24 mayo 2021

El cepillo de dientes



Parece que esta semana, por fin, acabaremos con el papeleo del testamento de la Tita del Puerto. Parcialmente. Cruzo los dedos.
Porque a estas alturas, después de que me pregunten si soy la fallecida una docena de veces (se confunden porque nos llamamos igual, lo de que yo esté viva no les parece un dato concluyente, al parecer), y después de que me digan cosas tan surrealistas como que no pueden hacer tal cosa porque el dni de la fallecida está caducado y tiene que ir a renovarlo (sí, esto ha pasado) empiezo a estar un poco cansada.
Antes de que alguien me recomiende que contrate una gestoría me adelanto y lo digo: he contratado una gestoría. El problema es que ni la información ni la documentación llega a la gestoría mágicamente, cosa que molaría infinito y que alguien debería plantearse.
O sea: Hermione, no te hagas aurora, ponte una gestoría que te forras.
Se trataba de una situación familiar complicada, un testamento complicado, una distribución geográfica de los herederos complicada, cada uno con sus vidas complicadas, y bueno, lo de la pandemia y eso. Que ahora que no tenemos estado de alarma ya nos acordamos de cuándo no se podía salir de casa.
Aparte, yo tengo mi propia vida y mi propio trabajo, así que había días que no sabía si estaba escribiendo una Croniquita o una instancia para la DGT. Y encima, con pena, porque cada vez que veo el nombre de mi tía me da como un pellizco que me quedo tonta un rato. No os quiero ni contar lo que me entra cuando pienso que tengo que vaciar la guantera de su coche, o ir a su casa y tirar su cepillo de dientes.
Seis meses y nadie ha tenido huevos de tirar el cepillo de dientes, así está la cosa.

En fin.
Es caso es que cuando yo ya estaba al borde del colapso me llegó un rumor, porque el mundo es muy grande pero internet es muy pequeño y los cotilleos de mi pueblo no veas lo rápido que viene alguien y me los cuenta. Quiera yo o no. Y lo normal es que no. La madre que parió al facebook.
Pues el caso es que viene alguien y me dice que se cuenta, se dice, se rumorea que hemos falsificado el testamento de mi tía.
Francamente.
FRANCAMENTE.
¿Estamos tontos o qué?

A posteriori pensé muchas cosas:
Que la gente ve muchas películas. 
Que la gente no tiene ni idea de cómo funcionan las cosas.
Que es un insulto hacia la última voluntad de mi tía.
Que era una persona muy organizada, con la cabeza muy bien amueblada, que hizo su testamento después de pensarlo seriamente, que fue a un notario, que llevó un testigo, que lo preparó todo hace años.
Que a menudo, con la gente con la que tenía confianza, bromeaba con su herencia, y más o menos cualquiera que haya estado en contacto con ella, un mínimo contacto, tenía una idea de por dónde iban a ir los tiros.
Que cómo alguien puede extrañarse de que testara a favor de la parte de la familia que la cuidó durante sus últimos años de vida en lugar de la parte con la que no se hablaba. Bueno, se hablaba a través de abogados, que eso une mucho.
Que a todos los que fuimos a verla en el hospital nos dijo o nos intentó decir lo que había dispuesto.
Que me arrepiento de haberle dicho que no lo quería saber, porque a lo mejor se habría quedado más tranquila sabiendo que yo sabía, y además le podría haber dado las gracias.
Que han pasado seis meses, y no hemos tenido los huevos de tirar ni su cepillo de dientes, porque duele.

Pero, en aquel momento de cansancio, pena, saturación mental y ansiedad sólo pensé en una:
-¿Y no lo podíamos haber puesto más fácil?




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