20 julio 2020

La hucha de cerdito


Cuando ZaraJota y yo nos casamos, mis hermanos nos regalaron una hucha de cerdito rellena de céntimos.
Bueno, en realidad fueron dos, pero una de ellas reventó, literalmente, por el peso de los céntimos.
Igual se les fue un poco la mano ahí.
La otra tiene aproximadamente el tamaño de un balón de baloncesto y todavía sobrevive.
Después de la boda, la vaciamos, nos gastamos la pasta, y de inmediato empezamos el proceso de rellenarla, que nos ha llevado diez años.
Y eso que yo estoy súper concienciada, que echo ahí todas las moneditas de céntimo que caen en mis manos y las de cincuenta que aparecen en la lavadora por motivos que no acabo de entender.
Lo que pasa es que bueno, la malvada hucha tiene un agujero por abajo y alguna vez que nos hemos visto pillados hemos recurrido a él.
No me juzguéis.
Bueno, el caso es que después de diez años alimentando el cerdito, por fin llegó el día en que fui a meter una moneda y no entró.
Había llegado el momento de contar nuestras monedas y hacer un tío Gilito con ellas.
El problema es que después ningún banco aceptaba cambiárnoslas.
-Esto sólo lo hace el Banco de España -nos dijeron.
Así que hice lo que cualquier persona normal haría en plena pandemia: llamar al Banco de España a pedir explicaciones.
En el Banco de España fueron muy amables y me dieron cita para ir un día con mis dineros.
-¿Puedo llevarme a mi hijos? -pregunté.
-Claro.
Maldición.
Así fue como una mañana de julio, en plena pandemia, cogí a mis dos hijos y unos quince kilos en monedas y me subí a un autobús con destino al Banco de España.
Os voy a decir una cosa: si las medidas de seguridad del supermercado os parecen un engorro, os sugiero evitar el Banco de España. Porque si ya con eso de ser un banco son un poco paranoicos con lo de la seguridad, con el tema de la pandemia no os quiero ni contar.
Nada más llegar a la puerta, se nos acercó un guardia civil con todo el equipo, subfusil incluido.
-Hola -nos dijo. A lo que, sin la menor provocación, Nene-kun contestó:
-Yo de mayor quiero ser policía.
El guardia civil, que era muy joven y muy buen puesto (para los que no viváis en Madrid, debo aclarar que en los edificios oficiales suele haber guardias civiles un poco más entrados en años y en carnes), se lo tomó con diplomacia.
-No soy un policía, soy un guardia civil.
-Pues yo quiero ser policía.
Llega a este punto, decidí que era mejor intervenir.
-Nenekun -le dije- un guardia civil es como un policía pero de color verde.
Esto lo oye mi abuelo, que era guardia civil, y me mete collejas hasta en el carnet de identidad, pero como tuvo el mal gusto de morirse hace unos años ahora que no venga a quejarse.
Nene-kun, que desde hace tiempo sospechamos que es daltónico, miró al guardia civil de arriba a abajo.
-Es mejor ser policía.
El guardia civil se lo pensó un momento.
-La verdad es que lo mejor es ser ingeniero -dijo.
Llegado ese punto nos dijeron que podíamos pasar y salí corriendo a toda la velocidad que me permitían los quince kilos de céntimos que llevaba en la mochila.
Pasamos un control.
Pasamos otro control.
Pasamos otro control.
Y por fin nos vimos dentro del Banco de España.
A ver si conseguimos que no nos echen, pensé.
Ese fue el momento en el que Nena-chan decidió intervenir gritando a voz en cuello con su dulce voz..
-MAMÁ, ¿POR QUE ESTE BANCO ES TAN GRANDE? ¿SON RICOS O QUÉ?
A dios pongo por testigo que la próxima mascarilla se la voy a comprar con silenciador.
-Este es el banco de todos los bancos.
-¿Y TIENEN MUCHO DINERO?
-Sí, mucho.
-¿Y ENTONCES POR QUÉ TENEMOS QUE TRAERLES EL NUESTRO?
Buena pregunta.
Por suerte para mi salud mental, la cajera no tardó en salir a atendernos.
-Hola guapos -les dijo a los niños, porque las cosas como son, mis hijos están guapos hasta con la mascarilla puesta-, ¿venís a traer monedas?
-Sí, de nuestra hucha de cerdito.
-Muy bien, muy bien. Pues nada, sacadlas y las vais poniendo en esta bandeja.
Me quité la mochila, la dejé caer en la mesa (la mesa aguantó) y empecé a sacar bolsas de monedas una detrás de otra.
-Pero... -preguntó la cajera-, ¿cómo de grande era esa hucha?
-Muy grande -aseguró Nena-chan.
A lo que Nene-kun consideró necesario añadir:
-Yo de mayor quiero ser policía.
Creo que la próxima vez me gastaré las monedas en tragaperras.


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Ya está disponible en Lektu Crónicas Funestas III. Hijo de la espada.