18 diciembre 2023

La operación

Lo de tener la familia lejos es un poco complicado.
Dificulta muchas cosas, como la comunicación.
Otra cosa que dificulta mucho la comunicación es la comunicación. Sobre todo, a través de los grupos de WhatsApp. Porque estamos como en media docena en los que coincidimos con este, pero no con aquel, y contamos esto, pero no aquello... en fin, seguro que os hacéis a la idea. 
El caso es que a veces mis cuñadas empiezan a contarse algo en persona, o en otro grupo en el que no estoy, y luego continúan en el que estamos las tres, o no, y normalmente yo me espero un rato y tarde o temprano me acabo enterando.
O no.
Como el día que operaron a una de mis sobrinas, y no me enteré hasta que me llegó un mensaje de "ya está la niña en quirófano". 
-Oye, ZaraJota, ¿tú sabías que operaban a tu sobrina?
-Primera noticia -y siguió a lo suyo, más feliz que una perdiz.
Así que yo opté por un escueto "¿Y cómo está?", que es una cosa que no puede fallar nunca.
"Como la sirenita", contestó.
Yo me quedé a cuadros. ¿Cómo la sirenita? ¿Qué significa eso? Solo había una explicación posible.
-Creo que a tu sobrina le han cortado las piernas -vale, quizá no era la explicación más probable, pero a dramatismo no me gana nadie.
-¿Cómo le van a cortar las piernas? -respondió ZaraJota.
"Han tardado un rato porque las tenía más grandes de lo que esperaban", añadió mi cuñada.
-¿Ves? Esto lo confirma.
-¿CÓMO VA A CONFIRMAR ESTO NADA?
-porque tu sobrina siempre a tenido buenas piernas, me da una envidia...
-PERO QUÉ TENDRÁ QUE VER ESO CON NADA.
-Y YO QUÉ SÉ. 
-PUES PREGÚNTALE A SU MADRE.
Pero claro, cómo iba yo a preguntarle a su madre cuando llevaba toda la mañana diciéndole cosas al azar como "Pobrecita", "Espero que se recupere pronto" o "¿Qué vais a hacer con todos sus zapatos?", que se iba a dar cuenta de que le estaba siguiendo la corriente como a los locos. Mucho mejor dónde va a parar seguir preguntando cosas al azar como "¿Cuándo le dan el alta o, en su caso, la baja, jojojojojo?". Pero mi cuñada no soltaba prenda. Qué tía. A esta la tortura la KGB y en vez de sacarle información le acaban dando su número pin. 
No había manera. 
Hasta que al final mi cuñada dice: "Ahora solo puede beber líquidos y comer purés".
-A ver si no van a ser las piernas, ZaraJota, que mira que tú eres muy de irte siempre a lo dramático y lo mismo a la chiquilla le han quitado un uñero nada más, no nos volvamos locos. 
Mi cuñada debió verme escribiendo-borrando-escribiendo-borrando y como ya nos conocemos porque al final son muchos años debió atar cabos.
"Le han operado de las amígalas", dijo. 
-...
"Y no puede hablar"
-...
"Como la Sirenita"
Visto así tiene un poco más de sentido, sí.  


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Micro y autoeditados, fanzineros, artesanos y creadores en general: todavía está abierto el plazo para participar como expositor en La Tietera.



04 diciembre 2023

Wiii

 


Hace unos días estuve en Barcelona.
No importa cuándo leas esto, siempre estuve en Barcelona hace unos días. Últimamente paso tanto tiempo allí que estoy pensando en mudarme, lo que pasa es que claro, el agua en Madrid es como sus fachas: inigualable. 
El problema de Barcelona es que vas y luego tienes que volver.
La estación de Sants es una cosa que en sí misma podría justificar un 155 y hasta un 156. No hay sitio para los trenes, así que el embarque se demora hasta el último minuto, lo que provoca que tampoco haya sitio para los pasajeros. Que la zona de larga distancia sea un corralito de cristal pegado a una pared de cristal no ayuda, sobre todo en verano. La gente, siendo gente, tampoco ayuda demasiado. 
Y los baños. LOS BAÑOS.
Y esas escaleras estrechísimas. Y esos ascensores. Es un todo.
Así que os podéis imaginar mi reacción cuando por fin llegue a mi asiento y resultó que no estaba fijo en el suelo.
-Jijijijijiji...
Me explico. Como es sabido, los trenes tienen dos cabezas, una a cada lado. Es como si fuera una serpiente que va por el bosque buscando una parte de su cola, pero en vez de su cola encuentra otra cabeza. De esta forma pueden llegar a una estación en una dirección (con la cara A, digamos), y volver en otra (con la cara B). Para que los pasajeros no vayan de espaldas, los asientos giran sobre sí mismos (los antiguos simplemente movían el respaldo, era una maravilla de diseño eso). Salvo en compañías como Iryo, donde ponen la mitad de los asientos en un sentido y la mitad en otro, y tienes un 50% de posibilidades de ir de espaldas durante tres horas, nueva de cada diez fisioterapeutas lo recomiendan.
El caso es que me asiento estaba en la dirección correcta, o sea, palante, pero no estaba fijo. 
Y giraba.
Vaya si giraba. 
Como las tazas locas.
Así que yo hice lo que cualquier adulto responsable haría:
-¡Wiiiiiiii!
Sé lo que estáis pensando: Jaja, qué exagerada eres.
Pues por eso hice un vídeo.

(De hecho, varios, pero este es el único en el que no se le ve la cara a los otros pasajeros)
Estaba ahí, grabando vídeos y haciendo wiiiii cuando llegó la persona que tenía que ocupar el asiento de al lado. 
Ahora que lo pienso, quizá llegó antes, porque se ve su abrigo en el vídeo, pero yo estaba muy concentrada haciendo wiiii. 
Y esa persona dijo, y de verdad que no me lo invento:
-¿Qué fantasía es esta?
-El asiento está suelto y gira.
-¿Y qué hacemos?
-Pues de momento grabar un vídeo, que se lo he contado a mi familia y no se lo creen.
-¿Quieres que te lo grabe yo para que salgas mejor?
En ese momento pensé que esa persona era mi alma gemela, de verdad os lo digo. Una pena que yo sea una mujer casada y decente y que estuviera muy ocupada haciendo wiiii con el asiento.
-No, gracias, ya está. Ahora cuando termine de colocarse la gente aviso a una azafata y que lo arregle.
-¿Seguro? Mira que esto parece divertido.
-Sí, es que quiero cenar.
Que a lo mejor cenar en un asiento rotatorio en un tren que alcanza los trescientos kilómetros hora no es es la mejor de la ideas, no sé. 
-Vale, vale. 
Mi compañero de asiento se quitó educadamente de en medio, supongo que para dejarme hacer wiiii a gusto, cosa que le agradezco enormemente porque sus piernas habrían hecho de tope con el asiento de delante y no habría girado con tanta alegría.
En esas estaba cuándo apareció la azafata.
-A ver, ¿qué asiento está suelto? 
Entonces fue cuando me di cuenta de que los asientos de al lado también giraban, y que uno de los pasajeros se nos había adelantado avisando a la azafata.
-¿Los vuestros también están sueltos?
-Sí -me dijo el pasajero.
-¿Y NO HABÉIS HECHO WIII?
La gente es que nunca deja de sorprenderme.

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Estoy de campaña para sacar un nuevo libro. Apuntaos, que luego será tarde. Señora. Demasiado tarde. Señora. 




20 noviembre 2023

La aplicación


 

-Hola, le llamamos de la entidad que gestionó su hipoteca, le llamamos porque hemos notado que últimamente le ha subido mucho.
-Sí, nosotros también lo hemos notado, sí.
-Estamos llamando a todos nuestros clientes para hacerles una propuesta que podría mejorar su situación. 
-Pues ya me dirá.
-No, no, tienen que venir a la oficina.
Y así fue como acabamos en la oficina. Pero no en la de nuestro banco, sino de otro.
Eso ya nos tenía que haber dado una pista, pero no nos la dio porque estábamos en shock por haber tenido que ponernos pantalones para salir a la calle. Que llevamos casi cuatro años teletrabajando, por favor, un poco de consideración.
-Bueno, es que nosotros no somos su banco, somos la entidad que gestionó el préstamo para su banco -nos explicó la Entidad Humana que tuvo a bien atendernos tan solo media hora después de la hora a la que nos había citado.
-Ah, claro, lo normal del capitalismo.
-Antes de nada, nos gustaría hacer un estudio personalizado de su situación.
La Entidad Humana que nos estaba atendiendo sacó una tablet. La tablet tenía una aplicación. La aplicación era la cosa más tonta en la que jamás se ha gastado dinero un banco, y mira que todavía tengo en casa llaveros del osito de Caja Madrid.
La Entidad Humana seleccionaba la palabra "ingresos", se abría otra pantalla en la que ponía: ingresos de persona 1, ingresos de la persona 2. La siguiente pantalla los sumaba. Entonces pasábamos a la pantalla "gastos", que daba paso a "gastos fijos", "gastos de educación", "gastos variables"... os hacéis una idea. 
Después de 45 minutos de agonía en los que me hubiera dado tiempo a hacerle lo mismo en una hoja de excel, la aplicación, y con ella la Entidad Humana, llegaron a la conclusión de que ZaraJota y yo teníamos una capacidad de ahorro de setecientos euros al mes.
Yo acababa de cobrar una nómica mensual de 813 euros. Así que me dio la risa.
-No puede ser -le dije.
-Todo el mundo se sorprende cuando lo ve.
-Me pregunto por qué será -ZaraJota me dio una patada por debajo de la mesa. Se ve que él no se preguntaba nada. 
-¡Porque nuestra capacidad de ahorro es mucho mayor de lo que creemos! Lo que pasa es que las personas nos ajustamos a nuestro salario: cuanto más tenemos, más gastamos.
Estaba a punto de decir que qué casualidad, que con la subida de la hipoteca y la inflación había descubierto que cuanto menos tenemos menos gastamos, pero vi la pierna de ZaraJota temblar ligeramente y no me atreví. 
Que tengo las canillas muy sensibles. Así que opté por un discreto:
-Ja.
-La gente cree que no puede ahorrar, y lo que pasa es que no tiene disciplina de ahorro.
-Nosotros tenemos una cuenta de ahorro. Y una para cada niño. Y plan de pensiones.
-Uf, es que los planes de pensiones no sirven para nada.
-¿Perdón?
-Verás el palo que te van a dar cuando te jubiles y quieras cobrarlo, jajaja, es que la gente se cree que los planes de pensiones son la panacea, pero si supieran el pastón que tienen que pagar a hacienda después...
Teniendo en cuenta que el único motivo por el que tengo plan de pensiones es porque el banco me obligó a contratarlo para concedernos la hipoteca, creo que reaccioné bastante bien: solo me mordí la lengua hasta sangrar y perder la capacidad de pronunciar correctamente las fricativas durante una semana.
-El caso -dijo ZaraJota, fingiendo que no me veía convulsionar-, es que la subida de la hipoteca ha limitado considerablemente nuestra capacidad de ahorro.
Es que habla poco, pero cuando se pone habla que da gusto.
-Tenéis un tipo variable, ¿no?
-Eso es.
-Ya, es que ha  subido mucho.
-Mucho -asintió ZaraJota, creyendo en su inocencia que por fin, después de tan solo una hora de mirar la tablet como imbéciles, íbamos a abordar el tema para el que nos habían citado.
-Pero cuando estaba baja no te quejabas, ¿eh? Los dos o tres años que el tipo estaba bajo bien que los has disfrutado.
-Sí, pe-pero...
-Nada, hay que estar a las duras y a las maduras. Y ya has visto que de todas formas tienes una capacidad de ahorro considerable, ¡setecientos euros al mes!
-No estoy seguro de que eso...
-Por eso nuestra Entidad ha considera que es el momento de que penséis a largo plazo y contratéis en Los Niños Son El Futuro Dame Tu Dinero y Mira Como Huyo -vale, es posible que el plan no se llamara así. Es posible que me esté dejando llevar por el rencor. Que si me sobrara tiempo para mirar una tablet durante una hora lo dedicaría a ver La Promesa, no una aplicación diseñada por el primo tonto de alguien, no sé si me explico.
-Pero... vosotros no sois nuestro banco -atiné a decir-. Sería una cuenta nueva, una aplicación nueva... No sé si tengo el cuerpo para más aplicaciones.
-Bueno, si lo es por la aplicación, no te preocupes.
-¿Podré acceder desde la de mi banco?
-No, ¡pero la nuestra es del mismo color!
Bueno, pues ya está, hemos arreglado el capitalismo.

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06 noviembre 2023

El robo del abrigo

 Vaya por delante que todo esto es culpa de Patchgirl, porque cuando empezó el frío yo saqué el abrigo del armario de los abrigos, en el que mayormente hay disfraces, y la verdad es que olía un poco a guardado, pero como teletrabajo y solo salgo a la calle para ir de mi casa al colegio y del colegio a mi casa y siempre voy andando pues pensé: ya se irá aireando.
Y tanto que se estaba aireando, que por Madrid hemos tenido unos vientos que si pillan a Scarlet O'hara la película hubiera durado diez minutos en vez de tres horas. Lo que pasa es que tenía que irme a Sevilla con Patch y pensé: este abrigo no está lo bastante aireado para pasarse doce horas pegaíta a nadie, seis de ellas en Iryo que eso es como en una lata de sardinas con rueditas.
Así que un par de días antes lo lavé en la lavadora, que lo mismo estáis pensando: pero dónde vas so loca, metiendo el abrigo en la lavadora, pero es que era un abrigo de Primark que compré súper rebajado y me ha salido buenísimo, ya lo había metido en la lavadora un montón de veces, sale estupendo y se seca en un plis. 
Y para que se secara aún más rápido que un plis, lo puse en la barandilla de la terraza, que es donde más da el sol. Y lo pillé con dos pinzas. La experiencia me dice que con dos pinzas es más que suficiente. La experiencia no contaba con semejante vendaval. 
Así que el abrigo un minuto estaba en la terraza y al minuto siguiente no estaba.
-Mierdaaaaa...
La vecina de abajo tenía medio echado el toldo y no podía ver la acera, así que le dije a ZaraJota que bajara un momento a la calle, porque él estaba vestido y yo no. Y porque no estaba segura de, en un momento de despiste, haber recogido yo misma el abrigo y haberlo metido en la nevera o algo así.
Cosas más raras se han visto.
ZaraJota bajó a la calle a todo correr y no se encontró el abrigo en la acera. Ni en la calzada. Ni encima de ningún coche. Así que pensó: a lo mejor está debajo.
Así que se puso a mirar debajo de los coches en lo que vienen siendo cuatro patas y la mirada de las mil yardas porque en fin, el numerito por un abrigo de Primark que como mucho me costó diez euros, pero es que no sabéis lo cómodo que es. Era.
Bueno, pues estaba ZaraJota así en mitad de la calle cuando llegó la vecina y decidió interactuar con él porque tiene fama de ser el simpático de la familia:
-¿Qué ha pasado? ¿Se ha escapado el gato?
-No, el abrigo de mi mujer.
Y así fue como la vecina empezó a evitarle a él también.


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Se viene libro nuevo...





16 octubre 2023

Pipí wars

LAS PIPÍ WARS CONTINUAN.
Ya no sabemos qué hacer: el gato sigue haciéndose pis en el mismo punto exacto de la terraza, todos los días por la mañana. 
Nos recomendaron que echáramos vinagre de limpieza en la zona; se ve que es un olor que a los gatos no les gusta. Debe ser cierto, porque el gato se apresuró a cubrirlo con el olor de su propio pis.
Luego pensamos que a lo mejor quería que le cambiáramos el arenero de sitio, así que pusimos el arenero en el lugar preciso en el que se hacía pis; solo conseguimos que se hiciera pis donde antes había estado el arenero. El arenero volvió a su lugar.
Un día me harté del todo y recurrí a los métodos tradicionales: agarré al gato por el pescuezo, lo arrastré hasta la terraza y le froté los morros contra el pis.
Ojalá nunca lo hubiera hecho. Para empezar, está mal. Pero es que además el gato se lo tomó como una declaración de guerra en toda regla. Creo que decir que no le gustó se queda corto. Se quedó plantado en mitad de la terraza con una mirada fría y calculadora que no le había visto nunca. Le sostuve la mirada. Mi autoridad estaba en juego. El gato sostuvo la mía. Sin guiñar los ojos ni nada, como cuando está a punto de mullirme la teta. Mirándome fijamente, sin mover ni un bigote, levantó el culete y se hizo pis en el mismo sitio, con total frialdad, DESAFIÁNDOME. CON LA URETRA.
Después, sin hacer el menor amago de tapar sus cosas, se alejó sin dedicarme ni una mirada por encima del hombro.
Decidí entonces que la puerta de la terraza permanecería cerrada y que el gato no volvería a hacer pis sin supervisión. No conté con su astucia. El gato me pedía salir a hacer pis, PERO NO HACÍA PIS. Se tumbaba al sol un rato, olisqueaba las plantas, se lavaba meticulosamente, observaba una pelusilla... mientras yo iba contando los minutos: se me va a quemar la comida... voy a llegar tarde a por los niños... tengo... tengo... tengo que parpadear...
En cuanto me despistaba un segundo (porque salía humo del horno, por ejemplo) el gato, rápido como el rayo, se hacía pis en el suelo de nuevo. 
Aquello se me estaba escapando de las manos. Necesitaba una medida urgente, como la castración, lo que pasa es que como el gato ya está castrado no me quedaba nada que cortar. 
Así fue como, en un momento de desesperación, lo pillé haciéndose pis en la terraza y le arreé con el mocho en los morros mientras gritaba, totalmente demente, algo así como "QUE NO SE HACE PIS EN LA TERRAZA, QUE NO, QUE NO, PIS EN LA TERRAZA NO".
Después de aquello, seguramente por la impresión, el gato estuvo unos días sin hacerse pis en el arenero. Se podía intuir que estaba rumiando lo que había ocurrido pero ¿a qué conclusión llegaría? Fueron días de incertidumbre y miedo. El cubo de la fregona siempre estaba lleno y al lado de la terraza, por si acaso. El mimo universo parecía contener la respiración. Esa situación no podía durar mucho más, tarde o temprano l gato o yo tendríamos que mover ficha.
Así, una mañana, los niños vinieron a avisarme.
-Mami, el gato...
-¿Se ha vuelto a hacer pis en la terraza?
-No.
-Menos mal -pensé, saboreando mi triunfo de antemano.
-Pero se ha hecho UNA CACOTAAAAA...
La culpa es mía por no especificar.


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02 octubre 2023

La vuelta al cole


Septiembre siempre es un mes loquísimo.

Están los cumpleaños (el del niño, el de la niña, el mío); está la vuelta al cole; está el cambio de tiempo y el cambio de armario; está descubrir que los niños han crecido durante el verano y la del año anterior no les sirve y "cambio de armario" requiere "compra de armario"; están las reuniones con los nuevos tutores; están la recogida de los libros (bendito plan Accede); está reunir todo el material (maldito Lamela amarillo); está el trabajo, claro, y el otro trabajo; está el último Verkami y claro, como vi que me sobraba tiempo, me metí a organizar la TacitaCon.

Entonces fue cuando el gato empezó a hacerse pis fuera del cagadero. En una esquinita, justo al lado del cagadero. Pero fuera. Todas las mañanas. Todas. Las. Putas. Mañanas.

El primer día pensamos que le había dado un apretón y no le había dado tiempo, así que limpié el pis, recogí la cocina, preparé las meriendas de los niños, les recordé amablemente a gritos unas cincuenta veces que se pusieran los zapatos, cogieran las meriendas, los llevé al colegio, me fui a comprar material escolar o a recoger los libros o a comprar un pantalón de chándal o a preparar cajas para la TacitaCon, hice la comida, recogí a los niños, llevé a la nena a inglés, llevé los niños a casa, estuve toda la tarde trabajando y no le di más importancia. 

El segundo día pensamos que se nos había quedado la puerta de la terraza cerrada sin darnos cuenta, así que limpié el pis, recogí la cocina, preparé las meriendas de los niños, les recordé amablemente a gritos unas cincuenta veces que se pusieran los zapatos, cogieran las meriendas, los llevé al colegio, me fui a comprar material escolar o a recoger los libros o a comprar un pantalón de chándal o a preparar cajas para la TacitaCon, hice la comida, recogí a los niños, llevé a la nena a inglés, llevé los niños a casa, estuve toda la tarde trabajando y no le di más importancia. 

El tercer día pensamos que a lo mejor nos habíamos despistado y tenía el arenero sucio, así que limpié el pis, recogí la cocina, preparé las meriendas de los niños, les recordé amablemente a gritos unas cincuenta veces que se pusieran los zapatos, cogieran las meriendas, los llevé al colegio, me fui a comprar material escolar o a recoger los libros o a comprar un pantalón de chándal o a preparar cajas para la TacitaCon, hice la comida, recogí a los niños, llevé a la nena a inglés, llevé los niños a casa, estuve toda la tarde trabajando y no le di más importancia. 

El cuarto día pensamos que a lo mejor era una forma de llamar nuestra atención porque con el cambio de rutina septembrino le estábamos poniendo la comida un poco más tarde de lo normal, así que limpié el pis, recogí la cocina, preparé las meriendas de los niños, les recordé amablemente a gritos unas cincuenta veces que se pusieran los zapatos, cogieran las meriendas, los llevé al colegio, me fui a comprar material escolar o a recoger los libros o a comprar un pantalón de chándal o a preparar cajas para la TacitaCon, hice la comida, recogí a los niños, llevé a la nena a inglés, llevé los niños a casa, estuve toda la tarde trabajando y no le di más importancia. 

Dos semanas más tarde ya no sabía qué pensar. El puto bicho se había pis todos las mañanas, exactamente en el mismo sitio, exactamente a la misma hora, cuando el resto del día usaba el cagadero sin el menor problema. La puerta de la terraza estaba abierta toda la noche, el cagadero estaba limpio, le poníamos la comida a primerísima hora y aún así se seguía haciendo pis en la esquinita de la terraza. Y luego, nos avisaba para que lo limpiáramos. Y yo lo limpiaba. Y luego recogía la cocina, preparaba las meriendas de los niños, les recordaba amablemente a gritos unas cincuenta veces que se pusieran los zapatos, cogieran las meriendas, los llevaba al colegio, me iba a comprar material escolar o a recoger los libros o a comprar un pantalón de chándal o a preparar cajas para la TacitaCon, hacía la comida, recogía a los niños, llevaba a la nena a inglés, llevaba los niños a casa, estaba toda la tarde trabajando y me comía la cabeza pensando en qué coño le podía pasar al gato.

Hasta que lo busqué por internet. 

Ya, ya. Que parezco nueva. 

"Si su gato empieza a hacerse pis fuera de su arenero, puede deberse a que se encuentra estresado", decía la página web.

ESTRESADO. Que el gato estaba estresado. EL GATO.


O sea. 


El GATO.
-Que dice internet -le dice a ZaraJota- que a lo mejor se mea fuera por estrés.
-¿Por estrés? ¿Nuestro gato?
-Sí, bueno, a lo mejor la procesión va por dentro.
-¡Pues que vaya por dentro del arenero!


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El 14 de octubre estaremos en el increíble HULQ, ¡venirse!



18 septiembre 2023

El museo

Soy una persona a la que le pasan cosas.
Por ejemplo, un día me fui con los niños al Museo del Prado, que es un sitio que nos gusta mucho porque entramos gratis y tiene aire acondicionado es culturalmente muy estimulante. A Nena-chan le flipa y puede tirarse horas y horas. Nene-kun y mi espalda lo toleran exactamente una hora antes de empezar a quejarse, pero bueno.
Como siempre, nos bajamos en la parada de la puerta de Murillo, porque hace por lo menos veinte años que no se entra al Prado por ahí pero mi cerebro todavía no lo ha asimilado. Y en la parada hay unos asientos. Y en los asientos había un chaval presuntamente durmiendo la mona, yo no quiero juzgar a nadie pero vaya.
Como vivo en la tierra de la libertad, encontrarse borrachos inconscientes por la calle no me llama mucho la atención. Lo que pasa es que este era un chico muy joven, muy bien vestido, muy limpio. Y era un martes a las 10 de la mañana. En el Paseo del Prado.
Me acerqué al chico y le pregunté: ¿Estás bien?
El chico no reaccionó.
Le toqué el brazo.
Ni se movió.
-Déjale que la duerma -me dijo una señora. Porque esta es una parada por la que pasan muchos autobuses y mucha gente, y en ese momento había mucha gente. Todos a lo suyo, por cierto.
Que yo podía haber pasado también, la verdad, pero es que era un chico muy joven. 
Y soy madre y eso. 
Y más vieja que el tapón de rosca, y por eso me acordaba del hijo de la diputada que murió en las escaleras del metro porque los vigilantes pensaron que estaba borracho y no.
-No se despierta, mami.
-Vamos a la puerta de Velázquez, que ahí siempre hay un coche de policía.
El coche estaba a dos minutos andando y pensé que podría liberar mi conciencia con facilidad. 
Pero no.
El coche de policía estaba vacío.
-A lo mejor han salido a desayunar... -dije con poca convicción. Los cristales estaban cubiertos de polvo, como si el coche llevara ahí mucho tiempo sin moverse, en mitad de la acera.
-¿Crees que volverán?
Intenté hacer memoria. El coche de policía siempre está ahí, pero no conseguía recordar si alguna vez había visto a los policías. Seguramente sí, ¿no? O sea, la policía no dejaría un coche allí parado en mitad del Paseo del Prado solo como atrezzo, ¿no?
-A lo mejor están en la puerta de Goya.
La puerta de Goya está al otro extremo.
Ir y volver, con los dos niños, suponiendo que de verdad hubiera algún policía...
¿Se haría cargo del chico la seguridad del museo?
No lo creía.
-Vamos.
Mientras volvíamos a la parada, llamé al 112. Les dije lo que pasaba y fueron muy amables.
-¿Ha intentado usted despertarle? -me dijeron.
-Sí, claro, le he dado en el hombro.
-No, no. Despertarle de verdad. Vaya al lado del chico y grítele que yo lo oiga.
Y eso hice.
-¡¡¡EEEEEEEH!!! ¡¡¡DESPIERTAAAAA!!!
-Más alto, que yo la oiga bien.
-¡¡¡¡DESPIERTA!!!!
-Y dele bien en el brazo mientras le grita.
-¡¡¡DESPIERTAAAAAAAAA!!! -grité a todo pulmón mientras le sacudía el brazo y pensaba que como a la policía le diera por aparecer iba a acabar detenida por desorden público, agresión y estupidez extrema, porque al mismo tiempo se lo iba contando al 112.
El chico se empezó a mover, pero no podía ni abrir los ojos.
Me pareció que tenía tremendísima presunta tajada, pero también podía ser un golpe de calor, yo qué sé. 
El 112 me dijo que me mandaba una ambulancia.
-Vamos a esperar a la ambulancia -les dije a mis niños, porque recordemos que mis niños estaban ahí, tan tranquilos, como si me vieran agredir a chicos inconscientes en las paradas del bus todos los días. 
El chico se iba espabilando. Era capaz de mantenerse más o menos despierto mientras le hablábamos, pero en cuando parábamos un minuto se volvía a cuajar.
Así que lo dimos todo, que por algo somos tímidos a la gente.
Primero averiguamos de dónde era y en qué idioma le podíamos hablar, que no fue fácil porque al principio le costaba hablar. Para mantener su anonimato diremos que era nórdico y que, presunta tajada aparte, hablaba muy buen inglés, casi BBC English.
El siguiente problema fue retenerlo, porque decía que no necesitaba una ambulancia para nada y intentó irse un par de veces, pero en cuanto daba un par de pasos se daba cuenta de que a lo mejor no estaba en condiciones y se volvía a sentar.
-¿Has venido con algún amigo?  -le pregunté. Mi inglés no es tan bueno pero estoy acostumbrada a usarlo con gente que no se expresa bien-. ¿Quieres llamar a alguien?
Le habían robado el móvil y la cartera, pero decía que podía acordarse del teléfono de algún amigo.
A mí no me gusta dudar de nadie, pero yo no me sé el teléfono de mi marido y llevamos quince años juntos, como para acordarse del teléfono de un colega cuando uno está con tremenda tostada, pero bueno. Le presté mi móvil.
Que para que yo suelte mi móvil tiene que estar la cosa muy mala, ¿eh?
Y a lo mejor lo mismo el chico agarraba el móvil y salía corrien... bueno, a lo mejor no corriendo, huyendo lentamente. 
Pero no.
El chico intentó llamar un par de veces antes de rendirse: no se acordaba del teléfono completo de nadie. 
-¿Y en el hotel? ¿Estarán en el hotel?
Que vaya mierda de amigos si estaban en el hotel tan tranquilos, pero eso no se lo dije.
Me dijo el nombre del hotel, pero no se acordaba del número exacto de la habitación.
Así que llamé al hotel y dije: 
-Necesito hablar con la habitación XXX.
-No tenemos ninguna habitación XXX.
-¿Y XXY?
-No.
-¿Podría ser la XYY?
-Señora, por favor...
La ambulancia seguía sin aparecer y yo ya acumulaba presuntos cargos de agresión, escándalo público y stalking en hotel, así que colgué.
-¡YYY! -dijo entonces el chico-. ¡La habitación es la YYY!
Volví a llamar al hotel y me pasaran la habitación cuyos huéspedes, presuntamente, estaban en estado similar al de su amigo. O peor. No se enteraron de nada de lo que les dije y acabé colgando porque, precisamente en ese momento apareció la ambulancia. 
A la parada de autobuses del otro lado de la calle.
La ambulancia se paró ahí. Y ahí se quedó.
-Esto no puede estar pasando.
-¿Por qué se paran ahí, mami?
-No sé, irán a cruzar ahora.
El chico se había espabilado ya lo suficiente como para admitir que a lo mejor sí necesitaba atención medida y disculparse.
-Señora, no me juzgue por lo que está viendo, yo no soy así.
-Claro que no.
Es curioso lo benevolente que puede llegar a ser una con los hijos ajenos, pensaba para mis adentros.
-No bebí tanto, creo que me han echado drogas en la bebida.
-Claro, claro, no te preocupes.
Si soy tu madre te reviento, pensaba para mis adentros.
-Normalmente soy muy buen chico.
-Seguro que sí.
Tu pobre madre, el disgusto que se va a llevar, es que ya te vale...
Entonces me llamó el SAMUR. Que la ambulancia estaba en la parada del autobús y no me veía.
-Porque estoy al otro lado.
-¿Cómo que al otro lado?
-En la acera de enfrente. En lo que viene siendo el Museo del Prado.
-Pues no la ven, ¿no puede hacerle señales o algo?
-PERO CÓMO LES VOY A HACER SEÑALES, SI HAY SEIS CARRILES CON UN BULEVAR EN MEDIO.
-Pues acérquese a donde están y les avisa.
No me lo puedo creer. No puedo. 
-Está bien.
Colgué y les dije a los niños que se quedaran con el chico y no pararan de hablarle para que se mantuviera consciente. Diez y siete años, tenían.
Voy a repetir que es una parada muy transitada, que no paró de pasar gente por ahí y en una hora absolutamente nadie se interesó por la situación.
Pero no pasa nada, porque si para algo han nacido mis hijos es para hablar sin parar. Con quien sea, de lo que sea y en el idioma que sea.
Los dejé solos y me fui para el paso de peatones, que además es de esos con pulsador porque claro, en el Paseo el Prado casi no hay peatones, para qué vamos a poner un semáforo en rojo sin necesidad.
Mientras se ponía en verde para los peatones, yo no paraba de mirar de reojo a la parada. Agresión, escándalo público, stalking y abandono de menores. Menuda mañanita.
Por suerte llevaba un vestido... discreto, y entonces el conductor de la ambulancia me vio.
Volví a la parada del autobús a todo correr. Mis hijos seguían allí, sin parar de hablar y seguramente agravando la resaca del chico hasta niveles insospechados. 
Tortura, me dije.
Agresión, escándalo público, stalking, abandono de menores y ahora tortura. Una vez que te adentras en la senda del crimen ya es un no parar.
Por fin la ambulancia se paró ante nosotros, se bajaron dos señores totalmente mazados, o sea, qué desayuna el SAMUR, que lo digan o compartan.
Les expliqué la situación y me ofrecí a traducir, pero me dijeron que ya se ocupaban y que me dio la sensación como de que se me querían quitar de encima un poquito, y eso que ni me conocían de nada, y eso me pareció fatal porque me quedé sin saber si el chico se ponía bien y conseguía volver al hotel y si planeaba presentar cargos contra mí, sobre todo.
Los niños y yo nos alejamos lentamente, en dirección al museo.
Entonces fue cuando mi cerebro se puso al día y me di cuenta de lo que había hecho. 
¿Cómo puedo ser tan tonta?
¿Y si el chico hubiera reaccionado con violencia?
¿Y si le hubiera hecho daño a los niños?
¿Y si, de hecho, era un secuestrador de niños y había fingido todo ese número para llevarse a los míos?
HABÍA DEJADO A MIS HIJOS SOLOS CON UN PRESUNTO SECUESTRADOR.
LOS HABÍA DEJADO SOLOS EN EN PASEO DEL PRADO.
LOS HABÍA DEJADO SOLOS CON UN HOMBRE TOTALMENTE BORRACHO.
Podía haber pasado cualquier cosa.
Les podía haber vomitado encima. 
Peor, me podía haber vomitado encima a mí, que llevaba unos zapatos monísimos.
Mi cerebro había entrado en una espiral de pánico que se movía cada vez más rápido, hasta que me interrumpió la vocecita de Nene-kun.
-¿Sabes lo mejor de haber llamado a la ambulancia?
Me enternecí, la verdad.
-¿Que hemos hecho una buena obra y a lo mejor salvado una vida?
-No, que como hemos perdido tanto tiempo solo podremos estar un rato viendo cuadros.
Así visto, ha sido una jugada maestra.

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Todos mis libros aquí.



04 septiembre 2023

El flusflús

 

Empezamos por el principio: hace quince años que tengo un potho. 
Ese potho ha vivido mucho, pero lo importante es que sigue viviendo. 
Seguía.
Lo tenía en una estantería al lado de una ventana pero sin que le diera el sol directo de la ventana y le debía sentar bien porque crecía y crecía que daba gusto verlo. Cuando alcanzó el metro de altura pensé: cualquier día se me va a caer encima y se lía. 
Así que lo puse en el suelo, en una esquinita en el pasillo.
Y se lio.
O más bien, la lio Jinmu, que decidió abandonar su estado semicomatoso habitual para desenterrar las raíces del potho y pimplárselas.
Supongo que estaban crujientes y fresquitas, no sé. 
Es la primera vez que se come una planta, porque otras veces las ha usado simplemente como para limpiarse los dientes (os ahorraré la descripción) o se ha frotado contra ellas dulcemente con su cuerpo de 13 kilos hasta troncharlas, pero comérselas, nunca.
-A ver, solo porque las esté desenterrando y mordisqueando no significa que se las esté comiendo.
Entonces el gato empezó a hacer unas cacas... ¿cómo describirlas? Líquidas. Naranjas. Y el OLOR... Y como a veces le entraba el apretón y no llegaba al arenero, las hacía POR TODAS PARTES.
Entonces empezó a potar. Pero no por todas partes: al gato le gusta potar específicamente en mis zapatos. Así que yo le oía que empezaba a hacer como arcadas y salía escopeteada a mi dormitorio a poner a salvo todos los zapatos que pudiera, mientras el gato intentaba adelantarse y potar en el que todavía estuviera a su alcance.
Era como el Gran Prix, si hubieran cambiado el agua de la piscina por algo viscoso, apestoso y marrón.
-Vamos a tener que llevarlo al veterinario.
No nos gusta llevarle porque, además de las razones obvias, cada vez que vamos nos dicen que hay que hacerle una analítica porque está gordo.

El gato, imagen de archivo


Lo que pasa que el gato seguía potando y pensamos venga, mis zapatos bien valen una analítica.
Y nos lo llevamos al veterinario.
Ya sabéis cómo son estas cosas: metes al gato en el trasportín y luego lo arrastras por la calle mientras grita MIAAAAUUUUUUUU MIAUUUUUUUUOOOOUOOO.
Que tú sabes que no lo has secuestrado, pero lo parece.
Para cuando llegamos al veterinario estaba tan enfadado conmigo que no me hablaba. De hecho, me había dado la espalda con toda la dignidad. Lo que pasa es que si me da la espalda no sabe si estoy sufriendo por su desprecio o no, así que al rato se dio la vuelta y se dedicó a mirarme con el mayor de los reproches.
No le quedaba nada.
No dejó de mirarme fijamente mientras el veterinario lo sacaba de trasportín, lo pesaba, le miraba las mucosas y los oídos y, especialmente, le introducía el termómetro por el recto.
"Esta te la guardo", decía esa mirada.
-Este gato está gordo -dijo al fin el veterinario.
-Ya.
-Hay que hacerle una analítica porque si está gordo puede tener hígado graso.
Me pareció bastante razonable: a fin de cuentas, lo tiene todo graso.
-O diabetes. ¿Has notado que beba más agua últimamente?
-Pues ahora que lo dices, sí.
-¿Desde cuándo?
-Desde que estamos a 45º a la sombra o así.
-...
-...
-Igualmente hay que hacerle una analítica.
-Vale. 
La mirada que me echó el gato cuando me vio salir de la consulta sin él podría haber cortado el metal y helado los mares. Yo solo pensé que menos mal que no tenía que quedarme, que las agujas me dan mucho repelús.
Me dijeron que la analítica llevaría unos quince minutos así que me fui a la sala de espera y esperé. 
Y esperé. Y esperé. Y esperé...
A la media hora empecé a preguntarme cuánta sangre le estaban sacando a mi gato y por qué, y sobre todo cuánto nos iba a costar aquello, porque los gatetes no tienen seguridad social.
Al cabo de mucho, mucho rato, me llamaron de nuevo a consultar. 
El gato estaba cabreado y el veterinario estaba perplejo.
-Las analíticas han salido bien.
-MUAJAJAJA, STOP GORDOFOBIA.
-... Ha debido sentarle mal algo que ha comido.
-Ya, el potho.
-Bueno, como es poca cosa, solo tienes que dejarlo en ayunas dos días, y darle estos tres tipos diferentes de pastillas, cinco veces al día, durante ocho días.
-Voy a morir, ¿verdad?
Metí al gato en el trasportín y enfilé de vuelta a casa, considerablemente más pobre, y con un ánimo sombrío.
El gato se había hecho pis y vomitado en el trasportín y como es de huesos anchos, iba haciendo la croqueta en sus propios fluidos corporales. Estábamos a unos 45º a la sombra y bueno... bueno.
-Vas a tener que bañarlo -me dijo ZaraJota.
Obsérvese que no dijo "vamos". Aquí cada uno va a proteger su propia vida como puede.
-Creo que ya ha sufrido bastante por hoy, tengo una idea mejor.
La idea fue llenar uno de esos flusflús para regar la plantas como si la vida fuera instagram con agua templada y cada vez que el gato se quedaba quieto le hacía flusflús a toda velocidad intentando mojarlo lo más posible, pensando que así se lamería y se limpiaría solo.
Como constructo teórico, la idea era espectacular.
En la práctica, las cosas no salieron exactamente como yo esperaba. A la tercera vez que le flusfluseé, el gato empezó a huir de mí como de la peste, lo cual es irónico porque el que iba dejando estela a su paso era él. Además, parecía estar demasiado cansado para lavarse. O demasiado ocupado escapando de mí, una de dos. El caso es que, totalmente empapado de agua, pis y potas variadas, se dedicó a esconderse en nuestros armarios, entre los cojines o debajo de las sábanas. 
Al caer la noche, toda la casa olía a... bueno. Olía.
Además el gato, por motivos desconocidos, había empezado a desconfiar de mí y no había forma de acercarse a él para darle las chorromil pastillas, polvitos y el jarabe.
-Creo que lo del flusflús no ha sido buena idea -dijo ZaraJota.
Ahora será culpa del flusflús.




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15 julio 2023

Me piro, vampiro...

...iba a decir que de vacaciones, pero no es verdad. 
Me quedo en Madrid todo el verano, centrada en preparar más libros, más proyectos, más...



...cosas.

Porque este año ha sido muy duro, y el próximo (el año real empieza en septiembre, y de esta burra no me pienso bajar) quiero que esté lleno de cosas alegres. O, al menos, de cosas. Muchas cosas.

Por mi parte no va a quedar. Así que me despido hasta septiembre y me voy a preparar todo lo que quiero que se haga realidad durante los próximos meses.

Os veo en twitter (mientras dure) y en lorzagirl@gmail.com

Besos y feliz verano.

¡Nos vemos en septiembre! 



 

03 julio 2023

Los calores


 
Vosotros no lo sabéis porque apenas lo he dicho, pero me estoy haciendo el láser en el chichi. Bueno, ya cada vez menos, porque por lo que sea, cuando achicharras un pelo tres o cuatro cinco veces con un láser como que se le van quitando las ganas de salir. Así que ahora solo voy a lo que llamar "recordatorio", que básicamente consiste en soltarte media docena de chispazos para recordarle a los pelos quién manda ahí.
Por si se les había olvidado. 
A mí casi se me había olvidado, porque cuando me dieron las braguitas de celulosa que te dan para salvaguardar lo poco que queda de tu dignidad no sabía ni como ponérmelas.
Con todo, el achicharramiento genital fue debidamente realizado y salí de allí echando humo (literal y metafóricamente), porque los niños me habían estado esperando en la sala de espera, que es una cosa que también relaja mucho cuando alguien se va a acercar a tu piticlín con un pinchito láser.
Salimos los tres a toda leche porque teníamos un montón de recados por hacer.
El problema fue que, ¿cómo decirlo? En cuanto empecé a andar empezó a picarme muchísimo lo que viene siendo la hucha. Pero un montón.
No entendía nada, porque el láser no se había acercado a esa zona para nada, pero como otras veces sí a lo mejor estaba picando así como por costumbre, no sé. Bueno, daba igual porque no tenía tiempo para eso.
Hicimos varios trasbordos, fuimos y vinimos, cargamos cosas de un lado para el otro, y cada vez me picaba más. 
Pensé que a lo mejor volvía a tener lombrices. Otra vez. No era momento de ponerme a buscar criaturas fantásticas, así que seguí con mis recados y mis niños para arriba y para abajo y cada vez más picores en lo que viene siendo la zona ojetil y luego en lo que viene siendo la zona chichil, que tenía totalmente on fire. La verdad es que estábamos como a 45º y todo estaba bastante on fire. Pero mi chichi más.
Se podía freír un huevo ahí. No sería muy higiénico, eso sí.
A lo mejor volvía a tener piedras en el riñón; a lo mejor estaba echando arenilla otra vez.
Estaba deseando llegar a casa. 
Cada vez tenía más picores y me estaba empezando a obsesionar un poco. Un mucho,
No podían ser lombrices porque solo salen de noche (la maternidad es una fuente sin fin de conocimientos asquerosos). No parecían piedras porque me picaba por fuera, no por dentro.
Tenía que ser algo relacionado con el láser. ¿Y si me había sentado mal?
¿Y si había reaccionado con alguna crema o alguna medicación o algo que hubiera comido?
¿Y si mi chichi se me estaba cayendo a trozos? ¡Con lo bonito que lo tenía! 
Llegué a casa en pleno estado de pánico, dispuesta a mirarme con un espejito.
Pero lo primero es lo primero: hacer un pis.
Que aguantárselo es muy malo.
Pero al ir a hacer pis resultó que no salía. 
Pero en plan... nada. 
O sea, yo lo notaba salir, pero no caía.
Aquello ya me llevó directamente por la senda de la locura.
Era el láser. Tenía que ser el láser.
De alguna forma, en vez de depilación me había hecho una cirugía y me había dejado el chichi liso como el de una Barbie.
Tenía que haber sido el laser. 
Era la única explicación. 
Mi primer impulso fue enseñárselo a ZaraJota.
O sea, prioridades.
Foto no le iba a hacer porque me conozco y seguro que acababa haciendo un "enviar a todos", pero enseñárselo a ZaraJota y echarnos unas risas: SIN DUDA.
Así como por costumbre cogí un poco de papel higiénico y fue a limpiarme.
Jo, si es que hasta el tacto era diferente.
Como de celulosa...
como el de las braguitas que me habían dado en la clínica para el láser...
que no me había quitado antes de ponerme las mías y se me estaban clavando por todas partes.
Ya sabía yo que la culpa de todo la tenía el láser.


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Escribo libros y puedes encontrarlos aquí. 

 

19 junio 2023

Luego no digan que no avisé...

A riesgo de ser pesadita, me repito: estoy preparando un nuevo libro
Bueno, dos nuevos libros: una novela escrita por mí y, basándose en los mismos personajes, un cómic de ZaraJota.
Lo estamos financiando mediante crowdfunding porque nos va la marcha, y si todavía no habéis participado aquí os dejo el argumento definitivo para hacerlo. 






05 junio 2023

El queso de oveja

 Pues después de haber hecho unos seiscientos kilómetros de Madrid a Huelva y luego otros cuatrocientos siguiendo la caca, todavía no tuve suficiente. Así que según volvíamos al hotel le dije a ZaraJota:
-Portugal está a solo diez kilómetros. 
-Ni se te ocurra, Lorz. NI SE TE OCURRA. 
Y así fue como acabamos en Portugal. 
-No seas bobo, cenamos en el primer pueblo que veamos y nos volvemos. 
El primer pueblo era pintoresco. Muy pintoresco. Pintoresco nivel lo ves en una película y no entiendes cómo los protagonistas no salen echando virutas de ahí.
Y eso fue lo que hicimos nosotros.
-También podemos cenar en el segundo pueblo que veamos.
Así fue cómo llegamos a un cruce. Y en el cruce había tres carteles en tres direcciones. Y en ninguno ponía la distancia.
-Supongo que los portugueses están acostumbrados a que todo esté cerca.
Nos quedamos ahí en el cruce de la peor carretera hasta que, gracias a la ventana panorámica de nuestro coche (en realidad la vimos por la ventana normal, pero es que me apetecía decirlo) vimos unas casitas así como a nuestra derecha.
-Vamos para allá a ver si hay un bar o algo.
El segundo pueblo de Portugal también era muy pintoresco.
Pintoresco nivel las gallinas tan tranquilas por la calle. Un par de gatos espelistrados las miraban con aburrimiento. Aparte de eso, ni un alma por la calle. Parecía el típico sitio en el que una amable viejecita, lo bastante extraña como para que sospeches pero no lo bastante como para que pienses que estás siendo tonto por sospechar, te ofrece que entres a su casa a tomar un té helado y llamar por teléfono, pero en el té hay drogas, y cuando te despiertas estás atado y amordazado cabeza abajo en un sótano, rodeado de los cadáveres de otros turistas incautos como tú.
Salvo que en este pueblo no había ni viejecita.
-Me parece aquí no va a haber ni un bar...
-Da la vuelta, Lorz.
Yo di la vuelta con una acojone que no veas porque todavía tengo el carnet muy reciente, el coche era muy grande, el espacio reducido y me daba pánico atropellar a una gallina portuguesa y provocar un conflicto internacional que acabara con la expulsión de España de Eurovisión justo ese año, que Blanca Paloma era la clarísima favorita según la opinión imparcial de la misma cadena que la había mandado allí.
Conseguimos salir del pueblo sin lamentar pérdidas gallináceas o gatunas y respiré aliviada porque es que para mí Eurovisión es muy importante porque para la final siempre hacemos fondue y a mí el queso es que me vuelve loca. 
Entonces nos encontramos la oveja. 

La ovejas. La foto se ve fatal pero es que a esas alturas el cristal tenía más mierda que el palo de un gallinero, salvo que aparentemente en Portugal los gallineros no existen porque si no a ver qué hacen las gallinas por la calle, pero bueno.
El caso es que en mitad de la carretera nos encontramos a mamá oveja y a bebé oveja tan pichis. En todo el medio. Avancé un poco a ver si se asustaban y se movían y efectivamente, se movieron. Un metro hacia adelante. 
Avancé otro poco y ellas avanzaron otro poco y avancé un poco y ellas avanzaron otro poco y avancé un poco...
-¡Lorz! ¿Planeas volver a España a dos metros por hora siguiendo una oveja?
-Para empezar, son dos ovejas. Y no, que lo mismo me acusan de secuestro internacional.
Y nos echan de Eurovisión. Con lo que me gusta a mí el queso. 
Así que me desabroché el cinturón y fui a abrir la puerta del coche para bajarme.
-¿PERO LORZ QUÉ HACES?
-Pues habrá que quitarlas de ahí.
-¿Y qué vas a hacer? ¿Cogerlas en brazos?
-Pensaba acercarme y hacerles 'shu, shu'. 
-¿Shu, shu?
-¿QUÉ QUIERES QUE LES DIGA, SI NO HABLO PORTUGUÉS?
Las ovejas nos miraban como las vacas miran al tren, versión ovejas miran al coche. A partir de ahí, las versiones difieren. 
Mi opinión es que al oírme decir 'shu, shu', lo entendieron perfectamente y se apartaron.
La de ZaraJota, que pensaron que estaba loca y decidieron poner tierra de por medio. 
El caso es que se quitaron y pudimos seguir el viaje sin mayor incidencia.
-Espero que estéis orgullosos de mamá -les dije a los niños-: no tengo ni dos meses de carnet y aquí estoy, en Portugal, no atropellando ovejas. 
El caso es que al día siguiente fuimos a la boda y un familiar random se acercó a Nene-kun y le preguntó qué tal el viaje:
-Muy bien -contestó el niño-, y además mamá no atropelló a ninguna oveja. 
Luego me gano fama de cosas.


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Tenemos en marcha no un libro, sino dos: una novela y un cómic, así como recompensas chulas de toda condición. 
Podéis conseguirlas aquí











22 mayo 2023

La caca

 La cosa era que les habíamos prometido a los niños unas romería con 1500 caballos y, es de suponer, sus correspondientes monturas.
Google nos había abandonado a nuestra suerte y las indicaciones de los nativos no fueron de mucha ayuda. Pero, por suerte, al llegar a la carretera comarcal vimos la luz. 
Bueno, la luz no. Lo que vimos fue una enorme cantidad de caca de caballo. ENORME. Creedme, 1500 caballos hacen MUCHA caca. 
-¡Tengo una idea! -dije.
-Oh, no -dijo ZaraJota.
-¡Sigamos la caca!
-Lo sabía...
-Si seguimos la caca, tarde o temprano llegaremos a los caballos.
"Follow the money and see where it goes", canturreó la radio en ese momento, como para darme la razón. 
-O la seguiremos en sentido contrario y nos alejaremos más de ellos.
-¡Entonces nos daremos la vuelta y la seguiremos en dirección contraria!
-Vamos a ver, Lorz. Nos hemos levantado a las seis de la mañana, hemos tardado diez horas en hacer seiscientos kilómetros, ¿y pretendes que hagamos a saber cuánto tiempo más solo para seguir UN BUEN MONTÓN DE MIERDA?
-Síííííí.
-Haz lo que quieras. 
Y así fue como empezamos a seguir el rastro de bosta. De vez en cuando la perdíamos y pensábamos en retroceder, pero Nene-kun estaba atento y la volvía a localizar. 
-¡Sigue la caca, sigue la caca! 
Que me sentía un poco como la Rebe, solo que mi caca era literal.
Y esto os va a sorprender, porque la primera sorprendida fue yo, pero así fue como llegamos a la romería.
Una hora después de que los caballos se hubieran ido o así. 
Así que nos bajamos del coche y les dije a los niños: 
-Lo siento, no vamos a ver a los caballos.
-Joooo, ¿por quééééé?
-Porque ya se han ido.
-¿A dónde?
-A hacer sus cosas de caballos y eso.
-¡Pues seguimos la caca y ya está!
Me temo que he sentado un mal precedente. 




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¡Tenemos un libro nuevo (o dos) en marcha! 


08 mayo 2023

La Carretera de la Muerte

 El finde pasado estuvimos de boda.
En Huelva. 
A 700 kilómetros.
Nuestra idea era cogernos cuatro días para ir y volver con calma, pero pasaron cosas y acabamos solo con dos. 
No pasa nada. "Salimos el sábado tempranito y ya está".
Efectivamente, salimos de Madrid a las seis de la mañana. Bueno, "salimos" quizá sea exagerar demasiado. Lo intentamos. Porque, al parecer, todos los madrileños del mundo y parte del extranjero habían tenido la misma idea que nosotros para aprovechar el puente del dos de mayo.
Luego el tráfico estaba imposible por la gente que bajaba a las motos.
Luego pillamos un accidente y tráfico lento. 
Luego los alrededores de Córdoba estaban colapsados porque eran las cruces
Luego los alrededores de Sevilla estaban colapsados porque era la feria.
Luego a lo mejor nos perdimos.
El caso es que cuando llegamos a nuestro destino eran casi las cinco de la tarde y teníamos el culo que no sabíamos si estábamos de pie o sentados.
-¿Han venido a la romería? -nos preguntó el señor del hotel.
-No, hemos venido a morirnos.
-Y a la playa -me recordó Nena-chan, y yo maldije la hora en la que le dije que si llegábamos temprano podíamos ir a la playa.
-La playa es otra media hora en coche -le dije-, y no sé cuánto más puede soportar mi culo.
-La romería ehtá a solo die minutoh -nos dijo el del hotel-. Eh mu bonita, se reúnen 1500 caballoh en la ermita.
-¿Vamos a la romería?
-¡Sííííííí!
-Está bien: ¿cómo se llega a la romería?
-Eh mu fási: guegún salen der pueblo, ahí bahando, guegún salen, hay doh carreterah que van al mihmo pueeblooo. Hay una que eh la antigua, esa no, ¡esa no! Que eh una carretera antigua y ehtá mu mala, unoh basheeee... La otra, la que no eh la carretera vieha. La güena. Cohen la carrtera palante hahta que vean que se bifurca pa un lao y pa otro: poh sigan de frente...
Yo me hacía perdido en el "Eh mu fási", pero confiaba en ZaraJota, que sonreía y asentía con mucha convicción,  y sobre todo confiaba en google, y en los carteles de la romería que había visto en la puerta del hotel. 
Cuando el buen señor acabó con sus explicaciones y nos dispusimos a salir, le pregunté si se había enterado.
-De nada, ya sabes que no hablo andaluz.
-Mierda. 
-Pero he visto un cartel de la romería en la puerta, seguro que pone dónde es.
-¡Sííí!
Noooo.
El cartel no solo no ponía donde era la romería, sino que la fijaba para el fin de semana siguiente.
-Pero...
-Yo qué sé, pueblos. 
Decidimos buscar la romería de todas maneras. Salimos del pueblo y evitamos la Carretera de La Muerte hasta que llegamos al siguiente pueblo y decidimos preguntar a los nativos. 
-¿La romería?
-¿A la romería quieren ih? -el nativo parecía sorprendido. Como si le pareciera extraño que alguien quisiera ir a la romería. 
-Sí, sí, a la romería.
-Güeno, poh sigan rehto parriba hahta el almendro...
-¡Qué gran turrón!
-ZaraJota, por dios, cállate...
-...y juhto anteh del almendro cohen el carri hahta la romería. 
Seguimos recto para arriba y no vimos ningún almendro mismamente dicho. Lo que sí nos encontramos fue otro pueblo llamado El Almendro.
-¡Qué gran turrón!
-ZaraJota, por dios, cállate...
Ahí fue cuando decidimos preguntar a los nativos de nuevo.
-¿La romería?
-¿A la romería quieren ih? -de nuevo, el nativo parecía sorprendido-. Güeno, poh lo mah rápido es tirá por aquí por el carri. 
-¡Eso, eso! ¡El carril que sale de El Almendro!
-¡Qué gran turrón!
-ZaraJota, por dios, cállate...
-Poh ese mihmo de ahí.
Y nos metimos por el carril. A pesar de que la palabra "carril" nos tendría que haber puesto sobre aviso. Pero no. Porque el tonto nace pero con mucho esfuerzo también se hace.
El carril era un camino de tierra y pedruscos, que no llegaría a dos metros de ancho pero compensaba con el largo, las curvas, las revueltas, las subidas y las bajadas y, sobre todo, la nube de polvo que nos envolvía mientras el GPS del móvil nos decía "UBICACIÓN DESCONOCIDA, POR FAVOR, VUELVAN A UNA VÍA TRANSITABLE" con creciente pánico en la voz.
-Mami, ¿estamos en la Carretera de la Muerte?
-¡Por supuesto que no! 
-Menos mal.
-Esto no llega a carretera, como mucho es el Camino de Cabras de La Muerte.
Entre las infinitas horas de autopista y los baches yo ya tenía el culo como el corcho, pero nuestro esfuerzo tuvo su recompensa: después de tan solo media hora conseguimos llegar a una ermita rodeada de casitas blancas. Y un puesto de bomberos. Y un cuartelillo de la guardia civil. Pero cero unidades de caballos. O de personas, ya que estamos. 
-¿Esto es la romería?
-...
Dando vueltas en círculo, conseguimos dar con dos señores, DOS, que estaban en la puerta de una casita tomándose un gin tonic. 
-¿Es esto la romería? -preguntamos.
-Sí, claro.
Miramos alrededor para asegurarnos de que la explanada seguía totalmente vacía. Igual es que venimos de la capital y estamos acostumbrados a las aglomeraciones, pero la concurrencia nos parecía un poco... escasa. 
-¿Y los caballos?
-¿Loh caballoh? Ah, eso eh en el pueblo de al lado, en la romería. Ehto es La Romería. Eh como se llama ehta sona.
-...
-Pero si quieren pueden pasa a tomarse algo.
-Eh, no gracias, los niños tienen la ilusión de ver los caballos.
-Hombre, claro, eso es mu fasil: salen der pueblo, ahí bahando, guegún salen, hay doh carreterah...
Ya está, vamos a morir aquí. 


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24 abril 2023

La película

Pues estaba yo en Barcelona, no diré que tranquila, pero sí más o menos relajada porque mi tren salía con retraso. Presuntamente. Porque la verdad es que no sabíamos si llegaría a salir. 
Tenía que haber salido a las 13:50 y había recibido un correo diciendo que saldría con cuarenta minutos de retraso, así que a las 14:00 intenté pasar el control de equipaje.
En el control de equipaje me dijeron que era demasiado pronto.
-Pero cómo que demasiado pronto, si el tren sale en media hora.
-En media hora dice, jajaja.
-Pero...
-Anda, pasa, jajaja, media hora.
Aunque yo soy de naturaleza dulce y confiada, aquello me hizo desconfiar. Que en los paneles todavía no apareciera anunciado mi tren, también. Pero lo que de verdad terminó de escamarme fue que unas azafatas estuvieran intentando ordenar a los cienes y cienes de personas que estaban esperando sus respectivos trenes.
La temperatura de la estación rondaba por entonces los 800 grados, con un 100.000% de humedad relativa, y a los genios de la organización se les ocurrió colocarnos en una fila. Luego hizo falta otra fila paralela. Y luego otra. Y luego, otra. 
-¿Hace falta que esperemos aquí? -le pregunté a una de las azafatas. 
-Sí, porque así estáis preparados para subir en cuanto llegue el tren.
-¿Y eso cuando va a ser?
-¡BOMBA DE HUMO!
Así que allí estábamos, unas chorromil personas de pie, recociéndonos en nuestros propios jugos, mirando con querencia los bancos vacíos, el baño y la cafetería (cerrada, por cierto), todo lejos de nuestro alcance.
A medida que pasaba el tiempo, nos empezamos a sentar en el suelo, pero cada vez que lo hacíamos nos decían que nos levantáramos, que el tren estaba a punto de llegar y teníamos que bajar. Pero el tren no llegaba, y nos volvíamos a sentar, y nos volvían a decir que no, y así una otra vez, que aparte de empezar a cantar "me pongo de pie, me pongo de pie" entre dientes, al día siguiente tenía los glúteos como piedras.
Cuando llevábamos unas dos horas así, por megafonía anunciaron que por fin podíamos bajar. La gente empezó a aplaudir pero poco porque no sabíamos exactamente cuánto tiempo teníamos para subirnos al tren, así que fue un aplauso pero en carga. Y entonces, como era de esperar porque esa estación está mal diseñada y de esa burra no me bajo, se formó tremendísimo tapón. Y, cuando el tapón se deshizo y por fin llegamos al andén, lo que nos encontramos no fue nuestro tren. Y, cuando las azafatas empezaron a gritarnos que nuestro tres estaba más adelante, empezamos a correr otras vez.
La parte buena es que cuando por fin me senté en mi sitio ya había quemado/sudado la hamburguesa (y la mostaza) y tenía una sed que me hubiera lamido el sobaco por mojarme un poco la lengua aunque fuera. 
-¿Dónde está la cafetería? -pregunté a otra azafata.
-Unos treinta o cuarenta vagones más para allá.
-Ay, señor.
-Pero está cerrada.
-¿Por qué?
-Porque no abre hasta quince minutos después de la hora de salida.
-¡Pero la hora de salida fue hace más de dos horas! -intenté decir. Pero como tenía la lengua súper seca. lo que dije fue algo así como "zezo za zoza ze zaziza zue zaze zaz ze zoz zozaaaaas!". 
-Lo siento, tendrá que esperar. 
-Ay. 
"Aprovecha y descansa", me dijo entonces ZaraJota por mensaje. 
Y pensé: pues tiene razón.
Que para intentar beber agua del inodoro siempre hay tiempo.
Entonces fue cuando llegó la familia japonesa. Bueno, la verdad es que no sé si eran japoneses y además hablaban un inglés como de Dowton Abbey, pero tenían como todas las ondas de japoneses guays. Hasta que descubrí que tenían que compartir una mesa con ellos. Y que debajo de la mesa habían puesto sus maletas. 
En su defensa debo decir que no había otro sitio para meter las maletas. En la mía, que yo tampoco tenía otro sitio para meter mis piernas. Estaba ahí haciendo el pequeño saltamontes pero en versión sentada, que a lo mejor por eso también al día siguiente tenía los glúteos como para partir nueces con la hucha.
Acababa de colocarme cuando avisaron por megafonía de que la cafetería ya estaba abierta y me dispuse a ir a por agua, lo que pasa es que en vez de eso volví con leche, en concreto la que me di porque estos trenes tienen los asientos como en escalón y claramente yo no me había dado cuenta porque después de saltar grácilmente sobre la noponsesa de mi lado me di tremenda toña contra los asientos del otro lado del pasillo.
-Ay...
Los noponsesa se lanzaron sobre mí para ponerme en pie y preguntarme si estaba bien mientras yo les decía que sí, que sí, porque ante todo dignidad. Luego me arrastré hasta la cafetería, mucho rato. Porque estaba muy lejos. Para cuando llegué allí había cola porque al parecer durante las dos horas que habíamos pasado esperando todos habíamos sentido crecer las mismas necesidades. 
Y luego encima no me pude beber el agua, porque se me estaba hinchando la muñeca y una tiene prioridades, como, por ejemplo, usar la botella fría para rebajar el dolor. Que era la mano de sostener el móvil y eso. 
Volví a mi coche y pasé se nuevo sobre la noponsesa, que estaba totalmente dormida y le sentó regular que la despertara.
-¿Quieres que te cambie el sitio? -me preguntó la noponsesa de delante en un inglés que habría humillado a lady Mary.
-No, no, es la última vez que os molesto, perdona.
Y entonces el tren se paró.
-Por razones técnicas, nos vemos obligados a realizar una parada -dijeron por megafonía.
Y el tren siguió parado. 
Rato.
Y rato.
Y rato.
Se me acabó el agua. 
Y rato.
Y más rato.
Empecé a tener ganas de ir al baño. 
Y más rato.
Y mucho más rato. 
No podía aguantarme. 
A mi lado, la noponsesa estaba totalmente dormida.
Además, le había prometido que no me iba a mover más. 
Pero el tren seguía parado y yo tenía las piernas encogidas, presionando sobre mi vejiga y...
-Perdona, ¿me dejas pasara vez?
Los noponseses murmuraron algo entre ellos. No lo entendí pero seguro que era algo así como que conmigo Doraemon tenía curro para un rato. 
Fui al baño y volví ("perdona, necesito pasar otra vez, lo siento, ahora sí que es la última, te lo juro") y me senté de nuevo en mi asiento.
Entonces pensé en ver una serie pero al móvil solo le quedaba algo así como el 15% de batería.
¿CÓMO?
Bueno, lo había puesto a cargar por la noche, y desde entonces llevaba horas dándole a twitter, a whatsapp y a las fotos así que... Empecé a revolverme en mi asiento, buscando el enchufe. 
Llevo muchos trenes (y autobuses) a mis espaldas, y ya soy una experta en localizar enchufes: bajo los brazos, entre los asientos, bajo los asientos, en la pared... pero aquella vez, por más que me revolvía, no daba con el enchufe por ninguna parte.
La noponsesa de delante me vio revolverme como si me estuviera dando un mal y suspiró:
-¿Te ocurre algo?
-Nada, que no encuentro el enchufe.
-Este tren solo tiene enchufes en los pasillos -me dijo la noponesa de delante con una sonrisa. Una sonrisa AMENAZADORA. Una sonrisa que decía "¿has visto Ringu, hija de la gran fruta? pues como vuelvas a despertar a mi amiga lo de Ringu te va a parecer una película de la Patrulla Canina". 
Y yo sonreí y asentí y durante el resto del viaje me concentré en existir lo menos posible.
Cuando llegué a Madrid no me sentía las piernas, me dolía el culo y un brazo y, sobre todo, estaba cansada como si hubiera hecho el camino andando.
-¿No has podido dormir? -me preguntó ZaraJota.
-Nooo...
-Bueno, al menos habrás podido ver una película. 
Bueeeno...




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Pues a lo mejor me he levantado, me he tropezado, he rebotado contra varios asientos y ahora se me está hinchando la muñeca. 🤦🤦🤦
Por cuestiones técnicas nos vemos obligados a detenernos en un punto indeterminado entre un almacén de Amazon y una fábrica de Pikolin.
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Se me está acabando la batería y en estos asientos no hay enchufes. Yo no digo nada pero la senda de la locura está siendo pavimentada a toda velocidad.