Tengo un hormiguero en el baño.
Bueno, la salida está en el baño, el hormiguero estará en las paredes o en el suelo, yo qué sé, vivo en un quinto, las reglas básicas de lo hormigueril se fueron a tomar bien hace tiempo ya.
El caso es que una de las salidas está en el baño. Intento no pensar demasiado en la dieta de esas criaturas, la verdad. De vez en cuando veo a una de ellas cargando con un trozo de algo (por suerte para mí) inidentificable y pienso: "Suelta eso y te doy una miguita de pan aunque sea, pero por dios suelta eso".
El problema es que si le das una miguita de pan vienen más. Las hormigas son un poco así, como los turistas. Así que lo que hago es coger a la hormiguita con un trocito de papel y soltarla en el cubo de la basura, donde espero que se dé un atracón con la verdura que mis hijos no se comen antes de viajar a lugares lejanos en un camión verde del ayuntamiento.
Pero al día siguiente siempre hay otra. Y yo la quito. Y al día siguiente hay otra.
Y así llevo tres veranos, que a lo mejor estáis pensando: pues echa insecticida en la salida del hormiguero y eso ya lo sé yo, pero es que está detrás de la lavadora y está encastrada en un mueble, si no de qué.
El caso es que estaba un día en el baño haciendo el número dos cuando vi pasar a la enésima hormiguita y pensé: vamos a ver, ¿no se suponía que estos bichos eran inteligentes y súper organizados y que tienen una estructura social de la hostia?
Hace mínimo cuatro años que tendrían que haberse dado cuenta de que obrera que sale por ese agujero, obrera que no vuelve, ¿no? Sin embargo, siguen mandando obreras.
¿Por qué?
Bueno, en ese momento elaboré cuatro teorías:
Uno.
El funcionario que lleva la gestión de los destinos, debido a los retrasos administrativos y a un error recurrente con su certificado digital, todavía no ha dado cuenta de que hormiga que sale, hormiga que no entra.
Dos.
El funcionario que lleva la gestión de destinos se ha dado cuenta de que hormiga que sale, hormiga que no entra, pero cree que es porque son jóvenes emprendedoras que han conseguido establecerse por su cuenta. Cada vez que una desaparece, se congratula por lo bien que va la economía del hormiguero.
Tres.
El funcionario que lleva la gestión de los destinos se ha dado cuenta de que hormiga que sale, hormiga que no entra, pero considera que esto tiene un efecto positivo sobre el empleo juvenil porque se crea una empleo nuevo cada día. Quizá no sea la forma más ortodoxa de crearlo pero se pone muy contento cuando ve que el paro juvenil baja.
Cuatro.
No negaré que es mi favorita.
Las hormigas que yo echo a la basura, después de un épico viaje, consiguen volver a casa con las alforjas llenas de viandas, en plan Hormigal Colón, por lo que a la hormiga reina (que se llama Isabel, cero pruebas, cero dudas) le sigue saliendo a cuenta financiar esas expediciones. Las hormigas que yo echo a la basura son, de hecho, una hormiga, siempre la misma, que sale aposta cada vez que me ve sentarme en el trono (probablemente cree que soy una especie de dios o algo así, vaya, que yo soy de natural modesta pero si me viera desde el suelo también lo pensaría) para que la dirigiera hacia su destino.
Cuanto más miraba a la hormiga hacer ochos delante de mí, más convencida estaba de que la cuarta teoría era la correcta. Empecé a sentirme un poco culpable por estar usando papel higiénico para cogerlas. A lo mejor podía usar algo un poco más digno, como una cucharita. Podría dejarla de manera permanente en el vaso de los cepillos de dientes, por ejemplo. Ahora que lo pensaba, era posible que tuviera alguna de plat...
-¿Mami?
El problema de tener solo un baño es que nunca lo tienes para ti sola mucho rato.
-¿Sí?
-¿Qué haces?
Pues mejor le digo que caca, porque como le diga que estaba jugando a ser dios no se lo va a creer.
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