Me dan miedo las alturas.
Ya está, ya lo he dicho.
En realidad, si os fijáis, a casi todos los torpes nos dan miedo las alturas. Porque claro, si a ras de suelo eres capaz de tropezarte en llano y abrirte la cabeza, a diez metros por encima no te quiero ni contar.
El caso es que normalmente lo llevo bien porque como soy bajita y eso nunca estoy demasiado por encima del nivel del mal, pero la cosa empezó a complicarse con el parque de atracciones.
Que además al principio ni tan mal, porque mientras los niños midieron menos de un metro sólo podrían montarse en atracciones rollo repollo y yo tan contenta. Y cuando Nena-chan superó el metro, ella se iba con ZaraJota a las atracciones chungas y yo me sacrificaba y me quedaba con Nene-kun en las rollo repollo, porque soy una madre abnegada de esas.
Pero claro, tarde o temprano Nene-kun tenía que crecer.
Ya está, ya lo he dicho.
En realidad, si os fijáis, a casi todos los torpes nos dan miedo las alturas. Porque claro, si a ras de suelo eres capaz de tropezarte en llano y abrirte la cabeza, a diez metros por encima no te quiero ni contar.
El caso es que normalmente lo llevo bien porque como soy bajita y eso nunca estoy demasiado por encima del nivel del mal, pero la cosa empezó a complicarse con el parque de atracciones.
Que además al principio ni tan mal, porque mientras los niños midieron menos de un metro sólo podrían montarse en atracciones rollo repollo y yo tan contenta. Y cuando Nena-chan superó el metro, ella se iba con ZaraJota a las atracciones chungas y yo me sacrificaba y me quedaba con Nene-kun en las rollo repollo, porque soy una madre abnegada de esas.
Pero claro, tarde o temprano Nene-kun tenía que crecer.
Pequeño traidor.
Y en cuanto levantó tres palmos del suelo, quiso montarse en las mismas atracciones que su hermana.
Y, para mi desgracia, a determinadas alturas de niño, es imprescindible que se suban a las atracciones acompañados de un (presunto) adulto. Uno por niño.
La madre que les parió.
Y debido a circunstancias de la vida, tengo dos hijos pero un solo ZaraJota.
Y ZaraJota ya se estaba subiendo con Nena-chan.
Así que me tocó subirme a las atracciones "de mayores" con Nene-kun.
A ver, no a todas.
Desde el principio le dije: Niño, el amor de madre no tiene límite, salvo que sí lo tiene y está en la atracción del tronquito que se despeña por una catarata.
El niño lo entendió perfectamente (quizá fueran mis ojos inyectados en sangre, quizá los espasmos de terror que recorrían mi cuerpo, jamás lo sabremos) y me dijo que quería montarse en una especie de naves espaciales que giran alrededor de una columna, ni muy alto ni muy rápido, o eso me pareció desde abajo.
-Venga, creo que tengo suficiente amor de madre como para eso -le dije.
Quizá fuera una afirmación un tanto apresurada, no digo yo que no.
Me di cuenta según nos subimos y descubrí que la navecita no tenía ni un mísero cinturoncito, y que tenía que sentarme rodeando con mis piernas a Nene-kun, que yo muy a favor de proteger a mis hijos con mi cuerpo y eso pero mucho más a favor de no tener que protegerlos en absoluto, sobre todo si mi propia integridad física está en juego.
Pero cómo el amor de madre está para usarlo, me senté, rodeé al nene con las patorras y me aferré a la estructura de la navecita como chinche a calconcillos.
-Ah, pues no está tan mal -dije, pasados unos segundos.
-Mamá, todavía no ha arrancado.
-Entonces, ¿todavía estoy a tiempo de BAJARME?
-Jajajaja, mamá, qué tonterías dices.
-Tonterías los cojones.
Iba a saltar de la nave cuando se puso en marcha y pensé que a lo mejor no era buena idea del todo, así que apreté las patas hasta que el niño empezó a amoratarse de cuello para arriba y me pegué a la chapa de aquello que habría hecho un soplete para despegarme.
Y cerré los ojos. Y pensé: si no lo ves, no existe. Podía fingir que estábamos en el autobús. Sí, eso era. Por suerte, Nene-kun es un niño callado e introspectivo, que habla poco y bajito, y que no iba a sacarme de mi lugar feli...
-¡ESTO NO PARA DE SUBIR! -gritó a los pocos segundos.
-¿Que qué?
-EL SUELO ESTÁ SÚPER ABAJO, MAMÁ.
-Ay, dios.
-MIRA ESE ÁRBOL, QUÉ CHIQUITITO SE VE.
-Preferiría no verlo.
-PARECÍA QUE ÍBAMOS A CHOCAR, PERO NO HEMOS CHOCADO.
-Gracias por ofrecerme esa evocadora imagen, hijo mío.
-¡¡¡SEGUIMOS SUBIENDO!!!
-¿En serio?
-¡¡¡ESTAMOS SÚPER ALTO!!! ¿TE IMAGINAS QUE NOS CAEMOS AHORA, MAMÁ? ¿EH? SERÍA MUY GRACIOSO.
-Jajajaja, sí, me parto.
-OOOOOH, YA BAJAMOS. QUÉ PENA, ¿VERDAD, MAMÁ?
-Uy, sí qué lastima.
-¿TE IMAGINAS QUE AHORA BAJAMOS DE GOLPE CONTRA EL SUELO?
-Sí, perfectamente, gracias.
-JOPETAS, YA ESTAMOS. ¿MAMÁ? YA SE HA ACABADO, MAMÁ. SUELTA... LA... CHAPA...
Hicieron falta tres personas y un ZaraJota para arrancar mis frías manos aterradas de la navecita, pero aparte de eso creo que salí de allí con bastante dignidad. Desde luego, los niños no debieron de notar nada, porque según pisé tierra se me acercó Nena-chan y me dijo:
-Mamá, ¿ahora podemos montar en la montaña rusa de la araña?
-A mí me encantaría, Nena-chan.
-¿De verdad?
-Lo que pasa es que no estoy segura de quererte lo suficiente.
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Aprovechad, que tienen todos mis libritos.