27 noviembre 2017

Diente por diente, 1

La piscina nos está sentando fenomenal.
Sobre todo a mí: es el único rato que paso cerca de Bebé-kun sin que se me enganche a la ubre.
No es que no lo intente, lo que pasa es que mi bañador deportivo se me queda un poco repegao y no consigue bajármelo.
Bueno, alguna vez lo ha conseguido, pero como no llevo gafas no lo veo y me da igual.
A lo que iba.
Estaba en la piscina sujetando a Bebé-kun por los deditos para que flotara libremente envuelto en unas treinta toneladas de porexpán y de pronto se me escurrió, entró en pánico, empezó a aletear y me soltó, presuntamente sin querer, una bofetada que me dejó tonta.
Más tonta.
Le debió parecer la monda y empezó a reírse con toda la boca abierta, y entonces dije uy, me parece que este niño tiene una caries, y ya os podéis imaginar cómo sería aquello si lo vi sin gafas ni nada aunque tengo seis dioptrías y a medio metro no le distinguía ni la cara.
Entonces nos fuimos al dentista.
A uno privado, obviamente, porque como es lógico en el siglo XXI la salud dental depende de que te la puedas pagar.
(Otro día hablamos de las gafas.)
El dentista le echó un vistazo a la boca de Bebé-kun.
Un vistazo rápido.
Muy rápido.
Y eso que Bebé-kun en cuanto lo sujetamos de pies y manos entre tres adultos empezó a cooperar por completo.
-Pues sí, tiene caries -nos dijo el dentista.
-¿Muchas?
-No, mujer, muchas no. Una en cada diente, nada más.
-¿QUEEEEEE?
-Tiene incluso en los molares que le acaban de salir, es fascinante...
-¿Y por qué puede ser?
-Bueno, esto es lo que pasa cuando se abusa del biberón. 
-¿Perdone usted?
-La leche artificial contiene muchos azúcares que favorecen la caries. La leche materna, en cambio...
Ahí ya me entró la risa floja, y ZaraJota empezó a darme patadas por lo bajini, y Nena-chan que por supuesto estaba en medio de todo el fregao empezó a preguntar "papá, ¿por qué le estás pegando a mamá otra vez?" y no me quedó más remedio que darle explicaciones al dentista.
-El niño ha tenido lactancia materna exclusiva.
Exclusivamente j*d*d*, por concretar más.
-Uy, pues eso sí que es raro. ¿Ha tenido algún problema digestivo?
"Algún", dice...
-Sí.
-Pues puede ser que no esté absorbiendo bien el calcio.
Le lancé a #bebekun una mirada furibunda.
"Mira, nene", le dije mentalmente, "si vas a estar enganchado a la teta full power lo mínimo que puedes hacer, LO MÍNIMO, es absorber como dios manda".
Pero a Bebé-kun la mirada furibunda le dio exactamente igual.
-¿Y qué podemos hacer?
-Pues habría que empastar, lo que pasa es que aquí no lo podemos hacer porque habría que anestesiar y no podemos porque no llega al peso.
Bueno, yo tampoco llego al último estante de la cocina y me anestesian sin problemas.

Continuará...

20 noviembre 2017

Atención, noticias breves

Interrumpimos la transmisión durante un par de semanas porque #cosas.
#Cosas buenas, de las que se leen.
Sin zombis.
Será por una buena causa, ya lo veréis. 

13 noviembre 2017

El ratoncito Pérez

Llevamos un mes con los dientes que nos os podéis imaginar, ni falta que os hace porque os lo pienso contar con detalle en cuanto le encuentre la p*t* gracia.
Mientras tanto y para esta historia, solo necesitáis saber que el dentista le echó un vistazo a la boca de Nena-chan y nos dijo:
-A esta niña se le mueven los dientes.
Lo que no se le mueva a esta niña, pensé, porque la nena nos ha salido un poco inquieta y hasta dormida da saltos en la cama, y yo no tengo nada en contra de los saltos en la cama, pero es que duerme en la litera de arriba y cualquier día se va a estampar contra el techo, y lo acabamos de pintar.
-Mira -insistió el dentista.
Y le dio un meneo a los incisivos inferiores que aquello se bamboleaba como palmera agitada por el viento.
-¡ARG!
-No se preocupe -me dijo el dentista, que es que no me conoce todavía-. Esto va para largo. Seis meses o un año, calculo.
Exactamente dos semanas más tarde llegué a casa y Nena-chan se me echó encima.
-¡Miramamásemehacaídoundientemiramamámiramamá!
Y abrió la boca y, cierto es, donde antes había un diente, ahora había un hueco.
-Ay, ay, ¿cómo te lo has hecho? -le pregunté, porque las cosas como son: desde que empezó el colegio hemos tenido labio partido (dos veces), ceja partida (una), lengua hinchada (una), ojos morados (he perdido la cuenta, el último esa misma semana, con derrame incluido), arañazos y moratones (ni siquiera empecé la cuenta, porque para qué), y una piedra en nariz (no preguntéis), que de verdad a veces pienso que en ese colegio la enfermera está porque tiene que estar, pero el hielo solo lo hacen por mi hija.
-Se he me ha caído solo.
-¿Después de darte un trompazo con...?
-Con la mesa, pero el diente no se me ha caído por eso.
Lentamente la verdad penetró en mi cerebro: a Nena-chan se le ha caído un diente por causas naturales.
Se me escapó una lagrimita.
¿Cómo era posible?
En lo que a mí respecta, le salieron prácticamente ayer (¿o eso era a Bebé-kun?). No le han durado nada: debe ser por la obsolescencia programada.
Nena-chan me dio el diente envuelto en una servilleta de papel y yo flipé infinito porque no lo hubiera perdido, teniendo en cuenta que todos los días pierde las gomas para el pelo y las lleva atadas a la cabeza.
Pero claro, si pierdes la goma no pasa nada mientras que el diente lo necesitas para...
-¡Vamos a ponerlo debajo de la almohada para que venga el ratoncito Pérez!
Restos humanos en la cama y un ratón corriendo por la casa mientras dormimos: para que luego digan que la maternidad no es emocionante.
Le busqué a Nena-chan una cajita, metimos el diente dentro y luego la cajita en la funda de la almohada, en la esquina superior derecha, que es un dato que se me quedó grabado sin razón aparente, no es porque pensara utilizarlo luego para nada ni nada de eso, ¿eh? Que vosotros sois mucho de sospechar.
Y después nos metimos en la cama: Nena-chan en la litera de arriba y yo en la de abajo.*
A los cinco minutos Nena-chan estaba durmiendo a pierna suelta.
Qué manera de roncar, oigan.
Ni esperar despierta al ratoncito Pérez ni leches.
Mientras tanto, yo no conseguía conciliar el sueño. No paraba de pensar en el ratón. La litera de abajo está a ras de suelo para que Bebé-kun no se esmorre en el hipotético caso de que algún día se decida a dormir ahí, pero tiene el inconveniente de ser muy ratón friendly, creo.
La verdad es que no tengo mucha experiencia con ratones.
Cuando vivíamos en el pueblo, el gato solía cazar ratones y traérmelos a la cama. Siempre pensé que era porque me quería mucho (cada uno se consuela como puede), pero luego leí en algún lado que cuando un gato hace eso es porque te considera débil y te está enseñando a cazar para que aprendas a valerte por ti mismo.
Encima de guarro, hijoputa, el gato.
Luego me acordé de que tenía otra experiencia con ratones en abundancia: una vez una señora ratona en estado de buena esperanza se hizo el nido en uno de los colchones del cortijo.
Era un colchón de gomaespuma y no se usaba mucho, las cosas como son.
La buena ratona debía estar a sus anchas. Lo que pasa es que entonces a la abuela se le ocurrió que era buen momento para poner en práctica esa bonita costumbre doméstica de darle la vuelta al colchón para que no coja forma, que digo yo que qué más le daría, si alguna forma hay que tener y allí no dormía nunca nadie.
Total, que le dice a mi padre que le ayude a darle la vuelta al colchón y de pronto empezaron a salir ratones por todas partes, y empezaron a correr por todas partes, y nosotras empezamos a correr por todas partes también, y mi padre empezó a decirnos pero qué hacéis, estaros quietas que los vais a pisar y yo con la sangre me mareo.
Resumiendo: se lió parda. O mejor dicho, se lió gris. Gris ratón.
En la litera de abajo, yo no paraba de pensar en la ratona que hizo el nido y en el ratoncito Pérez entrando en casa y lo cerca que estaba yo del suelo y no es que sea aprensiva ni nada pero así como a media noche me abracé a un zapato y tomé la firme resolución de estamparlo contra lo primero que viera moverse cerca de mí, y de quedarme despierta toda la noche si hacía falta.
No pegué ojo.**
No hubo movimiento en toda la noche, pero, al amanecer, empecé a oír ruidos en la litera de arriba.
Crujiditos.
Agarré el zapato con más fuerza y esperé.
-Mamá -oí al poco-, hay algo debajo de mi almohada.
Pues si es gris, blandito y peludo no cuentes conmigo para mirar. 










*ZaraJota y yo llevamos un mes durmiendo en camas separadas, incluso en habitaciones separadas: él con Bebé-kun y yo con Nena-chan. Si se os ocurre una forma mejor de destetar al lechoncillo de mi hijo soy toda oídos.
**Por una vez voy a reconocer que todo esto es mentira: en realidad no podía dormir porque estaba emocionadísima y no quería perderme el momento en que Nena-chan descubriera el regalito que el ratoncito Pérez le había puesto debajo de la almohada.

06 noviembre 2017

Villamatojo

Lo he dicho en Twitter, lo he dicho en Facebook, lo he dicho en Instagram... el único sitio en el que no se me ha ocurrido decirlo es aquí, y lo mismo debería.
Pues nada, que este verano estaba en el pueblo y en una de esas noches en las que el puro cansancio no me dejaba dormir me volví toda loca y escribí un cuento.
Sí, del tirón. 
Sí, en una sola noche. 
Sí, me había dado mucho el sol en la cabeza. 
Y ya que lo tenía y no sabía qué hacer con él lo subí a Amazon en formato ebook.
No, no está en otras plataformas. 
No, no voy a hacer versión impresa.
No, esto no le ha quitado tiempo a la segunda parte del #Lorzfunding porque cuando lo escribí no tenía ordenador a mano y dejadme que os diga, sin relación con lo anterior, que escribir con boli sobre papel higiénico no es tan fácil como podría parecer. 


Se llama Villamatojo, y no es ni de reírse ni de pasarlo bien ni nada, sino de mucho sufrir y de perder la fe en la raza humana y eso.
Además hay zombis aunque dentro del cuento no los llaman así porque lo de zombi suena muy glamuroso y en plena Extremadura como que no me pegaba.
Lo mejor que puedo decir de él es que al menos es breve y si os animáis a leerlo no sufriréis mucho tiempo.
Eso y que a mi madre le ha gustado, aunque también es cierto que se dio un golpe en la cabeza cuando era pequeña y desde entonces no ha vuelto a ser la misma.
Pues eso, que avisados estáis.

El primito nuevo

Me han hecho un sobrino.
Bueno, en realidad resobrino, porque no es hijo de ninguno de mis hermanos, no os preocupéis.
Ni llaméis a Control de Plagas.
Lo que pasa es que a falta de familiares más cercanos, un resobrino hace la misma ilusión... o más.
Por lo del Control de Plagas y eso. 
En cuanto recibí la noticia corrí a contárselo a Nena-chan, que está muy necesitada de niños a su alrededor.
-¡Mira, Nena-chan! ¡Un primito!
-¿Qué primito es ese?
-Uno nuevo.
-¿Y cuántos años tiene?
-Eh... ninguno.
Nena-chan respiró aliviada. En primaria el estatus se define por la edad, y un niño con cero años no supone ningún tipo de competencia para una niña de cinco.
-Ah. ¿Y cuándo es su cumpleaños?
No vaya a ser que se ponga a cumplir años ahora locamente y le tome delantera, ¿eh? Que las nuevas generaciones vienen pisando fuerte.
-Pues... bueno, hoy.
-Entonces, ¿ya tiene un año?
-Eh... no, eso no funciona exactamente así...
-¿Entonces cuántos cumple?
-Ninguno, porque ha nacido hoy.
-¡Entonces es su cumpleaños!
Si lo sé no se lo digo, pensé después de que la conversación acabara en berrinche porque al parecer no me entero NUNCA de NADA.
Al día siguiente, de camino al colegio, nos encontramos con varias de sus amiguitas, y a Nena-chan le faltó tiempo para contar la noticia.
-¡Tengo un primo NUEVO!
-¿Y cuántos años tiene?
No vaya a venir ahora un primo de seis años y nos hunda la jerarquía.
-No lo sé -contestó Nena-chan-. Acaba de nacer y todavía no le he podido preguntar.