31 agosto 2020

La tarta de la abuela


 


31 de diciembre de 2019: 
-Este año va a ser súper especial: cumplo cuarenta años de vida, quince de blog, diez años de matrimonio y uno desde que me metí en el último berenjenal y todo coincide con el cumpleaños de los niños así que voy a hacer UN VÍDEO y UNA FIESTA e invitaremos a TODOS nuestros amigos y haremos una FLASH MOB y luego ZaraJota y yo nos iremos de VIAJE solitos los dos y entonces...

10 de marzo de 2020:
-A LA MIERDA TODO.

Visto lo visto, pensé que a lo mejor era fijarme una meta más modesta, como por ejemplo, hacer la tarta de galletas que hacía mi abuela cuando éramos pequeños. 
Sólo había un pequeño problema: no me acordaba de cómo se hacía. 
Me puse a bichear por internet y encontré aproximadamente un millón de recetas de tartas de galletas. ¡Hasta yo he publicado una
Pero ninguna llevaba exactamente la crema que yo recordaba, y que llevaba, si mi memoria no me engaña: un chorrito de anís, huevos,un chorrito de anís, mantequilla, un chorrito de anís, azúcar, un chorrito de anís y, aunque no estoy segura del todo, un chorrito de anís.
Lo que no conseguía recordar era si tenía que echarle chocolate en polvo o en tableta de postres, las cantidades exactas y si el chorrito de anís había que echarlo con porrón o con manguera.
Así que recurrí a ese pozo de sabiduría insondable que es Twitter y fuimos cerrando el cerco. ¿Por qué la tarta de mi abuela es totalmente diferente a la que hacían mi madre y mis tías? Ah, porque ella tenía un librito de recetas, venía de regalo con su batidora Moulinex. Rápidamente alguien ató cabos y dijo: pues esta
Todo parecía indicar que la receta esa esa, pero después de leerla llegué a la conclusión de que no. Para empezar, sólo lleva 10 ml de licor. Además, no me sonaba nada lo de la harina de maíz. 
Todo apuntaba a que mi abuela había empezado siguiendo la receta de Moulinex pero que con el paso del tiempo la había ido adaptando según dios y Anís del Mono le iban dando a entender. 
Llegado este punto empezaba a estar desesperada. O sea, cumplir 40 años de vida y 10 de casada en plena pandemia, sin poder celebrarlo ni con tus amigos ni con tu familia es una caca de la Vaca Paca y no me quejaba porque es posible que este 2020 hayan pasado cosas peores, pero al menos, como mínimo, quería hacer la tarta de mi infancia, jo. 
Así que tomé una decisión desesperada: le pregunté a mi familia. Seguramente estáis pensando que podía haber empezado por ahí, pero es que mi familia es... complicada
"Todas las familias, son complicadas, Lorz". Bueno, cuando vuestra familia haya dado para, no sé, quince años de blog de anécdotas venís y me lo contáis, pero de momento voy a dar por hecho que mi familia es más complicada de lo habitual. Y la abuela de la tarta a la que me refiero está en, digamos, el epicentro de la complicación. Por eso al principio me daba un poco de miedo abrir la caja de los truenos pero luego pensé mira, tengo cuarenta años y si no me la empieza a sudar todo ya no sé a qué espero. 
Así que al final le pregunté a mi madre. Tenía grandes esperanzas puestas en ella porque mi madre tiene un archivador de recetas. No una libretita, no una carpetita. UN P*T* ARCHIVADOR. Porque recortaba las recetas de todas las revistas que pillaba y luego las escribía a máquina y les pegaba la foto y luego cuando tuvo ordenador las pasó a ordenador y cuando la tecnología avanzó incluso les puso una foto.
Pero mira tú por donde, justo la receta de mi abuela no la tiene.
-Esa receta no la tengo porque a mí esa tarta nunca me gustó.
Mi madre es que es así, sutil como una apisonadora.
-¿Y la Tita del Puerto?
-Tampoco.
-¿Le has preguntado o es la mente colmena la que habla?
-La mente colmena no sabe a qué te refieres, la mente colmena se reiniciará ahora.
Viendo que no iba a conseguir nada por esa parte, opté por preguntarle a mi otra tía a la que, dicho sea de paso, hacía como una semana que le habían abierto la cabeza, quitado una válvula de los años 80, puesto otra y vuelto a cerrar, así que lo mismo no estaba como para aguantar muchas gilipolleces, la mujer. 
-Oye, tú no tendrás la receta de la tarta de galleta de la abuela, ¿por casualidad?
-...
-¿Tita?
-Lorz, no necesitas receta para eso -me explicó, muy despacito para que lo asimilara bien-, pones una capa de galletas, luego otra de crema, luego otra de galletas...
"Que pareces tonta", le faltó decir. 
-Ya, ya, si lo que no me acuerdo es de cómo hacía la crema.
-Ah, no, eso ni idea.
Jo.
Me iba a rendir ya cuando recibí un mensaje de Bichejo:
una tarrina de mantequilla...
decía. 
Y yo: 
-¿Que si quiero o que si tengo?
-La receta de la tarta, Lorz.
Ah. 

Así que por fin tenía la receta de la crema, que no de la tarta porque, como sabiamente me dijo mi tía, eso es poner una capa de galletas y otra de crema:
una tarrina de mantequilla
un vaso de azúcar menos dos dedos
tres huevos
una tableta de chocolate para postres

Es tan fácil como:
Derrites el chocolate, esto tiene que ser lo primero para que se vaya enfriando.
Bates las claras a punto de nieve.
Mezclas el chocolate, la mantequilla, el azúcar y las yemas.
Añades las claras muy despacio. 

Luego mojas las galletas en anís, leche y anís y vas poniendo capas.

Como la tarta está mejor de un día para el otro, me puse a hacerla la víspera del cumpleaños. 
Lo que pasa es que cuando tuve los ingredientes delante, pensé que quizá no estuviera a la altura del paladar refinado de los niños del siglo XXI, así que empecé a hacer cambios; por ejemplo, en vez de chocolate para postres usé chocolate con leche y en vez de un vaso de azúcar le eché medio y en vez de remojar las galletas en leche con anís las remojé sólo en leche y en vez de...
-¿Estás intentando decirme -me preguntó ZaraJota- que después de estar buscando la receta durante meses, cuando por fin te has puesto a cocinar has hecho lo que te ha dado la gana?
-Hombre, si lo dices de esa manera...

El caso es que la tarta quedó bien, pero no era como yo la recordaba.
-A lo mejor es porque no has seguido la receta -sugirió ZaraJota, que es muy de regodearse en el sufrimiento ajeno.
-No es eso... creo que en el fondo yo lo que quería era volver a sentir lo mismo que cuando era pequeña y mi abuela me hacía la tarta. Pero supongo que eso es imposible, porque en realidad lo que me ponía tan contenta era ser niña, y que fuera mi cumpleaños, y que mi abuela me hiciera una tarta...
-...y que le echara una botella entera de anís.
Vale, sí, igual eso influía también.



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25 agosto 2020

40



Miro el calendario y descubro con horror que hoy, de entre todos los días posibles, cumplo cuarenta años. Sí, así es. Lo he comprobado con la agenda, el teléfono y el ordenador, incluso he mirado la fecha de nacimiento de mi DNI. Todo concuerda. Ya no hay vuelta atrás. 
En pleno ataque de pánico me he puesto a pensar (creo) y me he dado cuenta de que, aunque mi cuerpo no parece verse afectado (de momento) a todos los efectos ya soy demasiado vieja para hacer un montón de cosas. 
Entre ellas, probablemente, seguir manteniendo un blog que empecé, con casi estas mismas palabras, hace ya quince años. 
QUINCE AÑOS.
Eso son un montón de años, si no me creéis intentad contarlos: necesitáis las dos manos y un pie; o los dos pies y una mano, cada uno lo que prefiera, que yo en las fantasías sexuales de la gente no me quiero meter. 
En estos quince años, me he vuelto un poco mayor para seguir autodenominándome girl, creo yo. Es decir, cuando tienes una hija que ya va en bicicleta sin ruedines (sí, todo esto era una triste excusa para presumir de que mi hija ya no necesita ruedines), un hijo que ya garrapatea y un hamster (no ha hecho nada especial últimamente, sólo lo menciono para que no se ponga celoso), igual ha llegado el momento de asumir que ya no eres una chica, sino una mujer.

En concreto, una de mediana edad, canija, gordita y de Carabanchel. 

Por eso, a principios de años había decidido que en cuanto cumpliera cuarenta dejaría el blog.
O sea, los blog ya ni siquiera están de moda. De hecho, no estoy segura de que sigan existiendo. Es más: es probable que haya vuelto a confundir el pegamento con el dentífrico y ahora mismo esté alucinando y creyendo que escribo cuando en realidad lo que estoy haciendo es abrazar un cactus.

Otra vez. 

Como decía, el caso es que yo había planeado dar un cierre a Lorzagirl porque, últimamente, me cuesta ponerme en su piel. Nos conocemos desde hace demasiado tiempo y somos como un matrimonio viejo que ha oído sus propias batallitas demasiadas veces. 

A veces le dijo: Lorz, te repites.
Y ella me contesta: A mí no me mires, que solo soy una voz en tu cabeza.
Y yo le dijo: Deberíamos parar antes de que esto degenere.
Y ella me contesta: Estás hablándole a una voz en tu cabeza, yo creo que ya ha degenerado de sobra.

Con todo... coincidiréis conmigo en que si algo ha hecho el 2020 por nosotros es echar por tierra todos nuestros planes. 

Nuestros planes, nuestra economía, nuestra esperanza de vida, nuestra fe en la raza humana... el 2020 tiene tierra para todos. Nunca mejor dicho.

Además, yo también había planeado perder peso y he hecho cinco kilos (más), así que al peo con los planes, las resoluciones y los buenos propósitos. Y tengo tantas cosas que contar todavía... Tengo un millón de historias que son demasiado largas para un tuit y demasiado cortas para un libro; algo así como un trillón de anécdotas; y pensamientos estúpidos como para llenar de palabras el mundo.
Así que creo que me quedaré por aquí petardeando un poco más. 
Otros quince años o así, si de mí depende.


03 agosto 2020

Vacaciones mentales

He tenido un año movidito. 
Vaya, como todos. 
Primero tuve un #relorzfunding que, ocho meses después, estoy a punto de dar por terminado.
Luego monté una empresa. La primera semana de marzo parecía un momento estupendo para hacerlo. SPOILER: no lo fue. No, definitivamente no lo fue.
Con todo, me he apañado para escribir, corregir, maquetar y publicar una docena de libros, y para colaborar en otros tantos.
Viendo como avanzaba la cosa también conocida como coronavirus, hice lo mismo que media España: mascarillas. Y ya que estaba, camisetas y otras cosas. 
Como todos, también he aprendido a llevar la logística de la casa saliendo lo menos posible. Por primera vez en mi vida, he planificado menús completos con una semana de antelación, me he ido a la compra con una lista detalladísima y he aprendido a calcular el uso medio de papel higiénico por persona y día.
Por supuestísimo, he hecho pan todos los días.
Me he acostumbrado a las videollamadas en todo tipo de plataformas, al #videoclub de lectura, a las clases online y vía youtube.
Todo esto, por supuesto, con los niños en casa. Dos niños acostumbrados a estar de un lado para otro de 9 a 21 horas de lunes a viernes porque cuando no hay piscina hay música y cuando no hay música hay el cumple de algún amiguito, de pronto, encerrados en casa día tras día.
Como todas las madres y algún padre, he tenido que ser maestra, jefa de estudios, monitora de tiempo libre, psicóloga, animadora sociocultural, logopeda, cocinera, limpiadora, sargento, ordeno y mando. Las veinticuatro horas del día y sin dejar de trabajar ni un momento. 
Y aunque he descubierto, también como mucha gente, que estar en casa es maravilloso (quién nos lo iba a decir...) lo cierto es que también estoy mentalmente agotada.
Necesito unas vacacioncillas.

Por supuesto, seguiré en Twitter porque soy una adicta.
Además, mis libros siguen a la venta en papel en la librería La Sombra de Madrid, que durante todo el mes de agosto envía gratis a toda la península los pedidos superiores a 25 €. 
También los podéis encontrar en formato electrónico en Lektu

Nos vemos de nuevo el 31 de agosto, si el mundo no se acaba antes. 
Y recordad: