02 mayo 2022

Una tarde en el Retiro


Este año está siendo tan loco que incluso ha hecho bueno en semana santa. 
Precisamente en semana santa nos fuimos una tarde de picnic en el Retiro.
Hacía un día estupendo, así que aproximadamente el 110% de la población mundial había tenido la misma idea. Por suerte, la empresa municipal de transportes había previsto esa situación, y los autobuses al centro estaban pasando en cómodas franjas de 20-30 minutos.
Ahora es cuando viene alguien y me dice: pues en mi pueblo solo hay un autobús al día. 
Bueno, es que a lo mejor todos los vecinos de tu pueblo caben en un banco de Madrid Río, no sé si me explico.
En Madrid capital, determinados días y con determinados destinos, que un autobús pase cada 20 minutos supone que hay 20 personas esperando en cada parada, y te aseguro que cuando llega el autobús TODAS SE SUBEN AL P*T* AUTOBÚS, porque a saber cuándo pasa el siguiente y cómo viene. 
Eso fue lo que hicimos nosotros, y cómo acabé con los dos niños junto a la puerta de salida (más bien, a presión contra la puerta de salida) para que al menos les diera un poco el aire cuando se abría en cada parada.
Dentro del autobús hacía unos ochocientos grados centímetros y un veinte mil de humedad relativa por todos los cuerpos que se iban cociendo dentro. Los niños no tenían dónde agarrarse, así que iban haciendo un pinball moderado de culo en culo, porque como suele ocurrir los festivos el busero suele estar cabreado porque le ha tocado trabajar un festivo y va dando volantazos que casualmente no dan en días laborables, aunque sea el mismo busero, el mismo autobús y el mismo recorrido.
No llevábamos ni tres paradas cuando Nena-chan empezó a sentirme mal.
-Mami, me mareo.
-Lo sé, hace mucho calor.
-Es que me siento muy mal.
-Lo sé, lo sé, OJALÁ LA GENTE SE APARTARA UN POCO PARA QUE TE DÉ UN POCO EL AIRE. 
Pero la gente estaba muy ocupada fingiendo que no nos veía, que no nos oía y poco menos que no estábamos allí. Como una chica embarazada que tenía cada vez peor aspecto y allí estaba, también de pie. 
-Mami, no aguanto más. 
-Un poquito más, sólo quedan dos paradas.
-Es que me mareo.
-Lo sé, lo sé, OJALÁ ALGUIEN FUERA TAN AMABLE COMO PARA DEJAR QUE TE SENTARAS
-Mami, ¿no se puede levantar nadie?
-SE VE QUE NO, QUE NO HAY NADIE LO BASTANTE AMABLE PARA DEJAR QUE UNA NIÑA MAREADA SE SIENTE.
-Mami, voy a vomiGAÑJFNÑFNBAUPFHAFÑVNFÑUGAFHGOFF.
Nena-chan vomitó en la mascarilla. 
-Quítale la mascarilla a la niña se que se le va a manchar.
Me dijo una señora, que se ve que tiene claras sus prioridades.
Otra señora, que viajaba con un bebé y por supuesto también estaba de pie, me pasó un puñado de papel de cocina. Tarde. 
Nena-chan se había apartado la mascarilla y estaba "gomitando" a chorro. Era espectacular, porque además había estado comiendo fresas, y lo que salía de aquella boca era de un rojo subido; baste decir que yo en concreto, que llevaba una camiseta blanca, todavía no he conseguido sacar la mancha.
De pronto se hizo un vacío a nuestro alrededor.
-MIRA, NENA-CHAN, POR LO VISTO AHORA SI PUEDEN APARTARSE UN POCO PARA QUE RESPIRES, QUÉ SUERTE.
La gente a nuestro alrededor, un metro mediante, volvió a fingir que no nos veía.
-Necesito sentarme. 
-PUES COMO NO LE VOMITES ENCIMA A ESTE SEÑOR, QUE NOS LLEVA OYENDO TODO EL RATO Y NO SE LEVANTA, LO VEO DIFÍCIL.
El señor no se movió. La señora de al lado, tampoco.
Los dos de detrás, tampoco. Siguieron mirando al frente como si necesitaran de todas sus fuerzas para mantener el culo pegado al asiento.
Para entonces habíamos llegado a una parada y nos bajamos. No preocuparse, que avisé al busero de que llevaba toda la parte de atrás como un callejón de Huertas. No es que pudiera hacer gran cosa: el bus estaba tan lleno que había gente hasta acodada en el salpicadero.
El autobús arrancó de nuevo, y me despedí de sus pasajeros enseñando mis dos deditos corazón, que son muy bonitos y justo ese día llevaba un anillo en cada uno y tenía que lucirlo. 
-Mami -me dijo Nena-chan-, muy mal, les han enseñado el dedo malo.
-Bueno, tú los has cubierto de vómito hasta las rodillas y no te lo voy echando en cara. 


- - - - - - - - - - - - - 
¡Que he escrito otro libro