Nena-chan anda por aquí pulsando botones al azar, por lo que es altamente probable que estés leyendo un borrador sin terminar que la nena haya publicado porque ella lo vale.
Previously in Lorz...
Apuesto a que vuestras propias vacaciones no se os hacen tan largas.
Bueno. Pues aparte de todo lo anterior, nos pasaron más cosas.
Por ejemplo, durante un tiempo tuve un segundo trabajo. Que era muy temporal y muy a mi rollo y muy a mi gusto, no es que me queje. Fue divertido mientras duró.
También escribí medio libro, que he depositado cuidadosamente en mi pila de libros medio escritos, que ya es bastante más grande que la pila de libros totalmente escritos, formada actualmente por un único título.
Empezamos a grabar un corto, que sigue en producción, con fecha estimada de fin de rodaje verano 2017 y estreno estimado en septiembre de 2017 (o no).
Durante aproximadamente diez días no tuvimos ni vacaciones ni guardería ni campamento y los niños se quedaron por la mañana con los abuelos, con todos los ires y venires que eso implica.
En algún momento Nena-chan se puso enferma, con anginas, y pasó días y días con mucha fiebre y dolor en "la boca de atrás".
Y todo así.
Para finales de agosto yo me sentía tan cansada y tan deprimida que cuando vi en el calendario que tenía apuntados cuatro días más de vacaciones, ya para principios de septiembre, me eché a llorar.
-Tengo cuatro días de vacaciones y me voy a la playa -le anuncié a ZaraJota.
-Te recuerdo que esos días te los pediste para la adaptación de los niños.
Mierdaaaaaaaa... la adaptación. No me acordaba: en la guarde no empiezan con la jornada completa desde el primer día, sino que el primer día van una hora, el siguiente dos, y así se supone que la vuelta al cole es menos traumática, aunque no queda claro menos traumática para quién.
Medité el asunto cuidadosamente durante al menos diez segundos.
-Nena-chan ya está más que adaptada -le dije a ZaraJota-, y Bebé-kun no va a adaptarse hagamos lo que hagamos.
Y acto seguido cogí a los niños y salí corriendo y agitando los bracitos.
Sin pensarlo dos veces,
me autoinvité a la casa de la Tita del Puerto nos ofreció amablemente su casa.
Solo puso una condición: que yo no hiciera el viaje sola con los niños, o, por lo menos, que solicitara el servicio Atendo de Renfe, ya que iba yo sola con las dos criaturas, el carrito y todo el equipaje.
Admito que me daba una pereza terrible tener que interactuar con otros seres humanos a las ocho de la mañana, y que incluso pensé en
decirle que lo había solicitado, pero al final me pudo el cansancio vital y lo solicité de verdad.
A fin de cuentas, ni siquiera yo estoy tan loca como para despreciar un poquito de ayuda.
La cosa fue así:
Pedimos un taxi que nos recogió en la puerta de casa y que nos soltó en Atocha, despidiéndose con la frase "la oficina de Atendo está nada más pasar la puerta, no tiene pérdida".
Efectivamente la oficina estaba nada más pasar la puerta, pero estaba cerrada, y habían puesto un aviso de "hay otra en el invernadero, gracias".
Los niños, el carrito, la maleta y yo bajamos hasta el invernadero, que total, son solo tres pisos. Después recorrimos el invernadero hasta dar con Información, y después, siguiendo las indicaciones, la oficina de Atendo.
Y una vez allí nos dijeron que esperáramos "a ver si hay alguien disponible".
Nos sentamos y esperamos, y esperamos, y esperamos, y esperamos y cuando nuestro alvia empezó a embarcar y yo estaba empezando a plantearme que estaba haciendo el gilimonguer apareció mi atendo particular.
-A ver, ¿quién ha solicitado ayuda para un carrito de bebé?
-¡Yo! ¡Yo!
-Bueno, pues le informo: nosotros solo estamos autorizados a
subir el carrito de bebé, así que usted tendrá que empujarlo hasta el andén.
En ese momento el carrito iba vacío, y yo llevaba a Bebé-kun colgado, a Nena-chan en una mano y la maleta en la otra, y no veía cómo narices iba a empujar el carrito hasta el tren.
-Estooo...
-Lo que sí puedo hacer es llevarle la maleta.
El suspiro de alivio se debió oír en la estación orbital B-345.
Quedaban unos veinte minutos para que saliera el alvia, así que el señor atendo agarró la maleta y salió disparado mientras yo le seguía a duras penas con el carro y los dos niños, escuchando los alegres apelativos que nos dirigía el resto de viajeros mientras nos colábamos sucesivamente en el control de equipajes, de billetes y la cola para el ascensor.
Cuando compré los billetes puse mucho cuidado en elegir los asientos cerca de una puerta, pero cuando llegamos a la puerta en cuestión había un amogollonamiento de gente, así que entramos por la otra, el señor atendo me colocó el carrito debajo de un asiento, los equipajes en el portaequipajes y me dijo:
-Sus asientos son justo los del otro extremos. Adiós.
-¡Un momento! ¡Un momento! He pedido atendo también para el destino, ¿vendrán a buscarme o cómo?
-Uf, ni idea, pero yo no me fiaría mucho, porque depende de la disponibilidad, y en las estaciones pequeñas solo suele haber una persona; con que solicite el servicio un solo viajero más ya no podrán atenderte.
Y sonriendo ante tan alegre perspectiva se bajó del tren.
Efectivamente, los asientos estaban en el otro extremo del vagón.
Fui allí y acomodé a los niños, y entonces empecé a pensar, que lo mismo fue ese mi error, no digo yo que no, que había muchas posibilidades de que al llegar no hubiera nadie para ayudarme, y que seguramente los niños ya estarían nerviosos, y que todo el equipaje estaba en la otra punta...
-Cántale los cinco lobitos al hermanito lo más alto que puedas -le dije a Nena-chan-, que mamá viene ahora mismo.
Dejé a los niños solos y fui a por el equipaje con la cantinela de los cinco lobitos de fondo, pero en cuanto me perdieron de vista los niños dejaron de cantar y empezaron a llorar.
-¡Estoy aquí! ¡Ya voy! ¡CIN-CO LO-BI-TOOOOOOOOS...! -les empecé a berrear mientras intentaba sacar el carrito de debajo del asiento, en la otra punta del vagón. Lo saqué y lo arrastré hasta nuestro lado, y lo metí debajo del asiento-. Voy a por la maleta, ¿vale? Vuelvo enseguida.
-¡Nooooooooooo! ¡No te vayas!
-Mira, la tablet.
Con Nena-chan neutralizada, me fui de nuevo a por la maleta, pero de alguna forma Bebé-kun había conseguido bajarse del asiento, y venía hacia mí gateando por el pasillo.
-¡¡¡NOOOOOO!!! ¡¡¡QUE LA MOQUETA ESTÁ MU GUARRAAAAAA!!!
Cogí al niño en brazos. Cogí la maleta. Volví a nuestro sitio y coloqué al niño en el portaequipajes y la maleta en el asiento. O al revés, yo que sé.
-¡¡¡BUAAAAAAA!!!
Volví a coger al niño, me fui al otro lado del vagón, recogí el bolso cambiador, volví a nuestro sitio. El alvia todavía no había arrancado y yo ya estaba hecha polvo.
-Ahora mamá descansa un poquito, ¿vale?
-Vale -dijo automáticamente Nena-chan, enfrascada en la tablet.
-¿Teta-tetita? -dijo Bebé-kun.
Suspiré.
-Teta-tetita.
A partir de ahí todo fue a mejor, incluso nos apañamos para ir a la cafetería y hacer pis.
No en la cafetería. O sea, fuimos a la cafetería y
después, en otro momento y lugar (probablemente en el baño, aunque tampoco podría jurarlo), hicimos pis.
Cuando por fin llegamos a nuestro destino me encontré en la tesitura de no saber qué c*ñ* hacer.
¿Vendrían a ayudarme?
¿No vendrían?
¿Y si venían y me decían que solo estaban para
bajar el carro?
¿Y si no venían y el alvia seguía su camino y acabábamos en San Fernando, o peor, en Jerez?
Ante la duda, saqué el carrito, lo desplegué, subí a un niño, le colgué un bolso. Arrastré el carrito, a la niña y la maleta hasta la puerta.
-Ahora mamá va a bajar al hermanito, pero enseguida volverá a por ti. ¿Me esperas aquí?
-¡¡¡NOOOOOOO!!! ¡¡¡NO ME DEJES CHOOOOOOOLAAAAAAA!!!
-Vuelvo a por ti enseguida, ¿vale? ¡¡¡CINCO LOBIIIIIITOOOOOS...!
Bajé a Bebé-kun al andén y volví al tren a por Nena-chan, pero pensé que era muy peligroso dejarla sola en el andén mientras volvía a por la maleta, así que bajé primero la maleta.
-¡¡¡BUAAAAAAA!!! ¡¡¡NOOOOOO!!! ¡¡¡MAMÁ!!! ¡¡¡NO ME DEJES CHOLA OTRA VEEEEZ!!!
-¡¡¡...TIENE LA LOOOOOO-BAAAAA!!!
Bajé a Nena-chan justo cuando el alvia cerraba las puertas. Calmé a Nena-chan. Calmé a Bebé-kun. Reorganicé a los niños y al equipaje para llevarlo todo usando un número limitado de manos (dos). Me arrastré penosamente por el andén con todo el conjunto. Y cuando ya iba a entrar a la estación, se me acercó un señor atendo.
Despacito, ¿eh? Que hacía mucho calor y tal.
-¿Zeñora? ¿Uhté había zolizitao ayuda palleváh er shiquillooo?
-Zí, zí...
¿qué c*ñ* estoy haciendo? Sí, sí.
-¿Y por qué no zahperao a que yo llegaraaaa?
Porque ehtaría ya en Zan Fernando, shiquillooo.
Continuará...
Disclaimer: Nada más lejos de mi intención insinuar que los andaluces son vagos, flojos o huancohones. Me limito a contar lo que pasó. A la vuelta me pasó exactamente lo contrario: en El Puerto nos atendieron (jijiji, ¿lo pilláis?) perfectamente mientras que en Madrid no se presentó nadie a ayudarnos. La vida es "azí".