Una de las cosas que más molan de tener un bebé es que tengo una excusa para cantar continuamente.
Puedo cantar en casa sin que los vecinos protesten.
Mejor eso que un bebé llorando, dicen.
Puedo cantar en la calle sin parecer loca.
Bueno, sin parecer más loca.
Puedo cantar de noche sin que ZaraJota™ intente ahogarme con la almohada.
Otra vez. Es un tic nervioso que tiene.
El afán cantarín comenzó cuando estaba embarazada. Se supone que si durante el embarazo le cantas a tu bebé la misma canción, una y otra vez, cuando están fuera les relaja porque les recuerda la seguridad y comodidad del útero.
Muy obediente, durante todo el embarazo me dediqué a cantar con entusiasmo la Canción para bañar la Luna.
Puede que me pasara con el entusiasmo, porque ahora cada vez que intento cantarla Bebé-chan me mira de reojo con un odio y un rencor demasiado grandes para un cuerpo tan pequeño.
Lo único que hemos sacado la experiencia es que a Bebé-chan le encantan las canciones. Puede tirarse horas mirando embobada la tele, siempre y cuando haya música en ella, y creo que ya dije que cuando tenía los famosos cólicos del lactante sólo se calmaba con Susanita tiene un ratón.
A estas alturas ya nos hemos inventado una canción para casi todo: hay una canción para la Araña Ramón, otra para el Moscardón Zumbón, otra para los berrinchillos de "necesito mucho amor"...
Nos las inventamos porque a mí las canciones tradicionales no me gustan. No lo puedo evitar, me resultan muy inquietantes.
Pongamos un ejemplo: Los cinco lobitos
Dice la canción:
Cinco lobitos tiene la loba
¿CINCOOOO? ¿Es que no ha oído hablar de la planificación familiar o qué? ¿O es que el lobo es de esos machistas que no se ponen preservativo"porque no sienten nada" y la loba que se las componga?
Cinco lobitos detrás de la escoba
Los cinco caben detrás de la escoba. No me digas más: famélicos. Tal y como están las cosas y con cinco bocas que alimentar... Pues normal, no da para todos.
Cinco parió, cinco crió
Espera, espera, espera. "Cinco parió", bien. Bueno, bien no, pero si le pusieron la epidural y eso pues nada, quien pare uno pare cinco, y aquí paz y después gloria. "Cinco crió"... ¿ella sola? ¿Y el lobo? ¿Es una manada monoparental? ¿O es que el lobo pasa de cuidar a sus lobitos, el muy machista?
Y a todos ellos la leche les dio
Malos tratos. Se veía venir. El padre un machista, la madre agobiada con las cargas familiares, la crisis, y luego pasa lo que pasa, que se pierden los nervios y colleja va colleja viene.
Cinco lobitos tiene la loba
Que sí, que ya me he enterado.
Blancos y negros detrás de la escoba
¡NOS HA J*D** MAYO CON LAS FLORES! ¡Que cada uno es de un padre! ¡Y ninguno de los padres ayuda a la pobre loba! ¡Esto no es una familia, esto es un drama social!
Cinco parió cinco crió
Ya, ya... menudo panorama...
Y a todos ellos tetita les dio.
Me imagino, la situación: la pobre loba dando teta y sacando adelante a sus pobres lobitos ella sola entre escobazo y escobazo luchando por sacar adelante a su familia y mientras tanto los lobos por ahí pasándolo bien... ¡con cualquier zorra!
Otro ejemplo: Los patitos
Vamos directos al estribillo, que es donde está la mandanga.
Dos patitos en el agua
Nada sorprendente aquí. A fin de cuentas se está mejor en el agua que en el menú de un restaurante chino.
Meneaban la colita
¿Que hacían QUÉ?
Y uno al otro, se decían...
"...¿te gustan las ostras o los caracoles?"
Para complicar las cosas, la recomendación pedagógica a partir del cuarto mes de vida es cantar canciones "que les enseñen los números y las diferentes partes del cuerpo".
-Yo no me sé ninguna -dijo ZaraJota™.
-Yo sí. Me la enseñaron los primos Guapo y Buena Persona cuando estuvieron aquí.
-¿Sí? ¿Y cómo es?
-Veamos...
CON LOS DEDOS DE LA MANO
CON LOS DEDOS DE LOS PIES
CON LA PICHA Y LAS PELOTAS
TODO SUMA VEINTITRÉS
Mucho mejor que las canciones tradicionales, donde va a parar...
Pd: Al final resultó que ZaraJota™ sí se sabía una canción de partes de cuerpo para niños.
25 enero 2013
17 enero 2013
Elmo cara culo
Toda la noche dando vueltas. Lo cuento... No lo cuento... Lo cuento... No lo cuento...
Y encima, como no es época de margaritas, he tenido que usar un cactus, que no es lo más recomendable ni para la persona humana ni para el cactus, que no tiene la culpa de nada.
El motivo de tanta duda es que no está bien reírse de alguien que te ha hecho un favor muy grande y muy bien hecho. Especialmente cuando, ejem, vas a tener que pedirle más del mismo estilo. Después me he acordado de que cada vez que intento reírme de mis padres todo el mundo se pone de su parte y al final lo único que consigo es darles armamento, así que en el fondo les estoy haciendo un favor.
Además, los abuelos que cambian pañales son sexis y molones.
Padre, no me estoy riendo de ti: te estoy haciendo publicidad.
Dejar a Bebé-chan con quien sea me produce mucha ansiedad, y esto sólo se soluciona acostumbrándome. Por eso he ido practicando poco a poco con mis padres:
Un día mi madre se quedó con ella mientras yo iba a la compra.
Jamás en la vida he hecho la compra tan rápido.
Otro día la dejé con mi madre para irme a ver El Hobbit.
Jamás en la vida una película se me ha hecho tan larga, aunque por lo que he oído es posible que no tuviera nada que ver con Bebé-chan.
Otro día mi padre cogió al carrito y se fue "un momento" a por el pan. Tardó dos horas en volver.
-La niña, que ha querido parar a tomarse una cañas.
-¡Si tiene dos meses!
-Esta juventud de hoy en día, es que hay que ver...
Otro día dejé a Bebé-chan en casa de mis padres y me fui a IKEA. Cuando volví no había nadie en casa y no me cogían ninguno de los teléfonos (y sólo mi madre lleva dos en el bolso siempre).
Al final resultó que habían salido a dar un paseo y hacerle a la niña un Simba...
...y a mitad de camino la niña les había convencido, no, obligado, a parar a tomarse unas cañas.
Ese día comprendí dos cosas:
Una, que Bebé-chan es una mala influencia para mis padres.
Dos, que tengo el corazón a prueba de bombas, porque si no me habría petado ya.
Como a pesar de todo Bebé-chan está muy a gusto con sus abuelos, el martes se la dejé de nuevo a mi padre mientras me iba a hacer una entrevista de trabajo.
-Vete tranquila -me dijo-, que yo esto lo tengo dominado.
-No me lo digas: os vais a ir de cañas.
-¡Por favor, Lorz! ¡De cañas! ¡Que la niña tiene sólo cuatro meses! ¡Dices unas tonterías!
Viendo que mi padre parecía tener la situación controlada, me fuimuy tranquila bastante tranquila tranquila me fui.
Tres horas más tarde volví y me encontré a Bebé-chan durmiendo como un bebé(-chan) y con todas sus extremidades en perfecto funcionamiento.
-Le he dado un biberón y le he cambiado el pañal -me informó mi padre.
-¿Le has cambiado el pañal? ¿Tú?
-Pues claro. ¡Anda que no te habré cambiado yo pañales a ti!
-Ya, ya, pero de eso hace treinta años.
-Lorz, hay cosas que nunca se olvidan.
Y con esto cogí a Bebé-chan y me fui a casa. Y cuando llegamos a casa y la cogí en brazos para sacarla del carrito noté que tenía la espalda empapada con una sustancia húmeda, blanda y calentita.
-¿Qué ha pasado? -le pregunté a Bebé-chan.
-Aajo...
-Eso, tú cambia de tema, como siempre.
Cuando le quité la ropita vi claramente lo que había pasado, y para explicároslo voy a contar con un voluntario porque al parecer subir a internet fotos de bebés desnudos está mal.
La complejidad de su uso es tal que la marca fabricante se ha visto obligado a dibujar una carita sonriente para mostrar que ese lado va delante.
El pañal bien colocado, queda así:
Mi padre no vio a Coco porque no veía Barrio Sésamo, y no vio a Elmo porque no se puso las gafas de cerca. El resultado es que puso el pañal así:
Que tiene mérito. A mí me ha costado muchísimo ponerlo así, y eso que Stitch me estaba ayudando. No quiero ni pensar lo difícil que tuvo que ser ponerlo con Bebé-chan moviéndose y amenazando con hacer pis en cualquier momento.
Además de la dificultad, mi padre tuvo mala suerte, porque una de las pegatinas que sujetan el pañal, en vez de quedar completamente pegada al susodicho, se soltó y se pegó sobre sí misma, tal que así:
Después de una hora en el carrito, el pañal estaba así:
Y entonces fue cuando Bebé-chan decidió hacer su contribución y hizo caca. El resultado fue este:
Creo que prefiero cuando se van de cañas.
Y encima, como no es época de margaritas, he tenido que usar un cactus, que no es lo más recomendable ni para la persona humana ni para el cactus, que no tiene la culpa de nada.
El motivo de tanta duda es que no está bien reírse de alguien que te ha hecho un favor muy grande y muy bien hecho. Especialmente cuando, ejem, vas a tener que pedirle más del mismo estilo. Después me he acordado de que cada vez que intento reírme de mis padres todo el mundo se pone de su parte y al final lo único que consigo es darles armamento, así que en el fondo les estoy haciendo un favor.
Además, los abuelos que cambian pañales son sexis y molones.
Padre, no me estoy riendo de ti: te estoy haciendo publicidad.
Dejar a Bebé-chan con quien sea me produce mucha ansiedad, y esto sólo se soluciona acostumbrándome. Por eso he ido practicando poco a poco con mis padres:
Un día mi madre se quedó con ella mientras yo iba a la compra.
Jamás en la vida he hecho la compra tan rápido.
Otro día la dejé con mi madre para irme a ver El Hobbit.
Jamás en la vida una película se me ha hecho tan larga, aunque por lo que he oído es posible que no tuviera nada que ver con Bebé-chan.
Otro día mi padre cogió al carrito y se fue "un momento" a por el pan. Tardó dos horas en volver.
-La niña, que ha querido parar a tomarse una cañas.
-¡Si tiene dos meses!
-Esta juventud de hoy en día, es que hay que ver...
Otro día dejé a Bebé-chan en casa de mis padres y me fui a IKEA. Cuando volví no había nadie en casa y no me cogían ninguno de los teléfonos (y sólo mi madre lleva dos en el bolso siempre).
Al final resultó que habían salido a dar un paseo y hacerle a la niña un Simba...
"¡Mirad mi nieta! ¡Mirad mi nieta!", gritaban a los estupefactos transeúntes.
...y a mitad de camino la niña les había convencido, no, obligado, a parar a tomarse unas cañas.
Ese día comprendí dos cosas:
Una, que Bebé-chan es una mala influencia para mis padres.
Dos, que tengo el corazón a prueba de bombas, porque si no me habría petado ya.
Como a pesar de todo Bebé-chan está muy a gusto con sus abuelos, el martes se la dejé de nuevo a mi padre mientras me iba a hacer una entrevista de trabajo.
-Vete tranquila -me dijo-, que yo esto lo tengo dominado.
-No me lo digas: os vais a ir de cañas.
-¡Por favor, Lorz! ¡De cañas! ¡Que la niña tiene sólo cuatro meses! ¡Dices unas tonterías!
Viendo que mi padre parecía tener la situación controlada, me fui
Tres horas más tarde volví y me encontré a Bebé-chan durmiendo como un bebé(-chan) y con todas sus extremidades en perfecto funcionamiento.
-Le he dado un biberón y le he cambiado el pañal -me informó mi padre.
-¿Le has cambiado el pañal? ¿Tú?
-Pues claro. ¡Anda que no te habré cambiado yo pañales a ti!
-Ya, ya, pero de eso hace treinta años.
-Lorz, hay cosas que nunca se olvidan.
Y con esto cogí a Bebé-chan y me fui a casa. Y cuando llegamos a casa y la cogí en brazos para sacarla del carrito noté que tenía la espalda empapada con una sustancia húmeda, blanda y calentita.
-¿Qué ha pasado? -le pregunté a Bebé-chan.
-Aajo...
-Eso, tú cambia de tema, como siempre.
Cuando le quité la ropita vi claramente lo que había pasado, y para explicároslo voy a contar con un voluntario porque al parecer subir a internet fotos de bebés desnudos está mal.
"Hola, soy un voluntario"
Esto es un pañal del siglo XXI, que no se parece en nada a los pañales de tela que mi padre tiene tanta experiencia cambiando.
La complejidad de su uso es tal que la marca fabricante se ha visto obligado a dibujar una carita sonriente para mostrar que ese lado va delante.
El pañal bien colocado, queda así:
Casi puedo oír a Coco:
"La carita de Elmo va DELANTE.
El culito de Elmo va DETRÁS.
DELANTE.
DETRAS.
Ahora REPITE conmigo..."
Mi padre no vio a Coco porque no veía Barrio Sésamo, y no vio a Elmo porque no se puso las gafas de cerca. El resultado es que puso el pañal así:
Elmo sonriendo sin saber que va de culo.
Que tiene mérito. A mí me ha costado muchísimo ponerlo así, y eso que Stitch me estaba ayudando. No quiero ni pensar lo difícil que tuvo que ser ponerlo con Bebé-chan moviéndose y amenazando con hacer pis en cualquier momento.
Además de la dificultad, mi padre tuvo mala suerte, porque una de las pegatinas que sujetan el pañal, en vez de quedar completamente pegada al susodicho, se soltó y se pegó sobre sí misma, tal que así:
Yo no he hecho una carrera para acabar haciéndole fotos sugerentes al culo de Stitch.
Verídico.
Creo que prefiero cuando se van de cañas.
09 enero 2013
Los dientes prominentes
Bebe-chan es una niña buenísima.
Desde recién nacida comía cada tres horas, como si alguien le hubiera explicado que eso era así.
Con un mes empezó a aguantar sin comer cuatro o cinco horas por la noche.
Con tres meses empezó a dormir entre seis y siete horas seguidas por la noche, aunque no se dormía antes de las doce ni pidiéndoselo por favor.
Y si para dormir es buena, despierta ni te cuento.
Le da lo mismo tomar teta o biberón, aunque prefiere la teta y si le damos biberón nos mira de reojillo, como si quisiera dejar claro que sabe que se la estamos colando.
Se entretiene solita, bien en la hamaca, bien en la mantita de juegos, sólo llora cuando realmente le pasa algo y aún así, antes de llorar intenta llamar entonando un "ajo" lastimero. Incluso cuando pasó por los famosos cólicos del lactante se calmaba si le cantaba en bucle Susanita tiene un ratón.
No le importa que la cojan, no extraña los desconocidos, y sonríe a cualquiera que le diga tonterías.
Si digo todo esto no es por alardear.
Bueno, sí, un poco también.
Lo digo porque el problema de tener una niña tan tranquila y tan buena es que cuando tiene una rabieta sabes sin lugar a dudas que le pasa algo. Algo grave. Probablemente MORTAL.
Cuando Bebé-chan cumplió tres meses los cólicos del lactante desaparecieron de pronto y tuvimos una semana de paz y tranquilidad hasta que empezó de nuevo a rabiar.
La pequeñilla lloraba como una loca mientras intentaba meterse en la boca el brazo hasta el codo. Y cuando estaba tranquila, babeaba tanto que hacía burbujitas, y como tragaba tanta babita se le ponía el culito rojo como el de un mandril y le escocía. Por si no tuviera bastantes pistas, cuando se enganchaba al pecho podía notar el pinchazo de los incipientes dientecillos. Dicho sea de paso, pupita gorda...
Bebé-chan parecía sufrir tanto que, incluso sabiendo lo que le pasaba, la llevé al pediatra.
Bueno, ya sabéis como es esto.
Tienes una tos horrible, y cuando llegas a la consulta no toses.
-Tosa -te dice el médico.
-cof, cof -dices, y sabes perfectamente que el médico no se cree que tengas tos ni de c*ñ*.
Pues bien, cuando llegué a la consulta del pediatra, Bebé-chan estaba dormida. No, más que dormida. Estaba despatarrada en el carrito, la boca abierta, un hilito de baba chorreándole por la barbilla y roncando a todo roncar, porque si Bebé-chan tiene un defecto es que ronca como un viej... anciano de 80 años que haya pasado 60 fumando puros dentro de una mina de carbón.
-Bien, ¿qué le pasa a esta niña? -preguntó el pediatra.
-Eh... que lo está pasando muy mal con los dientes.
-¿Sí?
El pediatra mira a la niña, viva imagen de la placidez.
-Eh... sí...
-Ya.
No sé por qué me dio la impresión de que el pediatra no me creía.
-Llora mucho, está muy inquieta, le... le cuesta... ejem... dormir... -expliqué, mientras por dentro rezaba para que Bebé-chan se despertara y se pusiera a llorar antes de que el pediatra llamara a los señores de la bata blanca.
-Vamos a ver.
El pediatra se acercó al carrito y sacudió un poco a Bebé-chan para despertarla. Después de insistir un rato, Bebé-chan abrió un ojo lleno de rencor, y echó al pediatra una mirada asesina antes de cerrar el ojo de nuevo y seguir roncando.
-Eh... llora... nerviosa... codo... -insistí, sin mucha convicción.
El pediatra abandonó sus intentos por despertar a Bebé-chan y se volvió hacia mí.
-Echar los dientes no duele.
-¿No?
-Aunque en las farmacias suelen tener productos para madres... eh... ansiosas.
¿Que me está llamando QUÉ?
Hoy hago un cameo aquí.
Desde recién nacida comía cada tres horas, como si alguien le hubiera explicado que eso era así.
Con un mes empezó a aguantar sin comer cuatro o cinco horas por la noche.
Con tres meses empezó a dormir entre seis y siete horas seguidas por la noche, aunque no se dormía antes de las doce ni pidiéndoselo por favor.
Y si para dormir es buena, despierta ni te cuento.
Le da lo mismo tomar teta o biberón, aunque prefiere la teta y si le damos biberón nos mira de reojillo, como si quisiera dejar claro que sabe que se la estamos colando.
Se entretiene solita, bien en la hamaca, bien en la mantita de juegos, sólo llora cuando realmente le pasa algo y aún así, antes de llorar intenta llamar entonando un "ajo" lastimero. Incluso cuando pasó por los famosos cólicos del lactante se calmaba si le cantaba en bucle Susanita tiene un ratón.
No le importa que la cojan, no extraña los desconocidos, y sonríe a cualquiera que le diga tonterías.
Si digo todo esto no es por alardear.
Bueno, sí, un poco también.
Lo digo porque el problema de tener una niña tan tranquila y tan buena es que cuando tiene una rabieta sabes sin lugar a dudas que le pasa algo. Algo grave. Probablemente MORTAL.
Cuando Bebé-chan cumplió tres meses los cólicos del lactante desaparecieron de pronto y tuvimos una semana de paz y tranquilidad hasta que empezó de nuevo a rabiar.
La pequeñilla lloraba como una loca mientras intentaba meterse en la boca el brazo hasta el codo. Y cuando estaba tranquila, babeaba tanto que hacía burbujitas, y como tragaba tanta babita se le ponía el culito rojo como el de un mandril y le escocía. Por si no tuviera bastantes pistas, cuando se enganchaba al pecho podía notar el pinchazo de los incipientes dientecillos. Dicho sea de paso, pupita gorda...
Bebé-chan parecía sufrir tanto que, incluso sabiendo lo que le pasaba, la llevé al pediatra.
Bueno, ya sabéis como es esto.
Tienes una tos horrible, y cuando llegas a la consulta no toses.
-Tosa -te dice el médico.
-cof, cof -dices, y sabes perfectamente que el médico no se cree que tengas tos ni de c*ñ*.
Pues bien, cuando llegué a la consulta del pediatra, Bebé-chan estaba dormida. No, más que dormida. Estaba despatarrada en el carrito, la boca abierta, un hilito de baba chorreándole por la barbilla y roncando a todo roncar, porque si Bebé-chan tiene un defecto es que ronca como un viej... anciano de 80 años que haya pasado 60 fumando puros dentro de una mina de carbón.
-Bien, ¿qué le pasa a esta niña? -preguntó el pediatra.
-Eh... que lo está pasando muy mal con los dientes.
-¿Sí?
El pediatra mira a la niña, viva imagen de la placidez.
-Eh... sí...
-Ya.
No sé por qué me dio la impresión de que el pediatra no me creía.
-Llora mucho, está muy inquieta, le... le cuesta... ejem... dormir... -expliqué, mientras por dentro rezaba para que Bebé-chan se despertara y se pusiera a llorar antes de que el pediatra llamara a los señores de la bata blanca.
-Vamos a ver.
El pediatra se acercó al carrito y sacudió un poco a Bebé-chan para despertarla. Después de insistir un rato, Bebé-chan abrió un ojo lleno de rencor, y echó al pediatra una mirada asesina antes de cerrar el ojo de nuevo y seguir roncando.
-Eh... llora... nerviosa... codo... -insistí, sin mucha convicción.
El pediatra abandonó sus intentos por despertar a Bebé-chan y se volvió hacia mí.
-Echar los dientes no duele.
-¿No?
-Aunque en las farmacias suelen tener productos para madres... eh... ansiosas.
¿Que me está llamando QUÉ?
Hoy hago un cameo aquí.
03 enero 2013
Carta a los Reyes Majos 2013
Bonus track:
Ufff, que triste está este post, sólo con el vídeo y ni una mísera línea de texto ni nada.
Vamos a meterle algo de mondongo.
Ayer vino a traerme la compra el señor de siempre, que es muy majo y muy simpático y siempre me echa una manilla con las cosas que pesan.
Entre las cosas de la compra venía un rollo de papel de regalo.
-Acuérdate que tienes "esto" -me dice, señalando el rollo-. Aunque claro, tu niña todavía es muy pequeña para darse cuenta de todo el tema de los reyes.
-Sí, de momento sí.
-Al mío se lo hemos tenido que contar esta navidad.
-Pobrecillo... ¿cómo se lo ha tomado?
-Fenomenal. Para él ha sido un alivio saberlo.
-¿Sí?
-Por eso se lo hemos contado, porque el pobre estaba asustadísimo.
-¿De los Reyes Majos?
-Sí, claro, imagínate, el pobre decía "estos tipos se esperan a que esté dormido, se meten en mi habitación, y ahora si me muerde un camello qué hago, ¿eh?"
Así visto tenía razón el niño.
¡Que los Reyes Majos os traigan muchas cosas y que no os muerda un camello!
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