28 diciembre 2020

Nochevieja 2020



Mis propósitos para 2020 eran:
  • pasar más tiempo con mi familia
  • teletrabajar todo lo posible
  • comer menos fuera y cocinar más en casa
Si nos centramos en esos tres parámetros, el 2020 ha sido todo un éxito.
El que no se anima es porque no quiere. 
El año empezó con un #relorzfunding que, gracias a vuestro apoyo, salió tan bien que nos dio energía no sólo para sacar la segunda parte, sino también para la tercera.
Y me vine arriba, y monté mi propia editorial, porque el editor que se publica a sí mismo tiene a un idiota por cliente y a idiota no me gana nadie.
Y entonces vino la plaga con todas las Cosas Malas detrás. Como todos las tenemos muy presentes, no hablaré de ellas. 
En cambio, hablaré de estar en casa con ZaraJota y los niños, comer juntos todos los días, tenernos al alcance de la mano, tocarnos mucho. 
De los aplausos de las ocho, y de explicarle a Nena-chan que aplaudían por todos los niños, por lo valientes que estaban siendo.
De salir a la terraza a bailar para que a los niños les diera el sol y se les desentumecieran los músculos.
De amasar pan, y bollos, de las caras de satisfacción de los niños al probarlos. 
De cuando convertimos el salón en un jardín de flores de papel, y luego de hojas de otoño, y luego de pájaros, y luego lo decoramos para navidad. 
De todas las manualidades, dibujos, acuarelas, pintura de dedos purpurina y, sobre todo, cartones de papel higiénico (muchos cartones de papel higiénico).
De las tarde de UNO y Virus. 
De la primera vez que los niños pudieran salir a la calle, de cómo los vecinos les aplaudían desde los balcones.
De como un cachorrito se volvió absolutamente loco de alegría al ver a Nene-kun, y la señora que lo paseaba nos explicó que lo había adoptado durante el confinamiento y era la primera vez que veía a un niño. 
De cuando mis padres salieron de paseo por primera vez y nos avisaron para que nos asomáramos a la terraza a verlos, y mi padre gritó: "Nene-kun, qué alto te has puesto". A lo que el niño respondió, sin inmutarse: "Es que estoy en un quinto piso". 
De Nena-chan diciendo que quería ser científica YA para descubrir la vacuna (y, más tarde, experimentando con el gato). 
De pedir cita para ir a la piscina con los niños todos y cada uno de los días de verano, porque era la forma más segura de que les diera el sol e hicieran ejercicio... y de jugar al Pulporón Gigante Asesino (Lagarto Spock).  
De Ratoncito López comiéndose las plantas de mi abuela.
De las vacaciones más marcianas que hemos tenido jamás, en Villanueva de la Vera, donde pude ver por primera vez uno de mis libros en una biblioteca.
De que, poco después, empezaron a estar en una librería
De la vuelta al cole. De las lágrimas de alegría. De los niños con sus mascarillas, haciendo cola para ponerse gel hidroalcohólico antes de entrar, chocándose los coditos al verse (y luego compartiendo las meriendas porque bueno, son niños).
De las tardes de firmas y tarta en La Sombra, rezongándole a Sark porque no encuentro el boli que me gusta o por cualquier otra cosa, porque lo importante es rezongar. 
De los viernes en el Vips, los desayunos y meriendas en Motteau con señoras chachi, ellas ya saben quiénes son.
De Nene-kun, absolutamente convencido de que al lavarse las manos veía caer a los virus, que son "negros y con muchas patitas". 
De Nena-chan, en bici sin ruedines. De Nen-kun, montado por algo más grande que un triciclo por primera vez en su vida. 
De la pérdida, del triste consuelo que supone saber que una persona a la que quieres no ha muerto sola. 
De volver a la normalidad y ver cómo tu empresita empieza a despegar a pesar de la pandemia, la crisis, los meteoritos, las plagas de langosta, las erupciones volcánicas y la reina de los mares. De que la gente confíe en ti para sacar adelante sus proyectos. De publicar un libro tras otro y encontrar apoyo una y otra vez. 
De perder una tía, pero ganar un gato. Y qué gato.
De todos los bebés pandemial que este año ha traído (y lo que que están a medio traer). 
De poner el belén, el árbol de navidad y luces, luces, muchas luces.
De ir a comprar dulces de navidad con Nene-kun, al que no le gustan los dulces, y volver a casa con una bolsa de gusanitos con forma de estrella.
De meter regalos de contrabando en casa y hacer malabarismos para envolverlos y esconderlos.
De Nena-chan preocupada por los reyes magos, porque son muy mayores y además no son convivientes y cómo van a cruzar las fronteras, que están cerradas...
Del videoclub de lectura de La Sombra, que nos ha mantenido leyendo, con contacto humano y relativamente cuerdos durante los peores momentos. 
De todo lo bueno. 
Y de que en 2021 siga habiendo (algunas) cosas buenas para recordar.




 


21 diciembre 2020

Navidad 2020




Las fechas que son y las cenizas sin enterrar.
Yo pensaba que con la última conversación habíamos zanjado el tema pero se ve que no, y la verdad es que no iba a contarlo pero no conozco otra forma de sacarme de encima la ansiedad y la vergüenza ajena que este persone me provoca, así que allá vamos una vez más. 
Pues, como decía, este persone ha seguido llamande. 
Llamando, que me lío. 
Ha llamado a media familia a exigirle el pésame, y a la otra media para quejarse de que las cenizas de la Tita del Puerto estén "por ahí", que oyéndola parece que las hubiéramos mandado a dar la vuelta al mundo como Willie Fog cuando en realidad están en casa de mi madre y ni las sacamos de paseo ni nada. 
También ha seguido llamando a mi madre. 
Una vez, y otra, y otra, pero en este caso (no tengo pruebas pero tampoco dudas) sospecho que es para exigirle que le mande el décimo de la lotería que mi padre (el maleducao) le regala todos los años. Que una cosa es retirarle el pésame a la gente y otra renunciar a cosas gratis. 
El caso es que, en una de estas llamadas, a este persone se le ocurrió una idea revolucionarie: que mi madre (al parecer la idea de que mis hermanos y yo queramos ir al entierro todavía no se le ha ocurrido) fuera a llevar las cenizas en navidad. 
Francamente, me parece una forma estupenda de amargarle a una familia la navidad de por vida, aunque igual es porque yo no soy buena persona ni buena cristiana y no entiendo de estas cosas. 
Pero es que además, en fin, no sé cómo decirlo, a ver si encuentro las palabras adecuadas...




CORONAVIRUS


RESTRICCIONES


PUTAPANDEMIA PUTOMUNDIAL



Por no hablar del frío que hace en ese pueblo, en esa iglesia y en ese cementerio en estas fechas tan señaladas, que digo yo que ya que estamos no nos cuesta nada esperarnos, como mínimo, a primavera. 
El caso es que cuando este persone ya había repetido la idea del sepelio navideño un par de veces, a alguien se le ocurrió decirle que bueno, a lo mejor mi madre prefería quedarse en casa y celebrar la navidad con su familia.
-¿No irá a celebrar la navidad -respondió este persone- cuando se acaba de morir su hermana?
Pero a ver, señore, que no es que nos vayamos a poner a cantar villancicos sobre el cadáver caliente. Que hace más de un mes. Que va a ser una cena tranquila, seis personas como mucho. Y que, además, si mi difunta tía se entera de que sus sobrinonietos se quedan sin navidad por ella es capaz de volver de la tumba (bueno, de por ahí) y pegarnos collejas hasta que se nos caigan los ojos palante. 
-Bueno, aunque no lo celebre, seguramente quiera estar con su familia esa noche. 
-Pues yo no. 
No sé por qué pero no me sorprende.


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Espero que todos paséis unas navidades responsables y felices.
Aunque estéis lejos de la familia, porque este año es lo que toca, poneos vuestras mejores galas, o vuestro pijama favorito, o disfrazaos de unicornio porque bueno, ¿por qué no? 
Comed, bebed, cantad villancicos o canciones picantes, saltad en la cama o bailad pegados.
Abrazaos, si podéis; besaos, si queréis. 
Decíos unos a otros cosas bonitas, haceos cosquillas, contaros los deditos de los pies. 
Asomaos por la ventana y mirad las estrellas, o, si no hay, pintad con los dedos caritas en el vaho. 
Reid, o llorad, si es lo que os apetece.
Y sobre todo, recordad que vivir es el único tributo que los muertos nos exigen.


14 diciembre 2020

Pensamientos cristianos



Pues esto os va a sorprender, pero menos de dos horas después de la conversación anterior la misma persona volvió a llamar, pero esta vez me llamó directamente a mí. 
Me pilló en el tren y gracias a dios no era el vagón silencioso porque me habrían acabado echando. 
En fin.
Al menos no preguntó por cuándo íbamos a llevar las cenizas. 
Lo que quería saber es por qué yo era tan mala con elle.
-Si yo soy buene persone y buene cristiane.
-Pero tú sabes que eso es algo que dicen de uno los demás, ¿verdad? O sea, no es la típica cosa que dice uno de sí mismo...
-A ti te han estado contando mentiras sobre mí. ¿Quién ha sido? ¿Tu padre? 
-Nadie me ha contado nada.
-Claro que sí, a ver si te piensas que soy tonte.
-Ahora que lo mencionas...
-Pues yo no soy tonte, y no te creas que no me he dado cuenta de que últimamente te has distanciado de mí.
A ver, la última vez que vi a esta persona fue porque coincidimos en una boda, jamás hablamos por teléfono y la tengo bloqueada en whatsapp desde hace cinco años porque me mandó un mensaje exigiendo que le mandara fotos bonitas de mis hijos "porque las que he visto son una puñetera mierda". 
-Yo no diría precisamente que nos hemos distanciado... -le contesté, porque cuando me pongo a ser diplomática lo soy a tope.
-Que sí, que sí, que aunque no lo creas yo lo noto... Y no entiendo por qué, si yo soy buene persone y buene cristiane... Alguien te ha puesto en mi contra. ¿Quién ha sido?
-Estooo, ¿tú misme?
-Seguro que ha sido tu padre, que te ha contado mentiras sobre mí. 
-Mi padre no me ha contado mentiras.
Con contar la verdad vamos sobrados de información, gracias.
-Le defiendes porque no sabes cómo es.
A ver si lo entiendo: yo que he vivido con mi padre 27 años no sé cómo es, así que tiene que venir a explicármelo una persona que no se habla con él desde que Felipe González era presidente. 
Sí, parece súper lógico todo. 
-Creo -contesté muy despacito-, que en realidad le defiendo a pesar de que lo sé. 
-Sí me dejaras contarte la verdad te darías cuenta de que yo siempre te he querido mucho.
-Pues lo disimulas estupendamente. 
-Es que no entiendo de dónde has sacado esa idea, seguro que ha sido tu padre.
Empezaba a sospechar que esta persona estaba un poco obsesionade con mi padre. Que a mí me parece muy bien porque cada uno tiene derecho a obsesionarse con lo que le da la gana, pero a mí que no me lo cuente porque me impresiono con facilidad.
-No, mi padre no.
-¿Entonces quién? ¿Tu madre? ¿La Tita? ¿HABLASTE CON LA TITA CUANDO ESTUVISTE CON ELLA EN EL HOSPITAL?
No, me senté dándole la espalda y fingí no conocerla mientras se moría, no te jode. 
-Pues claro que hablé con ella. 
-Bueno, la gente cuando se está muriendo a veces dice cosas que... 
Premio al pensamiento cristiano del año, sí señor. 
-Mira, da igual; yo hablaba con la Tita a menudo y...
-¿Y TE CONTABA MENTIRAS SOBRE MÍ?
-No sé ni qué contestar a eso.
-¿Cómo te ha podido contar cosas malas de mí, si yo soy buene persone y buene cristiane y la quería mucho? 
Sobre todo ahora que se ha muerto, me da la impresión.
-Mira, a mí me da igual lo que pasara entre vosotras. 
-Pero si me dejas explicarte...
Yo empezaba a estar un poco harta de esta conversación. Estaba cansada. Estaba en el tren. Estaba intentando trabajar. Y estaba hasta los cojones de ser educada. 
-Mira -le solté-, a mí no tienes que contarme nada, porque tengo cuarenta años y pelos en el chichi y ya me doy cuenta de cómo son las cosas yo sola, gracias.
Para entonces los viajeros del tren estaban living con la radionovela, porque yo intentaba hablar bajito pero como se habían callado todos de pronto para oír mejor tenía una acústica estupenda. Que sólo les faltó apagar la tele, de verdad, que total la película que estaban poniendo no tenía ni la mitad de trama que mi conversación.
-Y si de verdad eres tan buene persone y tan buene cristiane -seguí- lo único que debería importarte es lo que piense Dios. 
Eso, por lo que fuera, le sentó regular. 
-¿Pues sabes lo que te digo? Que eres una maleducada.
Le dijo la sartén al cazo.
-¿Yo?
-Sí, fíjate que no me has dado ni el pésame. 
Lo que me faltaba.
-Bueno -contesté- tú a mí tampoco.
-Pero yo soy familiar más directo y tengo preeminencia.
Me parece que "alguien" ha visto demasiados capítulos de The Crown.
-Pero -respondí- la que ha estado limpiándole el culo en el hospital he sido yo. 
Aquí de verdad os digo que los otros pasajeros del vagón dieron un bote en el asiento que ni cuando murió JR. 
-¿Pues sabes lo que te digo? Que te retiro el pésame. 
-¿Que qué?
-Que no te mereces mi pésame. Y tu padre tampoco.
-En serio, mi padre...
-Y cuando vaya al tanatorio voy a fingir que no te veo. Y a tu padre tampoco.
-Mucho no tendrás que fingir, porque el velatorio fue ayer y no apareciste. 
Sospecho que eso le sentó regular. 
-¡OS VAIS A IR A TOMAR POR CULO! ¡TÚ Y TU PADRE!
-De verdad que no sé qué pinta mi pad...
-NO TE PIENSO VOLVER A HABLAR JAMÁS, ¡JAMÁS!
-¿Es una promes...?
Y me colgó. 

Después de esto me faltó tiempo para proclamar la historia a los cuatro vientos porque, jo, que esta persona te prometa no volver a hablarte es mejor que acertar con los números de la lotería. 
Pero mi gozo duró poco, porque al día siguiente volvió a llamarme y yo, que soy más tonta que hecha a encargo, respondí la llamada pensando que se quería disculpar. 
Pero no. 
-Oye -me dijo. Ni hola ni nada-. Que tu madre no me coge el teléfono.
-Creía que no te hablabas conmigo.
-¡Pero con tu madre sí!
Ah, bueno, eso lo aclara todo, entonces. 




07 diciembre 2020

Las cenizas


Lo siento, sólo sé lidiar con mis traumas riéndome de ellos, esto es lo que hay.


Hace un mes, mientras mi madre, mi padre y yo vivíamos la vida loca de arreglar papeles, pasear gatos y limpiar baños ajenos, había otros miembros de la familia que tenían otras prioridades.
–¿Aviso a la iglesia para que toquen a muerto?
Tocar a muerto es una costumbre muy bonita que tienen en los pueblos que consiste en que las campanas tocan insistentemente y las mujeres se asoman a la acera, preferiblemente en bata boatiné, a preguntar quién se ha muerto, que yo no sé si es que esperan que alguien levante la mano y diga "yo, yo". 
Mi madre, que llevaba días sin dormir, casi sin comer, había pasado mil horas con su hermana moribunda y en ese momento estaba a la vez recogiendo las cuatro cosas que habían acumulado en la taquilla del hospital, intentando localizar el seguro de decesos, escuchando las últimas explicaciones de los médicos e intentando enterarse de si podíamos ir al tanatorio o qué, contestó lo primero que se le pasó por la cabeza porque mi madre es así, se distrae con cualquier menudencia.
Pero la otra persona no se iba a distraer tan fácilmente.
–¿Y las cenizas cuándo las vais a traer?
–A ver, primero nos las tendrán que dar.
Ahí mi madre estuvo espabilada porque, ciertamente, para tener las cenizas del difunto hay que incinerarlo primero, y la Tita estaba todavía de cuerpo presente, y yo es que en ese momento no estaba cerca, porque a mí me dan un mechero y me repiten "cenizas" un par de veces y monto en crematorio allí mismo, sobre todo si hay un microondas cerca. 
–¿Pero cuándo?
–No lo sabemos. Con el confinamiento y las restricciones no tenemos ni idea de cómo va a ser el proceso.
Después de esto, cualquier persona habría llegado a la conclusión de que mi madre, ciertamente, no tenía la menor idea de
a) cuándo iba a ser la cremación,
b) cuándo nos darían las cenizas,
c) cuándo podríamos llevarlas al pueblo para cumplir el último deseo de mi tía, que era que la metieran en el nicho con su madre. Que por una parte yo la comprendo, porque es su madre, pero a toda esa parte de la familia le ha dado por lo mismo y el nicho de mi abuela empieza a estar de bote en bote.
Literalmente.
El caso es que esta persona no debe ver las noticias, ni leer el periódico, ni mirar internet, ni hablar con nadie, porque no entendió que en 2020 no puede uno ir donde quiera y cuando quiera así como así. 
Así que al día siguiente volvió a llamar. Una vez. Y otra. Y otra. 
Mi madre, que seguía casi sin dormir, casi sin comer e intentaba resolverlo todo lo antes posible porque sólo teníamos un permiso de movilidad para atender a una persona enferma y, bueno, dicha persona ya ni siquiera existía y había que volver a Madrid en plan echando virutas (y con dos gatos) empezaba a tener un tic en el ojo, así que la siguiente vez fue mi padre quien respondió al teléfono.
Mi padre, por decirlo finamente, no es una persona diplomática. 
Yo no estaba delante y no sé cómo fue la conversación, pero por lo que me han dicho terminó con un:
–¡QUE ESTAMOS CONFINADOS! ¡C-O-N-F-I-N-A-D-O-S!
–La próxima vez que llame esta persona concreta –le dije a mi madre–, me la pasáis. 
Y lo dije porque
a) no me creía lo que estaba pasando,
b) pensaba que sería capaz de mantener la calma; o sea, diez años de telemarketing y otros cinco de atención al cliente me avalaban,
c) las risas. 
–No volverá a llamar –dijo mi padre.
Mi padre estudió derecho porque estaba claro que como adivino no tenía futuro: la susodicha persona volvió a llamar. Ni dos horas tardó. 
Qué bonito es no tener nada que hacer en todo el día. 
Así que le dije a mi madre que me diera su teléfono y mi madre me lo dio porque ella no vino al mundo a luchar contra los elementos, o al menos contra este elemento concreto, y contesté yo.
–¿Y tu madre?
–No se puede poner.
–¿Está llorando?
Así me gusta, animando el ambiente.
–No, está muy cansada. Ahora mismo necesita que la dejen tranquila.
GUIÑO, GUIÑO, CODAZO, CODAZO.
–Pero es que yo estoy muy preocupada por ella y quiero saber cómo está.
–Cansada. Está cansada. Y necesita que la dejen tranquila.
–Pero es que yo...
En serio, hay gente que no sabe pillar las indirectas. 
–¿Necesitas decirle algo urgente?
–Sí, necesito que me diga cuando va a traer las cenizas.
–No lo sabemos. 
–¡Pero es que yo tengo que pedir la misa!
Supongo que iba a pedirla por Amazon y quería aprovechar el Black Friday, porque si no no me explico las prisas cuando, para empezar, el pueblo estaba confinado porque tenía más positivo que un anuncio de Mister Wonderful y no se podía ni entrar. 
–Me parece muy bien, pero es que mi madre lo que necesita ahora es descansar.
–Pero...
–Pero nada. Mi madre necesita descansar, así que por una vez en tu vida te callas y te aguantas. 
Ahí igual me pasé un poco porque no se debe hablar así a las personas mayores. Por otra parte, cada segundo de conversación me estaba robando diez años de vida, así que se podría decir que a esas alturas la más vieja de la conversación era yo.
–Pero es que yo lo único que quiero saber es cuándo vais a traer las cenizas.
–¡QUE NO LO SABEMOS!
–¿Y quién lo va a saber entonces?
–¡La Organización Mundial de la Salud! ¡Fernando Simón! ¡Salvador Illa! ¡Isabel Díaz Ayuso! ¡No tengo la más remota idea porque no depende de nosotros, depende del coronavirus!
–Oye, Lorz, creo que estás siendo un poco maleducada conmigo.
–¿YO? ¿Yo estoy siendo maleducada CONTIGO?
Vale, un poco igual sí. Pero en mi defensa estaba muy jodida también. O sea, que menos de veinticuatro horas antes estaba intentando fingir delante de la Tita que sus síntomas no eran preocupantes en absoluto. Delante de la Tita, que antes de jubilarse era enfermera en oncología. Que la pobre me miró en plan mi sobrina es tonta y no lo sabe.  
En fin, que igual yo también estaba un poco sensible y eso. 
–Pues sí, muy maleducada, y no hace falta que te pongas así, con que me digas cuándo vais a traer las cenizas...
Llegado este punto, colgué. 
Quince años de atención al cliente no son bastantes para tratar con mi familia, al parecer. 
Pues bien, pasados unos días llamó una persona del pueblo para darnos el pésame y eso.
–Oye, –dijo de paso–, yo no os quiero preocupar, pero cierta persona va diciendo que no traéis las cenizas porque no queréis.
Mira, yo me rindo ya.