14 noviembre 2022

Las mejores hamburguesas de Barcelona





Si todo va bien, este fin de semana estaré en Barcelona: el 18 jugando al rol en Daus del Triangle y el 19 en la Sagrera Alternativa.
Y claro, no puedo evitar acordarme de lo que pasó la última vez que estuve en Barcelona.
Era de noche y sin embargo llovía. Vale, no llovía. Pero era de noche. Habíamos acabado de presentar el libro de Laia y salimos de Merricat con la sana intención de buscar un bar para tomarnos algo. Lo que fuera. Hacía calor porque era octubre pero el cambio climático no existe y teníamos sed. Y era de noche. Pero no llovía.
La misión no parecía complicada porque Merricat está puerta con puerta con un bar, pero cuando hicimos amago de sentarnos nos dijeron que no, que cerraban a las 9 y faltaban cinco minutos. 
-Esto en Madrid no pasa -declaré-. En Madrid si necesitas un médico mejor te mueres, pero si necesitas un bar lo tienes cuando quieras.
-Bueno, buscamos otro -dijeron las amigas de Laia.
A fin de cuentas, ¿cómo de difícil puede ser encontrar un bar en Barcelona un viernes por la noche?
Efectivamente, al poco dimos con un bar, absolutamente vacío, con la terraza desierta. Pero cuando hicimos amago de sentarnos llegó una camarera a todo correr.
-¡No podéis sentaros aquí!
-¿Van a cerrar?
-No, acabamos de abrir. Abrimos a las ocho. Hasta la una. 
-Bueno, son las nueve.
-Es que no os podéis sentar aquí.
Miramos alrededor. En la terraza había tres mesas vacías. Todas, para ser más exactos. 
-¿Y en otra mesa?
-No, en ninguna.
-¿Por algo?
-Es que sois ocho.
El grupo, al que a partir de ahora llamaré Laiettes porque era nuestro punto de conexión, intercambió miradas confusas. Durante los tres últimos años pandemial las normativas sobre bares, aforos, grupos y mascarillas han cambiado tantas veces que resultaba difícil seguir el ritmo. Pero en aquel momento se habían levantado todas las restricciones salvo la de usar mascarilla en transporte público.
-Nos podemos sentar en dos mesas separadas...
-No, no, aunque seguís siendo ocho y claro, en la plancha solo caben cuatro hamburguesas. 
Las Laiettes volvimos a intercambiar miradas.
-¿Hamburguesas?
-Claro, porque os sentáis y pedís hamburguesas, y las tengo que hacer de cuatro en cuatro y claro, traigo cuatro y mientras esperáis a las cuatro siguientes se enfrían y luego os quejáis y quién se come la bronca, ¿eh, quién? Pues yo.
-Pero nosotras solo queremos tomar una cerveza y...
-Claro, claro, eso decís ahora, pero luego pedís ocho hamburguesas.
-De verdad que no queremos hamburguesas, solo unas cervezas...
-Pero es que nuestras hamburguesas están riquísimas.
-¿Qué?
-Las mejores de toda Barcelona. ¿Cómo vais a no pedir hamburguesas?
-Creemos que podremos soportarlo.
La camarera bufó.
-Bueno, voy a preguntarle a mi jefe, que yo es que no puedo tomar decisiones porque solo llevo un mes, ¿sabéis?
-A dos no llegas -murmuró una de las Laiettes por lo bajo.
La camarera se fue corriendo otra vez. Las Laiettes nos quedamos de pie en mitad de la calle, intercambiando miradas de confusión y sed. Sobre todo lo segundo.
-Siempre podemos ir a otro bar -sugirió alguien, con poco entusiasmo.
Al rato volvió la camarera, corriendo.
-Que dice mi jefe que os podéis sentar...
-Bien.
-Pero me tenéis que decir ya que vais a comer...
-...de verdad que nosotras solo queríamos beber...
-Pero mujer, algo comeréis, ¿no? ¿Habéis oído hablar de nuestras hamburguesas?
-Sí, algo.
-¡Son las mejores de toda Barcelona!
Las Laiettes, ya sentadas, miraron alrededor en busca de la cámara oculta. 
-De verdad, estamos cansadas, hace calor, solo queremos unas cervezas y...
-¡Enseguida! Os tomo nota de la comida y os traigo las cervezas. ¿Qué queréis comer?
-¿Qué tenéis?
-Hamburguesas. Pero no podéis pedir porque en la plancha solo me caben cuatro y sois ocho.
Una de las Laiettes, sin duda más acostumbrada a las costumbres nativas, tomó la palabra.
-A ver: dinos qué tenemos que pedir para que nos traigas algo de beber.
La camarera se lo pensó. Revisó su cuaderno. Lanzó varias miradas nerviosas a la mesa donde se sentaba el jefe.
-Croquetas.
-Pues trae croquetas.
-¿Algo más? Tengo nachos.
-Pues trae nachos. 
Lo que sea, trae lo que sea. LO QUE SEA.
-¿Todo para compartir? ¿Nadie va a pedir algo de comer? Tenemos las mejores hamburguesas de Barcelona. ¿Queréis que os diga de qué son?
-No, gracias, de verdad, ¿podemos pedir ya la bebida?
-Sí.
-Dos cervezas, una fanta...
-Eeeeeeh, no vayáis tan rápido. Que me he tomado un redbull y estoy muy nerviosa.
-Al menos alguien ha bebido algo -se oyó murmurar por lo bajo.
Otras Laiettes dudaban que la chica se hubiera tomado un redbull.
-Venga, repetimos, dos cervezas, una fanta...
Parecía que el asunto se había resuelto cuando una de las Laiettes pidió...
-Un vaso de agua caliente.
-¿Qué?
-Un vaso de agua caliente. 
-...
-¿Hacéis infusiones?
-Sí: de té rojo, té verde, poleo, manzanilla...
-Muy bien: pues tú me traes el agua caliente como si fuera una infusión, pero no le pones la infusión.
La camarera pareció dudar.
-Tendría que preguntarle a mi jefe...
La punki que había pedido el agua caliente sintió sobre ella la mirada de todas las Laiettes. Era una mirada cargada de terror y de odio. Era una mirada que decía: calla, que la vas a liar.
-Mira, ¿sabes qué? Tráeme una infusión y ya está.
Parecía que lo habíamos conseguido. La camarera se fue corriendo con nuestras comandas. Luego volvió corriendo con nuestras comandas. Las cervezas estaban casi al alcance de nuestra mano cuando la chica tropezó y una de las cervezas salió volando, acabó en el suelo y empezó a echar espuma como un perro rabioso o como, por ejemplo, una Laiette en plena ola de calor porque el cambio climático no existe que llevara una hora esperando por una cerveza.
-¿Estás bien? 
-Sí, sí, me pasa mucho. Antes me he caído también y me he hecho un raspón... ¿queréis verlo?
-¡NO!
-Jajajaja, si no es nada. Bueno, esta ya no sirve, me la llevo. 
La chica recogió la cerveza e hizo amago de irse. 
-¡PERO DEJA EL RESTO, POR DIOS!
-Jajaja, sí.
Lo habíamos conseguido. Teníamos nuestras bebidas. Teníamos unas croquetas. Y unos nachos. La noche era estupenda y estábamos rodeados de gente encantadora y simpática.
-¿Todo bien? -preguntó la camarera antes de retirarse-. ¿No falta nada?
-Todo perfecto, gracias.
-¿Seguro que no queréis una hamburguesa? Están muy buenas.
-Son las mejores de toda Barcelona -aportamos.
A la chica se le iluminaron los ojos con la emoción.
-¿A que sí? Es que tienen fama. 


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Tengo cosas que decir: 
La primera, seguimos con la campaña para sacar el juego de rol de Crónicas Funestas.

La segunda: que el 19 de noviembre participamos en la Festa Major Alternativa de La Sagrera
Y la tercera que, por supuesto, todos mis libros siguen en Lektu.