Pues el caso es que conseguí comunicar al banco que mi tía había fallecido, y sólo hizo falta un viaje de 800 kilómetros para conseguir el certificado de matrimonio de mis abuelos (totalmente ilegible por culpa de una riada de hace cincuenta años) y el de nacimiento de sus hijas, y otro viaje de 1400 kilómetros para entregar la documentación presencialmente en la oficina.
Lo normal de cada jueves en mitad de una pandemia.
El caso es que en ese viaje, también me enteré de que la Tita tenía un seguro de accidentes y claro, había que llamar para cancelarlo.
-Hola, llamo para comunicar el fallecimiento de un cliente.
-¿Es usted la titular?
-¿PERO CÓMO VOY A SER LA TITULAR, EN SERIO, QUÉ OS PASA A TODOS?
-Es que se llama usted igual.
-¡Pero estoy viva! ¡Digo yo que eso tendría que darle una pista!
-Está bien, está bien. ¿Ha fallecido de covid?
-¿Qué más da?
-Es que si ha fallecido de covid no le cubre.
-Ha sido cáncer. ¿Eso sí le cubre?
-No, su tía no tenía contratado el seguro de fallecimiento.
-¿Entonces para que me pregun...? Da igual, yo sólo quiero darla de baja.
-¿Estuvo hospitalizada?
-Sí, ¿por?
-Su seguro cubre la hospitalización pero...
-No me lo diga: tiene que llamar el titular.
-Sí, durante los primeros cinco días de hospitalización.
-Pero cómo iba a llamar la pobre mujer, si fue a hacerse una revisión rutinaria y le dijeron que le quedaban cuatro días de vida... Da igual, lo único que quiero es cancelar la póliza, de verdad.
-De acuerdo. ¿Es usted la titular?
La titular no sé, pero con cada llamada me siento morir un poco, la verdad.
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El lunes 8 a las 21:15 estaré en directo en el instagram de la Librería La Sombra.
No tengo muy claro qué pinto allí ni de qué vamos a hablar pero seguro que nos reímos un rato.
¡Venirse!