31 mayo 2021

La timidez



Hace unos días iba yo tan tranquila por la calle cuando... Vale, no iba tan tranquila porque iba con Nena-chan, que como es tímida a la gente va narrando a gritos todo lo que ve, oye o piensa. Yo lo llamo "monólogo exterior" y os aseguro que puede llegar a aturdir hasta el punto de que a ratos me tengo que sentar porque me mareo. 
El caso es que íbamos por la calle y se nos acercó un señor que vendía collares.
-Hello -dijo.
Yo le hice el gesto universal de gracias, no nos interesa, pero Nena-chan no estaba para gestos universales.
-Hello.
-Oh, do you speak English. 
-A little. 
"A little", dice. Nena-chan no ha hablado "a little" en su vida, ni en inglés, ni en español, y de verdad que con tal de darle a la sinhueso es capaz de hablar hasta el suajili. Pero no a little, a LOTTLE.
-Where are you from?
-Well..
-Pero Nena-chan, cómo que well, que vivimos en Carabanchel. Que hemos venido en metro y estábamos discutiendo si volver a casa en bus o andando, que well ni que well.
Yo esperaba que el señor de los collares se diera por vencido pero no, porque nadie sobrevive en la calle vendiendo collares sin un buen sexto sentido para detectar quién maneja el tinglado.
-But you speak English very well!
-Yes, sometimes.
"Sometimes" los cojones, que esta niña no ha hablado sometimes jamás, que habla hasta dormida, por el amor de dios.
-Venga, Nena-chan, que tenemos prisa -el señor de los collares me ignoró otra vez, así que añadí-: hurry up.
Que vea que yo también hablo idiomas y eso.
-So, do you want a necklace?
Nena-chan miró los collares y se lo pensó en plan uy, uy, a ver cómo quedaría esto en mi instagram. Que no tiene, pero es que las nuevas generaciones son así. 
-No, but that's very nice of you. 
THAT'S VERY NICE OF YOU. O sea, ¿de dónde se saca estas cosas? ¿Por qué puede aprender palabrotas, como los otros niños?
Así que nos despedimos del señor como si hubiéramos estado tomando el té con la reina de Inglaterra y nos subimos al bus, porque de pronto me sentía agotadísima. 
Nena-chan se quedó muy callada, cosa rara en ella. Se va a quedar frita, pensé. Pero no.
-Oye, mamá -me dijo de pronto-, ¿tú crees que soy rara?
A ver qué le digo yo ahora. 


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24 mayo 2021

El cepillo de dientes



Parece que esta semana, por fin, acabaremos con el papeleo del testamento de la Tita del Puerto. Parcialmente. Cruzo los dedos.
Porque a estas alturas, después de que me pregunten si soy la fallecida una docena de veces (se confunden porque nos llamamos igual, lo de que yo esté viva no les parece un dato concluyente, al parecer), y después de que me digan cosas tan surrealistas como que no pueden hacer tal cosa porque el dni de la fallecida está caducado y tiene que ir a renovarlo (sí, esto ha pasado) empiezo a estar un poco cansada.
Antes de que alguien me recomiende que contrate una gestoría me adelanto y lo digo: he contratado una gestoría. El problema es que ni la información ni la documentación llega a la gestoría mágicamente, cosa que molaría infinito y que alguien debería plantearse.
O sea: Hermione, no te hagas aurora, ponte una gestoría que te forras.
Se trataba de una situación familiar complicada, un testamento complicado, una distribución geográfica de los herederos complicada, cada uno con sus vidas complicadas, y bueno, lo de la pandemia y eso. Que ahora que no tenemos estado de alarma ya nos acordamos de cuándo no se podía salir de casa.
Aparte, yo tengo mi propia vida y mi propio trabajo, así que había días que no sabía si estaba escribiendo una Croniquita o una instancia para la DGT. Y encima, con pena, porque cada vez que veo el nombre de mi tía me da como un pellizco que me quedo tonta un rato. No os quiero ni contar lo que me entra cuando pienso que tengo que vaciar la guantera de su coche, o ir a su casa y tirar su cepillo de dientes.
Seis meses y nadie ha tenido huevos de tirar el cepillo de dientes, así está la cosa.

En fin.
Es caso es que cuando yo ya estaba al borde del colapso me llegó un rumor, porque el mundo es muy grande pero internet es muy pequeño y los cotilleos de mi pueblo no veas lo rápido que viene alguien y me los cuenta. Quiera yo o no. Y lo normal es que no. La madre que parió al facebook.
Pues el caso es que viene alguien y me dice que se cuenta, se dice, se rumorea que hemos falsificado el testamento de mi tía.
Francamente.
FRANCAMENTE.
¿Estamos tontos o qué?

A posteriori pensé muchas cosas:
Que la gente ve muchas películas. 
Que la gente no tiene ni idea de cómo funcionan las cosas.
Que es un insulto hacia la última voluntad de mi tía.
Que era una persona muy organizada, con la cabeza muy bien amueblada, que hizo su testamento después de pensarlo seriamente, que fue a un notario, que llevó un testigo, que lo preparó todo hace años.
Que a menudo, con la gente con la que tenía confianza, bromeaba con su herencia, y más o menos cualquiera que haya estado en contacto con ella, un mínimo contacto, tenía una idea de por dónde iban a ir los tiros.
Que cómo alguien puede extrañarse de que testara a favor de la parte de la familia que la cuidó durante sus últimos años de vida en lugar de la parte con la que no se hablaba. Bueno, se hablaba a través de abogados, que eso une mucho.
Que a todos los que fuimos a verla en el hospital nos dijo o nos intentó decir lo que había dispuesto.
Que me arrepiento de haberle dicho que no lo quería saber, porque a lo mejor se habría quedado más tranquila sabiendo que yo sabía, y además le podría haber dado las gracias.
Que han pasado seis meses, y no hemos tenido los huevos de tirar ni su cepillo de dientes, porque duele.

Pero, en aquel momento de cansancio, pena, saturación mental y ansiedad sólo pensé en una:
-¿Y no lo podíamos haber puesto más fácil?




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17 mayo 2021

Cada uno tiene el suyo




El otro día estaba haciéndome el repaso del láser en el piticlín cuando la esteticista, que es un amor y desde aquí le mando un saludo, me dijo: 
-¿Sabes qué? Para la piel tan blanca que tienes, el ano lo tienes muy oscurito. 
Esta información me dejó con las patas colgando. Bueno, que con las patas colgando ya estaba de antes por lo de la depilación del piticlín y eso. 
-No tenía ni idea.
A ver, es que yo el ano, así por lo general, no me lo veo. Y cuando me lo han visto otras personas, así por lo general, ha sido en situaciones poco apropiadas para sacar la pantonera e iniciar un debate sobre el tema, no sé si me explico.
Pero es que además yo no tenía ni idea de que los anos podían tener diferentes gamas cromáticas. Tampoco me lo había planteado nunca, la verdad. Y es raro, porque mi abuela me ha contado en numerosas ocasiones la vez que ella y sus siete hermanas se encerraron en el baño para mirar si todas tenían el vello púbico del mismo color y para su regocijo descubrieron que los siete matojillos eran diferentes. 
Llevo toda la vida con esta imagen en la cabeza y ahora también está en las vuestras. 
Basándome en semejante experimento empírico, es raro que yo (o ellas) no llegara a la conclusión de que lo de atrás también debía ser diferente. 
Que ahora que lo pienso, a lo mejor por eso el gato se empeña en ponerme el culo en la cara mientras duerno, a ver si así me caigo del guindo ojetil y descubro por fin una de las Verdades De La Vida.
-¿Te acuerdas de hace unos años -decía la esteticista- que a las famosas les dio por blanquearse el ano?
-Ay, es verdad.
Ahí disimulé súper bien, pero el caso es que me volví a quedar de pasta boniato. Porque yo, durante todo este tiempo, estaba convencida de que lo que se blanqueaban eran lo de dentro
Me parecía raro, pero no más raro que el concepto de blanquearse el ano, en general.
En fin.
El casi es que como soy así naturalmente tímida y pudorosa y además tengo poca tendencia a exagerar, según salí de la clínica me apresuré a anunciarlo en whatsapp, telegram, facebook, un directo de instagram, el tablón de anuncios de la comunidad de vecinos y la hoja parroquial del barrio: 
QUE TENGO EL OJETE NEGRO.
La mayor parte de la gente me respondía lo mismo que hubiera respondido yo unas horas antes, cuando aún vivía en la ignorancia: 
-Todos los son, ¿no?
-No, no: lo de alrededor
-Ostras, pues no me lo había planteado. 
-Quizá deberías mirarte con un espejo cuando llegues a casa.
-¡Lorz!
-Tú sabes que lo vas a hacer, yo sé que lo vas a hacer, el único que no sabe lo que se le viene encima es el espejo.
-¿Cómo no lo vas a tener negro, si te empeñas en achicharrártelo con láser? -me decían otras personas.
Que como explicación no me convence demasiado porque
a) es luz pulsada
b) si fuera sí, también se me habrían oscurecido las ingles, las axilas y las piernas, y de momento siguen atascadas en el blanco nuclear/amarillo macilento, según la época del año.
Mi padre reaccionó distinto. Quizá porque se lo conté a gritos en la terraza del bar que hay debajo de su casa, no sé. 
-Niña, no seas ordinaria -me dijo. Que teniendo en cuenta que su madre se metía en el baño con sus siete hermanas para estudiarse los pelos del ciertositio y luego nos lo contaba, la verdad es que no sé cómo esperaba que le saliera yo, pero bueno.
Mi madre, en cambio, se lo tomó mejor, porque las madres somos así y queremos a nuestros hijos sin tener en cuenta de qué color son sus partes íntimas.
-Lo que no entiendo -me dijo- es para qué necesitas quitarte los pelos de ahí.
-Pues que se aprecie mejor el color que tiene, por supuesto.





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Vayamos por partes III está próximo a agotarse. Si todavía no tienes el tuyo, puedes encontrarlo en La Casa Tomada (Sevilla), La Sombra (Madrid) y Lektu



10 mayo 2021

Saldremos mejores


Una de las cosas que echo de menos del confinamiento era que las viej...ancianas estaban escondidas en posición fetal debajo de sus viejicamas.
Ahora entre que las están vacunando y que se ve la luz al final del túnel han vuelto a las calles y tienen  como una alegría de vivir que da escalofríos. 
Sin ir más lejos, el otro día estaba en la cola de la charcutería cuando se me acercó una viej...anciana muy sonriente. Bueno, con la mascarilla no sé si sonreía o no, pero tenía un brillo aciago en la mirada, eso seguro.
-Niña, ¿te importa que pase delante, que tengo cita para la vacuna y voy a llegar tarde?
Una persona inteligente habría respondido:
-Señora, si tiene cita para vacunarse qué hace aquí comprando chóped.
El problema es que a mí en la vida se me puede acusar de muchas cosas, pero de inteligente todavía no.
-Claro, pase usted primero, que vacunarse es lo más importante -dije, sintiéndome a tope de-esta-saldremos-mejores.
-Yo también tengo cita para la vacuna -dijo otra viej...anciana.
-Y yo -dijo otra.
Aquello ya me empezó a escamar porque bueno, me parecía como mucha casualidad.
-¿Para hoy? -pregunté.
-No, para hoy no -dijo una.
-Yo para la semana pasada -dijo la otra.
-¿Y qué tal? -le pregunté-. ¿Algún efecto secundario?
-Nada, un poco de dolor en el brazo y ya.
-A mi madre le dio como un gripazo, pero le duró veinticuatro horas y ya.
-¿Cuál le pusieron?
-Creo que la...
-¡EJEM!
El charcutero nos miraba de brazos cruzados, y con una expresión que parecía decir que ojalá se hubiera hecho taxista, que era lo que quería su padre.
-Yo sólo quiero un cuarto de pavo -dijo una de las viej...ancianas.
-Venga -dije-, usted primero. 
A la viej...anciana se le iluminó la mirada como si el Eko estuviera en oferta 2x1. 
-¡NIÑA! QUE NOS TOCA -le gritó a su hija, que estaba esperando en otra parada-. Yo sólo quiero cuarto de pavo. Y mi hija quiere un cuarto DE TODO.
Pues no sé si de esta saldremos mejores, lo que es seguro es que saldremos a las mil.



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03 mayo 2021

Cuestión de tamaño



Llevamos unos días de lo más animaditos.
Se nos ha roto la lavadora.
Se nos ha roto la tele. 
Se nos ha roto mi rodilla.
Lo de la lavadora lo llevamos bien porque se rompió exactamente tres días antes de que caducara la garantía y nos la han cambiado por una igual.
Salvo que, como no había igual, la que nos han traído es de un modelo nuevo, que tiene un programa ultrasilencioso y dos kilos más de carga. 
No seré yo quién se queje.
Lo de la rodilla un poco peor porque a mí por lo general me gusta ser capaz de moverme y eso. 
Además, dados los tiempos pandemial que corren, no sabía si irme al ambulatorio, al hospital o a llorar a una esquina, y no me cogían el teléfono en ninguna parte, así que al final me planté en el ambulatorio.
-Tendrías que haber ido al hospital -me dijo el de recepción.
-Lo sabía. 
-No, a ver, el protocolo dice que si el ambulatorio está abierto vayas al ambulatorio, lo que pasa que en caso de traumatismo venís aquí y lo que hacemos es mandaros al hospital para una radiografía, así que mejor que vayas directamente.
-Bueno, mi marido está en la puerta con el coche, me puede llevar ahora mismo.
-No, lo siento, una vez que estás aquí tenemos que atenderte aquí.
-Pero...
-Que no.
A mí me empezó a entrar una angustia vital muy grande de pensar que tendría que esperar horas en la sala de espera del ambulatorio sólo para que me mandaran a hacer más horas de espera en el hospital, pero por suerte el médico que me atendió tuvo en cuenta mis inquietudes:
-Esto te ha pasado por gorda.
-¿Perdón?
-Estas rodillas, que te duelen por gorda.
Respiré muy hondo porque llevo siendo gorda toda mi vida adulta pero la rodilla sólo me duele desde que me caí por las escaleras estando embarazada y me la espampurrié, y sólo cuando va a cambiar el tiempo, y sólo después de haber pasado muchas horas de pie o cargando cajas como en la mudanza.
Y casualmente, en los dos días anteriores había a) cambiado el tiempo, b), pasado muchas horas de pie y c) cargado muchas cajas, así que en fin, probablemente la obesidad contribuya, pero lo mismo hay que tener en cuenta otros factores también.
Como decía, respiré hondo.
-Bueno -le dije-, eso no es algo que pueda resolver ahora, así que qué hacemos.
Así fue como acabé con una venda de lado a lado, drogas duras y la orden de "reposar", que a mí me entró una risa floja que casi me muero allí mismo.
Lo de la tele fue más complicado porque, para empezar, por lo general no tenemos el menor interés en la tele y con el ordenador nos apañamos perfectamente, lo que pasa es que después de varios días llegamos a la conclusión de que nuestros hijos ya llevan una vida lo bastante rara como para, además, ir al cole diciendo que en casa no hay tele.
Y, dadas mis circunstancias, la tarea recayó en ZaraJota. 
-He pensado -me dijo-, que podemos aprovechar para comprar una un poquito más grande.
-Vale, mientras nos quepa donde tenemos la vieja me parece bien. 

La tele vieja

En caso es que ZaraJota partió rumbo al centro comercial más cercano y volvió con una caja ENORME. Y cuando digo enorme, me refiero a que me llegaba por la nariz y si extendía los brazos no la abarcaba de lado a lado.
-Pero qué coj...
-No te preocupes, ya sabes que las cajas siempre son enormes, que luego todo es corchopán. 
-PERO CÓMO VA A SER CORCHOPÁN TODO ESO, QUE VA A COSTAR LA PROTECCIÓN MÁS QUE LA TELE.
-De verdad, no te preocupes, que la he medido y es sólo unos centímetros más ancha que la vieja.
-¿No habrás medido en pulgadas?
-No, de verdad, es cuestión de unos pocos centímetros, nada más
-Bueno, bueno. 
Dejé a ZaraJota instalando la tele nueva y me fui a reposar y a respirar dentro de una bolsa de papel hasta que me llamó.
-¡Ya la tengo instalada! ¡Ven a verla!
Así que me arrastré hasta el salón y me encontré con esto:

-PERO QUE COÑ...
-Ya te dije que era más grande que la otra.
-ME DIJISTE QUE ERA "SÓLO UNOS CENTÍMETROS" MÁS GRANDE QUE LA OTRA.
-Sí, son sólo unos centímetros. Como unos cuarenta o así. 
La culpa es mía por no preguntar.


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