30 mayo 2022

Nadie espera la inquisición festivalera


Me acabo de dar cuenta de que ya llevo casi una década de estar detrás del mostrador en ferias del libro grandes, pequeñas, feriecillas, mesitas montadas a la salida de algún evento y ventas ambulantes en general.
Es una cosa que me flipa, como paseante y como participante, y eso que a mí tratar con la gente se me da regulín... supongo que mi cerebro se deja engañar con la idea de que no soy yo, soy la persona que está atendiendo el chiringuito, y el mostrador me protege, no sé.
El caso es que me flipan.
Con el tiempo, acabas reconociendo a la gente: está quien iba de paseo y se encontró con un festivalito de pronto y no tiene ni idea de qué va a ver; quien lleva días esperando para conocer a su autor favorito; quien viene con su lista para que no se le escape nada; quien espera que le seduzcan... y niños, muchos niños.
Pero hay un personaje entrañable que no me ha fallado en ninguna feria, y es el inquisidor general, que por lo que sea se cree en la necesidad de poner a prueba tus conocimientos para ver si te pilla en un error y él gana la muñeca chochona en la tómbola o algo, ni idea, es que no se me ocurre qué otro motivo puede tener... 
Mi primer contacto con un inquisidor general fue allá por 2014. Se acercó a la caseta, en ese caso de la Feria del Libro, con mucha determinación y me dijo:
-A ver, ¿qué tienes?
Así, con educación.
-Pues un poco de todo: ensayo, fotografía...
-Sí, sí, pero dime de qué van -dijo el examinador, pensando que ahí me iba a pillar.
-Este va de... y aquel...
Al inquisidor general no le gustó que supiera de qué iban los libros. Supongo que la mera existencia de una mujer que supiera hacer su trabajo iba contra su sistema de creencias más arraigado, no sé. 
Así que lanzó su ataque definitivo:
-Sí, sí, pero tú cuáles te has leído.
-Todos.
-¿Cómo?
-Soy una de las correctoras. Me los he leído todos
-Sí, bueno -dijo el inquisidor general, un poco a la desesperada-. ¡Pero por obligación!
Que leer por obligación no cuenta como haber leído, al parecer.
Esto me ha seguido pasando, con diferentes variantes, a lo largo de los años, y he llegado a la conclusión de que lo quieren estas personas es autoconvencerse de que los libros de hoy en día no merecen ser ni comprados ni leídos, para poder seguir sin leer un año más. Si alguien tiene una teoría mejor soy toda oídos.
Como decía, me volvió a pasar hace un par de semanas en Santa Librada donde, por ciento, lo gozamos locamente y conocimos a gente estupenda pero claro, para que un festivalito esté completo tiene que haber un inquisidor general, si no te quitan el permiso municipal.
Y lo hubo.
-A ver, ¿qué tienes?
-Pues un poco de todo: ensayo, cómic, novela... Somos cuatro editoriales compartiendo espacio.
-¿Y la tuya cuál es?
-Esta de aquí.
-Pues a ver, dime de qué van los libros.
-Este va de... y aquel de aquello... y el de más allá...
-Sí, sí, muy bien -el inquisidor general puso cara de "a mí no me engañas" y se preparó para asestar el golpe definitivo-. Pero tú, ¿cuáles te has leído?
-Eh... todos.
-Sí, claro.
-Bueno, es que la mitad los he escrito yo.
Al inquisidor general le cortocircuitó el cerebro, pero no se rindió.
-¿Cuáles?
-Pues... los que ponga 'Lorzagirl' en la cubierta, supongo.
El inquisidor general observó los libros de la mesa.
-Pero aquí hay libros escritos por otras personas. 
Menos mal que me lo dice porque si no yo ni me entero.
-Sí, ya.
-¿Y esos también te los has leído?
Supongo que esperaba que dijera que no, así que pensé en darle una pequeña satisfacción.
-No, soy la editora: voy eliminado párrafos al azar sin mirar lo que dicen, ¡muajajaja!
Creo que no le hizo gracia.



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Todos los libros que he escrito, editado y, en algún caso, incluso leído, aquí


15 mayo 2022

El bulto



Nena-chan tiene un bulto en la cabeza, una cosa que en mi familia es como muy tradicional: recordemos sin ir más lejos a mi tía la tontusilla.
A diferencia de los bultos anteriores el de Nena-chan está por fuera de la cabeza como si le hubieran metido un lacasito entre el cuero cabelludo y el cráneo. Al principio era muy pequeño y nos resistimos a llevar a la niña al pediatra, porque nuestro pediatra es muy de quitarle hierro a todo porque considera que los padres somos unos histéricos y llevamos a los niños al médico por cosas que son perfectamente normales. Nuestras historias con el pediatra son fuente inagotable de diversión, sobre todo cuando te dice que es perfectamente normal que a un bebé de once meses le sangre el ojete, el niño empeora, acabas en urgencias y en médico de urgencias te dice que cómo has esperado tanto para que al niño lo viera un médico, te acusa de negligencia y amenaza con denunciarte, jajajaja, yo es que me parto con mi pediatra.
Seguramente estáis pensando: pues cambia de pediatra. Bueno, ya lo hemos intentado porque en Madrid hay libertad de elección de médico. El problema es que si pides otro pediatra y el otro ya tiene más pacientes de los que puede atender, te rechaza y te vuelves donde estabas. Y se ve que los pediatras en Madrid ya tienen todos más pacientes de los que pueden atender, porque una cosa es la libertad para elegir y otra poner medios para que la gente elija, se ve. 
El caso es que un par de semanas más tarde el bulto había crecido considerablemente y ni siquiera nuestro pediatra podía decir que aquello era normal. Así que pedimos cita y, por supuesto, el pediatra nos dijo que aquello era perfectamente normal. 
-Pero cómo va a ser normal, que como le crezca un poco más va a ir por la calle escorada como una Vespa.
-Bueno, pues será un pelito enquistado. 
-Pero cómo va ser ser un pelito enquistado.
A ver, que llevo toda la vida depilándome con cuchilla, señora, que otra cosa no pero un pelito enquistado lo reconozco.
-Bueno, pues que tome antibióticos diez días.
Aquello ya me tocó la moral, porque una vez el médico me dijo que a veces receta antibióticos "para madres ansiosas", así que sospeché que
1. A Nena-chan no le hacían falta los antibióticos para nada.
2. Me estaba llamando histérica. Otra vez.
Pero yo soy muy bien mandada, y me recordé a mi misma que el pediatra ha estudiado muchos años, y tiene muchos años de experiencia, y seguramente sabe lo que dice mejor que yo, así que durante diez días le dimos a la nena su pauta de antibióticos.
El tratamiento le sentó fenomenal al bulto: se puso de hermoso y de lustroso que daba alegría verlo. Y se veía, ya os digo yo que se veía. Así que volvimos al pediatra y muy a su pesar nos mandó al especialista. 
El especialista miró el bulto de Nena-chan con mucho interés y por todos los ángulos posibles.
-Seguramente es un quiste sebáceo -dijo-. Lo más seguro es que lo haya tenido siempre, pero a veces cuando reciben un golpe se animan y crecen. ¿Se ha dado un golpe en la cabeza últimamente?
A Nena-chan le entró la risa floja. 
A mí me entró la risa floja.
Que no es que nos tomáramos a guasa la cosa, pero es que "Nena-chan" y "darse un golpe" usados en la misma frase es algo así como redundante. Que estamos hablando de una niña que se tropieza andando en llano. Que a veces estamos comiendo y se cae de la silla, no sé si me explico.
-No recuerdo ningún golpe en especial -dije, recuperando la compostura. Poco, las cosas como son. 
-Ha tenido que ser un buen golpe, es imposible que no te hayas dado cuenta.
-Es que se da muchísimos.
El especialista puso cara de ir a llamarme madre negligente, seguramente con razón, porque hasta yo me doy cuenta de que "es que es muy torpe y siempre se está cayendo" suena a madre maltratadora que intenta ocultarlo. O, como mínimo, a madre que se está haciendo las uñas delante de la tele mientras sus hijos juegan con machetes. Así que me apresuré a explicar:
-Siempre se está dando golpes. Recuerdo muchos golpes en las pasadas semanas, pero es que son tantos que no podría decir cuál en concreto ha podido ser el que causara eso.
-Siempre me estoy dando golpes -intervino la niña como para darme apoyo moral.
-¿Tú te acuerdas de algún golpe que haya podido causar eso?
-No, mami, solo uno no.
Nena-chan empezó a reírse, yo empecé a reírme, y el especialista empezó a mirarnos como si se arrepintiera de no haber estudiado Empresariales, por ejemplo.
-Está bien. 
Le pidió a Nena-chan que bajara de la camilla y se sentara en la silla justo delante de su escritorio, y yo me senté a su lado mientras el especialista tecleaba en el ordenador, seguramente registrando que soy una madre maltratadora que le propina golpes en la cabeza a su hija y al día siguiente ni siquiera se acuerda o algo así.
Nena-chan se quedó en la silla muy formal.
-Entonces -insistió el especialista-, ¿no recuerdas nada de ese golpe?
-No -empezó a decir la niña. Entonces fue a recolocarse en el asiento para apoyarse en el apoyabrazos, pero el brazo le resbaló, la nena perdió el equilibrio, pataleó para recuperarlo y no sé muy bien como acabó estampándose contra el escritorio del médico.
-¿Te has hecho daño? -le pregunté, con el tono monocorde de puro rutinario.
-Jajajaja, sí, jajajajaja.
-Es que menuda torta, hija, jajajaja.
-Sí, jajajaja.
-¿Pero cómo te has podido caer de la silla?
Otra vez, añadí para mis adentros.
-Jajaja, mami, ni idea, jajaja.
El especialista nos observaba con la boca abierta. Bueno, eso creo, porque llevaba mascarilla.
Finalmente se volvió hacia su ordenador y dijo, mientras tecleaba:
-Ha podido darse un golpe pero no lo recuerda.
Es que a veces no hay nada como una demostración práctica.



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El 21 de mayo podréis encontrar mis libros en la caseta de Distinta Tinta en el Krunch! de Quadernillos (Alcalá de Henares). 
El mismo día, mis libros y yo misma estaremos en Santa Librada (detrás del Caixaforum de Madrid).
Y el 22 de mayo a las 12:30 estaré firmando en la caseta de Cicely en la Feria del Libro de Alcobendas. 

02 mayo 2022

Una tarde en el Retiro


Este año está siendo tan loco que incluso ha hecho bueno en semana santa. 
Precisamente en semana santa nos fuimos una tarde de picnic en el Retiro.
Hacía un día estupendo, así que aproximadamente el 110% de la población mundial había tenido la misma idea. Por suerte, la empresa municipal de transportes había previsto esa situación, y los autobuses al centro estaban pasando en cómodas franjas de 20-30 minutos.
Ahora es cuando viene alguien y me dice: pues en mi pueblo solo hay un autobús al día. 
Bueno, es que a lo mejor todos los vecinos de tu pueblo caben en un banco de Madrid Río, no sé si me explico.
En Madrid capital, determinados días y con determinados destinos, que un autobús pase cada 20 minutos supone que hay 20 personas esperando en cada parada, y te aseguro que cuando llega el autobús TODAS SE SUBEN AL P*T* AUTOBÚS, porque a saber cuándo pasa el siguiente y cómo viene. 
Eso fue lo que hicimos nosotros, y cómo acabé con los dos niños junto a la puerta de salida (más bien, a presión contra la puerta de salida) para que al menos les diera un poco el aire cuando se abría en cada parada.
Dentro del autobús hacía unos ochocientos grados centímetros y un veinte mil de humedad relativa por todos los cuerpos que se iban cociendo dentro. Los niños no tenían dónde agarrarse, así que iban haciendo un pinball moderado de culo en culo, porque como suele ocurrir los festivos el busero suele estar cabreado porque le ha tocado trabajar un festivo y va dando volantazos que casualmente no dan en días laborables, aunque sea el mismo busero, el mismo autobús y el mismo recorrido.
No llevábamos ni tres paradas cuando Nena-chan empezó a sentirme mal.
-Mami, me mareo.
-Lo sé, hace mucho calor.
-Es que me siento muy mal.
-Lo sé, lo sé, OJALÁ LA GENTE SE APARTARA UN POCO PARA QUE TE DÉ UN POCO EL AIRE. 
Pero la gente estaba muy ocupada fingiendo que no nos veía, que no nos oía y poco menos que no estábamos allí. Como una chica embarazada que tenía cada vez peor aspecto y allí estaba, también de pie. 
-Mami, no aguanto más. 
-Un poquito más, sólo quedan dos paradas.
-Es que me mareo.
-Lo sé, lo sé, OJALÁ ALGUIEN FUERA TAN AMABLE COMO PARA DEJAR QUE TE SENTARAS
-Mami, ¿no se puede levantar nadie?
-SE VE QUE NO, QUE NO HAY NADIE LO BASTANTE AMABLE PARA DEJAR QUE UNA NIÑA MAREADA SE SIENTE.
-Mami, voy a vomiGAÑJFNÑFNBAUPFHAFÑVNFÑUGAFHGOFF.
Nena-chan vomitó en la mascarilla. 
-Quítale la mascarilla a la niña se que se le va a manchar.
Me dijo una señora, que se ve que tiene claras sus prioridades.
Otra señora, que viajaba con un bebé y por supuesto también estaba de pie, me pasó un puñado de papel de cocina. Tarde. 
Nena-chan se había apartado la mascarilla y estaba "gomitando" a chorro. Era espectacular, porque además había estado comiendo fresas, y lo que salía de aquella boca era de un rojo subido; baste decir que yo en concreto, que llevaba una camiseta blanca, todavía no he conseguido sacar la mancha.
De pronto se hizo un vacío a nuestro alrededor.
-MIRA, NENA-CHAN, POR LO VISTO AHORA SI PUEDEN APARTARSE UN POCO PARA QUE RESPIRES, QUÉ SUERTE.
La gente a nuestro alrededor, un metro mediante, volvió a fingir que no nos veía.
-Necesito sentarme. 
-PUES COMO NO LE VOMITES ENCIMA A ESTE SEÑOR, QUE NOS LLEVA OYENDO TODO EL RATO Y NO SE LEVANTA, LO VEO DIFÍCIL.
El señor no se movió. La señora de al lado, tampoco.
Los dos de detrás, tampoco. Siguieron mirando al frente como si necesitaran de todas sus fuerzas para mantener el culo pegado al asiento.
Para entonces habíamos llegado a una parada y nos bajamos. No preocuparse, que avisé al busero de que llevaba toda la parte de atrás como un callejón de Huertas. No es que pudiera hacer gran cosa: el bus estaba tan lleno que había gente hasta acodada en el salpicadero.
El autobús arrancó de nuevo, y me despedí de sus pasajeros enseñando mis dos deditos corazón, que son muy bonitos y justo ese día llevaba un anillo en cada uno y tenía que lucirlo. 
-Mami -me dijo Nena-chan-, muy mal, les han enseñado el dedo malo.
-Bueno, tú los has cubierto de vómito hasta las rodillas y no te lo voy echando en cara. 


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¡Que he escrito otro libro