Llevamos unos días de lo más animaditos.
Se nos ha roto la lavadora.
Se nos ha roto la tele.
Se nos ha roto mi rodilla.
Lo de la lavadora lo llevamos bien porque se rompió exactamente tres días antes de que caducara la garantía y nos la han cambiado por una igual.
Salvo que, como no había igual, la que nos han traído es de un modelo nuevo, que tiene un programa ultrasilencioso y dos kilos más de carga.
No seré yo quién se queje.
Lo de la rodilla un poco peor porque a mí por lo general me gusta ser capaz de moverme y eso.
Además, dados los tiempos pandemial que corren, no sabía si irme al ambulatorio, al hospital o a llorar a una esquina, y no me cogían el teléfono en ninguna parte, así que al final me planté en el ambulatorio.
-Tendrías que haber ido al hospital -me dijo el de recepción.
-Lo sabía.
-No, a ver, el protocolo dice que si el ambulatorio está abierto vayas al ambulatorio, lo que pasa que en caso de traumatismo venís aquí y lo que hacemos es mandaros al hospital para una radiografía, así que mejor que vayas directamente.
-Bueno, mi marido está en la puerta con el coche, me puede llevar ahora mismo.
-No, lo siento, una vez que estás aquí tenemos que atenderte aquí.
-Pero...
-Que no.
A mí me empezó a entrar una angustia vital muy grande de pensar que tendría que esperar horas en la sala de espera del ambulatorio sólo para que me mandaran a hacer más horas de espera en el hospital, pero por suerte el médico que me atendió tuvo en cuenta mis inquietudes:
-Esto te ha pasado por gorda.
-¿Perdón?
-Estas rodillas, que te duelen por gorda.
Respiré muy hondo porque llevo siendo gorda toda mi vida adulta pero la rodilla sólo me duele desde que me caí por las escaleras estando embarazada y me la espampurrié, y sólo cuando va a cambiar el tiempo, y sólo después de haber pasado muchas horas de pie o cargando cajas como en la mudanza.
Y casualmente, en los dos días anteriores había a) cambiado el tiempo, b), pasado muchas horas de pie y c) cargado muchas cajas, así que en fin, probablemente la obesidad contribuya, pero lo mismo hay que tener en cuenta otros factores también.
Como decía, respiré hondo.
-Bueno -le dije-, eso no es algo que pueda resolver ahora, así que qué hacemos.
Así fue como acabé con una venda de lado a lado, drogas duras y la orden de "reposar", que a mí me entró una risa floja que casi me muero allí mismo.
Lo de la tele fue más complicado porque, para empezar, por lo general no tenemos el menor interés en la tele y con el ordenador nos apañamos perfectamente, lo que pasa es que después de varios días llegamos a la conclusión de que nuestros hijos ya llevan una vida lo bastante rara como para, además, ir al cole diciendo que en casa no hay tele.
Y, dadas mis circunstancias, la tarea recayó en ZaraJota.
-He pensado -me dijo-, que podemos aprovechar para comprar una un poquito más grande.
-Vale, mientras nos quepa donde tenemos la vieja me parece bien.
La tele vieja
En caso es que ZaraJota partió rumbo al centro comercial más cercano y volvió con una caja ENORME. Y cuando digo enorme, me refiero a que me llegaba por la nariz y si extendía los brazos no la abarcaba de lado a lado.
-Pero qué coj...
-No te preocupes, ya sabes que las cajas siempre son enormes, que luego todo es corchopán.
-PERO CÓMO VA A SER CORCHOPÁN TODO ESO, QUE VA A COSTAR LA PROTECCIÓN MÁS QUE LA TELE.
-De verdad, no te preocupes, que la he medido y es sólo unos centímetros más ancha que la vieja.
-¿No habrás medido en pulgadas?
-No, de verdad, es cuestión de unos pocos centímetros, nada más
-Bueno, bueno.
Dejé a ZaraJota instalando la tele nueva y me fui a reposar y a respirar dentro de una bolsa de papel hasta que me llamó.
-¡Ya la tengo instalada! ¡Ven a verla!
Así que me arrastré hasta el salón y me encontré con esto:
-PERO QUE COÑ...
-Ya te dije que era más grande que la otra.
-ME DIJISTE QUE ERA "SÓLO UNOS CENTÍMETROS" MÁS GRANDE QUE LA OTRA.
-Sí, son sólo unos centímetros. Como unos cuarenta o así.
La culpa es mía por no preguntar.
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