28 diciembre 2020

Nochevieja 2020



Mis propósitos para 2020 eran:
  • pasar más tiempo con mi familia
  • teletrabajar todo lo posible
  • comer menos fuera y cocinar más en casa
Si nos centramos en esos tres parámetros, el 2020 ha sido todo un éxito.
El que no se anima es porque no quiere. 
El año empezó con un #relorzfunding que, gracias a vuestro apoyo, salió tan bien que nos dio energía no sólo para sacar la segunda parte, sino también para la tercera.
Y me vine arriba, y monté mi propia editorial, porque el editor que se publica a sí mismo tiene a un idiota por cliente y a idiota no me gana nadie.
Y entonces vino la plaga con todas las Cosas Malas detrás. Como todos las tenemos muy presentes, no hablaré de ellas. 
En cambio, hablaré de estar en casa con ZaraJota y los niños, comer juntos todos los días, tenernos al alcance de la mano, tocarnos mucho. 
De los aplausos de las ocho, y de explicarle a Nena-chan que aplaudían por todos los niños, por lo valientes que estaban siendo.
De salir a la terraza a bailar para que a los niños les diera el sol y se les desentumecieran los músculos.
De amasar pan, y bollos, de las caras de satisfacción de los niños al probarlos. 
De cuando convertimos el salón en un jardín de flores de papel, y luego de hojas de otoño, y luego de pájaros, y luego lo decoramos para navidad. 
De todas las manualidades, dibujos, acuarelas, pintura de dedos purpurina y, sobre todo, cartones de papel higiénico (muchos cartones de papel higiénico).
De las tarde de UNO y Virus. 
De la primera vez que los niños pudieran salir a la calle, de cómo los vecinos les aplaudían desde los balcones.
De como un cachorrito se volvió absolutamente loco de alegría al ver a Nene-kun, y la señora que lo paseaba nos explicó que lo había adoptado durante el confinamiento y era la primera vez que veía a un niño. 
De cuando mis padres salieron de paseo por primera vez y nos avisaron para que nos asomáramos a la terraza a verlos, y mi padre gritó: "Nene-kun, qué alto te has puesto". A lo que el niño respondió, sin inmutarse: "Es que estoy en un quinto piso". 
De Nena-chan diciendo que quería ser científica YA para descubrir la vacuna (y, más tarde, experimentando con el gato). 
De pedir cita para ir a la piscina con los niños todos y cada uno de los días de verano, porque era la forma más segura de que les diera el sol e hicieran ejercicio... y de jugar al Pulporón Gigante Asesino (Lagarto Spock).  
De Ratoncito López comiéndose las plantas de mi abuela.
De las vacaciones más marcianas que hemos tenido jamás, en Villanueva de la Vera, donde pude ver por primera vez uno de mis libros en una biblioteca.
De que, poco después, empezaron a estar en una librería
De la vuelta al cole. De las lágrimas de alegría. De los niños con sus mascarillas, haciendo cola para ponerse gel hidroalcohólico antes de entrar, chocándose los coditos al verse (y luego compartiendo las meriendas porque bueno, son niños).
De las tardes de firmas y tarta en La Sombra, rezongándole a Sark porque no encuentro el boli que me gusta o por cualquier otra cosa, porque lo importante es rezongar. 
De los viernes en el Vips, los desayunos y meriendas en Motteau con señoras chachi, ellas ya saben quiénes son.
De Nene-kun, absolutamente convencido de que al lavarse las manos veía caer a los virus, que son "negros y con muchas patitas". 
De Nena-chan, en bici sin ruedines. De Nen-kun, montado por algo más grande que un triciclo por primera vez en su vida. 
De la pérdida, del triste consuelo que supone saber que una persona a la que quieres no ha muerto sola. 
De volver a la normalidad y ver cómo tu empresita empieza a despegar a pesar de la pandemia, la crisis, los meteoritos, las plagas de langosta, las erupciones volcánicas y la reina de los mares. De que la gente confíe en ti para sacar adelante sus proyectos. De publicar un libro tras otro y encontrar apoyo una y otra vez. 
De perder una tía, pero ganar un gato. Y qué gato.
De todos los bebés pandemial que este año ha traído (y lo que que están a medio traer). 
De poner el belén, el árbol de navidad y luces, luces, muchas luces.
De ir a comprar dulces de navidad con Nene-kun, al que no le gustan los dulces, y volver a casa con una bolsa de gusanitos con forma de estrella.
De meter regalos de contrabando en casa y hacer malabarismos para envolverlos y esconderlos.
De Nena-chan preocupada por los reyes magos, porque son muy mayores y además no son convivientes y cómo van a cruzar las fronteras, que están cerradas...
Del videoclub de lectura de La Sombra, que nos ha mantenido leyendo, con contacto humano y relativamente cuerdos durante los peores momentos. 
De todo lo bueno. 
Y de que en 2021 siga habiendo (algunas) cosas buenas para recordar.




 


21 diciembre 2020

Navidad 2020




Las fechas que son y las cenizas sin enterrar.
Yo pensaba que con la última conversación habíamos zanjado el tema pero se ve que no, y la verdad es que no iba a contarlo pero no conozco otra forma de sacarme de encima la ansiedad y la vergüenza ajena que este persone me provoca, así que allá vamos una vez más. 
Pues, como decía, este persone ha seguido llamande. 
Llamando, que me lío. 
Ha llamado a media familia a exigirle el pésame, y a la otra media para quejarse de que las cenizas de la Tita del Puerto estén "por ahí", que oyéndola parece que las hubiéramos mandado a dar la vuelta al mundo como Willie Fog cuando en realidad están en casa de mi madre y ni las sacamos de paseo ni nada. 
También ha seguido llamando a mi madre. 
Una vez, y otra, y otra, pero en este caso (no tengo pruebas pero tampoco dudas) sospecho que es para exigirle que le mande el décimo de la lotería que mi padre (el maleducao) le regala todos los años. Que una cosa es retirarle el pésame a la gente y otra renunciar a cosas gratis. 
El caso es que, en una de estas llamadas, a este persone se le ocurrió una idea revolucionarie: que mi madre (al parecer la idea de que mis hermanos y yo queramos ir al entierro todavía no se le ha ocurrido) fuera a llevar las cenizas en navidad. 
Francamente, me parece una forma estupenda de amargarle a una familia la navidad de por vida, aunque igual es porque yo no soy buena persona ni buena cristiana y no entiendo de estas cosas. 
Pero es que además, en fin, no sé cómo decirlo, a ver si encuentro las palabras adecuadas...




CORONAVIRUS


RESTRICCIONES


PUTAPANDEMIA PUTOMUNDIAL



Por no hablar del frío que hace en ese pueblo, en esa iglesia y en ese cementerio en estas fechas tan señaladas, que digo yo que ya que estamos no nos cuesta nada esperarnos, como mínimo, a primavera. 
El caso es que cuando este persone ya había repetido la idea del sepelio navideño un par de veces, a alguien se le ocurrió decirle que bueno, a lo mejor mi madre prefería quedarse en casa y celebrar la navidad con su familia.
-¿No irá a celebrar la navidad -respondió este persone- cuando se acaba de morir su hermana?
Pero a ver, señore, que no es que nos vayamos a poner a cantar villancicos sobre el cadáver caliente. Que hace más de un mes. Que va a ser una cena tranquila, seis personas como mucho. Y que, además, si mi difunta tía se entera de que sus sobrinonietos se quedan sin navidad por ella es capaz de volver de la tumba (bueno, de por ahí) y pegarnos collejas hasta que se nos caigan los ojos palante. 
-Bueno, aunque no lo celebre, seguramente quiera estar con su familia esa noche. 
-Pues yo no. 
No sé por qué pero no me sorprende.


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Espero que todos paséis unas navidades responsables y felices.
Aunque estéis lejos de la familia, porque este año es lo que toca, poneos vuestras mejores galas, o vuestro pijama favorito, o disfrazaos de unicornio porque bueno, ¿por qué no? 
Comed, bebed, cantad villancicos o canciones picantes, saltad en la cama o bailad pegados.
Abrazaos, si podéis; besaos, si queréis. 
Decíos unos a otros cosas bonitas, haceos cosquillas, contaros los deditos de los pies. 
Asomaos por la ventana y mirad las estrellas, o, si no hay, pintad con los dedos caritas en el vaho. 
Reid, o llorad, si es lo que os apetece.
Y sobre todo, recordad que vivir es el único tributo que los muertos nos exigen.


14 diciembre 2020

Pensamientos cristianos



Pues esto os va a sorprender, pero menos de dos horas después de la conversación anterior la misma persona volvió a llamar, pero esta vez me llamó directamente a mí. 
Me pilló en el tren y gracias a dios no era el vagón silencioso porque me habrían acabado echando. 
En fin.
Al menos no preguntó por cuándo íbamos a llevar las cenizas. 
Lo que quería saber es por qué yo era tan mala con elle.
-Si yo soy buene persone y buene cristiane.
-Pero tú sabes que eso es algo que dicen de uno los demás, ¿verdad? O sea, no es la típica cosa que dice uno de sí mismo...
-A ti te han estado contando mentiras sobre mí. ¿Quién ha sido? ¿Tu padre? 
-Nadie me ha contado nada.
-Claro que sí, a ver si te piensas que soy tonte.
-Ahora que lo mencionas...
-Pues yo no soy tonte, y no te creas que no me he dado cuenta de que últimamente te has distanciado de mí.
A ver, la última vez que vi a esta persona fue porque coincidimos en una boda, jamás hablamos por teléfono y la tengo bloqueada en whatsapp desde hace cinco años porque me mandó un mensaje exigiendo que le mandara fotos bonitas de mis hijos "porque las que he visto son una puñetera mierda". 
-Yo no diría precisamente que nos hemos distanciado... -le contesté, porque cuando me pongo a ser diplomática lo soy a tope.
-Que sí, que sí, que aunque no lo creas yo lo noto... Y no entiendo por qué, si yo soy buene persone y buene cristiane... Alguien te ha puesto en mi contra. ¿Quién ha sido?
-Estooo, ¿tú misme?
-Seguro que ha sido tu padre, que te ha contado mentiras sobre mí. 
-Mi padre no me ha contado mentiras.
Con contar la verdad vamos sobrados de información, gracias.
-Le defiendes porque no sabes cómo es.
A ver si lo entiendo: yo que he vivido con mi padre 27 años no sé cómo es, así que tiene que venir a explicármelo una persona que no se habla con él desde que Felipe González era presidente. 
Sí, parece súper lógico todo. 
-Creo -contesté muy despacito-, que en realidad le defiendo a pesar de que lo sé. 
-Sí me dejaras contarte la verdad te darías cuenta de que yo siempre te he querido mucho.
-Pues lo disimulas estupendamente. 
-Es que no entiendo de dónde has sacado esa idea, seguro que ha sido tu padre.
Empezaba a sospechar que esta persona estaba un poco obsesionade con mi padre. Que a mí me parece muy bien porque cada uno tiene derecho a obsesionarse con lo que le da la gana, pero a mí que no me lo cuente porque me impresiono con facilidad.
-No, mi padre no.
-¿Entonces quién? ¿Tu madre? ¿La Tita? ¿HABLASTE CON LA TITA CUANDO ESTUVISTE CON ELLA EN EL HOSPITAL?
No, me senté dándole la espalda y fingí no conocerla mientras se moría, no te jode. 
-Pues claro que hablé con ella. 
-Bueno, la gente cuando se está muriendo a veces dice cosas que... 
Premio al pensamiento cristiano del año, sí señor. 
-Mira, da igual; yo hablaba con la Tita a menudo y...
-¿Y TE CONTABA MENTIRAS SOBRE MÍ?
-No sé ni qué contestar a eso.
-¿Cómo te ha podido contar cosas malas de mí, si yo soy buene persone y buene cristiane y la quería mucho? 
Sobre todo ahora que se ha muerto, me da la impresión.
-Mira, a mí me da igual lo que pasara entre vosotras. 
-Pero si me dejas explicarte...
Yo empezaba a estar un poco harta de esta conversación. Estaba cansada. Estaba en el tren. Estaba intentando trabajar. Y estaba hasta los cojones de ser educada. 
-Mira -le solté-, a mí no tienes que contarme nada, porque tengo cuarenta años y pelos en el chichi y ya me doy cuenta de cómo son las cosas yo sola, gracias.
Para entonces los viajeros del tren estaban living con la radionovela, porque yo intentaba hablar bajito pero como se habían callado todos de pronto para oír mejor tenía una acústica estupenda. Que sólo les faltó apagar la tele, de verdad, que total la película que estaban poniendo no tenía ni la mitad de trama que mi conversación.
-Y si de verdad eres tan buene persone y tan buene cristiane -seguí- lo único que debería importarte es lo que piense Dios. 
Eso, por lo que fuera, le sentó regular. 
-¿Pues sabes lo que te digo? Que eres una maleducada.
Le dijo la sartén al cazo.
-¿Yo?
-Sí, fíjate que no me has dado ni el pésame. 
Lo que me faltaba.
-Bueno -contesté- tú a mí tampoco.
-Pero yo soy familiar más directo y tengo preeminencia.
Me parece que "alguien" ha visto demasiados capítulos de The Crown.
-Pero -respondí- la que ha estado limpiándole el culo en el hospital he sido yo. 
Aquí de verdad os digo que los otros pasajeros del vagón dieron un bote en el asiento que ni cuando murió JR. 
-¿Pues sabes lo que te digo? Que te retiro el pésame. 
-¿Que qué?
-Que no te mereces mi pésame. Y tu padre tampoco.
-En serio, mi padre...
-Y cuando vaya al tanatorio voy a fingir que no te veo. Y a tu padre tampoco.
-Mucho no tendrás que fingir, porque el velatorio fue ayer y no apareciste. 
Sospecho que eso le sentó regular. 
-¡OS VAIS A IR A TOMAR POR CULO! ¡TÚ Y TU PADRE!
-De verdad que no sé qué pinta mi pad...
-NO TE PIENSO VOLVER A HABLAR JAMÁS, ¡JAMÁS!
-¿Es una promes...?
Y me colgó. 

Después de esto me faltó tiempo para proclamar la historia a los cuatro vientos porque, jo, que esta persona te prometa no volver a hablarte es mejor que acertar con los números de la lotería. 
Pero mi gozo duró poco, porque al día siguiente volvió a llamarme y yo, que soy más tonta que hecha a encargo, respondí la llamada pensando que se quería disculpar. 
Pero no. 
-Oye -me dijo. Ni hola ni nada-. Que tu madre no me coge el teléfono.
-Creía que no te hablabas conmigo.
-¡Pero con tu madre sí!
Ah, bueno, eso lo aclara todo, entonces. 




07 diciembre 2020

Las cenizas


Lo siento, sólo sé lidiar con mis traumas riéndome de ellos, esto es lo que hay.


Hace un mes, mientras mi madre, mi padre y yo vivíamos la vida loca de arreglar papeles, pasear gatos y limpiar baños ajenos, había otros miembros de la familia que tenían otras prioridades.
–¿Aviso a la iglesia para que toquen a muerto?
Tocar a muerto es una costumbre muy bonita que tienen en los pueblos que consiste en que las campanas tocan insistentemente y las mujeres se asoman a la acera, preferiblemente en bata boatiné, a preguntar quién se ha muerto, que yo no sé si es que esperan que alguien levante la mano y diga "yo, yo". 
Mi madre, que llevaba días sin dormir, casi sin comer, había pasado mil horas con su hermana moribunda y en ese momento estaba a la vez recogiendo las cuatro cosas que habían acumulado en la taquilla del hospital, intentando localizar el seguro de decesos, escuchando las últimas explicaciones de los médicos e intentando enterarse de si podíamos ir al tanatorio o qué, contestó lo primero que se le pasó por la cabeza porque mi madre es así, se distrae con cualquier menudencia.
Pero la otra persona no se iba a distraer tan fácilmente.
–¿Y las cenizas cuándo las vais a traer?
–A ver, primero nos las tendrán que dar.
Ahí mi madre estuvo espabilada porque, ciertamente, para tener las cenizas del difunto hay que incinerarlo primero, y la Tita estaba todavía de cuerpo presente, y yo es que en ese momento no estaba cerca, porque a mí me dan un mechero y me repiten "cenizas" un par de veces y monto en crematorio allí mismo, sobre todo si hay un microondas cerca. 
–¿Pero cuándo?
–No lo sabemos. Con el confinamiento y las restricciones no tenemos ni idea de cómo va a ser el proceso.
Después de esto, cualquier persona habría llegado a la conclusión de que mi madre, ciertamente, no tenía la menor idea de
a) cuándo iba a ser la cremación,
b) cuándo nos darían las cenizas,
c) cuándo podríamos llevarlas al pueblo para cumplir el último deseo de mi tía, que era que la metieran en el nicho con su madre. Que por una parte yo la comprendo, porque es su madre, pero a toda esa parte de la familia le ha dado por lo mismo y el nicho de mi abuela empieza a estar de bote en bote.
Literalmente.
El caso es que esta persona no debe ver las noticias, ni leer el periódico, ni mirar internet, ni hablar con nadie, porque no entendió que en 2020 no puede uno ir donde quiera y cuando quiera así como así. 
Así que al día siguiente volvió a llamar. Una vez. Y otra. Y otra. 
Mi madre, que seguía casi sin dormir, casi sin comer e intentaba resolverlo todo lo antes posible porque sólo teníamos un permiso de movilidad para atender a una persona enferma y, bueno, dicha persona ya ni siquiera existía y había que volver a Madrid en plan echando virutas (y con dos gatos) empezaba a tener un tic en el ojo, así que la siguiente vez fue mi padre quien respondió al teléfono.
Mi padre, por decirlo finamente, no es una persona diplomática. 
Yo no estaba delante y no sé cómo fue la conversación, pero por lo que me han dicho terminó con un:
–¡QUE ESTAMOS CONFINADOS! ¡C-O-N-F-I-N-A-D-O-S!
–La próxima vez que llame esta persona concreta –le dije a mi madre–, me la pasáis. 
Y lo dije porque
a) no me creía lo que estaba pasando,
b) pensaba que sería capaz de mantener la calma; o sea, diez años de telemarketing y otros cinco de atención al cliente me avalaban,
c) las risas. 
–No volverá a llamar –dijo mi padre.
Mi padre estudió derecho porque estaba claro que como adivino no tenía futuro: la susodicha persona volvió a llamar. Ni dos horas tardó. 
Qué bonito es no tener nada que hacer en todo el día. 
Así que le dije a mi madre que me diera su teléfono y mi madre me lo dio porque ella no vino al mundo a luchar contra los elementos, o al menos contra este elemento concreto, y contesté yo.
–¿Y tu madre?
–No se puede poner.
–¿Está llorando?
Así me gusta, animando el ambiente.
–No, está muy cansada. Ahora mismo necesita que la dejen tranquila.
GUIÑO, GUIÑO, CODAZO, CODAZO.
–Pero es que yo estoy muy preocupada por ella y quiero saber cómo está.
–Cansada. Está cansada. Y necesita que la dejen tranquila.
–Pero es que yo...
En serio, hay gente que no sabe pillar las indirectas. 
–¿Necesitas decirle algo urgente?
–Sí, necesito que me diga cuando va a traer las cenizas.
–No lo sabemos. 
–¡Pero es que yo tengo que pedir la misa!
Supongo que iba a pedirla por Amazon y quería aprovechar el Black Friday, porque si no no me explico las prisas cuando, para empezar, el pueblo estaba confinado porque tenía más positivo que un anuncio de Mister Wonderful y no se podía ni entrar. 
–Me parece muy bien, pero es que mi madre lo que necesita ahora es descansar.
–Pero...
–Pero nada. Mi madre necesita descansar, así que por una vez en tu vida te callas y te aguantas. 
Ahí igual me pasé un poco porque no se debe hablar así a las personas mayores. Por otra parte, cada segundo de conversación me estaba robando diez años de vida, así que se podría decir que a esas alturas la más vieja de la conversación era yo.
–Pero es que yo lo único que quiero saber es cuándo vais a traer las cenizas.
–¡QUE NO LO SABEMOS!
–¿Y quién lo va a saber entonces?
–¡La Organización Mundial de la Salud! ¡Fernando Simón! ¡Salvador Illa! ¡Isabel Díaz Ayuso! ¡No tengo la más remota idea porque no depende de nosotros, depende del coronavirus!
–Oye, Lorz, creo que estás siendo un poco maleducada conmigo.
–¿YO? ¿Yo estoy siendo maleducada CONTIGO?
Vale, un poco igual sí. Pero en mi defensa estaba muy jodida también. O sea, que menos de veinticuatro horas antes estaba intentando fingir delante de la Tita que sus síntomas no eran preocupantes en absoluto. Delante de la Tita, que antes de jubilarse era enfermera en oncología. Que la pobre me miró en plan mi sobrina es tonta y no lo sabe.  
En fin, que igual yo también estaba un poco sensible y eso. 
–Pues sí, muy maleducada, y no hace falta que te pongas así, con que me digas cuándo vais a traer las cenizas...
Llegado este punto, colgué. 
Quince años de atención al cliente no son bastantes para tratar con mi familia, al parecer. 
Pues bien, pasados unos días llamó una persona del pueblo para darnos el pésame y eso.
–Oye, –dijo de paso–, yo no os quiero preocupar, pero cierta persona va diciendo que no traéis las cenizas porque no queréis.
Mira, yo me rindo ya. 





30 noviembre 2020

Jinmu: un post de cacas


Pensaba que mi madre se resistiría a la idea, pero cuando le dije que me quería quedar con Jinmu le pareció bien. Muy bien. Demasiado bien. Sospechosamente bien, incluso.
De hecho, me puso al gato en brazos y salió corriendo y agitando los bracitos. Desde entonces no la he vuelto a ver, no me responde al teléfono y en su casa me dicen que ya no vive allí. 
No sé qué ha podido ocurrir, la verdad.
Bueno, el caso es que me traje el gato a casa.
Al principio todo fue bien. Jinmu es un gato muy cariñoso. Mucho. Muchísimo. Lo tenemos siempre encima de nuestras personas humanas, nuestros papeles, nuestros teclados. Se frota contra nosotros (poca broma con esto, que pesa más que Nene-kun y en una de estas me lo va a aviar) y, si no le estamos haciendo caso, nos mira y ronronea. Sí, él sólo y sin que lo toquen.
Creo que es un poco pasivo agresivo. 
El caso es que al principio no nos pareció mal del todo, porque es 2020 y todos estamos muy necesitados de amor. El problema es que a lo largo de los días nos dimos cuenta de una circunstancia: 
el gato no estaba haciendo caca.
La comida era la misma que en la casa de mi madre (literalmente la misma, me llevé el saco), así que fuimos probando otras cosas: le cambiamos el arenero, le cambiamos la arena, le cambiamos el cacharro del agua...
Pero nada funcionó. Pasada una semana, el gato seguía sin hacer caca. 
Bueno, no realmente. 
El gato hacía caca.
Lo que no atinaba era a expulsarla adecuadamente
Cuando ya llevaba una semana sin expulsar caca, la caca empezó a desbordarse por sí sola. 
Lo siento, ya avisé de que esto era un post de cacas.
Como decía, se le desbordaba e iba cayendo en pegotes por donde el gato pasaba que, como he dicho anteriormente, eran nuestras personas humanas, nuestros papeles, nuestros teclados. 
También mi almohada y mi ropa limpia. 
En fin, no entraré en detalles: me limitaré a decir que pasamos una semana muy entretenida.
Y apestosa. 
Pero sobre todo, entretenida.
Además, como era una caca muy densa, se le quedaba pegada al trasero. Nos dimos cuenta porque, de pronto, el gato olía a caca en plan: a todas horas. 
-Gato, hueles a pedo -le decía, y me miraba en plan: pues yo no he sido.
Así que empecé a limpiarle el culo con toallitas de bebé, que por suerte es algo que en esta casa tenemos en abundancia. 
Lo que pasa es que, por razones que se me escapan, al gato no le gustaba que le agarrara entre mis piernas, le abriera de patas y le aplicara una toallita húmeda y helada en los genitales. 
El gato es un poco maniático, si me preguntas mi opinión. 
La cosa mejoró un poco cuando empecé a calentar las toallitas entre las manos antes de limpiarle.
Bueno, un poco no. Mejoró mucho. Casi parecía que el gato lo gozaba. 
Ahora me siento sucia y no de caca.
Creía que había resuelto el problema cuando el gato empezó a supurar un líquido negro y apestoso por una oreja.
-¡La caca! -le dije a ZaraJota-, ¡se le sale hasta por las orejas!
ZaraJota contempló a Jinmu, que en ese momento supuraba cosas negras y apestosas por el 50% de sus orificios. 
-¿No será aquello que te dijo tu madre de los oídos?
A ZaraJota es es que le encanta hacerse como el superior. 
-Anda, pues es verdad.
Así que a partir de ese momento, además de recoger pegotes secos de seca por doquier y limpiarle el culo con una toallita húmeda (pero calentita), tenía que ponerle gotas en el oído y después estar pendiente para limpiarle el líquido que supuraba con un pañuelito.
Empezaba a sospechar que mi madre me había tangado y que tendría que haber elegido a cualquier de los otros tres gatos disponibles. 
Mis sospechas se confirmaron cuando me madre me llamó, una semana después, desde un teléfono oculto y cifrado de extremo a extremo. 
-¿Qué tal con el gato?
-No sé, mamá, no estoy segura de que yo pueda con...
-¡SANTA RITA, RITA...!
Y entonces colgó el teléfono, y ahora nunca sabré cómo acaba la frase.






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Vayamos por partes, tercera parte, ya está disponible en Lektu;
digital en todos los formatos, impreso para enviar a donde queráis.



23 noviembre 2020

Jinmu

Pues parece que he perdido una tía pero he ganado un gato. 


La cosa fue así: 
La Tita tiene dos gatos. Tenía. O sea, los gatos siguen, la que no está es la Tita. 
Su último y único deseo fue que sus minonis no acabaran en un refugio, así que mi madre dijo:
-No te preocupes que yo me los quedo.
Mi madre ya tenía dos gatos y un piso pequeño, pero no pasa nada porque mi madre es una optimista de la vida y además nadie se interesó por heredar esa parte concreta de las pertenencias de la Tita, qué cosas. 
Así que cogió a los dos gatos, los metió en el coche sin endrogar, porque el veterinario les dijo que no era recomendable dados los problemas de salud que tienen (los gatos, no mi madre) y se hizo 700 kilómetros en coche con mi padre, dos gatos y la rana croando debajo del agua. 
Lo normal que hace uno un lunes durante una pandemia mundial.
Volviendo a los cuatro gatos, yo ahí vi una ventana de oportunidad que aquello no era ventana, era un ventanal, un escaparate, un rosetón gótico.
-Ay -le dije a ZaraJota-, mi pobre madre ahora, en ese piso tan pequeño, con cuatro gatos.
-Sí -respondió ZaraJota, porque él es así como parco en palabras y eso. 
-Pero claro, el refugio ni se plantea -insistí.
-Por supuesto: tu madre no cabe en las jaulas.
-Y Hermano Mediano ya tiene gatos.
-Claro, claro.
-Y Hermano Pequeño ya tiene gatos.
-Claro, claro.
-Los único que no tenemos gatos somos nosotros.
Dicho esto, ZaraJota tuvo un microinfarto cerebral asistólico con ictus de parranda y dengue parayá.
-Lorz...
-¡Es una buena obra! ¡Piensa en mi madre!
-¡Precisamente de ella me estoy acordando ahora, sí!
-¡Sólo sería uno! 
-¿Uno?
-Uno chiquitiiito, chiquitiiito...
ZaraJota, que ya se había visto con dos gatos, de pronto la idea de que sólo fuera uno no le parecía ni tan mal.
-¿Cuál?
-Bueno, obviamente no vamos a separar a los minonis de la Tita, porque ya han tenido bastantes cambios en su vida y eso. Tendría que ser uno de los de mi madre.
-¿CUÁL?
Durante los tres meses que vivimos con mis padres el año pasado, ZaraJota tuvo ocasión de conocer a los dos gatos de mi madre. Íntimamente. 
-Bueno, ya sabes cómo es Niobe, que se asusta de todo. Si la sacamos de su ambiente le puede dar un patatús. Así que...
-No...
-Sólo puede ser Jinmu, claro. 
-NO. JINMU NO.
-Pero...
-Mira, Lorz: acepté tener una cobaya; acepté tener un hámster; acepto tener UN gato, dadas las circunstancias... ¿Pero tiene que ser justo el gato de quince kilos que se pasa el día encima de mí tirándose pedos?
No respondas, Lorz, que es una pregunta con trampa...


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Os recuerdo que todos mis libros en papel están en La Sombra.
Pedidlos ahora, que luego viene la navidad y todo son prisas.

















16 noviembre 2020

La Tita del Puerto



Hoy voy con un poco de retraso.
Más del normal, vaya. 
Estoy un poco en shock todavía, porque la Tita del Puerto falleció la semana pasada de putocáncer.
Ha sido muy rápido: un día estaba bien, y de pronto estaba ingresada. 
Mi madre, que había ido al Puerto para acompañarla en otra prueba médica que no tenía absolutamente nada que ver, decidió que no hacía falta que fuéramos porque, por supuesto, Ella Puede Sola Con Todo
También por supuesto, mi padre y yo decidimos que No le Íbamos a Hacer Ni Puto Caso y en cuanto resolvimos nuestro asuntos nos plantamos allí.
Vaya por delante que no fue fácil. Tenemos trabajos, niños, gatos y la tontería esa del COVID y del confinamiento. También tenemos la cabeza muy dura: de algo nos tenía que servir.
Pensamos que sería largo, y nos organizamos: yo estaría una semana, Hermano Mediano la siguiente... 
No nos hizo falta llegar más allá. Yo sólo llegue a quedarme en el hospital una noche, que empecé viendo series y acabé vigilando ansiosamente la respiración de la Tita.
Me aterrorizaba tener que ser yo quien llamara a mi madre para decirle que su hermana se había ido. 
La Tita sabía qué le pasaba y que no tenía solución. Cuando se quedaba con mi madre, dejaba salir toda su frustración y su rabia. A mí sólo me dijo que la noticia la tenía "un poco deprimidilla".
Le quedaban menos de 24 horas de vida, así que supongo que estar "un poco deprimidilla" se le puede perdonar. 
La Tita sólo pidió dos cosas: morfina para no sufrir y que no le quitaran la dentadura postiza, porque no le gustaba que la vieran sin ella ("Parezco una vieja").
Mi madre y yo nos aseguramos de las dos cosas, y de que siempre hubiera con ella una persona que la tomara de la mano y le hablara con cariño.
Si no fuera por el putocovid habrían sido muchas más. 
Supongo que por eso, aunque estoy muy jodida, también siento mucha paz. Se ha ido, pero se ha ido con dignidad, cariño y la dentadura puesta. 
Lo único que le ha faltado han sido unos añitos más.




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La próxima semana volveremos de risas, lo prometo. 

09 noviembre 2020

Mensaje subliminal



Hace unos días en la secta el club de lectura decían algo de escribir una canción para fomentar el libro como regalo de navidad y mira, una canción no, pero he escrito un poema. 
Tiene un poco de publicidad subliminal pero es tan discreta que no creo que a nadie le moleste. 
Dice así:

Tarde o temprano 
nos van a confinar
aprovecha ahora 
o lo vas a lamentar:
compra libros.
Busca una librería
independiente
verás como te atienden
alegremente:
compra libros.
Hay librerías
muy pequeñitas
lo están pasando mal
están solitas:
compra libros.
Seguro que en tu barrio
hay alguna chiquitita
sólo tienes que hacerle 
una visita:
compra libros.
Y si te autoconfinas
responsablemente
seguro que te atienden
telefónicamente:
compra libros.
Los libros molan mucho,
los libros son geniales,
con los libros viajas 
sin límites perimetrales:
compra libros.


Ahora sólo necesito que alguien le ponga música y a Eurovisión.

- - - - - - - 
Mis libros ya sabéis dónde están, pero seguro que en la librería de tu barrio los tienen incluso mejores. 

02 noviembre 2020

Halloween 2020


 
La vieja y malvada bruja se levantó un día, estiró sus carnes fofas, sus huesos crujientes y sus músculos atrofiados, se rascó el pandero (luego se olió los dedos, por supuesto), abrió la puerta de la cabaña y no vio nada.
Nada de nada.
Pero nada, nada, nada. 
Todo el bosque había desaparecido, tragado por una niebla banca, densa, helada, silenciosa, inquietante.
La vieja y malvada bruja hizo una mueca que, sin duda, ella consideraba una sonrisa. A la vieja y malvada bruja le gustaban las cosas densas, heladas, silenciosas e inquietantes.
Sin embargo, cuando tomó aire con fuerza y aquella niebla inundó sus pulmones amorfos, la sensación no fue agradable, ni siquiera para sus estándares.
Tosió un poco y un largo velón púrpura resbaló desde su nariz hasta su barbilla, cayó hasta el suelo y se transformó en un duendecillo feliz.  
Oh, no, pensó la bruja, quitándose una bota y aplastando al duendecillo de un zapatazo.
Volvió al interior de la cabaña y recogió del suelo un trapo viejo, largo, negro y apestoso, de origen y antigüedad desconocida, se tapó la boca y la nariz con él y se lo anudó en la nuca, por debajo de la masa de pelos grasientos. 
La bruja salió de nuevo al bosque y se adentró en la niebla. Avanzaba casi a tientas, con las manos por delante para no golpearse con las ramas bajas de los árboles.
En un par de ocasiones se encontró con animalitos del bosque aterrados, rodeados de duendecillos felices que cantaban, bailaban, les decían "¿Estás triste? No estés triste" y les animaban a salir más, arreglarse un poquito, distraerse, hacer amigos, lo normal.
La vieja y malvada bruja estaba aterrada, y por primera vez en su vida le parecía mal.
Cuando llegó al pueblo y lo descubrió (es un decir, porque no se veía nada) envuelto en la niebla, la bruja se temió lo peor. Se ajustó el trapo viejo para que le cubriera bien nariz y boca y se adentró en las calles. No tardó en encontrarse con el primer duendecillo feliz, y pronto encontró montones, corriendo felizmente, cantando felizmente, saltando felizmente y aterrando felizmente a los aldeanos.
En la plaza, media docena de duendecillos rodeaban a la viuda oficial del pueblo y a sus doce hijos huérfanos de padre y les explicaban que si su problema era ser pobre, lo que tenían que hacer era dejar de ser pobres. ¿Por qué no dejaban de ser pobres? Cualquiera podía dejar de ser pobre si quería.
En la tahona, más duendecillos felices lanzaban puñados de harina a la panadera, mientras le gritaban, entre risas, una jerigonza absurda sobre que para triunfar en el marcado debía pensar fuera de la caja. La vieja y malvada bruja no se quedó el tiempo suficiente para descubrir fuera de qué caja.
A la lechera le gritaban que podía dejar de ser gorda si comía sano, ¿por qué no comía sano?; al cura, que no debes vestir para el trabajo que tienes sino para el que aspiras; al alcalde, que hoy puede ser un gran día si lo intentas, y al viejo lisiado que pedía a la puerta de la iglesia, que no existen las limitaciones del cuerpo, sólo las de la mente.
Llegado este punto, la vieja y malvada bruja ya no estaba aterrada, sino cabreada como una mona. Una mona cabreada. Con pulgas cabreadas. Que hubiera dormido poco y comido menos. 
Así estaba. 
Se coló en la casa del cura, agarró un taburete, un cucharón y una olla; volvió al centro de la plaza, se encaramó al taburete y empezó a golpear la sartén con el cucharón. Se retiró el trapo viejo de la cara y  cuando se aseguró de tener la atención de todos los duendecillos, gritó:
-IROS A LA MIERDA TODOS, COÑO.
Los duendecillos felices abandonaron a sus víctimas y empezaron a reunirse en torno a la vieja y malvada bruja.
-¿Estás triste? -dijo uno-. No estés triste.
La bruja lo recogió con el cucharón y lo echó a la olla.
-Serías muy guapa si te arreglaras un poquito -dijo otro, y la bruja lo pescó también.
-O si perdieras unos kilos -dijo otro-. ¿Quieres que te dé diez consejos para comer sano? 
La bruja no le hizo caso y lo echó a la olla. 
-¿Estás triste? -preguntó otro-. No estés triste.
-Puedes conseguir todo lo que te propongas...
-Sólo tienes que esforzarte.
Así, uno a uno, todos los duendecillos acabaron en la olla. La bruja la tapó con el trapo que había usado para taparse la boca.
La niebla había desaparecido, el sol había salido y se había quedado un día estupendo para hacer duendecillos a la brasa. 



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Ya está disponible en la librería La Sombra Madrid 2004, una novela romántica que te deja el cuerpo regular. 



26 octubre 2020

Los grupos de WhatsApp los carga el diablo (salvo que se los cargue antes la tieta, claro)

Lo voy a contar por aquí porque sé que las protagonistas entran de vez en cuando y así se ríen un poquito, que falta les hace.
La familia de ZaraJota tiene un grupo de WhatsApp en el que están todos. Pero todos, todos. Todos los descendientes de la llalli María, y sus parejas. 
El grupo es un despiporre de gente en el que lo mismo se habla catalán que castellano, que te mandan un audio para decirte que están en la UCI, que un meme indepe, que un vídeo de cumpleaños, que un selfie de la llalli saliendo de la peluquería.
El despiporre.
La única que no estaba en el grupo era mi suegra porque ella lo de los móviles y la tecnología lo lleva regular y además ella prefiere el fijo.
Lo que pasa es que como esta semana ha estado ingresada porque se le había metido un coronavirus en el ojo (ya está mejor y en casa, por suerte) su hija, mi cuñada, pensó: mira, como va a estar aburrida en el hospital la metemos en el grupo y que se entretenga.
Hasta aquí, bien. 
El problema es que al meterla en el grupo salió ese bonito mensaje que todos hemos visto alguna vez:


 Y claro, una de las tietas lo vio, una cosa llevó a la otra y acabó reportando el grupo con toda su familia dentro.
Lo típico que hace uno un martes por la mañana, vaya.
El caso es que al parecer cuando reportas un grupo, el grupo sigue (de momento) pero a ti te saca. 
Así que, de pronto, la tieta no veía el grupo. Y claro, pensó que se lo había cargado. 
Así que ni corta ni perezosa creó otro porque la tieta es mayor pero muy resolutiva, gracias por preguntar. 
El problema es que los demás teníamos de pronto dos grupos: uno sin la tieta, y otro en el que sólo había mensajes de la tieta diciendo algo así como: EL FIN DEL MUNDO SE ACERCA, EL GRUPO HA DESAPARECIDO.
No sé quién fue la mente pensante que consiguió desentrañar lo que había pasado pero mis dieces. 
El caso es que alguien le dijo: No te preocupes, tieta, que te volvemos a meter en el grupo.
Y la tieta: Pero cómo me vais a volver a meter en el grupo si me he cargao el grupo, collons.
Y los demás: A ver, no nos pongamos nerviosos, que aquí nadie se ha cargado nada. Lo único que tenemos que hacer es meterte otra vez en el grupo. A ver, ¿quién era el administrador?
Bien, os sorprenderá saber que el administrador era la tieta. 
Era. 
Porque claro, como había reportado el grupo (¡QUE ME LO HE CARGAO, COLLONS!) pues ya no.
Por suerte, Whatsapp es más listo que nosotros (visto lo visto, tampoco es mucho decir) y le había pasado el cargo de administrador a otra persona. 
Y esa persona era una de las sobrinetas, en concreto, mi cuñada. 
Y mi cuñada no es precisamente nativa digital, no sé si me explico.
Así que le decíamos: Oye, mete en el grupo a la tieta, que ahora la administradora eres tú.
Y la tieta: PERO CÓMO ME VA A METER EN EL GRUPO, SI ME LO HE CARGAO.
Y mi cuñada: QUE YO NO SOY ADMINISTRADORA DE NADA, QUE LO ESTOY MIRANDO Y NO SALE NADA, CÓMO VOY A SER YO ADMINISTRADORA. 
¿Os he dicho ya que todo esto era con mensajes de audio?
Pues sí, todo esto era con mensajes de audio.
Es al mandar ese último mensaje (de audio) cuando mi cuñada se dio cuenta de que cuando ella mandaba mensajes no aparecían con su nombre, sino con el nombre de su madre, y mandó un audio diciendo que yo soy yo y mi madre es mi madre pero cuando es mi madre soy yo y yo soy yo pero no aparezco por ningún lado. 
Os lo he resumido un poco, pero el audio era más o menos así y es una obra de arte que cuando manden otra sonda espacial espero que incluyan la grabación de mi cuñada haciendo el Hamlet porque de verdad es una maravilla. 
En ese momento el grupo se llena de audios de diferentes miembros de la familia diciendo: SI YO SOY YO Y TÚ ERES TÚ METE A LA TIETA EN EL GRUPO COÑO YA, intercalados con mensajes de la tieta de: PERO CÓMO ME VA A METER EN EL GRUPO SI ME LO HE CARGAO, COLLONS.
Mientras tanto, mi cuñada explica que como su móvil está fallando se ha quedado con el de su madre y se ve que no se le ocurrió cambiar la sim o cambiar la sesión de Whatsapp (he preferido no indagar en el tema porque mi salud mental tiene un límite).
Que lo mismo por eso no se veía como administradora del grupo, así como primera hipótesis.
Y mi cuñada: PERO QUÉ PASA QUE HABLO YO Y SALE MI MADRE.
Y la tieta: PUES NO TE ESTOY DICIENDO QUE ME HE CARGAO EL GRUPO.
Y los demás, cual coro griego: YO SOY YO, TÚ ERES TÚ, LA TIETA NO SE HA CARGADO EL GRUPO. 
Sólo lo ha reportado y está hasta el culo de vídeos indepes y lo mismo acabamos en la Audiencia Nacional, pero al menos como estaremos juntos no tendremos que enviarnos audios. 
Y yo: SERIE DE NETFLIX YA.
En el entretanto, caigo en la cuenta de que todo esto había empezado por meter a la suegri en el grupo. Pero su teléfono lo tiene su hija (¡¡¡QUE EL MENSAJE LO MANDO YO Y EN EL GRUPO SALE COMO QUE LO MANDA ELLA!!!), entonces, ¿qué teléfono se ha llevado la suegra al hospital?
Entonces ZaraJota acudió al rescate.
-¿Cómo que qué telefóno? ¡Pues el fijo, por supuesto!
Creo que prefiero no saber más. 


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Ya está  disponible en la librería La Sombra Vayamos por partes. Tercera parte.
Comprando las tres partes, un imán de regalo. 
Hasta agotar existencias. 
De imanes, que la mía ya está agotada. 




19 octubre 2020

Conversaciones casuales

Empiezo a tener dificultades para explicar a qué me dedico. 
Por desgracia para mí, Nena-chan no tiene dificultades en absoluto.
Hace un par de semanas, salimos del colegio y empezamos a subir la cuesta con unos amiguitos de Nena-chan y su papá, con el que yo no había coincidido nunca y dicho sea de paso, todavía tenía posibilidades de perecerle normal.
-¿Esta es tu mamá? -le preguntó el señor a Nena-chan.
-Sí. Escribe libros de zombis.
Por suerte (o no) entre la mascarilla, el griterío de los niños, el ruido del tráfico y que el señor es extranjero no lo acabó de entender bien del todo.
-¿Libros de samba?
Pensé que ese sería un magnífico momento para callarme y asentir.
Por desgracia, Nena-chan no pensó lo mismo.
-NOOOO... de zombis, ZOM-BIS, de los que matan gente y comen CEREBROS.
-¡NENA-CHAN!
-¿Qué? Si es verdad.
-¡También escribo más cosas!
Intenté explicarle al buen hombre que no sólo escribo libros de samba zombis, pero cuanto más explicaba más lo empeoraba, sobre todo porque luego me enteré de que el buen hombre es escritor pero de verdad, no como yo.
Cuando llegué a casa tuve una conversación muy seria con Nena-chan.
-¡No puedes decirle a la gente que escribo libros de zombis!
-Pero es que es verdad. 
-Ya sé que es verdad, pero si lo sueltas así a la primera de cambio y sin venir a cuento suena... como si estuviera loca de atar raro. Además, he escrito más cosas.
-¿Como el libro del #lorzfunding?
-...quizá sea mejor que dejemos eso fuera de las conversaciones casuales con desconocidos también.
-Entonces, ¿no puedo contar nada?
-Claro que sí, hago muchísimas cosas que puedes contar.
-¿En serio? ¿Cómo qué?
De pronto, toda mi vida pasó ante mis ojos. Bueno, no toda. Lo que pasó ante mis ojos fue Nena-chan explicando en clase su versión de algunas de las cosas a las que me dedico, segura de una reunión incómoda con los servicios sociales.
-Bueno, pues más cosas... o sea, ¿qué crees que hago todo el día tecleando en el ordenador?
-No sé, ¿mirar twitter?
Me tiene calada.


Editado a las 15:00 del mismo día.
A Dios pongo por testigo de que hoy, nada más salir del cole, Nena-le ha dicho a un amiguito que escribo libros.
-¿Ah, sí? ¿De qué? 
-De zo... -me mira, la miro-. De estupideces. 
Parece que vamos mejorando.



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No lo puedo evitar: me gusta más un crowdfunding que a un tonto un lápiz.



12 octubre 2020

El colecho pandemial



Lo primero es lo primero: es un placer informaros de que, después de un número sorprendentemente bajo de sesiones de depilación láser, ya no tengo pelos en el culo.
No lo digo yo, lo dice la esteticista. A mí me habría resultado difícil saberlo porque entre que yo no me lo veo y que mi marido no me lo mira mi culo se ha convertido en terra ignota desde hace tiempo. 
El problema aquí no son la falta de ganas sino el exceso de colecho, porque desde que empezó la pandemia todas nuestras noches son más o menos así:

21:30
Niños en su cama. ZaraJota y yo en nuestra cama.

22:00
Nene-kun aparece en la puerta de nuestra habitación.
-Mamiii...
-¿Qué pasa?
-No puedo dormir.
-[suspiro] ¿Por qué?
-Poque hay mucha luz.
-¿Cómo que hay mucha luz?
-Es que Nena-chan está llellendo.
-¿CÓMO QUE TODAVÍA ESTÁ LEYENDO? Dile a tu hermana que apague la luz DE INMEDIATO.

22:15
-Mamiii...
-¿Qué pasa?
-No puedo dormir.
-[suspiro] ¿Por qué?
-Poque está muy escuro y tengo miedo.
-Pues enciende el pingüino, anda. 
El pingüino es una luz de noche con música relajante que ayuda a los niños a dormir.
Presuntamente.

22:20
-Mamiii...
-¿Qué pasa?
-No encuentro el pigüino poque está muy escuro.
-Por el amor de... Enciende la luz de la habitación, activa el pingüino, apaga la luz de la habitación y por lo que más quieras, duérmete.

22:30
-NENA-CHAN, TE OIGO PASAR PÁGINAS DESDE AQUÍ, HAZ EL FAVOR DE NO LEER A OSCURAS.

22:35
-CUANDO TE HE DICHO QUE NO LEYERAS A OSCURAS NO ERA PARA QUE ENCENDIERAS LA LUZ. SUELTA EL DICHOSO LIBRO DE UNA VEZ.

22:45
-Mamiii...
-¿Qué pasa?
-El pigüino sapagado.
El pingüino se apaga automáticamente a la media hora porque sus fabricantes consideran que con media hora es suficiente para que los niños se duerman.
Está claro que los fabricantes no tienen hijos.
-Pues enciéndelo.
-Es que no lo encuentro porque está muy escuro.
-Por el amor de... enciende la luz. Encuentra el pingüino. Enciende el pingüino. Apaga la luz. Y DUÉRMETE DE UNA VEZ.

23:00
-Mamiii...
-¿Qué pasa?
-Es que no puedo dormir porque me molesta el pijama.
-...
-MUCHO. 
-Está bien. Quítate el pijama.
-Es que no puedo...
-Porque está muy oscuro. A ver, Nene-kun: enciende la luz, quítate el pijama, apaga la luz Y DUÉRMETE DE UNA PUÑETERA VEZ.

23:05
-QUE SUELTES EL LIBRO, NENA-CHAN, QUE TE VAS A QUEDAR CIEGA. 
-Pero...
-QUE TE HE DICHO UN MILLÓN DE VECES QUE TENEMOS DINERO O PARA DENTISTA O PARA OCULISTA, PERO PARA LAS DOS COSAS NO. 

23:15
-Mamiii, el pigüino sapagado...
-PORQUE ESTÁ CANSADO Y QUIERE P*T* DORMIR. COMO YO. 
-Pero...
-ENCIENDE LA LUZ, ENCIENDE EL PINGÜINO, APAGA LA LUZ Y DILE A TU HERMANA QUE COMO APROVECHE LA COYUNTURA PARA COGER OTRO LIBRO VOY PARA ALLÁ Y SE LO COME. 

23:30
-Mamiii...
-NI MAMI NI MOMO.

23:31
-Mamiii...
-¿Qué pasa?
-Que no puedo dormir.
-MIRA QUÉ CASUALIDAD: YO TAMPOCO.
-Es que tengo frío.
-A lo mejor podrías, no sé, PONERTE EL PIJAMA.
-Es que...
-No me lo digas: está muy oscuro.
-Sííí...
-POR TODO LO QUE SE MENEA: ENDIENDE LA LUZ, PONTE EL DICHOSO PIJAMA, APAGA LA LUZ Y DUÉRMETE DE UNA VEZ.

23:45
-Mamiii...
-EL PINGÜINO NO SE HA APAGADO: SE HA MUERTO. DE CANSANCIO PORQUE HABÍA UN NIÑO QUE NO LE DEJABA DORMIR. ¿ENTIENDES A DÓNDE QUIERO IR A PARAR?

00:01
-Mamiii...
Doy un respingo. Creo que he conseguido dormir durante al menos treinta segundos.
-¿Qué pasa ahora, por favor?´
-¿Puedo dormir lontiguito?
-Puedes quedarte aquí conmigo un ratito, pero luego te vas a tu cama.
Que da patadas dormido y eso.

00:02
Nene-kun dormido. En mi cama. 
Sospecho que me la ha vuelto a colar. 


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Quiero volver ya está disponible en la librería La Sombra.

















05 octubre 2020

La prueba


 
Pues he de decir que el miércoles pasado me levanté, preparé a los niños para el cole, me adecenté yo misma y cuando ya estaba para salir de casa me desplomé en plan no puedo con la vida.
ZaraJota me dio un par de toquecitos con el palo de la escoba, comprobó que respiraba y se fue al colegio a llevar a los niños, porque con lo que cuesta vestirlos y eso una vez que están preparados estos van al cole aunque se hunda la tierra. 
Lo que pasa es que una tiene conciencia social y esas cosas, y al poco me di cuenta de que quizá no era la mejor de las ideas.
"Creo que los niños no deberían ir al cole hoy", le escribí a ZaraJota, que ya estaba en la calle desafiando a los elementos.
Bueno, como estaba floja y usé el micro el mensaje era algo así:
"Cruz de los piños nado se rían las coles. Hoy", pero ZaraJota cogió a los niños y se dio la vuelta porque él es así y me lee el pensamiento. 
Acallada mi conciencia social, llamé a mi centro de salud y me contestaron a la primera, para que luego digan las lenguas maledicientes. Es verdad que me contestaron para decirme que mi médico no me podía atender, pero ese es un detalle sin importancia. Me dijeron que ya me llamarían y efectivamente, tan sólo seis horas después me llamó una señora muy amable.
-Te vas a venir mañana y te hacemos una PCR.
-Vale.
Para entonces yo ya tenía la conciencia social que echaba humo, porque justo el día de antes había estado:
  • En Motteau, con una amiga que, para más inri, acaba de tener un bebé.
  • En La Sombra, donde estuve firmando libros, moví un par de cajas y lamí el pomo de la puerta, como es mi costumbre.
  • En el gimnasio, donde, por cierto, también me mareé, pero lo achaqué a la cosa esa de hacer ejercicio, que a mí que me digan lo que quieran pero sano, sano, no me parece.
  • En la depilación láser, pero sólo para las piernas. Que a la hora de pillar el coronavirus daría igual, pero a la hora de salir en Telemadrid no es lo mismo que haber ido para que te depilen el ojete.
  • En la panadería, comprando el pan.
  • En el colegio, por supuesto, en la puerta de los pequeños y en la de los mayores, a la hora de la entrada y la de la salida. 
  • Con una mamá a la que le llevé una bolsa de ropa.
-Como tenga coronavirus -le dije a ZaraJota- van a aislar a medio Madrid por mi culpa.
-Espera -me dijo- que todavía tienes que llegar hasta el centro de salud.
Debido a circunstancias de la vida y a que somos unos pachorros, nuestro centro de salud está a unos tres kilómetros de casa.
-¿Qué hago? ¿Me voy en autobús?
-Mejor en autobús que en el metro, ¿no?
-Claro, no vaya a ser que coja el metro y me contagie...
Por suerte, al día siguiente estaba mejor y me fui andando, porque no hay nada mejor que una caminata de tres kilómetros cuando te encuentras lo bastante mal como para que tu médico piense que podrías tener coronavirus.
Llegué razonablemente compuesta y me hicieron la PCR en un momento. Un momento muy largo. Como de una hora o así. 
Sobre la PCR en sí misma sólo le voy a dar una estrella, porque a mí eso de que me penetren orificios así de pronto y sin unas flores o unos bombones antes por lo menos me parece súper frío. 
Al menos debo reconocer que los resultados fueron muy rápidos.
-Tu test es negativo -me dijo la enfermera apenas un par de horas después.
-¿Y puedo hacer un trabajo para recuperar o algo?
-...No. 
-Jo.
ZaraJota, en cambio, se puso muy contento. 
-¡Qué bien!
-Pues sí, los niños pueden volver al cole mañana.
-Es verdad... Oye, y si no era coronavirus, ¿qué tenías?
Espera, ¿en 2020 se pueden tener otras cosas?


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Mis libros, en papel y en digital, aquí.
El resto de chorradas, aquí.







28 septiembre 2020

La vuelta al cole

 


La vuelta al cole bien, gracias. 
Os voy a ahorrar mi opinión sobre Lord Vetinari la presidenta de la comunidad de Madrid y su gestión, que básicamente ha consistido en decir "que se haga la luz" y a esperar que la luz se haga mágicamente, sin plantearse por un momento cómo, ni facilitar medios, ni proponer ideas, ni dar tiempo a ponerlas en práctica porque todo se hace a última hora, mal y, por motivos que no acabo de entender, ofendiendo al mayor número de madrileños posible.
Bueno, al mayor número no. Solo a los que no les votan.
Por si habéis estado viviendo en Marte durante el último mes y os habéis perdido el sainete, aquí os dejo el resumen de Polònia:





Si ya estáis al tanto de que Madrid es España, porque qué es Madrid sino España dentro de España, y España es Madrid, y Madrid es Madrid... y Barajas... paso directamente a contaros mi peripecia. 
Septiembre suele ser el peor mes para la carga maternomental: se junta el cambio de temporada (probar la ropa del año pasado, disponer de la que se ha quedado pequeña, adquirir nueva), la vuelta al cole (no voy a abrir ese melón, pero la cantidad de minitareas asociadas a la vuelta al cole es infinita) y, en nuestro caso, los cumpleaños de los niños (fiesta, regalos, familia, amiguitos) y de dos sobrinos (que no hacen nada malo, las criaturas, pero están lejos y requiere un poco de organización).
Y este año, además, el coronavirus. 
La madre que lo parió. 
El colegio, que ha solucionado con mucha imaginación todos los problemas que Lord Vetinari la comunidad no ha tenido a bien considerar, convocó una reunión informativa por tandas, al aire libre y manteniendo las distancias.
-Los niños -nos dijeron- entrarán a diferentes horas según el curso en el que estén, y saldrán también a diferentes horas.
Eso nos pareció muy sensato, aunque los primeros días se me olvidó más de una vez que Nene-kun salía antes y el pobre se quedó más tirado que una loncha de chóped en un recreo de los ochenta. 
-Les tomaremos la temperatura a la entrada. Salvo que la comunidad todavía no nos ha facilitado los termómetros. Y no sabemos cuándo nos los van a dar. Así que de momento, tomarles la temperatura en casa.
Eso también nos pareció muy sensato, lo que pasa es que el que tenga hijos ya sabe cómo son las mañanas y que lo último que necesitas es, además, pararte a poner termómetros. Además, y os aseguro que yo no lo creía posible, se nos acabó la pila del termómetro después de tan solo quince años de uso. Debe ser la obsolescencia programada esa. Y bueno, ya sabéis lo que pasa con las pilas: que no te acuerdas de comprarlas nunca.
Así que yo si veía que los niños se levantaban con ganas de hablar daba por hecho que estaban estupendamente y para el cole.
Además, los termómetros de la comunidad llegaron antes de lo esperado (teniendo en cuenta que yo apostaba por que no llegarían nunca) y empezaron a tomarles la temperatura en la puerta enseguida, así que una cosa menos. 
-A la hora de entrar, cada curso formará una cola junto a la puerta, manteniendo el acceso despejado y la distancia de seguridad en todo momento.
Ahí me entró la risa floja, porque ya me conozco yo cómo funciona el tema de mantener el acceso despejado: los primeros que llegan se colocan a un ladito ordenadamente, y los que vienen tarde ven la puerta despejada y se colocan ahí porque "no hay nadie" o "es que como estabas lejos no sabía si estabas esperando" o porque patatas, directamente.
La distancia de seguridad entre padres ya si eso.
-Después de tomarles la temperatura, los niños se limpiarán los zapatos en una alfombrilla desinfectante y luego en una zona de secado. 
Eso me pareció muy bien. Además, mis hijos ya están acostumbrados porque en la piscina tienen el mismo sistema. El primer día que fuimos, el monitor les dijo que se pusieran en la alfombra e hicieran el Michael Jackson. Nena-chan le miró de arriba a abajo y me preguntó quién era Michael Jackson, y creo que el monitor todavía está llorando debajo de una mesa, pero aparte de eso todo bien.
-Se limpiarán las manos con gel hidroalcohólico y subirán a su clase.
Creo que ahí iba un "ordenadamente" pero la seño no fue capaz de decirlo y mantener la seriedad.
-En la clase habrá siempre una ventana y una puerta abierta.
Teniendo en cuenta dónde está el colegio y que alguna mañana hemos visto temperaturas de -5º en la glorieta, este último punto me parece una burda estratagema para poner de moda los fachalecos, pero bueno. 
-Los niños se lavarán las manos mínimo cinco veces al día. 
En septiembre hay jornada intensiva y sólo van cuatro horas. Echad la cuenta vosotros mismos.
La seño ya la debe tener echada, porque añadió: "Y si queda tiempo entremedias ya intentaremos dar clase si eso".
-Los niños deberán traer una mascarilla puesta y otra de recambio, además de una bolsita de tela para guardar la mascarilla (la puesta, no la de recambio) mientras se toman la merienda.
Ostras, que además de todo tienen que merendar. Calculo cinco minutos de clase diaria, y eso si ninguno se hace pis.
-La merienda tiene que venir de tal forma que la puedan abrir sin ayuda, ya que las seños tenemos que intentar, dentro de lo posible, no tocarla.
Adiós, yogur. Adiós, batido. Adiós, tuppers que cierran perfecta y herméticamente. Hola, liquidillos misteriosos y migas en el fondo de la mochila. 
-Los niños deberán traer sus propios pañuelos, toallitas, gel y jabón.
Bueno, como no van a necesitar libros porque no les va a quedar tiempo para la clase, tendrán sitio de sobra en la mochila.
-No se puede compartir. No se puede prestar. No se puede ser afectuoso.
A la mierda los tres pilares básicos de la educación infantil. No lo digo yo, lo dijo la seño, pero más educadamente.  
Bueno, no os aburro con más detalles. 
El caso es que las seños nos dejaron con la tranquilidad de que el cole era un espacio seguro (física y, lo más importante, psicológicamente, dadas las circunstancias), de que intentarían hacer su trabajo lo mejor posible y que si todos poníamos un poquito de nuestra parte todo iría razonablemente bien.
Las mamás nos volvimos a casa, preparamos toda la impedimenta de mascarillas, bolsitas, geles, jabones y la madre que no trajo a todos y también preparamos a nuestros hijos, o al menos yo lo hice. 
Les expliqué que el cole iba a ser un poco diferente este año, que tenían que seguir nuevas normas, que no se preocuparan porque si hacían caso a la seño todo iría bien.
Los niños fueron al cole el primer día y salieron encantados de la vida porque tenemos unos profesionales de la docencia que no nos los merecemos.
-Mamá, mamá, ¡lo he hecho todo súper bien!
Nena-chan es así, de autoestima generosa.
-¿De verdad?
-¡Sí! 
-No me he quitado la mascarilla, no he tocada nada, me he quedado en mi sitio y me he lavado las manos.
-¿Con gel o con jabón?
-Una vez con gel y las demás con jabón.
-¿En el baño?
-Sí.
-Anda, qué bien -entonces me acordé de que todavía no habíamos llevado el material, que suele incluir rollos de papel de cocina para estos menesteres-. Oye, ¿y cómo te las has secado?
-¡En la sudadera!
Vale, vamos a morir todos. 


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Si estás convencido de que todo va a salir bien (pero poco) necesitas una de estas