24 mayo 2014

Gilipuertas, parte 1

Este NO es un post sobre vómito.
Por variar un poco.




Bebé-chan no quería dormir.
Era muy tarde y seguía corriendo por toda la casa mientras agitaba los bracitos y gritaba:
-¡PATATA! ¡PATATA!
Los días anteriores Bebé-chan había estado malita, y ZaraJota™ y yo habíamos dormido poquísimo. Ella también, pero luego en la guarde se echaba una siestorra y todo arreglado.
-¡PATATA! ¡PATATA!
ZaraJota™ estaba cansado. Yo estaba cansada. Y Bebé-chan... no.
-¡PATATA! ¡PATATA!
Ya había probado todos los trucos para dormir bebés que se me ocurrían, y al final pensé en recurrir a la psicología inversa.
ZaraJota™ se retiró al salón y cerró la puerta. Yo apagué la luz del dormitorio, me metí en la cama, y anuncié:
-Bebé-chan, mamá se va a dormir. Tú verás lo que haces.
Y lo que hizo fue ir a la puerta y pillarse los dedos.
Cada vez que hemos contado esta historia (somos muy pesados), invariablemente, alguien nos ha dicho:
-Pues venden unos topes para las puertas para que los niños no se pillen que...
Gracias por el consejo. Ya lo sabemos. Es más: tenemos unos topes de puerta muy bonitos. 

El problema es que esos topes de puerta sirven para que el niño no se pille los dedos CON ESE LADO DE LA PUERTA. 
Esto se hace así porque la mayoría de los accidentes con niños y puertas se producen porque el niño intenta cerrar la puerta y se olvida de que sus dedos están en medio y se los pilla. 
Por desgracia, Bebé-chan no estaba intentando cerrar la puerta, sino abrirla.
Esto es lo que creo que ocurrió: 
Bebé-chan tiró de la puerta, y la puerta no solo no se abrió sino que le dio una torta en toda la cara. Entonces pensó: tirando del lado derecho no se abre, voy a empujar el lado izquierdo. 

Bien. Para seguir con la historia voy a contar con la ayuda de un experto forense que, utilizando la tecnología más avanzada disponible en el mercado, va a ayudarme a reconstruir la escena con innovadores gráficos en 3D. De esta forma podréis entender en toda su plenitud lo que ocurrió a continuación. 

No, el dibujo no lo he hecho yo porque estaba aburrida en clase. 
Ya os he dicho que ha sido un experto forense. 
A ver si prestamos atención. 
Bien.
Bebé-chan se pilló los dedos con la puerta y gritó. 
Los niños de hoy en día es que son así: cuando algo les duele, lloran. Es como si pensaran que te importa lo que les pase. Una cosa rarísima. 
Al oír el grito, ZaraJota™ y yo fuimos corriendo a ver lo que había pasado. 
Observamos la situación y la analizamos fríamente. 
Más o menos. 
Así que allí estábamos: ZaraJota™ llorando por un lado, Bebé-chan y yo llorando por el otro, y una puerta con cuatro dedos en medio. 
Cada vez que hemos contado esta historia (ya os he dicho que somos muy pesados), invariablemente, alguien nos ha dicho:
-Si hubieras abierto la puerta habría salido. 
O, por el contrario: 
-Si hubieras cerrado la puerta habría salido. 
Bien. 
Puede ser. 
El problema era que no había forma de abrir o cerrar la puerta sin partir los dedos de Bebé-chan, que estaban atravesados de por medio. 
Y si pensáis que vosotros habríais podido, os animo a meter la mano, a ver qué pasa. Si es posible, grabadlo en vídeo.  
Nosotros lo intentamos, con mucho cuidado, pensando que en cualquier momento íbamos a oír el crack de cuatro deditos partiéndose a la vez. 
No hubo forma. 
Entonces ZaraJota™, abriendo un poquito la puerta, intentó empujar los deditos uno a uno desde su lado. 
Consiguió sacar uno. No es que sea gran cosa, pero entre perder el 80% de tus dedos y perder el 60%, me quedo con el 60%. 
-¿Qué hacemos? -le grité a ZaraJota™ a través de la puerta.
-Voy a intentar desmontar la puerta. 
Más tarde nos dimos cuenta de que era la peor idea que se nos había podido ocurrir: si ZaraJota™ hubiera conseguido desmontar la puerta, se nos habría caído encima a Bebé-chan y a mí, probablemente chafando los deditos de camino. Pero en aquel momento Bebé-chan llevaba cinco minutos atrapada y los dedos se estaban poniendo muy blancos, así que me pareció una idea estupenda. 
-Vale, vale. 
-...
-¿Qué pasa? 
-El destornillador está en TU lado. 
-Pero...sob... es que no puedo soltar a la nena. 
La nena no paraba de retorcerse y tirar para intentar sacar la mano, y tenía que sujetarla para que no se hiciera más daño.
-Vas a tener que soltarla un momento para coger el destornillador, ¿vale?
-Sob... vale, vale. Voy. 
Solté a la nena y fui a por el destornillador, sin acordarme de que ZaraJota™ lo había cambiado de sitio cuando recolocamos los muebles. 
-¡NO LO ENCUENTRO! 
-¡Sí! ¡Está ahí! ¡Está... encima del armario...
.

Nuestro armario mide 2,5 metros de alto. Yo mido 1,57. Ni dando saltitos. 
ZaraJota™! ¡NO LLEGOOOOO! 
-No pasa nada, Lorz... súbete a una silla. 
-Sí... sob... una silla... Eh... ¿dónde hay una silla?


Perfecto.

Continuará...



Pd: Aceite. La solución era echar aceite en los dedos para que resbalaran solos. Solo tardamos tres días en darnos cuenta. 

17 mayo 2014

Día internacional de la lavadora 2014

Esta es otra historia sobre vómito.
Lo siento.
Soy madre y esto es lo que hacemos.


Un año más es el día internacional de la lavadora. Creo. He dormido poco esta noche. Y la anterior. Y la anterior. Y la anterior.
Y no es por Bebé-chan, no. Bueno, no siempre. Es porque este año la primavera me ha atacado la garganta y me siendo como si tuviera un estropajo nanas metido por la mismamente susodicha.
En cambio no tengo mocos: los tiene todos Bebé-chan.
Bueno, más o menos. Porque cuando a Bebé-chan le salen mocos viene corriendo a buscarme y levanta las manitas para que la coja en brazos y yo me muero de amor y la cojo en brazos y entonces FLASH, FLASH, frota la nariz contra mi amoroso pecho y me deja una estela de mocos de lado a lado. Tengo el escote más brillante que si lo usara para criar caracoles, no digo más.
Ese es uno de los muchos motivos por lo que desde que nació Bebé-chan mi amor por la lavadora ha aumentado, no sé, digamos... exponencialmente, que es una palabra que no sé lo que significa pero la dicen mucho en las películas y siempre he querido usarla. Exponencialmente. Ahí está. Me gusta como suena. Creo que voy a incrementar su uso, así a ojo, exponencialmente.
Una amiga me contó una vez que su hijo, siendo muy pequeñito, había cogido uno de estos virus que te hacen potar como si no hubiera un mañana. El nene se empapó de... eso y fue a cambiarlo, antes de que terminara de cambiarlo se volvió a empapar, y entonces cogió al nene en brazos y se fue al armario a buscar otra muda, con tan mala suerte que cuando abrió la puerta del armario el nene volvió a potar... dentro del armario.
Os ahorraré los detalles e iré directamente al final: el nene durmió esa noche envuelto en una toalla, que era lo único que quedaba limpio.
Cuando me contaron esa historia tener hijos estaba totalmente fuera de mis planes, así que me hizo muchísima gracia. Ahora que tengo a Bebé-chan y a medida que va pasando el tiempo la historia me hace cada vez menos gracia, aunque no sabría decir exactamente por qué.
Que coño, claro que sé por qué: porque Bebé-chan todavía no ha potado dentro del armario, pero podría hacerlo cualquier día, que tiene un tino...
Un ejemplo:
15 de mayo, nueve de la noche.
Bebé-chan tenía fiebre y solo quería estar acurrucada en mis brazos.
De pronto hizo cof-cof.
-¿Qué pasa, petitona, tienes tos?
¡¡¡BLOURP!!!
Os ahorraré los detalles una vez más: no era tos.
Mirándolo por el lado positivo, he aprendido a valorar la mancha de mocos del escote.
Esa misma noche, como estaba malita, Bebé-chan se quedó a dormir en nuestra cama. Mejor dicho, se quedó a nodormir con nosotros.
Así como a las cuatro de la mañana, de pronto, hizo cof-cof.
Rápida como el viento la cogí por las orejas y la saqué de la cama justo a tiempo para que hiciera BLOURP encima mía, como está mandado.
Que calentitooo...
La dejé en el suelo, pero se resbalaba en... eso y se caía. Sí, sobre... eso. Yo quería cogerla, pero estaba cubierta de... eso y no me atrevía por si lo empeoraba. Mientras tanto, ZaraJota™ intentaba pasar por encima de... eso para ayudarnos.
Al final tomé una decisión difícil: me quité la ropa y cogí a la niña en brazos. La verdad es que me lo podía haber ahorrado, porque ya había... eso por todo el doquier que se os pueda ocurrir.Total que me quedé en pelota picá y cogí la nena, pero me sentía un poco pervertida, allí de pie en pelota picá con un bebé en brazos, así que intenté coger ropa limpia, pero no podía porque todo el suelo estaba lleno de... eso, y lo único que conseguí fue un camisón, pero no ropa interior, así que allí estaba, saltando charcos de... eso a las cuatro de la mañana sin bragas y sosteniendo un bebé en brazos.
Para cuando acabamos de limpiar, ducharnos, ponernos pijamas limpios y poner a dormir a Bebé-chan eran las cinco de la mañana. ZaraJota™ se levanta a las seis de la mañana para ir a trabajar, así que como os podéis imaginar no cabía en sí de gozo.
-Vamos a dormir un poco, ¿vale? -me dijo.
-Espera un momento, que voy a poner una lavadora.
-¿A las cinco de la mañana?
-Sí.
-¿Y eso?
Exactamente: y eso.

11 mayo 2014

Publicidad subliminal

Vamos por partes.
La primera fue Margaret Macmillan. La primera vez que la vi la llamé vieja (fue un accidente, lo juro) y la segunda ZaraJota™ le tiró una gamba (todos los detalles humillantes aquí).
El segundo fue un poeta español cuyo nombre no diré no vaya a ser que me encuentre. Me temo que me presenté en una reunión una hora tarde y con los zapatos llenos de vómito de Bebé-chan. En mi defensa diré que yo no sabía que tenía esa reunión, que Bebé-chan estaba enferma y que solo pasaba por allí para recoger un par de cosas. Pero aún así...
El tercero... creo que al tercero le hice un calvo. Fue sin querer. Lo juro.
Luego fui a una conferencia que daba un fotógrafo muy bueno, cuyo nombre tampoco voy a decir porque no es plan. Me pasé toda la conferencia haciendo fotos con el móvil, por aquí y por allí. Al final de la conferencia hubo una ronda de preguntas, y una de las cosas que le preguntaron fue qué opinaba de la fotografía digital. No recuerdo exactamente lo que contestó, solo que pensé que por mi propio bien lo mejor era que guardara el móvil y me escondiera en posición fetal debajo de la silla. Y era una silla muy pequeña, tipo plegable. Os lo digo para que entendáis lo motivada que estaba.
Después vino Philip Ball. Lo de Philip Ball fue un momento fan. Por momento fan me refiero a que me entró la risa floja y me puse colorada y fui incapaz de decir nada coherente. Fue espantoso. Y lo más espantoso fue que nadie notara nada, porque eso solo puede significar una cosa: que siempre me comporto así y ni siquiera me doy cuenta.
Ay...
No mucho después de aquello puede que le dijera a un extraordinario escritor español algo que no estoy dispuesta a repetir. Y también puede que alguna vez me haya referido a otro como "friki de Fringe" (a dios pongo por testigo que no sabía de quién era el teléfono que estaba sonando).
Y digo todo esto, aparte de para autofustigarme (que es una razón tan válida como cualquier otra) porque el lunes voy a conocer a este señor... y no sé si tenéis que desearle suerte a él o a mí.







Pd: Un día de estos me tengo que animar y contar lo que le hice a Amenábar, que como hace más de diez años ya habrá prescrito.

03 mayo 2014

Día de la madre 2014

Allá vamos, con un día de antelación, en exclusiva para los que no se han ido de puente.




Ser madre es:

Que la nena empiece a andar y que todo el mundo te diga "verás ahora la espalda" y no saber por qué. Que la nena empiece a correr y, efectivamente, verle la espalda mientras se aleja de ti a toda velocidad.



Pasarse definitivamente al colecho solo para que Bebé-chan decida que prefiere dormir en su cama.
Acostar a la nena en su cama todas las noches y recogerla del suelo todas las mañanas.

Que a pesar de tener un título en Educación Infantil (que me capacita para trabajar en guarderías)  mi opinión sobre crianza siempre valga menos que la de cualquier madre que haya leído UN libro (y ya sabéis a cuál me refiero).

Levantarse media hora antes de lo habitual y hacer el mínimo ruido posible porque como la nena se despierte no te duchas.

Hacer tus necesidades con Bebé-chan intentando meter la cabeza entre tus piernas para ver qué haces.Que, después de estudiar el proceso cuidadosamente, cada vez que haga sus necesidades en el pañal la nena vaya al baño y arranque un trozo de papel higiénico, para después desmigajarlo y esparcirlo por toda la casa.

Que la nena haga sus necesidades en el inodoro cuando está en la guardería, y que en casa pase mogollón incluso de hacerlas en el orinal.

Pasar una media hora al día sentada en el suelo esperando a que Bebé-chan haga pis en el orinal, sabiendo perfectamente que solo te lo ha pedido porque le encanta estar en pelota picá y corretear por toda la casa.

Desayunar a escondidas porque si Bebé-chan ve tu colacao le tienes que dar tus grumitos.

Negociar durante una hora porque la nena no quiere ponerse el zapato izquierdo hoy. Intentar ponerle el zapato a la fuerza y perder la batalla. Llevar a la niña a la guardería sin zapato y que la seño te diga "oye, ¿te has dado cuenta de que le falta un zapato?".

Reinterpretar las instrucciones de los potingues para que el cuidado facial diario se convierta en el cuidado facial semanal, el semanal en el mensual y el mensual en yanorecordabaquelotenía.

Maquillarse esporádicamente y en el metro, de forma que el lado izquierdo de tu cara parece ir con un segundo de retraso con respecto al derecho.

Intentar reforzar la autoestima de tu hija diciéndole "guapa, guapa" mientras la peinas. Que, con el tiempo, la niña empieza a llamar al peine "elguapa". Que, después de que tú te hayas peinado medio correctamente, la niña se empeñe en peinarte de nuevo usando el guapa y deje tu pelo como el niño de un hámster. Que te diga "guapa, guapa", seas incapaz de arreglarlo para no romperle el corazoncito y te vayas a trabajar así.

Que le digas a la nena que hay que limpiar esos mocos y que, muy obedientemente, se abrace a tu pierna y se los limpie en tu pantalón.

Ir a trabajar con un peluche en la mano.

Llevar el bolso lleno de galletitas, bollos y zumos, no siempre dentro de su envase y no siempre con su integridad intacta. Dedicar media hora al día a sacar migas de los diferentes orificios del Ipad.

Que la nena vaya a todas partes con una muñeca y que la gente asuma que le estás dando una educación machista. Renunciar a explicarles que tanto en la guardería como en casa los hombres cuidan de los bebés igual que las mujeres, y que es imposible saber si la niña imita al seño o a la seño, a papá o a mamá... y que en cualquier caso los machistas con ellos por asumir que cuidar un bebé es cosa de mujeres.

Que a la nena le encante coger la escoba y barrer, y que la gente asuma que le estás dando una educación machista. Renunciar a explicarles que todos los días, después de la cena, Bebé-chan ve barrer a su papá, mientras que nunca ve barrer a su mamá (que se asegura de que la nena no esté por medio cuando lo hace). Callarse prudentemente que, dado el estilo que tiene la nena barriendo, sin duda ha aprendido viendo a su papá...  y que en cualquier caso los machistas con ellos por asumir que limpiar en casa es cosa de mujeres.

Que a la nena le encante tocar los botones de la lavadora para ver cómo funciona y la gente asuma que le estás dando una educación machista, como si la lavadora no hubiera sido diseñada por un ingeniero y las mujeres no podamos serlo.

Que los perros te den una asco que te mueres, y empezar a acariciar los que se te acercan por la calle para que Bebé-chan no herede la manía.Ampliar el repertorio hasta acabar acariciando una cabra.




Preparar una cena curradísima para Bebé-chan y cualquier cosa para ti. Que Bebé-chan prefiera la cualquier cosa. Que el día que te pasas una hora cocinando Bebé-chan decida no cenar. Que el día que no tienes en la nevera más que pelusillas Bebé-chan pida primero, segundo y postre.

Descubrir las rabietas. Que las rabietas te descubran a ti y no tener dónde esconderte.

Entrar un día al salón y encontrarte a la nena subida en una escalera y no morirte de un infarto porque es capaz de caerse mientras agonizas.


Ver como crece el vocabulario desde una primera palabra, "más", luego dos: "papá" y "mamá", y luego otra vez una, "patata", que repite a todas horas y a voces.

Decidir que, ya que la nena se ha atascado con la patata, lo mejor es aprender lenguaje de signos, y dedicar horas a practicar con ella. Que, cuando tenéis dominados una cantidad considerable de signos (incluida la canción Twinkle, twinkle), la niña demuestre que sabe hablar si es para decir lo que le interesa:
Daddy Pig, Mummy Pig, Peppa Pig (ella dice Papapi-isss)
caca (pis, caca, pañal, orinal... todo lo que pase de cintura para abajo)
el guapa (el peine)
gua (agua)
guagua (perro)
gatum (gato; los niños de ahora es que ya nacen sabiendo latín)
loca (mamá)
mano (mano)
pesss (pez)
piesss (pies)
sapasss (los zapatos)
ta-í (está ahí, mira eso, quiero eso)
u, tesss (uno, dos y tres; el dos, aparentemente, no es necesario decirlo)

Que su nuevo vocabulario se complemente con una variedad de gestos que demuestran que la niña entiende perfectamente todo lo que dices y que tus días de hablar libremente se han acabado.

Leerle todos sus cuentos, todas las noches, varias veces. Comprar cuentos nuevos porque si tienes que leer una vez más "Sofía se está haciendo mayor, y crece un poquito cada día" te cortarás las venas.

Odiar a muerte cómo está escrito El pollo Pepe, cambiar el texto, y temer el día en que Bebé-chan aprenda a leer y descubra que la has estado engañando.

Tener libros de colorear, ceras y fragmentos de ceras por todas partes.

Ponerte a planchar un día, darte cuenta de que la ropa de Bebé-chan ya no es tan pequeña como solía ser, y que te de como penita.

Intentar pintar en la pared marcas con la altura de Bebé-chan. Que Bebé-chan se ofenda muchísimo porque has ensuciado la pared y explique a todas las visitas que no ha sido ella, ha sido mamá.

Poner pegatinas en la habitación de Bebé-chan, y que Bebé-chan las quite y las pegue en tu butaca, dejando claro el mensaje "toma, mamá, aquí tienes tus mierdas".

Que una frase tan inofensiva como "vamos a jugar con la pintura de dedos" acabe invariablemente con un "vamos a lavar la funda del sofá". Y todo lo que le rodea.



Decidir que vas a tirar la guitarra que lleva siglos acumulando polvo en el altillo, solo para la que nena la vea, la coja y empiece a tocar y cantar como si llevara toda la vida haciéndolo. Darle una segunda oportunidad a la guitarra.


Que nada esté a salvo, y las figuritas de acción, menos.


Acumular millones de diademas, lazos, cintas, pinzas y gomas para el pelo. Esperar dieciocho meses, DIECIOCHO, a que le salga el pelo. Rendirte y darle todo el equipamiento de estilismo para que juegue. Que la muy pérfida disfrute poniéndoselo todo a ZaraJota™.(Iba a poner una foto pero mi integridad ha sido amenazada).

Hacer cosas que juraste que jamás harías como:
- Limpiar un churrete con salivilla (solo ha ocurrido una vez y me perseguirá para siempre).
- Usar la palabra "churrete".

Que de pronto un día la nena entre en tu habitación, sonría de oreja a oreja, te señale y diga:
-¡TA-Í MAMAAAAA!
y morirte de amor.




Ninguna Yotsuba ha sufrido daños durante la grabación de este post. 
Todos ocurrieron antes. 







Editado en el último minuto:
En el día de la madre ayuda a una madre trabajadora: dile a Metro de Madrid lo que opinas:

¡Pon un ascensor, salva una espalda!

01 mayo 2014

Antes muerta que sencilla V y ya

Previously in Lorz...
El LERDO no era el de la corona, no.

Por fin llegó el momento del entierro y abandonamos el tanatorio del pueblo B (¿o era C?) para ir a la  iglesia del pueblo A (¿o era B?). De camino, mi padre, que conducía su coche en pos del coche fúnebre, nos iba aleccionando.
-A ver si nos portamos con propiedad -decía.
A mi padre siempre le preocupa que no sepamos comportarnos: esa es la fe que tiene en la educación que nos ha dado. Bueno, eso y que nos conoce.
Pero en este caso su preocupación sobraba: en la iglesia de mi pueblo no ha debido comportarse nadie desde tiempos inmemoriales, empezando por el cura.
Valgan unos ejemplillos:
Durante un entierro (no el de mi bisabuela, otro) se olvidó del nombre del difunto, así que se acercó al primer banco y preguntó a voz en grito:
-Y este, ¿cómo se llamaba?
Antes de la boda de mi prima anunció que quería acabar pronto, que se iba a una barbacoa.
Durante un bautizo en masa le soltó a las madres de las criaturas que si iban a bautizar para luego seguir siendo unas pelandruscas que el pasaba mogollón*
*Puede que esas no fueran las palabras exactas.
Aun así mi padre seguía empeñado con la propiedad.
-A ver si nos comportamos con propiedad -repetía-. Las camisas por dentro. Esos pelos. Las gafas de sol fuera.
Y una larga serie de instrucciones que seguro que causaban furor antes del Concilio Vaticano II.
Volvió a insistir cuando nos bajamos del coche.
-Y a ver si nos comportamos con propiedad.
Después de pasarnos revista y darnos el visto bueno nos acercamos a la puerta de la iglesia.
En mi pueblo hay unos señores que son sacadores de féretros profesionales. Bueno, a decir verdad no cobran, pero le ponen tanto empeño como si lo hicieran: cada vez que hay un entierro están a la puerta de la iglesia, preparados para sacar el ataúd del coche fúnebre y llevarlo en volandas iglesia adentro antes de que al chófer le de tiempo a reaccionar.
El entierro de mi bisabuela no fue una excepción.
Antes de que el chófer hubiera terminado de abrir la portezuela los profesionales ya se habían echado encima del féretro con grave entusiasmo. Por desgracia, la familia ya había decidido que quería portear el féretro por sus propios medios. Por aquel entonces mi bisabuela tenía una hija, cinco nietas, dos nietos, tres nietos políticos, tres bisnietas y dos bisnietos (y estoy contando solo a los mayores de edad), que se lanzaron también en tropel sobre el ataúd. Los porteadores profesionales defendieron su posición y hubo un pequeño rifirrafe en el que cada uno iba dando tirones por su lado hasta que unos de los porteadores decidió intervenir.
-Pero, ¿qué pasa? ¿es que quieren llevarlo ustedes?
-¿USTED QUÉ CREE? -contestó mi madre. Así, con propiedad.
Los porteadores profesionales se replegaron y dejaron a la familia ocupar posiciones en torno al ataúd.
Estábamos entrando muy dignamente en la iglesia, gesto solemne, cajón al hombro y todo lo demás cuando nos dimos cuenta de que, como no nos había dado tiempo a lavarnos los dientes después de comer, nos habíamos metido en la boca un chicle de menta, y ahí seguía.
Hermano Mediano, Hermano Pequeño y yo nos miramos de reojo y tomamos los tres la misma decisión, rápidamente y sin titubear.
GLUP.
Nos lo tragamos.
Cuando la misa terminó y volvíamos en el coche se lo comentamos a mis padres.
-Qué mal rato hemos pasado con el chicle, ¿verdad?
-¿Qué os ha pasado? -preguntó mi madre.
-Nada, que nada más entrar en la iglesia nos hemos dado cuenta de que todavía teníamos el chicle en la boca, y nos lo hemos tenido que tragar.
-Hay que ver lo tontos que son mis hijos. ¿No había otro momento mejor para comer chicle?
-¡Padre también tenía uno!
-¿Sí? ¿Y también se lo tragó?
-No, no -se defendió mi padre-. Yo lo pegué en un banco según andaba pasillo adelante.
Con mucha propiedad, eso sí.



Fin



No me puedo creer que haya esperado ocho años para contar esta historia. ¿Estoy tonta o qué?