14 agosto 2011

La llamada misteriosa de la misteriosa viej...anciana

Una tarde de estas, casi a la hora de cenar, sonó el teléfono de casa.
-Seguro que es mi madre -le dije a ZaraJota™-. Hace casi dos días que no hablo con ella.
Y fui a coger el teléfono, pero cuando lo descolgué resultó que no era mi madre.
-Residencia de los Jotas, dígame.
-Oigaaaaa...
Una viej...anciana.
Seguro que ya lo he contado: mi número de téléfono se parece mucho al del centro de salud del barrio. Recibo llamadas de viej...ancianas cada día, pidiendo cita, o preguntando por su médico, o simplemente confirmando que ese sigue siendo el número del centro de salud.
Que no lo es.
Y es imposible explicarles que se han equivocado. Porque ellas ya iban a ese centro médico antes de que yo naciera, y quien me creo yo para decirles que ese número no es. Y que qué insinúo con que se han equivocado. Ellas marcan perfectamente. Es que la juventud ya no tiene educación, ni respeta a sus mayores, ni sabe qué número de teléfono tiene que tener.
Depende del humor del que esté, les explico con paciencia que se han equivocado, o directamente les digo "no es aquí" y les cuelgo.
Últimanente he optado por colgar casi siempre. Malo para mi karma, bueno para mi estrés.
Sin embargo esta vez me lo pensé dos veces y decidí no colgar, porque lo que tenía al otro lado del teléfono no era sólo una viej...anciana: era la más viej...anciana de todas las viej...ancianas, con un hilillo de voz temblorosa de viej...anciana a las puertas de la muerte.
-¿Sí?
-¿Viiiiiiive ahí la señoriiiiiita Loooooooorz...?
Ostras. A lo mejor la viej...anciana no se había equivocado. Aunque no me podía ni imaginar que podía querer una viej...anciana de mí, aparte de que le donara un órgano.
-Sí, soy yo.
-Hooooola niñaaaa... soy tu abueeeela...
M**d*. A ver cómo le explico a esta señora que me llamo como su nieta, pero que yo, definitivamente, no soy su nieta.
-Perdone señora...
Y de pronto la viej...anciana empezó a reirse. Así, con ganas. Ya no paredía una viej...anciana a las puertas de la muerte para nada. Más bien parecía una de esas señoras que salen en las noticias porque deciden aprender a saltar en paracaidas con ochenta años.
-Ya sé quien eres -le dije.-¡ZaraJota™! Ponte que es tu abuela...
-¿Has visto? ¡esta vez te he llamado por tu nombre!
La abuela de ZaraJota™ desde que me conoció me ha llamado Paula, por motivos que sólo ella comprende. En los últimos meses me ha llamado por mi nombre dos veces seguidas: parece que estamos en racha.
-Sí, por eso no la he reconocido al principio, jajaja... te paso con tu nieto.
Y la pasé con ZaraJota™.
-Hola abuela, ¿que tal?
-Bien, rey, bien, ¡le he gastado una broma a Paula!
Se acabó la buena racha.

9 comentarios:

Anónimo dijo...

Abuelas... Es imposible comprenderlas. Al menos te ha bautizado con un nombre bonito.

Anónimo dijo...

Con las viejis que insisten en que ellas no se han equivocado de número, yo les daría cita, una cita así a boleo y que se apañaran en el centro de salud. Jia, jia jia.

Manjo ExLibris dijo...

No intentes resistirte.
Yo me llamo como se llama mi abuela, o como en principio debería haberse llamado -larga historia-, y sigue llamándome Mariacoño porque se le olvida mi nombre.
Qué alegría verte de vuelta.
Un abrazote.

Medias dijo...

Mi abuelina siempre menta a todas las mujeres de la familia de seguido para nombrar a una, dice que así seguro que acierta...

Chache dijo...

¡Paula es un nombre bien bonito! :D

Necio Hutopo dijo...

Pues mi abuela, la única que a la fecha sobrevive y con sus 95 años, es del mío del único nombre del que aún se acuerda...

EmeA dijo...

Mi aspirante a suegra me llama Ángel Luis. Creo que lo hace aposta

Gordipé dijo...

¡Qué buena tu abuela política!

Mae Wom dijo...

El fisioterapeuta jefe para el que trabaja mi fisioterapeuta -no, esto no es un trabalenguas- siempre me llama Yolanda...Ya hemos llegado a la fase en la que los dos sabemos que es una coña -por pesao- pero me sigue llamando así y no es la primera vez que me ha montado algún lío de horario por culpa del nombre equivocado.

El día menos pensado cuando me vaya a cobrar le voy a dar la mitad del precio, ¡menuda gracia que le va a hacer!