Miro el calendario y descubro con horror que hoy, de entre todos los días posibles, cumplo cuarenta años. Sí, así es. Lo he comprobado con la agenda, el teléfono y el ordenador, incluso he mirado la fecha de nacimiento de mi DNI. Todo concuerda. Ya no hay vuelta atrás.
En pleno ataque de pánico me he puesto a pensar (creo) y me he dado cuenta de que, aunque mi cuerpo no parece verse afectado (de momento) a todos los efectos ya soy demasiado vieja para hacer un montón de cosas.
Entre ellas, probablemente, seguir manteniendo un blog que empecé, con casi estas mismas palabras, hace ya quince años.
QUINCE AÑOS.
Eso son un montón de años, si no me creéis intentad contarlos: necesitáis las dos manos y un pie; o los dos pies y una mano, cada uno lo que prefiera, que yo en las fantasías sexuales de la gente no me quiero meter.
En estos quince años, me he vuelto un poco mayor para seguir autodenominándome girl, creo yo. Es decir, cuando tienes una hija que ya va en bicicleta sin ruedines (sí, todo esto era una triste excusa para presumir de que mi hija ya no necesita ruedines), un hijo que ya garrapatea y un hamster (no ha hecho nada especial últimamente, sólo lo menciono para que no se ponga celoso), igual ha llegado el momento de asumir que ya no eres una chica, sino una mujer.
En pleno ataque de pánico me he puesto a pensar (creo) y me he dado cuenta de que, aunque mi cuerpo no parece verse afectado (de momento) a todos los efectos ya soy demasiado vieja para hacer un montón de cosas.
Entre ellas, probablemente, seguir manteniendo un blog que empecé, con casi estas mismas palabras, hace ya quince años.
QUINCE AÑOS.
Eso son un montón de años, si no me creéis intentad contarlos: necesitáis las dos manos y un pie; o los dos pies y una mano, cada uno lo que prefiera, que yo en las fantasías sexuales de la gente no me quiero meter.
En estos quince años, me he vuelto un poco mayor para seguir autodenominándome girl, creo yo. Es decir, cuando tienes una hija que ya va en bicicleta sin ruedines (sí, todo esto era una triste excusa para presumir de que mi hija ya no necesita ruedines), un hijo que ya garrapatea y un hamster (no ha hecho nada especial últimamente, sólo lo menciono para que no se ponga celoso), igual ha llegado el momento de asumir que ya no eres una chica, sino una mujer.
En concreto, una de mediana edad, canija, gordita y de Carabanchel.
Por eso, a principios de años había decidido que en cuanto cumpliera cuarenta dejaría el blog.
O sea, los blog ya ni siquiera están de moda. De hecho, no estoy segura de que sigan existiendo. Es más: es probable que haya vuelto a confundir el pegamento con el dentífrico y ahora mismo esté alucinando y creyendo que escribo cuando en realidad lo que estoy haciendo es abrazar un cactus.
O sea, los blog ya ni siquiera están de moda. De hecho, no estoy segura de que sigan existiendo. Es más: es probable que haya vuelto a confundir el pegamento con el dentífrico y ahora mismo esté alucinando y creyendo que escribo cuando en realidad lo que estoy haciendo es abrazar un cactus.
Otra vez.
Como decía, el caso es que yo había planeado dar un cierre a Lorzagirl porque, últimamente, me cuesta ponerme en su piel. Nos conocemos desde hace demasiado tiempo y somos como un matrimonio viejo que ha oído sus propias batallitas demasiadas veces.
A veces le dijo: Lorz, te repites.
Y ella me contesta: A mí no me mires, que solo soy una voz en tu cabeza.
Y yo le dijo: Deberíamos parar antes de que esto degenere.
Y ella me contesta: Estás hablándole a una voz en tu cabeza, yo creo que ya ha degenerado de sobra.
Con todo... coincidiréis conmigo en que si algo ha hecho el 2020 por nosotros es echar por tierra todos nuestros planes.
Nuestros planes, nuestra economía, nuestra esperanza de vida, nuestra fe en la raza humana... el 2020 tiene tierra para todos. Nunca mejor dicho.
Además, yo también había planeado perder peso y he hecho cinco kilos (más), así que al peo con los planes, las resoluciones y los buenos propósitos. Y tengo tantas cosas que contar todavía... Tengo un millón de historias que son demasiado largas para un tuit y demasiado cortas para un libro; algo así como un trillón de anécdotas; y pensamientos estúpidos como para llenar de palabras el mundo.
Así que creo que me quedaré por aquí petardeando un poco más.
Otros quince años o así, si de mí depende.
Así que creo que me quedaré por aquí petardeando un poco más.
Otros quince años o así, si de mí depende.