El finde pasado estuvimos de boda.
En Huelva.
A 700 kilómetros.
Nuestra idea era cogernos cuatro días para ir y volver con calma, pero pasaron cosas y acabamos solo con dos.
No pasa nada. "Salimos el sábado tempranito y ya está".
Efectivamente, salimos de Madrid a las seis de la mañana. Bueno, "salimos" quizá sea exagerar demasiado. Lo intentamos. Porque, al parecer, todos los madrileños del mundo y parte del extranjero habían tenido la misma idea que nosotros para aprovechar el puente del dos de mayo.
Luego el tráfico estaba imposible por la gente que bajaba a
las motos.
Luego pillamos un accidente y tráfico lento.
Luego los alrededores de Córdoba estaban colapsados porque eran
las cruces.
Luego los alrededores de Sevilla estaban colapsados porque era
la feria.
Luego a lo mejor nos perdimos.
El caso es que cuando llegamos a nuestro destino eran casi las cinco de la tarde y teníamos el culo que no sabíamos si estábamos de pie o sentados.
-¿Han venido a la romería? -nos preguntó el señor del hotel.
-No, hemos venido a morirnos.
-Y a la playa -me recordó Nena-chan, y yo maldije la hora en la que le dije que si llegábamos temprano podíamos ir a la playa.
-La playa es otra media hora en coche -le dije-, y no sé cuánto más puede soportar mi culo.
-La romería ehtá a solo die minutoh -nos dijo el del hotel-. Eh mu bonita, se reúnen 1500 caballoh en la ermita.
-¿Vamos a la romería?
-¡Sííííííí!
-Está bien: ¿cómo se llega a la romería?
-Eh mu fási: guegún salen der pueblo, ahí bahando, guegún salen, hay doh carreterah que van al mihmo pueeblooo. Hay una que eh la antigua, esa no, ¡esa no! Que eh una carretera antigua y ehtá mu mala, unoh basheeee... La otra, la que no eh la carretera vieha. La güena. Cohen la carrtera palante hahta que vean que se bifurca pa un lao y pa otro: poh sigan de frente...
Yo me hacía perdido en el "Eh mu fási", pero confiaba en ZaraJota, que sonreía y asentía con mucha convicción, y sobre todo confiaba en google, y en los carteles de la romería que había visto en la puerta del hotel.
Cuando el buen señor acabó con sus explicaciones y nos dispusimos a salir, le pregunté si se había enterado.
-De nada, ya sabes que no hablo andaluz.
-Mierda.
-Pero he visto un cartel de la romería en la puerta, seguro que pone dónde es.
-¡Sííí!
Noooo.
El cartel no solo no ponía donde era la romería, sino que la fijaba para el fin de semana siguiente.
-Pero...
-Yo qué sé, pueblos.
Decidimos buscar la romería de todas maneras. Salimos del pueblo y evitamos la Carretera de La Muerte hasta que llegamos al siguiente pueblo y decidimos preguntar a los nativos.
-¿La romería?
-¿A la romería quieren ih? -el nativo parecía sorprendido. Como si le pareciera extraño que alguien quisiera ir a la romería.
-Sí, sí, a la romería.
-Güeno, poh sigan rehto parriba hahta el almendro...
-¡Qué gran turrón!
-ZaraJota, por dios, cállate...
-...y juhto anteh del almendro cohen el carri hahta la romería.
Seguimos recto para arriba y no vimos ningún almendro mismamente dicho. Lo que sí nos encontramos fue otro pueblo llamado El Almendro.
-¡Qué gran turrón!
-ZaraJota, por dios, cállate...
Ahí fue cuando decidimos preguntar a los nativos de nuevo.
-¿La romería?
-¿A la romería quieren ih? -de nuevo, el nativo parecía sorprendido-. Güeno, poh lo mah rápido es tirá por aquí por el carri.
-¡Eso, eso! ¡El carril que sale de El Almendro!
-¡Qué gran turrón!
-ZaraJota, por dios, cállate...
-Poh ese mihmo de ahí.
Y nos metimos por el carril. A pesar de que la palabra "carril" nos tendría que haber puesto sobre aviso. Pero no. Porque el tonto nace pero con mucho esfuerzo también se hace.
El carril era un camino de tierra y pedruscos, que no llegaría a dos metros de ancho pero compensaba con el largo, las curvas, las revueltas, las subidas y las bajadas y, sobre todo, la nube de polvo que nos envolvía mientras el GPS del móvil nos decía "UBICACIÓN DESCONOCIDA, POR FAVOR, VUELVAN A UNA VÍA TRANSITABLE" con creciente pánico en la voz.
-Mami, ¿estamos en la Carretera de la Muerte?
-¡Por supuesto que no!
-Menos mal.
-Esto no llega a carretera, como mucho es el Camino de Cabras de La Muerte.
Entre las infinitas horas de autopista y los baches yo ya tenía el culo como el corcho, pero nuestro esfuerzo tuvo su recompensa: después de tan solo media hora conseguimos llegar a una ermita rodeada de casitas blancas. Y un puesto de bomberos. Y un cuartelillo de la guardia civil. Pero cero unidades de caballos. O de personas, ya que estamos.
-¿Esto es la romería?
-...
Dando vueltas en círculo, conseguimos dar con dos señores, DOS, que estaban en la puerta de una casita tomándose un gin tonic.
-¿Es esto la romería? -preguntamos.
-Sí, claro.
Miramos alrededor para asegurarnos de que la explanada seguía totalmente vacía. Igual es que venimos de la capital y estamos acostumbrados a las aglomeraciones, pero la concurrencia nos parecía un poco... escasa.
-¿Y los caballos?
-¿Loh caballoh? Ah, eso eh en el pueblo de al lado, en la romería. Ehto es La Romería. Eh como se llama ehta sona.
-...
-Pero si quieren pueden pasa a tomarse algo.
-Eh, no gracias, los niños tienen la ilusión de ver los caballos.
-Hombre, claro, eso es mu fasil: salen der pueblo, ahí bahando, guegún salen, hay doh carreterah...
Ya está, vamos a morir aquí.
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