27 diciembre 2021

El slime


Bueno, esto pasó en Halloween pero he estado dudando mucho si contarlo porque me consta que mucha gente me lee mientras desayuna.
Pues este Halloween pasó una cosa: a Nene-kun se le cayó su primer diente. 
En realidad, no se le cayó. De hecho, la teoría más extendida es que se lo tragó mientras comía.
El caso es que el diente no estaba y, previo mensaje al Ratoncito Pérez para que no esperara nada debajo de la almohada, esa noche esperábamos su visita.
También pasó otra cosa, no menos alucinante, y es que nos invitaron a una Candy Hunt que fue absolutamente épica. Nene-kun por lo general no come chuches ni dulces porque no le gustan (eso cree él, al menos), pero llevado por el espíritu festivo se animó a probar unos bombones de chocolate rellenos de crema de cacahuete saladita.
Y le fliparon.
No es para menos, también os lo digo, que esto está más bueno que Darcy saliendo del lago con la camisa mojada. 
Nene-kun se puso morado de bombones y yo tampoco le iba a decir nada porque
a) era Halloween
b) para una vez que come dulces en toda su vida no iba a ser yo la que le pusiera freno
El caso es que echamos la tarde en el parque con la Best Candy Hunt Ever y luego nos fuimos a cenar con toda la chiquillería y volvimos a casa a las mil y los niños estaban a tope de azúcar que se subían por las paredes y para cuando por fín pudimos meternos en la cama debía ser como la una o así, que eso para una madre es muchísimo, así os lo digo, que tengo mucho sueño atrasado.
A la mañana siguiente, más temprano de lo que a mí me hubiera gustado, me despertó la vocecita de Nene-kun.
-Mamá, el Ratóncito Pérez...
Mierda, mierda, mierda, con todo lo de la fiesta me había olvidado totalmente del Ratoncito.
-Seguramente se le hizo muy tarde y no pudo venir ayer, seguro que hoy...
-No, sí hay venido.
-¿Cómo?
Miré a ZaraJota, que estaba acostado a mi lado, en estado semicomatoso y me hizo un gesto de a mí no me mires, que yo no he sido.
-Mira, me ha traído slime.
Nene-kun me alcanzó una bolita del tamaño de una uva, perfectamente redonda, suave y marrón.
-¿Qué coñ...?
-Es slime, mamá.
Cogí la bolita, la apreté, la olisqueé. 
-Creo que es una bola rancia de plastilina, nene-kun.
-No-o, me la ha traído el Ratoncito Pérez, estaba en mi almohada. 
-¿En serio?
ZaraJota suspiró y se resignó a levantarse e investigar mientras yo intentaba convencer al niño de que soltara aquello.
-Mira, creo que anoche nos acostamos muy tarde y el Ratoncito Pérez ya había acabado su turno. Lo más seguro es que pase esta noche.
-Pero el slime...
-Esto no es slime.
-¿Y qué es? 
-No sé, gordito. 
-Es uno de los bombones que se estaba comiendo Nene-kun ayer.
-No puede ser -miré la bola de cerca y la apreté un poco-, no tenían este aspecto para nada.
-Bueno, por lo que he visto en la almohada, ese es el aspecto que tienen después de pasar un rato en el estómago y volver a salir por donde habían entrado, no sé si me explico.
Para mi desgracia, sí.

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20 diciembre 2021

Perritos calientes



Una cosa que no os recomiendo en la vida es tener hijos.
Con inquietudes. Tener hijos con inquietudes
Por ejemplo, mirad los míos: entre el ajedrez, el inglés, la piscina y la música no paran por casa. Que me parecería muy bien, pero como son pequeños yo tengo que ir con ellos y no paro tampoco.
Con lo que me gusta a mí estar en mi casa, preferiblemente sentada y viendo la tele.
Una de las pocas cosas buenas que ha tenido la pandemia es que hemos conseguido reducir las extraescolares y nos hemos quedado sólo con música.
Bueno, y la piscina. 
Pero me voy a centrar en la música porque es lo que hace llorar al niño Jesús. Bueno, al niño Jesús no sé, pero a mí me trae por la calle de la amargura. Porque los dos niños van al mismo centro, por ahí bien, pero no van los mismos días, ni las mismas horas, ni tienen que llevar las mismas cosas cada día, ni entran por la misma puerta. 
Para que os hagáis una idea: la nena va los lunes por una puerta y lleva trombón, y los martes por otra y lleva el libro de música; los miércoles va el nene con el carillón, y entra por una puerta, que no es la misma por la que entra los viernes cuando va con el cuaderno pautado. Los horarios de clase y los profesores también son diferentes cada día. 
Lo único que siempre es igual es que durante la clase no me da tiempo a volver a casa y me quedo una hora rondando por ahí, haciendo recados o sentada en un banco o cuando estamos bajo cero en una cafetería muy bonita y que os recomiendo mucho, salvo que no queráis engordar, que en ese caso mejor que no.
Las cosas como son, a veces el que lleva a los niños a clase es Zarajota. Por ejemplo, el jueves pasado.
Porque el jueves pasado, después de la clase de música los niños querían ir al club de lectura de Dinokid en La Sombra. Y de paso, como se demostró posteriormente, torturar al autor, pero esa ya es otra historia. 
El caso es que ZaraJota y Nena-chan llegarían a casa sobre las ocho de la tarde, y tenían que salir para el videoclub sobre las ocho y media, lo que me dejaba un margen muy pequeño para darles de cenar.
Pensé que lo mejor sería tener la cena preparada ya cuando llegaran, y que lo que se comerían más rápido y sin protestar sería perritos calientes, pero claro, la gracia de los perritos calientes es comérselos calientes. Así que se me ocurrió dejarlos preparados con su pan y su salchicha dentro y meterlos en el horno a baja temperatura para que se mantuvieran calentitos.
Lo que sucedió a continuación les sorprenderá. 
Lo primero fue que se rompió una cuerda del tendedero. Le puede pasar a cualquiera pero me pasó a mí con el tendedero lleno y los perritos calientes en el horno. Mientras recogía ropa del suelo de la terraza, a unos cuatro grados y en manga corta, por supuesto, saltó la luz de casa. 
Con un montón de calcetines en las manos, entré en casa pero no se veía un cojón y por una vez en la vida no tenía el móvil a mano para hacer de linterna. Lo único que encontré fue una velita a pilas que Nena-chan había puesto en el belén de playmobil. Cogí la vela, la puse encima de los calcetines y fui al salón, donde Nene-kun estaba en la oscuridad más absoluta y llorando en bajito porque él es así, no le gusta molestar. 
Le di la vela al niño y me fui a la entrada para subir el diferencial de la luz, pero al levantar el brazo se me cayeron todos los calcetines y es que además no sé ni para qué lo intento, que mido metro y medio y la caja de la luz está como a dos metros o así, que aprovecho para decir que tendría que ser ilegal, pero bueno. 
Recogí los calcetines del suelo y con ellos en brazos me fui al baño a coger el escalón de plástico de Ikea que tenemos todos, que a dios pongo por testigo de que su un día cobran conciencia y deciden dominar el mundo estamos completamente jodidos. 
Volví a la entrada, me subí al escalón, levanté el brazo, se me volvieron a caer todos los calcetines, llegué a la conclusión de que a la mierda los calcetines, le di al diferencial, seguimos a oscuras, me bajo del escalón, me tropiezo con los calcetines, ya sabía yo que tenía que haberlos recogido, abro la puerta, pues no, hay luz, no es una avería general, intento cerrar la puerta, no cierra porque hay un calcetín, quito el calcetín, cierro la puerta, me subo al escalón, le doy al diferencial y esta vez sí se hace la luz, alabado sea el señor.
Me voy a la terraza, a cuatro grados en manga corta y estoy a medio tender los calcetines cuando Nene-kun me llama. 
-Mamiii...
Voy a salón con los calcetines en brazos. 
-¿Qué paaasa?
-La tele no funciona.
Me cagontó lo que se menea, la tele nueva, que nos la hemos cargado con el salto de luz. 
Cojo el mando, se me caen los calcetines, recojo los calcetines, suelto el mando porque no es el de la tele, ¿por qué tenemos tantos mandos?, cojo el mando de la tele, enciendo la tele, sale una pantalla que no entiendo, apago la tele, se me caen los calcetines, recojo los calcetines, enciendo la tele.
-¡La has arreglado, mamá!
-Ya, es que soy un genio. 
-¿Por eso sale humo de la cocina?
MIERDAAAAAAA...
Justo en ese momento aparece Zarajota.
-¿Qué le ha pasado a los perritos?
-Que los he metido en el horno para mantenerlos calientes.
-Quizá hubiera sido mejor que los mantuvieras comestibles.
Ya estamos con los detalles insignificantes. 


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13 diciembre 2021

El coche



La cosa es que cuando nos compramos esta casa venía con una plaza de garaje de regalo.
Bueno, de regalo no, que la pagamos y eso. 
Nosotros no teníamos coche y el plan era venderla cuanto antes porque estábamos más pelados que el culo de un mandril, pero mis padres nos colocaron su coche viejo.
Ojo, que fue por nuestro bien, ¿eh? 
El caso es que este verano nos libramos por fin del dichoso coche.
-Mira, por fin la podemos vender. 
Pero cuando fuimos a ponerla a la venta, descubrimos que los de la inmobiliaria se habían olvidado de ponerla a nuestro nombre. 
Lo voy a repetir: los de la inmobiliaria, que se ocuparon de todas las gestiones a cambio de una cantidad considerable de pasta, SE HABÍAN OLVIDADO DE GESTIONAR EL CAMBIO DE TITULAR DE LA PLAZA DE GARAJE.
Por lo que ahora mismo la dichosa plaza de garaje pertenece a, no sé, ¿los midiclorianos? ¿el éter? ¿Carapolla? Ni idea. 
El caso es que la podemos usar porque total, llevamos ya dos años pagando la comunidad del aparcamiento, pero no la podemos vender hasta que lo resuelvan.
-Pues no vamos a tener la plaza vacía, que nos la puede okupar cualquiera.
-Técnicamente, la estamos okupando nosotros.
Pero somos unos okupas estupendos, os lo puede decir el portero que siempre saludamos. 
-Ahora no, porque no tenemos coche.
Así que nos compramos un coche. 
Lo normal que haces cuando quieres okupar tu propia plaza de garaje de forma ilegal y eso.
Pero no un coche cualquiera, porque ZaraJota se había encaprichado con un modelo concreto.
De segunda mano, claro, pero un modelo concreto. Y sólo lo tenían en un sitio. Y había que ir a recogerlo.
-No se tarda tanto -me dijo Zarajota-. Es en Móstoles, podemos ir en cercanías.
Pero cuando nos bajamos del cercanías, me dijo que había que andar un poquito.
-¿Y no podemos coger un autobús o algo?
-No merece la pena, es un paseíto de unos veinte minutos nada más.
Media hora más tarde empezaba a sentirme ligeramente engañada.
-¿Falta mucho? -pregunté, a punto de echar el bofe.
-No, no, está aquí al lado.
-Mira, ZaraJota, de verdad, hay un taxi ahí. Por favor, medita seriamente sobre la distancia que nos queda por recorrer y si no merece la pena coger un taxi.
-No merece la pena, de verdad, es aquí mismo.
Aquí mismo resultó ser veinte minutos más tarde. Que teóricamente estábamos en Móstoles y se veía el Ikea de Alcorcón, así os lo digo. Yo no sabía si morirme allí mismo o dejarlo para luego, que estaba muy cansada. Y todavía teníamos que esperar a que nos dieran el coche.
-Tardará una horita o así, que la web de tráfico está hoy tontísima -nos dijeron en el concesionario- podéis salir a dar un paseíto.
-Y UNA M**RD* QUE YO NO DOY UN PASO MÁS HOY.
ZaraJota carraspeó.
-Es que hemos venido andando y eso.
-¿Desde dónde?
-Desde Móstoles Central.
-¿Andando? Pero si hay un autobús directo que os deja a veinte metros de aquí.
Miré a ZaraJota como se mira al primer lunes después de vacaciones.
-¿Podemos salir a ver el coche? -preguntó el muy traidor, en un burdo intento de desviar mi atención de las ansias asesinas que me estaban entrando.
-Claro, está aquí mismo, a la izquierda.
Yo me hubiera quedado sentada en la silla del concesionario calentito hasta que me sacaran de allí con una pala, pero ZaraJota puso ojitos manga y no me quedó más remedio que acompañarle al exterior. 
-¿Cuál es? -le pregunté. Que me iba a dar lo mismo, porque para mí los coches se dividen en "grandes" y "pequeño"; y luego ya si eso por colores.
-Pues es un Citronella Petardo Gran Churruflex del Firlollo.
-...
-Es grande y gris.
-Ah, vale.
En todo el recinto solo había un coche grande y gris. Y ya sabéis que a mí no me gusta exagerar, pero a dios pongo por testigo de que el coche grande y gris estaba más o menos así: 

-¿Este? -le pregunté a ZaraJota-. Es muy... interesante.
A ZaraJota le iba a dar un soponcio.
-No puede ser. 
-Debe ser, es el único Citronella Petardo Gran Churruflex del Firlollo que hay.
-Pero... pero...
-¿Es el que viste?
Pero ZaraJota estaba en posición fetal debajo del chasis. Cosa que, dado el estado del coche, me parecía bastante arriesgado, o sea, que se le podía desplomar encima en cualquier momento.
-Era de noche... estaba oscuro... -repetía.
-A ver, para lo que ha costado tampoco está tan mal. 
-De noche... oscuro...
-Esto cojo yo la pistola de silicona del Tiger y...
-Oscuro...
-Unos cojincitos...
En ese momento nos interrumpió uno de los señores del concesionario.
-¿Qué hacéis? -preguntó, que para mí que era una pregunta retórica de esas porque era más que obvio que ZaraJota estaba teniendo una crisis nerviosa, vaya.
-Nada, viendo nuestro coche.
-Ese no es vuestro coche.
-¡Si es es el único Citronella Petardo Gran Churruflex del Firlollo que hay!
-Porque el vuestro se lo han llevado a lavar para que os lo llevéis recién limpito.
-¿Y este?
-Ese lo tenemos para el desguace.
Uy, como la salud mental de ZaraJota ahora mismo.

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