17 mayo 2021

Cada uno tiene el suyo




El otro día estaba haciéndome el repaso del láser en el piticlín cuando la esteticista, que es un amor y desde aquí le mando un saludo, me dijo: 
-¿Sabes qué? Para la piel tan blanca que tienes, el ano lo tienes muy oscurito. 
Esta información me dejó con las patas colgando. Bueno, que con las patas colgando ya estaba de antes por lo de la depilación del piticlín y eso. 
-No tenía ni idea.
A ver, es que yo el ano, así por lo general, no me lo veo. Y cuando me lo han visto otras personas, así por lo general, ha sido en situaciones poco apropiadas para sacar la pantonera e iniciar un debate sobre el tema, no sé si me explico.
Pero es que además yo no tenía ni idea de que los anos podían tener diferentes gamas cromáticas. Tampoco me lo había planteado nunca, la verdad. Y es raro, porque mi abuela me ha contado en numerosas ocasiones la vez que ella y sus siete hermanas se encerraron en el baño para mirar si todas tenían el vello púbico del mismo color y para su regocijo descubrieron que los siete matojillos eran diferentes. 
Llevo toda la vida con esta imagen en la cabeza y ahora también está en las vuestras. 
Basándome en semejante experimento empírico, es raro que yo (o ellas) no llegara a la conclusión de que lo de atrás también debía ser diferente. 
Que ahora que lo pienso, a lo mejor por eso el gato se empeña en ponerme el culo en la cara mientras duerno, a ver si así me caigo del guindo ojetil y descubro por fin una de las Verdades De La Vida.
-¿Te acuerdas de hace unos años -decía la esteticista- que a las famosas les dio por blanquearse el ano?
-Ay, es verdad.
Ahí disimulé súper bien, pero el caso es que me volví a quedar de pasta boniato. Porque yo, durante todo este tiempo, estaba convencida de que lo que se blanqueaban eran lo de dentro
Me parecía raro, pero no más raro que el concepto de blanquearse el ano, en general.
En fin.
El casi es que como soy así naturalmente tímida y pudorosa y además tengo poca tendencia a exagerar, según salí de la clínica me apresuré a anunciarlo en whatsapp, telegram, facebook, un directo de instagram, el tablón de anuncios de la comunidad de vecinos y la hoja parroquial del barrio: 
QUE TENGO EL OJETE NEGRO.
La mayor parte de la gente me respondía lo mismo que hubiera respondido yo unas horas antes, cuando aún vivía en la ignorancia: 
-Todos los son, ¿no?
-No, no: lo de alrededor
-Ostras, pues no me lo había planteado. 
-Quizá deberías mirarte con un espejo cuando llegues a casa.
-¡Lorz!
-Tú sabes que lo vas a hacer, yo sé que lo vas a hacer, el único que no sabe lo que se le viene encima es el espejo.
-¿Cómo no lo vas a tener negro, si te empeñas en achicharrártelo con láser? -me decían otras personas.
Que como explicación no me convence demasiado porque
a) es luz pulsada
b) si fuera sí, también se me habrían oscurecido las ingles, las axilas y las piernas, y de momento siguen atascadas en el blanco nuclear/amarillo macilento, según la época del año.
Mi padre reaccionó distinto. Quizá porque se lo conté a gritos en la terraza del bar que hay debajo de su casa, no sé. 
-Niña, no seas ordinaria -me dijo. Que teniendo en cuenta que su madre se metía en el baño con sus siete hermanas para estudiarse los pelos del ciertositio y luego nos lo contaba, la verdad es que no sé cómo esperaba que le saliera yo, pero bueno.
Mi madre, en cambio, se lo tomó mejor, porque las madres somos así y queremos a nuestros hijos sin tener en cuenta de qué color son sus partes íntimas.
-Lo que no entiendo -me dijo- es para qué necesitas quitarte los pelos de ahí.
-Pues que se aprecie mejor el color que tiene, por supuesto.





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Vayamos por partes III está próximo a agotarse. Si todavía no tienes el tuyo, puedes encontrarlo en La Casa Tomada (Sevilla), La Sombra (Madrid) y Lektu



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