22 noviembre 2021

El verano de las contrariedades, 6




Que se me había olvidado contar lo de la medusa.
Pues si no fue el primer día que estuvimos en la playa debió ser el segundo, que a Nena-chan le picó una medusa.
Que es que se metió en el agua y zasca, la medusa estaba más sorprendida que la niña, así os lo digo.
La única medusa que tenía que haber ese día en la playa y se fue directa a ella. Mejor aún: es que la tenía yo sujeta debajo del brazo como a un cochino jabalín (a la niña, no a la medusa) y la medusa, que es un bicho con cero movilidad y que literalmente flota donde le lleve la corriente, se apañó para esquivarme a mí y darle solo a la nena.
A tomar viento la estadística de la picación medusística de ese verano.
En resumen, que la niña pasó a una velocidad inaudita de estar dando saltos a estar dando gritos.
-Una medusa. 
Pues nada, cogí a la niña en brazos, la aparté de la única medusa que había aquel día en la bahía de Cádiz y la sujeté bajo el agua.
Vale, le dejé la cabeza fuera. 
-¿Dónde te ha picado?
-¡BUAAAAAA!
Como no paraba de retorcerse y gritar no conseguía ver si tenía algo o no. Que lo mismo yo había pensado que le había picado una medusa y era un pedo atravesao, yo qué sé. Pero la niña no se dejaba ver nada.
Entonces se acercó una señora. Así, como son las señoras en la Puntilla, con su moño en lo alto de la cabeza.
-¿Que la pazao? ¿Lapicao una meduza?
-Sí, una medusa.
-Ea, no paza ná, shiquilla.
Nena-chan se quedó mirando a la señora sin entender nada porque le ha saludo a su padre y no habla andaluz.
-Eso, Nena-chan, no pasa nada.
-¡ES QUE ME DUELE MUCHOOO! 
-Quédate ebajo lagua y verah como ze te va carmando -dijo otra señora.
-¿Has oído, Nena-chan? Te tienes que quedar en el agua. 
-NOOO... QUIERO SALIIIIR...
-Cusha, ¿qué la pazao?
-Que la picao una meduza. 
-Ezo que ze quede ebajo lagua y verá cómo ze le va pazando.
-Ezo le disho.
Nena-chan miró para arriba, se encontró con cuatro cabezas de madre mirándola fijamente y se quedó callada de la impresión. Supongo que por que estábamos todas sin mascarilla, además. Lo que pasa es que con la ventolera que hace siempre en esa playa no hay peligro de contagio, porque según asoma el virus por la punta de la nariz traspone a Tarifa.
-¿Estás mejor?
-Nooo...
-¿Zabe lo que va mu bien paezo? Elehtí.
Nena-chan y yo sentimos que la perplejidad nos embargaba.
-¿Cómo?
-Elehtí. Elehtí del Mercadona.
-¡El stick! 
-Ezooo. Yo ziempre llevo uno en el borzo, lo que paza eh que ze ma gahtao.
-No zagahtao, mamá, toavía queda -dijo una niña que rondaba por ahí, sacando elehtí del borzo. La madre le lanzó una mirada que la dejó tiesa y replanteándose sus elecciones vitales durante un buen rato. Luego cogió elehtí y le frotó a Nena-chan el brazo, que se le estaba empezando a poner como si se hubiera hecho un tatuaje. En concreto, un tatuaje de la picadura de una medusa. Tenía la piel que se le podían contar los tentáculos del bicho, pobrecita mía.
Entonces se me ocurrió que a lo mejor a Nena-chan le daba alergía elehtí. O sea, que estamos hablando de una niña que una vez tuvo una reacción alérgica a un yogur natural.
-Creo que vamos a ir al puesto de socorro. Porque hay un puesto de socorro, ¿verdad?
-Zí, muhé. Cómo no va habé.
Cogí a la niña del brazo que no parecía a punto de caerse y me la llevé al puesto de socorro. 
El puesto de socorro estaba lejos.
Pero muy lejos.
Al menos para ir andando así como a las doce de la mañana en pleno junio.
La niña seguía llorando, el brazo se seguía hinchando y yo estaba en plan a ver cómo le explico a ZaraJota que el primer día de playa y ya hemos tenido que ir a urgencias cuando nos encontramos a una señora con uniforme del ayuntamiento, que os digo desde ya que como modelito para estar en un paseo marítimo a las doce de la mañana en pleno junio no es exactamente lo más práctico.
-Hola -le dije-, estamos buscando el puesto de socorro.
-Ah, zí, un poco máh palante eh.
-Vale, gracias. 
-Pero ehtá cerrao.
-¿Perdón?
-Que ehtá cerrao.
-¿Y eso?
-Mujé, eh que el puehto zocorro no abre hahta que entre er verano.
-Es 15 de julio.
-Ea.
Por un momento me planteé llevarme a la niña al ambulatorio, pero Nena-chan parecía estar mejor. Se ve que el paseo la había tranquilizado. O que había perdido toda la sensibilidad del brazo, una de las dos. Así que le propuse que nos tomáramos una fanta (de limón) y llamamos a ZaraJota a contarle qué había pasado.
-Papá, me ha picado una medusa.
-Ay, pobreta. ¿Y quién se ha llevado el susto más grande, tú o la medusa?
-Jajajaja, la medusa.
Al menos estamos todos de acuerdo en eso. 


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