06 julio 2020

Las gafas rotas

En el 2020 todo son desgracias: primero la plaga, luego abrieron los gimnasios y cuando ya creía que no podía pasar nada más se me rompieron las gafas.
No sé cómo puedo ocurrir, vaya, que sólo tenían algo así como tres años, sólo se me han caído al suelo un millón de veces, y ese día sólo habían recibido un cabezazo de Nene-kun,justo antes de caerse y de que el niño y yo aterrizáramos encima.
Debe ser la obsolescencia programada esa de la que hablan tanto.
Si esto le hubiera pasado a ZaraJota no habría sido para tanto, porque es de esas personas que sólo llevan gafas para ser todavía más sexis, no como yo, que las llevo porque sin ellas no veo mi propio culo.
Bueno, con ellas tampoco. Para que luego me digan que lo tengo gordo.
Como he comentado alguna vez, tengo algo así como un porrón de dioptrías y de lo más variado: astigmatismo, miopía e hipermetropía.
Sin gafas veo cero patatero.
Por suerte, siempre tengo unas gafas de repuesto. Lo que pasa es que es posible que las gafas de repuesto sean de hace diez años. Y hayan pasado unos nueve en su funda. Y puede durante ese tiempo se hubiera creado en ella un nuevo ecosistema y que no fuera sensato extraer las gafas de allí así de pronto. Porque, bueno, básicamente, al entrar en contacto con el oxígeno de la atmósfera, las gafas de repuesto se desintegraron.
Caca.
No me quedaba más remedio que ir a la óptica.
Os voy a decir una cosa: quizá una plaga mundial no sea el mejor momento para eso.
Para empezar, está el tema ese de no tocar nada.
-No te preocupes -me dijeron en la óptica-, puedes probarte las que quieras. Luego las desinfectamos.
-Ah, vale.
Me probé unas.
-Um... No.
Las devolví, la señora que me estaba atendiendo las limpió cuidadosamente con gel desinfectante y las dejó en una caja aparte.
Entonces me probé otras.
-Jajaja... No.
Las devolví, la señora que me estaba atendiendo las limpió cuidadosamente con gel desinfectante y las dejó en una caja aparte.
Cogí otras, ya mirando de reojo la caja.
-Vaya, estas tampoco.
Las devolví, la señora que me estaba atendiendo las limpió cuidadosamente con gel desinfectante y las dejó en una caja aparte.
-¿Tienes que hacer eso con todas?
-Sí, pero no te preocupes, tú pruébate todas las que haga falta.
-Creo que cogeré unas como las que tengo y ya está, de todas formas con la mascarilla da lo mismo.
Vaya, que para probarme las mascarilla con la cara tapada lo mismo me daba que se las probara ella, ZaraJota o el lucero del alba.
-Ay, mujer, haberlo dicho. Mira, lo que puedes hacer es quedarte en un ladito, sola, te quitas la mascarilla y yo te voy acercando las gafas que quieras probarte.
-Vale.
Me quedé en un ladito, sola, y me quité la mascarilla.
Las cosas como son: a estas alturas de la plaga me siendo desnuda sin ella.
Además, cada prueba suponía que la amable señora me acercaba las gafas, yo aguantaba la respiración hasta que se alejaba, me probaba las gafas, las devolvía, la amable señora las limpiaba cuidadosamente con gel desinfectante y las dejaba en una caja aparte.
Sólo verlo ya era agotador y, además, mi incomodidad social habitual se estaba poniendo por las nubes.
-Mira, ¿sabes qué?  -le dije-. Que estas mismas me valen.
De todas formas, dios sabe si podremos salir a la calle sin mascarilla alguna vez.
-Ay, me temo que estas no van a poder ser.
-¿No?
-No, es que tu cristal es demasiado grueso.
La cosa es llamarme gorda, como siempre.