Nena-chan se acaba de dormir.
ZaraJota me ha dicho que se iba a duchar y lleva media hora en el baño, que no quiero ni pensar en lo que estará haciendo allí (lo más probable es que se haya quedado dormido de pie mientras se ducha).
Y yo iba a escribir algo, pero solo se me ocurre una cosa y no sé si es buena idea, probablemente no.
Ahora que Bebé-kun ya no mama cada hora nos hemos apuntado a matronatación, que es eso de que llevas a tu bebé a la piscina y lo lanzas al agua y nada perfectamente y entonces comprendes que la Madre Naturaleza es sabia y todos estamos en perfecta comunión con ella, y entonces te dan ganas de tomarte un tinto, porque siempre que oyes la palabra "comunión" te entran ganas de beber tinto, aunque nunca entenderás por qué.
Lo que pasa es que algo hemos debido hacer mal, porque la primera vez que solté a Bebé-kun en el agua en vez de nadar se hundió del todo y encima el monitor se enfadó conmigo, y por más que intenté explicarle que con esa actitud JAMÁS iba a entrar en comunión (mmmm... tinto) con la naturaleza no me hizo caso, y Bebé-kun acabó envuelto en diversas capas de gomaespuma: un churro anudado en la cintura, una placa metida en el bañador y unos manguitos de la talla del niño.
Y cuando digo que los manguitos eran de la talla del niño me refiero a que eran de su tamaño. Exactamente su mismo tamaño.
El monitor me dijo que lo sostuviera por la tripa, pero entre todo aquello yo no veía la tripa por ninguna parte, y además después del experimento de lanzarlo al agua el niño como que me había cogido manía: cada vez que me acercaba empezaba a darme manotazos y a gritar. Así que me pasé prácticamente toda la clase fingiendo que lo sostenía, mientras La-Bola-De-Gomaespuma-Antes-Conocida-Como-Bebé-kun nadaba de un lado para el otro él solo, canturreando.
La primera sesión, quitando el tema del hundimiento, fue un completo éxito: Bebé-kun estaba encantado. Bueno, esto fue hace ya cuatro o cinco meses, en una época en la que el pobre chiquillo hacía poco más que llorar y retorcerse de dolor, así que verlo reírse durante media hora a la semana a mí me parecía lo más de lo más.
-Vamos a seguir yendo -le dije a ZaraJota, en casa, mientras preparaba la comida.
ZaraJota suspiró.
-Sabes que eso implica hacer algunos sacrificios.
-Lo sé, lo sé... Pero he estado pensando mucho, y creo que puedo hacerlo.
-¿Hablar con otras mamás? ¿En el vestuario? ¿Como si fueras normal?
-Lo que sea por Bebé-kun -le contesté con lágrimas en los ojos.
Es que estaba picando cebolla.
Pues bien, los meses pasaron y no os lo vais a creer, pero seguimos con las clases de matronatación, sin cejar en nuestro empeño, y poco a poco fuimos conociendo a otras mamás y a sus enanos, e incluso mantuve conversaciones con ellas. Conversaciones normales de persona normal.
Bueno, de persona normal no, de madre. Pero de madre normal.
Hasta la semana pasada.
El día de la clase nos levantamos tempranísimo, como siempre.
Desayunamos a toda prisa, como siempre.
Preparamos todos los arreos, como siempre.
Salimos corriendo a matronatación, como siempre.
Llegamos al vestuario, como siempre.
Le puse el bañador a Bebé-kun, como siempre.
Me despeloté, como siempre.
Me vino la regla a chorro, como siem... ¡ME C*G* EN TÓ LO QUE SE MENEA!
El vestuario estaba a rebosar de mamás y sus respectivos niños, y yo estaba ahí en plan, bueno, ya os imagináis, y Bebé-kun había salido corriendo mientras agitaba mis braguitas (manchadas de ya-sabéis-qué) en la mano, que ahora que los pienso la culpa va a ser de su padre por ponerle Dragon Ball.
En fin, no voy a entrar en detalles. El caso es que volví a casa una hora antes.
-Uy -me dijo ZaraJota-, ¿es cosa mía o es que hoy has vuelto antes de lo normal?
-Bueeeeno... define normal.