-¿Cuándo vas a contar la anécdota del gato, el hamster y la tele?-Mamá, si ya te la sabes...-Es que me hace mucha gracia...La prima de mi madre tiene un hermano muy guapo y otro que es muy buena persona (¿contentos, so plastas?).
Antes también tenía un hamster y quería deshacerse de él porque mordía a todo lo que se le ponía a tiro.
-Nos lo quedamos -dijo mi madre en cuanto le llegó la noticia.
Mi madre, al igual que mi padre, es absolutamente incapaz de hacerle daño a ningún bicho. Sin embargo, mientras mi padre suele optar por mantenerse a una prudente distancia, ella es más partidaria de darles cariño, tanto si quieren como si no.
Después de pasar un par de semanas en casa, el hamster,
Gus-Gus, ya se había dado cuenta de que toda resistencia era inútil, y ni mordía ni nada.
-Mira, lo he domesticado -decía mi madre.
-¿Domesticado? Se ha rendido, mamá, como todos.
Una vez tuvimos que irnos al pueblo y dejamos al hamster solo en casa... con el gato, claro. A estos bichos les dejas agua, pienso y un lugar dónde hacer sus cosas y ni te echan de menos ni nada.
Cuado volvimos a casa el domingo por la tarde el gato estaba muy nervioso.
-¿Que te paaaaaaaaasa, que te han dejado soliiiiiiiiiiita?
Es parte del ritual. No importa que nos hayamos ido sólo cinco minutos: a la vuelta hay que coger al gato en brazos y soltarle esa chorrada, así como para disimular, y acompañada de un "qué malos son, qué malos son" conmiserativo.
Esta vez el gato pasó del ritual: sacó las uñas y se fue a mirar la tele apagada mientras nosotros íbamos soltando bártulos y mi madre hacía la típica ronda de a-ver-como-está-todo-de-sucio.
-Hala,
Mini, cuánto has comido -gritó desde la cocina, mirando el comedero casi vacío.
Mis padres al gato lo llaman
Mini. Yo lo llamo
Saquito de Alegría, Hermano Pequeño lo llama
Bolita de Pus y Hermano Mediano ha optado por
Máquina de Matar Peluda. Lo que viene a ser su nombre se lo pusimos de adorno: sólo lo usa el veterinario, y así le va al pobre.
-¿Y
Gus-Gus, tiene comida?
-Pueeeeeeees...
Comida sí tenía, sí, concretamente desparramada por la terraza, junto con la arena, la casita, la rueda, el bebedero y la base de la jaula. Lo único que quedaba en su sitio, enganchada a la pared a una altura prudencial, era la parte superior de la jaula.
-¿Se ha abierto?
-¿Cómo se va a abrir? Parece como si algo se hubiera enganchado y... ¿gato?
El gato estaba mirando la tele.
-Gato, ¿no te habrás comido a
Gus-Gus?
El gato no contestó. La quinta enmienda es lo que tiene.
-Si se lo hubiera comido habría sangre -dijo Hermano Mediano.
-Oye, que mi gato es muy limpio -dijo mi madre.
-Pues entonces andará por ahí.
-¿Cómo que andará por ahí? -personalmente, la idea de tener ese bicho sediento de sangre por ahí suelto no me hacía ni tanto así de gracia.
Los demás parecían estar pensando lo mismo.
-¡Mis comics! -exclamó Hermano Mediano.
-¡Mis libros! -exclamó mi padre.
-¡Meu! -exclamó gato, sin moverse de delante de la tele.
-...
-Eh... ¿No estará metido detrás de la tele, verdad?
Reconstrucción de los hechos.
Con cuidado, y bajo la atenta mirada de gato (que se alejó un poco, por si acaso), movimos el mueble de la tele, y allí estaba: el bicho, un nido hecho con pelusas, y pienso de gato en cantidades suficientes como para aguantar un largo asedio.
-Ven, Gus-Gus -dijo mi madre, y el hamster, con un suspiro resignado, se dejó coger.
Entonces nos volvimos al gato.
-¿Cómo se te ha podido escapar en las narices, gato?
-Mira, si te ha robado comida y todo...
-Seguro que ha estado paseándose por el piso a sus anchas, y tú mientras roncando por ahí.
-Es verdad, ¿para qué tienes el instinto?
Gato nos miró a todos e hizo una demostración en directo de para lo que le sirve el instinto: para lamerse los genitales.
Qué práctico, oyes.