En episodios anteriores...
Hay momentos en los que hasta la más malvada de las brujas siente el imperioso deseo de pedir una pizza. Precisamente por eso la malvada bruja no tiene teléfono: para evitar tentaciones.
Pero en esa oscura noche y en ese oscuro bosque la bruja malvada se maldecía a sí misma; hacía días que no comía más que sapos y culebras y su estómago empezaba a pedirle algo más tierno, a ser posible un algo rubio y de mejillas sonrosadas. Una princesa, tal vez, la bruja había oído que las princesas, especialmente las que estaban a punto de encontrar a su amor verdadero, eran realmente deliciosas asadas en el jugo de su propio vestido.
Por supuesto la bruja era consciente de que era muy difícil que cualquier cosa rubia y de mejillas sonrosadas, y menos una princesa, apareciera mágicamente en su casa; no, si quería algo de comer iba a tener que buscarlo ella misma.
Hacía años que la malvada bruja no se acercaba a la aldea y no sabía qué ponerse. Mientras miraba su reflejo un tanto oblongo y cabeza abajo en el cucharón se dijo a sí misma que no le vendrían mal unas cuantas verrugas de más, así que decidió que de camino a la aldea tendría que recoger algunos gusarapos para hacerse un ungüento.
La bruja abrió la puerta con la decisión del que sabe lo que quiere y cómo conseguirlo, y se encontró en el umbral a una joven princesa, con sus zapatitos de cristal y todo.
La bruja se arrepintió inmediatamente de no haber deseado que viniera ya cocinada. La joven princesa empezó a contarle una larga historia llena de desdichas que a la bruja no le importaban en lo más mínimo. La malvada bruja la miraba con la boca abierta, sin acabar de creer que un ser humano pudiera llegar a ser tan pesado, y cuando la princesa le preguntó si sería tan amable de ayudarla estaba tan, tan cansada que prometió que haría todo lo que estuviera en su mano, porque pensaba que así por fin la joven princesa se callaría.
Se equivocaba. La joven princesa, al oírla, no cabía en sí de gozo por haber encontrado una persona tan buena, amable y comprensiva, y no paraba de repetirlo una vez, y otra, y otra.
Y otra.
A la bruja se le estaban rizando los pelos de pura irritación, y le hubiera gustado comprobar si la joven princesa era capaz de seguir parloteando metida en el horno con una manzana en la boca, pero había prometido que la ayudaría, y para una bruja la palabra dada es ley.
Bueno, no es que sea ley, pero es una cosa muy importante, y de cualquier forma después de tanto rato mirando cabellos como el sol, ojos como lagos, dientes como perlas y el resto de la parafernalia se le había quitado el apetito.
Los días que siguieron fueron para la malvada bruja una pesadilla. La joven princesa barrió, fregó y restregó cada milímetro de la cabaña, mientras la bruja pensaba que menuda m··rd· de princesa era aquella que tenía tanta experiencia limpiando. Además cantaba y bailaba con los pajarillos, y de vez en cuando se apoyaba en el alfeizar de la ventana a suspirar por su amor verdadero. Si unos días antes le hubieran preguntado a la bruja que qué era un alfeizar hubiera respondido que una enfermedad venérea muy peligrosa, y ahora que había descubierto lo que era en realidad no lo podía disfrutar porque tenía una joven princesa suspirando allí gran parte del día.
Por si sus sufrimientos no fueran ya lo bastante atroces un día apareció en su puerta un apuesto príncipe, sí, con sus mallas y todo. El apuesto príncipe y la joven princesa hablaron durante un rato, y después el príncipe se fue y la princesa corrió inundada en lágrimas a contarle a la bruja que el apuesto príncipe iba a luchar contra un dragón para recuperar su reino, y cuando lo consiguiera volvería a por ella y le pediría que se casara con él, y sería reina, y no haría otra cosa en todo el día que cuidar de los muchos hijos que tendrían, todos ellos rubios y de mejillas sonrosadas, y todos serían felices y comerían perdices.
A la bruja le estaban dando unas arcadas terribles, pero las contuvo porque se dio cuenta de que por fin tenía una forma de cumplir su promesa de ayudarla. Mientras la princesa sollozaba en el alfeizar de la ventana la bruja cogió uno de los tiestos con flores, se acercó a ella y se lo estampó en la nuca una y otra vez, hasta asegurarse de que ya no podría cantar con los pajarillos nunca más.
La bruja sonrió satisfecha: había salvado a la joven princesa de un destino terrible, y además iba a disfrutar de una fabulosa cena.
Y cuando el príncipe volviera... bueno, comprobaría a qué saben esas mallas.
15 comentarios:
XDDDDD
Bonita versión de un cuento de hadas un poco tétrico pero apasionante (¿a que sabía la princesa?).
Un saludo.
Una pregunta...
¿que hace un tiesto con flores en casa de una bruja?!!!!
MON DIEU!!
Serían flores ya podridas y requetemuertas.
Las princesas al pil-pil están muy ricas.
A mi esto me recuerda, no sé bien por qué, al Pratchett ese... pero sólo es una idea mía
Bien por la bruja... mira que la princesa hasta a mi me estaba poniendo los pelos de punta. :)
Amos a ver, está claro que era una marijuana, para las pociones. Y ahora me voy a comer príncipes,que ya es Halloween y va tocando.
Mi pregunta sería: ¿a qué la tenía que ayudar? ¿A encontrar a un ser con la pinta de la sota de copas? Y ¿qué hizo la bruja para ello?
Lo primero que he pensado al leer el final ha sido "YA TARDABA, CARAMBA". Muy bueno, malfada xD
Seguro que las flores las habría puesto la princesa allí, después delimpiarlo todo. Y me preocupa mi parecido marujil con la princesa en el aspecto de la limpieza y las flores...
¿y no será que en realidad la bruja quiere frinkarse al príncipe y por eso ha quitado de enmdio a la cursi de la princesa esa?
besukis!!
Anita, la princesa sabe a bollo recubierto de crema; si no me crees pregunta a Be.
Anonimado, lo puso la princesa. Sí. Eso.
Sosa, exacto.
Hal, picaruelo, ¿a cuántas princesas te has comido?
Hutopo, ese tal Pratchett tiene la costumbre de plagiarme.
Gaby, todos llevamos una maruja en nuestro interior; la princesa simplemente la llevaba por fuera.
Guandarrr, no puede ser marijuana porque es una planta que necesita calor, humedad y... bueno, eso me han dicho.
Ephedro, mañana te lo explico si quieres, con dibujitos y todo.
Chache, es que si la mataba nada más entrar por la puerta no sería un cuento de Halloween, sería un haiku de Halloween:
llega princesa,
la bruja la mata
y se la come
Anónimo, si lo dicen en una película de Cuarón tiene que ser cierto: todas las mujeres somos princesas.
Sheena, ¡ahora que lo sabes tendré que eliminarte!
XD Muy buena versión, muy apropiada para Halloween...
De todos modos creo que la bruja perdió una gran oportunidad al no conjurar un corral y dejar que criaran unos cuantos principitos de mejillas sonrosadas... Se comió a la princesa demasiado rápido, y sa se sabe... pan para hoy, hambre para mañana...
Si es que...
Jajjajajajajaja ¡Eso es un cuento! Además que no me digan que la bruja no se había ganado la cena...
A bollo de fresa, sip.
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