha dado cuenta de que hormiga que sale, hormiga que no entra, pero cree que es porque son jóvenes emprendedoras que han conseguido establecerse por su cuenta. Cada vez que una desaparece, se congratula por lo bien que va la economía del hormiguero.

Tres.
El funcionario que lleva la gestión de los destinos se ha dado cuenta de que hormiga que sale, hormiga que no entra, pero considera que esto tiene un efecto positivo sobre el empleo juvenil porque se crea una empleo nuevo cada día. Quizá no sea la forma más ortodoxa de crearlo pero se pone muy contento cuando ve que el paro juvenil baja.

Cuatro. 
No negaré que es mi favorita.
Las hormigas que yo echo a la basura, después de un épico viaje, consiguen volver a casa con las alforjas llenas de viandas, en plan Hormigal Colón, por lo que a la hormiga reina (que se llama Isabel, cero pruebas, cero dudas) le sigue saliendo a cuenta financiar esas expediciones. Las hormigas que yo echo a la basura son, de hecho, una hormiga, siempre la misma, que sale aposta cada vez que me ve sentarme en el trono (probablemente cree que soy una especie de dios o algo así, vaya, que yo soy de natural modesta pero si me viera desde el suelo también lo pensaría) para que la dirigiera hacia su destino.

Cuanto más miraba a la hormiga hacer ochos delante de mí, más convencida estaba de que la cuarta teoría era la correcta. Empecé a sentirme un poco culpable por estar usando papel higiénico para cogerlas. A lo mejor podía usar algo un poco más digno, como una cucharita. Podría dejarla de manera permanente en el vaso de los cepillos de dientes, por ejemplo. Ahora que lo pensaba, era posible que tuviera alguna de plat...
-¿Mami? 
El problema de tener solo un baño es que nunca lo tienes para ti sola mucho rato.
-¿Sí?
-¿Qué haces?
Pues mejor le digo que caca, porque como le diga que estaba jugando a ser dios no se lo va a creer.


- - - - - - - - - - - - 





01 julio 2024

La secretaría virtual



 Un día estás embarazada y al siguiente estás matriculando a tu hija en el instituto, eso es así.

Ay, me acuerdo de cuándo yo misma me matriculé en el instituto, allí de cuerpo presente, con mi triple formulario y el libro de familia y la fotocopia del libro de familia y el carnet de identidad y la fotocopia del carnet de identidad y el graduado escolar y la fotocopia del graduado escolar y mi padre y la fotocopia de mi pad... no, espera, eso no. 

Que a lo mejor estáis pensando "ay, los jóvenes de hoy en día [del siglo pasado] que van a matricularse con sus padres". Bueno, probad a vivir a 15 kilómetros de carretera comarcal de nivel tres, del instituto y luego me lo contáis.

Que como sería la carretera que un par de año más tarde llovió (ese año tocaba) y se la llevó enterita por delante, nos pusieron una nueva, pero cuatro años más tarde volvió a llover y se la volvió a llevar. 

Entonces fue cuando se plantearon la solución más lógica: poner el instituto en el mismo pueblo.

Y yo sé que no os lo vais a creer, pero cuatro años más tarde volvió a llover y el agua se llevó por delante el instituto.

Pero volviendo a lo que iba, había que matricular a la niña en el instituto. Que ha sido difícil de elegir porque entre lo que está haciendo el ayusismo ilustrado con los recortes y lo que está haciendo el ayusismo ilustrado con la ideología está el patio regular tirando a mal, y encima hay pocas plazas.

Yo recordaba vagamente que la matrícula del colegio la tuvimos que hacer presencial un martes de 11:15 a 12:30 o algo así, lo que en la consejería de educación consideran conciliación familiar. 

(No me digáis que "es que las personas que trabajan en secretaría también tienen derecho a conciliar", que eso ya lo sé yo, por eso me alegra tanto que trabajen de 8 a 15. Un horario en el que podrían atenderte alegremente a primera hora, por ejemplo, sin necesidad de que te ausentes del trabajo a mitad de jornada o te tengas que pedir el día completo, no sé).

Pero pensaba que era una cosa de los colegios, no sé, una tradición ancestral como la de mandar una circular un domingo a las nueve de la noche pidiendo que al día siguiente vayan todos con una camiseta verde de topos fucsia "como las que todos tenemos en casa". Sobre todo que quede claro que no están pidiendo nada que se salga de lo común.

Pensaba que los institutos serían más como la universidad que, a ver, hace muchos años que no piso ninguna, pero recuerdo LA REVOLUCIÓN cuando en el año 2000 hicimos la matrícula por primera vez directamente por ordenador. En un ordenador de la sala de informática de la propia facultad, no nos flipemos con el tema, pero ya por ordenador. Puede que tardáramos horas en hacer cada matrícula. Puede que tardáramos aún más en recibir la confirmación por correo electrónico. Puede que luego imprimiéramos el comprobante en papel continuo. No fue bonito. Hubo víctimas en ambos bandos. Pero lo hicimos.

Como han pasado más de veinte años de eso, llegué a la conclusión, quizá precipitada, de que las cosas habrían mejorado bastante. Por ejemplo, ahora no hay que conectarse a internet con un cable, marcar y esperar mientras el módem hace ÑIIIIIIIIIIIIIIIIIIUÑIÑIÑIIIIIIIIIIIIIIUUUUUUÑIIIIIII y deja sin teléfono a tus padres. 

Reforzó mi idea el hecho de que el propio instituto recomendara realizar la matrícula online para evitar aglomeraciones. Y que en su propia web tuviera un enlace a la secretaría virtual para hacer la matrícula online.

Pero empecé a sospechar cuando me descargué el formulario de matrícula y me encontré con estas instrucciones: 



¿Fotocopias? ¿Reverso? ¿UNA FOTOGRAFÍA A TAMANO CARNET?

Bueno, vamos a mantener la calma. Seguramente está ahí para las pocas, poquísimas personas que todavía entreguen la matrícula en papel. Vaya, habría que ser tonto para ir en persona, pudiendo hacerlo online.

Seguro que más adelante me pide que suba esos documentos en pdf o algo así.

Y, efectivamente, había un pdf. Pero los campos no eran rellenables.


Que yo cogí y de todas maneras lo rellené con el botoncito de la cajita, pero vaya, sin saber yo nada de eso, luego esas respuestas no se pueden descargar, ¿no? O sea que yo relleno el pdf, y luego en el instituto se tienen que poner a copiar campo por campo en el programa que ellos tengan. Porque tendrán algún programa, ¿verdad? ¿VERDAD?

Bueno, en cualquier caso, eso no era problema mío, yo con subirlo a la secretaría virtual ya está...

Estupendo.
La otra alternativa que daba el centro era enviar la documentación por correo electrónico. 
Me parecía que mandar documentación y toda la información relativa a un menor por correo electrónico y sin encriptar era, como mínimo, peligroso, pero desde luego cualquier cosa mejor que ir a hacer la matrícula presencialmente, o sea, habiendo posibilidad de hacerla online, tendría que ser tonta perdida.
Así que lo mandé por correo. Pero luego me puse a pensar: ¿y si no sirve?
La web dice que se puede hacer por correo electrónico así que con eso tendría que valer. Pero es que la misma web que dice que se puede gestionar por la secretaría virtual, no sé, a lo mejor no es la fuente más fiable del mundo. 
Todavía me quedaba una tercera vía: el teléfono. También estaba en la web del instituto, como la sugerencia de usar la secretaría virtual o la de mandar la documentación por correo, pero al menos la respuesta sería inmediata.
-Hola, estamos intentando hacer la matrícula online y...
-A mí que me cuenta, yo soy el conserje.
Y así fue como acabé acudiendo presencialmente a secretaría.


- - - - - - - - - - - - - - -
¿Sabéis quién tiene también problemas no resueltos con la informática? Baddo.