29 diciembre 2013

Yantanquí los Reyes Majos

El año 2013 ha sido un año de extremos: me han pasado cosas extremadamente buenas y extremadamente malas. Como no quiero alardear de las cosas buenas, porque es gafe, y no quiero regodearme en las cosas malas, porque es deprimente, este año no hay balance y vamos directos al turrón. 



A mi casa vienen los Reyes Majos. No Papá Noel, ni Santa Claus, ni nada porque mi madre, que se ha apuntado rápidamente a la moda de Halloween, de las fajitas, de la cebolla frita de Ikea, y que tiene una bandera republicana en casa (para cuando va de manifestación) insiste en que los Reyes Majos son "más españoles" que Santa Claus. 
Y tanto: son tres para hacer el trabajo de uno, lo hacen dos semanas más tarde, y encima hay que darles de comer. ¡Más español no se puede ser! 
Cuando éramos pequeños y vivíamos en el pueblo los Reyes Majos venían el día 5 de enero. 
Nos mandaban a todos los niños a la cabalgata con instrucciones de reunirnos después en casa de los abuelos. Y cuando llegábamos a casa de los abuelos maternos, que tiene un portal muy bonito, nos encontrábamos todos los regalos amontonados en la escalera, y los adultos histéricos: 
-¡Que han venido los Reyes! ¡Que han venido los Reyes! 
Molaba mil. 
Un año decidieron gastarnos una broma: en lugar de poner los regalos en las escaleras los escondieron detrás de las cortinas del salón, donde hay unos ventanales muy grandes. Por desgracia se les olvidó cerrar las contraventanas, y al pasar por la calle vimos todos los regalos allí apelotonados contra los cristales. Cuando entramos nos encontramos a los adultos de moco caído.
-Que no han venido los Reyes... Que no han venido los Reyes...
A los niños, que habíamos visto los regalos a través del cristal y los bultos a través de la cortina, se nos quedó una cara de pasmo que para qué.
¿Qué pasa? ¿Son tontos o se lo hacen? 
Incapaces de decidir cuál de las posibilidades era más turbadora optamos por seguirles la corriente, por si eran peligrosos o algo. 
-¿No han venido los Reyes?
GUIÑO-GUIÑO, CODAZO-CODAZO
-No...
-Vaya...
-¡Que sí, que los Reyes están detrás de la cortina!
SORPRESÓN.
-¡Jajaja, la cara que se os ha quedado, jajaja! ¡Pensabais que no había regalos, jajaja!
La historia les hizo tanta gracia que lo volvieron a repetir año tras año. 
-¡Jajaja, la cara que se os ha quedado, jajaja! ¡Pensabais que no había regalos, jajaja! -repetían cada vez. 
A ver que me explique. 
Primero: incluso si el primer año te hubiera pillado de sorpresa, a partir del quinto año ya como que te lo hueles. 
Segundo: algunos de los "niños" ya teníamos pelos en el piticlín. 
Tercero: si vais a insistir con la broma año tras año al menos cerrad las p*t*s contraventanas, c*ñ*, que no es tan difícil. 
Cuando nos mudamos a Madrid los Reyes Majos empezaron a venir a casa de los abuelos paternos. Se ve que el padrón les vende los datos, o que les informan de las actualizaciones o yo qué sé. 
Pero en casa de los abuelos paternos había un problema: mi tía estaba separada
Lo escribo así porque así es como lo decía mi abuela en esa época, "mi hija es que está... separada". Mi abuela también dice que los vecinos son de fuera o que alguien es de la otra acera. Esta forma de hablar tiene mucho mérito, sobre todo porque mi abuela es capaz de decirlo así, y a la vez a gritos.  
Bien, pues como mi tía estaba separada mis primos tenían que dividir las vacaciones entre su padre y su madre, y no sabemos cómo lo hacían que siempre les tocaba pasar los reyes con su padre. 
Entonces empezamos a dar los reyes en nochebuena. Pero entonces no sé por qué, mis primos empezaron a pasar la nochebuena con su padre también. Les gustaría más su pavo, digo yo. 
Solo nos quedó la nochevieja, y como mis abuelos eran fieles a la política "aquí los Reyes Majos vienen cuando estemos todos o no vienen", y los Reyes Majos no se atrevían a desafiar a mi abuelo (menudo era) empezaron a venir en nochevieja, después de las uvas. 
Bueno, a venir no, porque se ve que por convenio los Reyes Majos no trabajan en nochevieja, así que nos traían los regalos antes, con el nombre del destinatario en una pegatina, y los repartíamos nosotros mismos. 
Como además daba la casualidad que el 1 de enero era el cumpleaños de mi abuelo todo quedaba como muy festivo. 
Desde entonces los Reyes Majos han seguido no viniendo en nochevieja; se ve que la última reforma laboral no les afecta.Y este año me he plantado. 
Todo empezó porque le pregunté a una compañera venezolana cuándo se daban los regalos en su casa. 
-El 24 de diciembre, ¿y en la tuya?
-El 31 de diciembre. 
-¿Y eso? ¿Es una costumbre española?
-Bueno... Si consideras "no hacer nunca nada todos a la vez" como una costumbre española...
Entonces fue cuando me di cuenta de que lo que estábamos haciendo era absurdo porque para empezar mis primos hace años que son mayores de edad y pasan las fiestas donde les sale del piticlín, y para terminar uno de ellos ni siquiera vive en Madrid, y mi abuelo murió hace años, y todos, lo que se dice todos, no estamos nunca. 
Así que fui a mi madre: 
-Madre, esto no puede seguir así, que Bebé-chan empieza a darse cuenta de las cosas y esto es muy confuso para un niño. 
Y para un adulto. Y para cualquiera. 
-Ya hija, pero es que yo no tengo la culpa de que tengamos este gobierno...
-Los Reyes Majos, mamá, me refiero a los Reyes Majos.
-Ah. ¿Cuándo los damos? ¿En nochevieja? 
-Hombre, lo suyo sería que vinieran el día de Reyes. 
-¡Pero es que en Reyes no estamos todos!
-¿No estáis?
-Anda, pues sí. 
-Pues los damos en Reyes.
-Es que... ya hemos dicho que en nochevieja... y además...
-Que ya los tenéis y padre no es capaz de aguantar para darlos, ¿eh?
-Más o menos...
-Jo, es que me hacía ilusión que para Bebé-chan los Reyes vengan en reyes...
-Bueno, lo que podemos hacer es darlos en nochevieja, ¿vale? Lo que pasa es que los escondemos, y después de cenar decimos que han venido los Reyes y los sacamos. Pero en vez de repartirlos nosotros como estos años los escondemos, y cuando terminemos de cenar decimos que han venido los Reyes y los sacamos. 
-Bueeeeno... ¿y dónde los escondemos?
-Pues no sé... ¡detrás de la cortina del salón! 
Lo sabía. 


22 diciembre 2013

El mal de ojo

Navidah, navidah en canar sul,
navidah, navidah en canar sul,
nuehtra navidah...



Cuando éramos pequeños mi madre ponía un belén  muy grande.
Teníamos unas figuritas horrorosas, de plasticorro, pintadas a mano. Y sabíamos a ciencia cierta que eran pintadas a mano porque ni una tenía el ojo pintado en su sitio, oye, ni una.
Además teníamos un montón porque cuando veníamos a Madrid a ver a mis abuelos siempre comprábamos alguna nueva en los puestos de la plaza Mayor. Teníamos todo el reparto:
El san José con cara de mustio y un ojo más grande que el otro.
La virgen de rodillas, que es lo más normal después de soltar un niño de la mitad de su tamaño, y un ojo más grande que el otro.
El niño Jesús en pelota picá en mitad de diciembre y un ojo más grande que el otro.
La mula y el buey, mirándose con arrobo y un ojo más grande que el otro.
El ángel, que no se sostenía de pie y tenía un ojo más grande que el otro.
Y una población aproximada de unas cien figuritas más, todas ellas con un ojo más grande que el otro.
El casting incluía una rica fauna, formada por animales que tenían un ojo más grande que el otro y de dudosa escala: el gallo era mucho más grande que las ovejas, aunque lo mismo daba, porque las ovejas tenían unas patillas esmirriadas (y un ojo más grande que el otro) y siempre se estaban cayendo, que a veces más que un rebaño parecía una masacre.
La adquisición más celebrada fue la de las luces. Era una ristra verde con luces de colores que parpadeaban... Para que os hagáis una idea, eran exactamente como las de ahora. Se ve que el campo de las luces de navidad alcanzó su cima en los años 90 y desde entonces no han evolucionado una m**rd*.
Mi madre, que es muy del rigor histórico, siempre insistía en que en el portal teníamos que poner una hoguerita, "para calentar al niño". Que digo yo que si a su propia madre no le importaba un pimiento tener al niño en paños menores en pleno diciembre por qué nos teníamos que complicar la vida nosotros. Y es que la hoguerita consistía en cuatro palitos y una lucecita de navidad debajo, y mi madre insistía en que esa, precisamente esa, tenía que ser roja.
Todos los años pasaba lo mismo: el enchufe en un lado, el portal en el otro, y en medio la lucecita roja, que no llegaba. Y cuando llegaba teníamos otro problema, porque el número de lucecitas rojas era limitado. Poníamos una en el portal, otra con los pastores (los pastores tenían que tener otra hoguera también, los pesaos) y antes de que nos diéramos cuenta sólo quedaban luces rosas y verdes. Así es como la castañera acababa siempre asando castañas a la luz de un fuego verde (de probable origen extraterrestre) y la posada acababa iluminada por una luz rosa intermitente.
-Parece un puticlub -decía mi madre.
Y es que lo parecía. Tanto que con el paso de los años la pobre casita de corcho acabó siendo conocida por todos como "el puticlub", y le adjudicábamos la luz rosa aunque hubiera otra libre.
Nos los currábamos mucho. Íbamos a la carpintería a pedir serrín (hace un par de meses me he enterado de que la carpintería estaba en la casa que se jugó mi abuelo a las cartas, así que todo quedaba en familia), y un año que no conseguimos serrín usamos arena de gato. Limpia, ¿eh? Al menos estaba limpia cuando la pusimos. Luego la encontró el gato, y ya se sabe que los gatos son animales de costumbres: el nuestro se había acostumbrado a la arena y, bueno, el sitio le pareció un poco incómodo, pero claro, si la arena estaba allí sería por algo, ¿no?
Poníamos arena, poníamos el consabido río hecho con papel de plata con los patos gigantes de color amarillo fosforescente... y poníamos musgo.
El musgo requería de una expedición al campo. Mi madre cogía su coche, un Dyane 6 de decimosexta mano, metía en el asiento de atrás a todos los niños que se encontrara rondando por casa, y nos íbamos en busca de musgo, que a ver si os pensáis que encontrar musgo en Córdoba es tan fácil.
En mi tierra el campo está ocupado por olivos. Hay olivos hasta en lo más empinado. Hay olivos incluso en sitios donde la maquinaria no puede acceder y tienen que arar con una mula. Todo está lleno de olivos.
¿Todo? ¡No! Porque en mitad de las tierras de la familia hay una colina tan llena de meños y tan inclinada que ni las cabras pueden subir, y en ese peñascal vertical y lleno de zarzas nos metía mi madre para buscar musgo, ramitas, piedrecitas y cualquier cosa que sirviera para el belén.
Para darle más emoción en diciembre todavía es temporada de caza y, ¿adivinad qué? ¡El meño aquel era coto de caza!
Pero no pasaba nada, porque mi madre tenía un plan.
-Vamos a cantar algo para que si los cazadores ven movimiento sepan que somos personas y no nos disparen.
Y oye, a nosotros nos parecía de lo más razonable y cantábamos como posesos hasta que se nos acababa el repertorio.
-¿Y ahora qué hacemos?
-Pues cantamos otra.
-Es que ya no nos sabemos más.
-Pues nos la inventamos.
Y mi madre se inventó una bonita canción que decía así:

Vamos de excursión
todos a mogollón
y si encontramos culebras
les tiraremos una piedra
y si encontramos un bicho
le pegaremos con un pincho...

La canción seguía hasta completar todo el repertorio animal de la agreste campiña cordobesa, pasando por los saltamontes, los murciélagos y los topos. Era como el Pollito Pío en rústico, y repartiendo leña a todos, porque al que no le pegábamos con un pincho le dábamos de collejas (había uno al que solo le gritábamos "fuera, fuera", pero no me acuerdo de cuál era el afortunado). Que ahora lo pienso, y entre que por una parte estábamos arrasando con la flora y que por otra amenazábamos con maltratar a la fauna no sé yo cómo no intervenían los de Montes.
La canción acabó siendo la Banda Sonora Oficial Para Ir A Jugarnos La Vida Recogiendo Musgo Para El Belén™ y la cantábamos cada año, hasta que nos mudamos a Madrid y el belén empezó a ser más reducido y sin musgo. Como hace ya casi veinte años lo lógico sería que la canción se me hubiera olvidado del todo (por eso de borrar los recuerdos traumáticos y tal), pero hace un par de días estaba adornando el árbol de navidad y se me vino a la cabeza.
Y claro, le pregunté a mi madre.
-¿Te acuerdas de la canción que te inventaste cuando fuimos a por musgo al campo?
-No.
-Sí, la del bicho que le pegábamos con un pincho.
-Hija, no me suena de nada.
Ahora me pregunto si además de musgo recogíamos también setas.





Pd: Y lo bien que nos lo pasábamos.


13 diciembre 2013

De como Lorçagirl fue a la Biblioteca Nacional, de las muy fabulosas cosas que allí acontecieron, y grandes y prolijas enseñanças sobre por qué no puede volver

Tenía que hablar del puente de la Inmaculada Constitución, y de los extraños y diversos sucesos que acontecieron, pero recientemente he sufrido una experiencia traumática que necesito compartir.

Esta semana he tenido que ir a la Biblioteca Nacional.
El primer día iba toda de novatilla y me pillaron de marrón porque entrar a la Biblioteca Nacional no es tan fácil como parece: para empezar hay que subir un montón de escaleras y una ya no está para estos trotes.
Luego hay que pasar un primer control, donde enseñas el carnet, te ponen una pegatina según lo que vayas a hacer, y te preguntan si llevas un ordenador.
Después pasas por otro control donde enseñas el carnet, pasas el bolso por un escáner y el cuerpo humano por un arco detector de metales y te preguntan si llevas un ordenador.
Después pasas por el guardarropa, donde te vuelven a preguntar si llevas un ordenador.
-Tienes que dejar aquí el abrigo y el bolso.
-¡Pero si llevo mil cosas!
-Lo que necesites...
-¡Todo!
-...puedes meterlo en esta bolsa.
La señorita del guardarropa me dio una bolsa transparente de estilo carcelario y metí mis cosas a toda prisa dentro... sin saber que en el cuarto control (porque hay un cuarto control) tienes que volver a sacarlas de la bolsa para que las inspeccionen.
El señor de seguridad inspeccionó primero todos mis papeles. Uno a uno.
-Este no vale.
-¿Ese? ¿Por qué?
-Motivos de seguridad.
Luego me pidió que sacara el ipad de la funda y lo inspeccionó por todos lados.
Después inspeccionó los seis paquetes de pañuelos de papel con los que voy a todas partes desde que Bebé-chan empezó a ir a la guardería y a pegarme todos los virus que se encuentra tirados por ahí.
Y por último llegó a mi bolsita íntima.
  -¿Esto que es?
-Son artículos de higiene femenina.
-...
-Compresas, ¿vale? Compresas.
El señor de seguridad esparció mis compresas por el mostrador para revisarlas. Viendo que me estaba poniendo colorada como un tomate, se apiadó de mí.
-Es que nos ha pasado de todo, ¿sabe?
No me preguntó si llevaba un ordenador. La verdad es que me quedé con las ganas.
El sexto paso, si no tienes carnet, es ir a información a que te informen. De ahí te mandan a otro mostrador a que te hagan el carnet (séptima parada...), y te lo hacen en el momento.
Una vez que tienes tu carnet en la mano vas a otro mostrador a que te asignen un pupitre (¡ocho!), y te vuelven a preguntar si llevas un ordenador (en serio, ¿es que han perdido el suyo o qué?).
Y cuando tienes tu pupitre, si los libros que quieres consultar no están en sala, vas a otro mostrador para pedirlos.
El primer día tardé una hora en hacer todo el recorrido.
La novatada y eso.

El segundo día me preparé para que no me volviera a pasar.
Antes de salir de casa saqué el ipad de la funda y lo metí en la bolsa transparente con todas las cosas que iba a necesitar, salvo los artículos de higiene íntima, que me guardé en un bolsillo.
M**rd*, no tenía que haberlo dicho, la próxima vez me mirarán los bolsillos también...
Cuando llegué a la Biblioteca subí las escaleras, pasé el primer control ("no llevo ordenador"), pasé el segundo ("no llevo ordenador"), llegué al guardarropa ("no llevo ordenador")...
-Tienes que dejar aquí el abrigo y el bolso, solo puedes pasar las cosas que necesites...
-En una bolsa transparente -exclamé triunfal-. Lo sé, la tengo preparada.
Abrí el bolso para sacar la bolsa (que raro queda así escrito) y algo brilló en el fondo.
-¿Llevas comida ahí dentro?
-No.
-Parece que llevas algo.
M**rd************... ¡El p*t* turrolate!
El turrolate es un dulce típico de mi tierra que me encanta. En Madrid no lo venden, y por eso siempre que vamos al pueblo hago acopio. En la última visita, Hermano Pequeño compró para mí y se me olvidó pagárselo me regaló un paquete.Yo lo eché al bolso, se me olvidó que estaba ahí y lo paseé durante varios días sin darme cuenta.
-Es una... chocolatina -le dije a la señorita del guardarropa.
Cuando dices "turrolate" la gente te mira raro, y no hay otra palabra en castellano que defina al turrolate salvo, quizá, turrolate.
Si llevas comida tienes que dejar el bolso en consigna, ahí enfrente.
-¡Si ayer lo dejé en el guardarropa sin problemas!
-¡Porque nos ocultaste que llevabas comida!
-Está bien.
Me fui a consigna. La consigna funcionaba con monedas de un euro y yo llevaba en total 80 céntimos y un billete de 10 euros.
Volví al guardarropa a ver si me cambiaban el billete.
No tenían cambio.
-Creo que será mejor que tire el... la chocolatina.
-No la tires, mujer.
-Pues como no me la coma...
-...
-Está bien, me la como.
-Pero aquí no, tienes que salir fuera.
Entonces consideré mis opciones:
Por una parte, si salía tenía que volver a pasar todos los controles otra vez, probablemente agitando los bracitos y gritando "¡no llevo ordenador! ¡no llevo ordenador!".
Por otra, el turrolate no es algo que te puedas comer así como así. Para que os hagáis una idea,el turrolate es como si mezclas un polvorón con mantequilla de cacahuete, haces una masilla, le das forma de mojoncito y la envuelves en celofán. Por mucho que te guste (y a mí me gusta mucho), para comértelo te tiene que apetecer. En ese momento no me apetecía nada, y mucho menos si implicaba salir a comérmelo bajo cero a la calle y volver a pasar media hora de mostrador en mostrador.
-Pues lo tiro.
Y con gran dolor lo tiré a la papelera.
Ese día, como ya tenía hecho el carnet, tardé solo media hora en pasar todos los controles.

El tercer día estaba decidida a batir todos los récords.
¡Hoy voy a tardar menos de media hora en entrar!, me dije.
Lo preparé todo muy bien en la bolsa carcelaria, revisé el bolso en busca de comida que no recordara llevar, separé las hojas de papel presuntamente peligrosas de las presuntamente inocuas... Cuando me aseguré de que todo estaba en perfecto estado de revista me empecé a vestir, con tan mala suerte que a mitad de proceso Bebé-chan se despertó, y de muy mal humor además. Acabé de prepararlo todo con la nena en brazos y a toda prisa, salí corriendo, dejé a la nena en la guarde, cogí el metro, cogí el cercanías, llegué a la Biblioteca, subí las escaleras, pasé el primer control ("no llevo ordenador"), pasé el segundo ("no llevo ordenador"), llegué al guardarropa ("no llevo ordenador")...
-Tienes que dejar aquí el abrigo y el bolso.
-Sí, sí.
Y cuando me estaba desabrochando el abrigo me di cuenta de que con las prisas no había cogido el jersey y que debajo del abrigo sólo llevaba una camiseta interior térmica.
Ejem...

El cuarto día no volví.

05 diciembre 2013

La Inmaculada Constitución

Mañana es el día de la Constitución Española, que como todo el mundo sabe
ni es Constitución (porque es una Carta Magna),
ni es Española (porque a estas alturas todavía estamos discutiendo qué es España),
ni es un día (porque son tres).
Y había pensado que para celebrarlo podía leérmela y analizarla.

¡Bieeeeeen!

Pero luego he visto que es muy larga, no tiene dibujitos, y está llena de palabros raros y he pensado que ya si eso otro día.
Ejem.
No pasa nada.
Porque con el paso del tiempo la Constitución y la Transición se han acabado identificando con una canción, Libertad sin ira, que resume su el espíritu y nos explica claramente en qué estaban pensando los españoles que votaron "sí" a la Constitución.




Claramente, no estaban pensando en las pintas que me llevaban.
Y para meternos en sus mentes no hay más que analizar la letra de la canción.
Allá vamos:

Dicen los viejos
Bonita forma de dirigirse a las personas mayores.

que en este país
Pase lo que pase no digas "España", que la gente se pone a gritar "¡UNAGRANDELIBRE!" y la cagamos.

hubo una guerra
Si el problema no fue la guerra, y menos con la tecnología punta en armamento que llevaban en el frente. El problema fue lo que pasó detrás de las líneas del frente, y después de la guerra.

y hay dos Españas
Es una, lo que pasa es que se mueve mucho.

que guardan aún el rencor de viejas deudas.
Sólo para aclararlo: las viejas deudas no son "te dejé cinco duros y no me los has devuelto". Son más del tipo "tu padre quemó a mi madre, mató mi casa y violó a mi pobre conejito". Y la gente esas cosas tiende a tomárselas mal.

Dicen los viejos
Y los viejos, ya se sabe, CHOCHEAN.

que este país
Muy bien, sigue así.

necesita
Dos puntos:

palo largo
¡UN PALO! ¡UN PALO!

y mano dura 
para evitar lo peor.
El Apocalipsis Zombi.

Pero yo sólo he visto gente
Bien, de momento hemos esquivado el Apocalipsis Zombi.

que sufre y calla 
dolor y miedo.
P*t*s hemorroides.

Gente que sólo desea 
su pan, su hembra
¿Que QUÉ?
Estoy hay que mirarlo despacito:
"La gente desea pan". Hasta ahí bien. Está demostrado que el pan no engorda, lo que engorda es rellenarlo de panceta.
"La gente desea hembra".
¿Hembra?
Esto significa:
Primero, que esa gente de la que nos están hablando son sólo los hombres.
Los hombres heterosexuales, claro.
Los hombres homosexuales, como su propio nombre indica, no desean hembra.
Las mujeres homosexuales, por lo general, tampoco desean hembra: tienden más a desear a otras mujeres. Son así de raras: les gusta que las consideren personas, no instrumentos para procrear.
Pues ea, por tiquismiquis, tampoco son gente.

y la fiesta en paz.
No, claro, después de lo que acabas de soltar te habrás quedado a gusto, majete.

Libertad, libertad, sin ira libertad
Este es el estribillo. Bonito, ¿eh?

guárdate tu miedo y tu ira
Si mi padre quemó a tu madre, mató tu casa y violó a tu pobre conejito, te aguantas, que este no es momento de andar discutiendo por pequeñeces.
So rencoroso.

Porque hay libertad, sin ira libertad
¿Te das cuenta de que si tienes que repetirlo tanto es porque a lo mejor no hay tanta como dices?

y si no la hay sin duda la habrá
Tienes respuesta para todo, ¿no?

Dicen los viejos
Y nosotros no somos viejos. Somos jóvenes. Somos enrollaos. Somos progres.

Que hacemos lo que nos da la gana
Si el hacer no es problema. El problema es el pensar.

Y no es posible que así pueda haber
gobierno que gobierne nada
Ya. Yo también veo la tele.

Dicen los viejos
Y no queremos ser como los viejos, ¿verdad?

Que no se nos dé 
rienda suelta
que todos aquí llevamos
la violencia a flor de piel
Es por las videoconsolas y los juegos de rol.

Pero yo sólo he visto gente
Léase "hombres heterosexuales no zombis que creen que el sexo es para la procreación".

muy obediente hasta en la cama.
A ver si os pensáis que con esto de la libertad, la revolución sexual y el destape vamos a empezar con la vida salvaje y el desenfreno. No os preocupéis, que por mucha libertad que haya seguiremos con el misionero, tapaditos hasta el cuello y a oscuras, no vaya a ser que por casualidad nos encontremos un clítoris de esos y a ver qué hacemos.

Gente que sólo pide
Y pide. Y pide. Y pide. Un no parar.

vivir su vida, sin más mentiras
Porque los políticos de las democracias no dicen mentiras. Y pueden curar a la gente con tocarla y sus pedos huelen a colonia de bebés.

y en paz.
Sí, anda, que te estás luciendo.

Libertad, libertad, sin ira libertad,
guárdate tu miedo y tu ira
porque hay libertad, sin ira libertad
y si no la hay sin duda la habrá.
Así que a callar y aguantarse, que estamos trabajando en ello.