31 de diciembre de 2019:
-Este año va a ser súper especial: cumplo cuarenta años de vida, quince de blog, diez años de matrimonio y uno desde que me metí en el último berenjenal y todo coincide con el cumpleaños de los niños así que voy a hacer UN VÍDEO y UNA FIESTA e invitaremos a TODOS nuestros amigos y haremos una FLASH MOB y luego ZaraJota y yo nos iremos de VIAJE solitos los dos y entonces...
-Este año va a ser súper especial: cumplo cuarenta años de vida, quince de blog, diez años de matrimonio y uno desde que me metí en el último berenjenal y todo coincide con el cumpleaños de los niños así que voy a hacer UN VÍDEO y UNA FIESTA e invitaremos a TODOS nuestros amigos y haremos una FLASH MOB y luego ZaraJota y yo nos iremos de VIAJE solitos los dos y entonces...
10 de marzo de 2020:
-A LA MIERDA TODO.
Visto lo visto, pensé que a lo mejor era fijarme una meta más modesta, como por ejemplo, hacer la tarta de galletas que hacía mi abuela cuando éramos pequeños.
Sólo había un pequeño problema: no me acordaba de cómo se hacía.
Me puse a bichear por internet y encontré aproximadamente un millón de recetas de tartas de galletas. ¡Hasta yo he publicado una!
Pero ninguna llevaba exactamente la crema que yo recordaba, y que llevaba, si mi memoria no me engaña: un chorrito de anís, huevos,un chorrito de anís, mantequilla, un chorrito de anís, azúcar, un chorrito de anís y, aunque no estoy segura del todo, un chorrito de anís.
Lo que no conseguía recordar era si tenía que echarle chocolate en polvo o en tableta de postres, las cantidades exactas y si el chorrito de anís había que echarlo con porrón o con manguera.
Así que recurrí a ese pozo de sabiduría insondable que es Twitter y fuimos cerrando el cerco. ¿Por qué la tarta de mi abuela es totalmente diferente a la que hacían mi madre y mis tías? Ah, porque ella tenía un librito de recetas, venía de regalo con su batidora Moulinex. Rápidamente alguien ató cabos y dijo: pues esta.
Todo parecía indicar que la receta esa esa, pero después de leerla llegué a la conclusión de que no. Para empezar, sólo lleva 10 ml de licor. Además, no me sonaba nada lo de la harina de maíz.
Todo apuntaba a que mi abuela había empezado siguiendo la receta de Moulinex pero que con el paso del tiempo la había ido adaptando según dios y Anís del Mono le iban dando a entender.
Llegado este punto empezaba a estar desesperada. O sea, cumplir 40 años de vida y 10 de casada en plena pandemia, sin poder celebrarlo ni con tus amigos ni con tu familia es una caca de la Vaca Paca y no me quejaba porque es posible que este 2020 hayan pasado cosas peores, pero al menos, como mínimo, quería hacer la tarta de mi infancia, jo.
Así que tomé una decisión desesperada: le pregunté a mi familia. Seguramente estáis pensando que podía haber empezado por ahí, pero es que mi familia es... complicada.
"Todas las familias, son complicadas, Lorz". Bueno, cuando vuestra familia haya dado para, no sé, quince años de blog de anécdotas venís y me lo contáis, pero de momento voy a dar por hecho que mi familia es más complicada de lo habitual. Y la abuela de la tarta a la que me refiero está en, digamos, el epicentro de la complicación. Por eso al principio me daba un poco de miedo abrir la caja de los truenos pero luego pensé mira, tengo cuarenta años y si no me la empieza a sudar todo ya no sé a qué espero.
Así que al final le pregunté a mi madre. Tenía grandes esperanzas puestas en ella porque mi madre tiene un archivador de recetas. No una libretita, no una carpetita. UN P*T* ARCHIVADOR. Porque recortaba las recetas de todas las revistas que pillaba y luego las escribía a máquina y les pegaba la foto y luego cuando tuvo ordenador las pasó a ordenador y cuando la tecnología avanzó incluso les puso una foto.
Así que al final le pregunté a mi madre. Tenía grandes esperanzas puestas en ella porque mi madre tiene un archivador de recetas. No una libretita, no una carpetita. UN P*T* ARCHIVADOR. Porque recortaba las recetas de todas las revistas que pillaba y luego las escribía a máquina y les pegaba la foto y luego cuando tuvo ordenador las pasó a ordenador y cuando la tecnología avanzó incluso les puso una foto.
Pero mira tú por donde, justo la receta de mi abuela no la tiene.
-Esa receta no la tengo porque a mí esa tarta nunca me gustó.
Mi madre es que es así, sutil como una apisonadora.
-Esa receta no la tengo porque a mí esa tarta nunca me gustó.
Mi madre es que es así, sutil como una apisonadora.
-¿Y la Tita del Puerto?
-Tampoco.
-¿Le has preguntado o es la mente colmena la que habla?
-¿Le has preguntado o es la mente colmena la que habla?
-La mente colmena no sabe a qué te refieres, la mente colmena se reiniciará ahora.
Viendo que no iba a conseguir nada por esa parte, opté por preguntarle a mi otra tía a la que, dicho sea de paso, hacía como una semana que le habían abierto la cabeza, quitado una válvula de los años 80, puesto otra y vuelto a cerrar, así que lo mismo no estaba como para aguantar muchas gilipolleces, la mujer.
-Oye, tú no tendrás la receta de la tarta de galleta de la abuela, ¿por casualidad?
-...
-¿Tita?
-Lorz, no necesitas receta para eso -me explicó, muy despacito para que lo asimilara bien-, pones una capa de galletas, luego otra de crema, luego otra de galletas...
"Que pareces tonta", le faltó decir.
-Ya, ya, si lo que no me acuerdo es de cómo hacía la crema.
-Ah, no, eso ni idea.
Jo.
Me iba a rendir ya cuando recibí un mensaje de Bichejo:
una tarrina de mantequilla...
decía.
Y yo:
-¿Que si quiero o que si tengo?
-La receta de la tarta, Lorz.
Ah.
Así que por fin tenía la receta de la crema, que no de la tarta porque, como sabiamente me dijo mi tía, eso es poner una capa de galletas y otra de crema:
una tarrina de mantequilla
un vaso de azúcar menos dos dedos
tres huevos
una tableta de chocolate para postres
Es tan fácil como:
Derrites el chocolate, esto tiene que ser lo primero para que se vaya enfriando.
Bates las claras a punto de nieve.
Mezclas el chocolate, la mantequilla, el azúcar y las yemas.
Añades las claras muy despacio.
Luego mojas las galletas en anís, leche y anís y vas poniendo capas.
Como la tarta está mejor de un día para el otro, me puse a hacerla la víspera del cumpleaños.
Lo que pasa es que cuando tuve los ingredientes delante, pensé que quizá no estuviera a la altura del paladar refinado de los niños del siglo XXI, así que empecé a hacer cambios; por ejemplo, en vez de chocolate para postres usé chocolate con leche y en vez de un vaso de azúcar le eché medio y en vez de remojar las galletas en leche con anís las remojé sólo en leche y en vez de...
-¿Estás intentando decirme -me preguntó ZaraJota- que después de estar buscando la receta durante meses, cuando por fin te has puesto a cocinar has hecho lo que te ha dado la gana?
-Hombre, si lo dices de esa manera...
El caso es que la tarta quedó bien, pero no era como yo la recordaba.
-A lo mejor es porque no has seguido la receta -sugirió ZaraJota, que es muy de regodearse en el sufrimiento ajeno.
-No es eso... creo que en el fondo yo lo que quería era volver a sentir lo mismo que cuando era pequeña y mi abuela me hacía la tarta. Pero supongo que eso es imposible, porque en realidad lo que me ponía tan contenta era ser niña, y que fuera mi cumpleaños, y que mi abuela me hiciera una tarta...
-...y que le echara una botella entera de anís.
Vale, sí, igual eso influía también.
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