04 mayo 2020

El Ratoncito Pérez

Como seguramente sabéis, estamos en confinamiento por pandemia.
Durante los primeros díassemanasyoquésé solo podían salir a la calle los trabajadores esenciales.
Eso provocó una oleada de pánico entre ciertos sectores de edad porque claro, no ir a los cumpleaños de los amigos, vale; no poder celebrar tu cumpleaños con los amigos, vale; pero que no venga el Ratoncito Pérez a casa cuando se me cae un diente, ESO SON PALABRAS MAYORES.
Las autoridades competentes se apresuraron en hacer declaraciones para tranquilizar a la población: el Ratoncito Pérez es un trabajador esencial. Muchos alcaldes publicaron bandos e incluso el ministro Pedro Duque hizo declaraciones oficiales al respecto.
Parecía que la recogida de dientes humanos estaba garantizada.
Pero.
Resulta que en nuestra casa es tradición de toda la vida, o por lo menos desde hace tres años, que el Ratoncito Pérez traiga Playmobil.
No os flipéis, que tampoco es para tanto: son figuritas sueltas como las que se encuentran a veces en los quioscos GUIÑO-GUIÑO-CODAZO-CODAZO.
Y claro, ahora los quioscos están cerrados.
Así que cuando a Nena-chan se le cayó un diente, rápidamente preguntó qué iba a pasar, porque está muy bien dar autorización al Ratoncito Pérez para que haga su trabajo, peor si no puede dejar un juguete sus funciones se limitan a meterse de noche en las habitaciones de los niños dormidos para robarles dientes, y dicho así es como mínimo cuestionable.
Le dijimos a Nena-chan que no se preocupara, porque Ratoncito Pérez es un roedor con muchos recursos. Efectivamente, algo así como en febrero, Pérez se había topado con una liquidación de juguetes. Y no os penséis que eran unos juguetes cualquiera, por ejemplo, se topó con esto:
al mismo precio que los Playmobil de los quioscos y claro, el ratón, que no es tonto, hizo un cálculo mental de los cumpleaños a los que tenía que ir en marzo (por qué nacen tantos niños en marzo es para mí un misterio) y arrambló con unas cuantas cajas.
Sin embargo, algo salió mal, porque en marzo no le invitaron a ningún cumpleaños.
Miento: le invitaron a dos.
Ambos se cancelaron por no sé qué de una pandemia mundial porque es que la gente, cuando se pone a buscar excusas para no invitarte, las busca a lo grande.
El caso es que el Ratoncito Pérez tenía ese pedazo de caja de pinipones y eso fue lo que dejó en casa a cambio del diente de Nena-chan.
Claro, a la mañana siguiente la chiquilla alucinó pepinillos (en la foto se puede intuir la sonrisa de oreja a oreja que se le puso). Le pareció todo tan bien que no se paró ni a plantearse cosas.
Nene-kun, por su parte, sí que tenía algunas dudas sobre el procedimiento.
-Mamá -me dijo-, ¿de verdad eso lo ha traído el Ratoncito Pérez?
-Por supuesto.
-Pero eso no cabe por su puertecita.
Empecé a sudar y a maldecir el día que instalamos la puerta para el Ratoncito Pérez.
-Seguramente lo ha metido por la ventana.
-Pero eso es muy grande y el Ratoncito Pérez es muy pequeño.
-El Ratoncito Pérez es muy fuerte, porque come mucha verdura.
Ahí, aprovechando para adoctrinar.
-Pero aunque sea muy fuerte tiene los bracitos muy pequeños y la caja es muy grande y no le llegan.
Si lo llego a saber le dijo al Ratoncito Pérez que traiga un botón, de verdad...
-Sí, lo que pasa es que el Ratoncito Pérez tiene muchos primos, seguro que les ha pedido que le ayuden.
Nene-kun me miró muy serio.
-Mamá, eso es imposible.
-¿Tú crees?
Se lo dije con toda la calma, pero por dentro ya estaba corriendo y agitando los bracitos mientras gritaba que me han pillao, me han pillao, con el carrito del helao.
-Pues claro: el Ratoncito Pérez tiene permiso para salir a la calle, pero sus primos no.
Pues tiene toda la razón.