Por variar un poco.
Bebé-chan no quería dormir.
Era muy tarde y seguía corriendo por toda la casa mientras agitaba los bracitos y gritaba:
-¡PATATA! ¡PATATA!
Los días anteriores Bebé-chan había estado malita, y ZaraJota™ y yo habíamos dormido poquísimo. Ella también, pero luego en la guarde se echaba una siestorra y todo arreglado.
-¡PATATA! ¡PATATA!
ZaraJota™ estaba cansado. Yo estaba cansada. Y Bebé-chan... no.
-¡PATATA! ¡PATATA!
Ya había probado todos los trucos para dormir bebés que se me ocurrían, y al final pensé en recurrir a la psicología inversa.
ZaraJota™ se retiró al salón y cerró la puerta. Yo apagué la luz del dormitorio, me metí en la cama, y anuncié:
-Bebé-chan, mamá se va a dormir. Tú verás lo que haces.
Y lo que hizo fue ir a la puerta y pillarse los dedos.
Cada vez que hemos contado esta historia (somos muy pesados), invariablemente, alguien nos ha dicho:
-Pues venden unos topes para las puertas para que los niños no se pillen que...
Gracias por el consejo. Ya lo sabemos. Es más: tenemos unos topes de puerta muy bonitos.
El problema es que esos topes de puerta sirven para que el niño no se pille los dedos CON ESE LADO DE LA PUERTA.
Esto se hace así porque la mayoría de los accidentes con niños y puertas se producen porque el niño intenta cerrar la puerta y se olvida de que sus dedos están en medio y se los pilla.
Por desgracia, Bebé-chan no estaba intentando cerrar la puerta, sino abrirla.
Esto es lo que creo que ocurrió:
Bebé-chan tiró de la puerta, y la puerta no solo no se abrió sino que le dio una torta en toda la cara. Entonces pensó: tirando del lado derecho no se abre, voy a empujar el lado izquierdo.
Bien. Para seguir con la historia voy a contar con la ayuda de un experto forense que, utilizando la tecnología más avanzada disponible en el mercado, va a ayudarme a reconstruir la escena con innovadores gráficos en 3D. De esta forma podréis entender en toda su plenitud lo que ocurrió a continuación.
No, el dibujo no lo he hecho yo porque estaba aburrida en clase.
Ya os he dicho que ha sido un experto forense.
A ver si prestamos atención.
Bien.
Bebé-chan se pilló los dedos con la puerta y gritó.
Los niños de hoy en día es que son así: cuando algo les duele, lloran. Es como si pensaran que te importa lo que les pase. Una cosa rarísima.
Al oír el grito, ZaraJota™ y yo fuimos corriendo a ver lo que había pasado.
Observamos la situación y la analizamos fríamente.
Más o menos.
Así que allí estábamos: ZaraJota™ llorando por un lado, Bebé-chan y yo llorando por el otro, y una puerta con cuatro dedos en medio.
Cada vez que hemos contado esta historia (ya os he dicho que somos muy pesados), invariablemente, alguien nos ha dicho:
-Si hubieras abierto la puerta habría salido.
O, por el contrario:
-Si hubieras cerrado la puerta habría salido.
Bien.
Puede ser.
El problema era que no había forma de abrir o cerrar la puerta sin partir los dedos de Bebé-chan, que estaban atravesados de por medio.
Y si pensáis que vosotros habríais podido, os animo a meter la mano, a ver qué pasa. Si es posible, grabadlo en vídeo.
Nosotros lo intentamos, con mucho cuidado, pensando que en cualquier momento íbamos a oír el crack de cuatro deditos partiéndose a la vez.
No hubo forma.
Entonces ZaraJota™, abriendo un poquito la puerta, intentó empujar los deditos uno a uno desde su lado.
Consiguió sacar uno. No es que sea gran cosa, pero entre perder el 80% de tus dedos y perder el 60%, me quedo con el 60%.
-¿Qué hacemos? -le grité a ZaraJota™ a través de la puerta.
-Voy a intentar desmontar la puerta.
Más tarde nos dimos cuenta de que era la peor idea que se nos había podido ocurrir: si ZaraJota™ hubiera conseguido desmontar la puerta, se nos habría caído encima a Bebé-chan y a mí, probablemente chafando los deditos de camino. Pero en aquel momento Bebé-chan llevaba cinco minutos atrapada y los dedos se estaban poniendo muy blancos, así que me pareció una idea estupenda.
-Vale, vale.
-...
-¿Qué pasa?
-El destornillador está en TU lado.
-Pero...sob... es que no puedo soltar a la nena.
La nena no paraba de retorcerse y tirar para intentar sacar la mano, y tenía que sujetarla para que no se hiciera más daño.
-Vas a tener que soltarla un momento para coger el destornillador, ¿vale?
-Sob... vale, vale. Voy.
Solté a la nena y fui a por el destornillador, sin acordarme de que ZaraJota™ lo había cambiado de sitio cuando recolocamos los muebles.
-¡NO LO ENCUENTRO!
-¡Sí! ¡Está ahí! ¡Está... encima del armario...
Nuestro armario mide 2,5 metros de alto. Yo mido 1,57. Ni dando saltitos.
-¡ZaraJota™! ¡NO LLEGOOOOO!
-No pasa nada, Lorz... súbete a una silla.
-Sí... sob... una silla... Eh... ¿dónde hay una silla?
Perfecto.
Continuará...
Pd: Aceite. La solución era echar aceite en los dedos para que resbalaran solos. Solo tardamos tres días en darnos cuenta.