05 abril 2021

Los filetes empanaos


 
No sé si os habéis dado cuenta pero ha sido semana santa, lo que no tengo claro es si la hemos salvado o no porque desde luego estoy como para pillarme otros cuatro días libres.
El caso es que vivo en Madrid, y Madrid es España pero el resto de España no lo sabe porque fue llegar semana santa y se cerraron perimetralmente en plan mira que os queremos mucho pero ya si eso os quedáis en vuestras casas.
El problema es que los madrileños lo de quedarse en su casa lo llevan regular tirando a mal, sobre todo cuando sale el sol un poquitillo. Y claro, Madrid en el fondo es muy pequeña. Y los madrileños son muchos. Y cuando se echan todos a la calle a la vez pues... bueno.
Desde el principio, ZaraJota y yo pensamos que nuestro plan para semana santa sería "Agáchense y cúbranse": vaya, que nos meteríamos en casa y aguantaríamos el tirón.
El problema era que le había prometido a los niños que si sacaban buenas notas les llevaría al zoo, pero no a dejarlos allí, ojo, y claro, se ve que las promesas a los hijos hay que cumplirlas, sobre todo si hay buenas notas de por medio, porque si no como que se desmotivan y eso.
-No pasa nada -le dije a ZaraJota-, vamos el lunes a primera hora, que habrá menos gente.
Así que el martes casi a la hora de comer nos montamos en el coche ZaraJota, los niños, el mantel de cuadros y los filetes empanaos y enfilamos al zoo.
Bueno, "enfilar" quizá sea un término un tanto exagerado porque ZaraJota sólo sabe ir a casa de la madre de Patch y la madre de Patch, dejémoslo claro, no vive en el zoo. Así que en vez de hacer el camino habitual, que es básicamente tirar toparriba hasta Oporto y luego a la derecha, ZaraJota decidió internarse en el mágico mundo de las inmediaciones de la pradera de San Isidro y dimos más vueltas que cuando cambian la disposición del súper y necesitas urgentemente papel higiénico.
Para cuando llegamos al zoo yo ya me estaba arrepintiendo de haber metido el tupper de los filetes empanaos en el maletero, con lo a gusto que me habría pimplado un par o veinticinco en ese momento. Hacía un día estupendo y la Casa de Campo estaba de bote en bote; yo no sé cuánta gente habría allí pero aquello era un no parar, y por supuesto no había aparcamiento ni en el fondo del lago.
-¿Volvemos otro día? -les pregunté a los niños.
-NOOO... 
-¡Nos lo prometiste!
ZaraJota, que estaba dando la enésima vuelta al aparcamiento, suspiró.
La alergia, supongo.
-Podemos ir a Faunia, que siempre está más vacío -dijo.
Para entonces los filetes empanaos llevaban una hora en el maletero a unos 20º y en el coche olía que aquello era un crimen y yo lo único que quería era ponerme a comer filetes como si no hubiera un mañana, pero una promesa es una promesa, sobre todo si hay buenas notas de por medio. 
-Vale. 
El problema es que la madre de Patch tampoco vive en Faunia y claro, así ZaraJota no puede llegar. Y eso que a estas alturas hasta yo sé que vas hasta plaza Elíptica, que es que casi se ve desde mi ventana, giras a la derecha y sigues hasta que ves los carteles.
El caso es que ZaraJota decidió ir a Faunia por la ruta pintoresca y dimos más vueltas que el que se perdió en la isla, que de verdad no sé si es que ese día había más rotondas de lo normal o es que las recorrimos todas varias veces; el caso es que para cuando por fin avistamos Faunia a lo lejos yo ya estaba que me hubiera comido los filetes empanaos, sin empanar, crudos y hasta el pollo sin sacrificar.
-Mira -dijo ZaraJota-, lo que te decía: hay sitio de sobra en el aparcamiento.
Estábamos a punto de cruzar la barrera y parecía que por fin iba a comerme mis filetes empanaos cuando oímos un ruidito como BRUUUUUUAGH en el asiento trasero.
Pensé que Nena-chan había gomitado, porque Nena-chan es muy de gomitar en el coche. Además, Nene-kun hacía rato que se había quedado dormido con la mascarilla puesta y todo. Pero cuando me volví para mirar resultó que me equivocaba en todo, bueno, en todo no: Nene-kun seguía con la mascarilla puesta. Eso sí, el gomito se le escapaba por los lados de una forma que me hizo sospechar que la susodicha ya no estaba cumpliendo su función higiénica reglamentaria.
-AAAAARGGG.
-¿Ha vomitado la nena? -preguntó ZaraJota.
-No. 
-¿Entonces qué?
Obsérvese que ni se le pasó por la cabeza que hubiera potado el niño porque en esta familia cada uno tiene una función: por ejemplo, yo quemo cosas. ZaraJota mira mal. Y Nena-chan gomita.
-¡El niño, el niño! -dije.
-¿Qué le pasa?
-Estoy susio -intervino Nene-kun, que tiene claras sus prioridades y se miraba las manos como si no se acabara de creer lo que veía. Yo no sabía ni qué hacer porque, al tener la mascarilla puesta y estar dormido con la boca abierta, todo aquello había salido a propulsión hacia abajo y hacia arriba. Que hacía abajo todavía tenía solución porque se le cambia la ropa y ya, pero por arriba el pelo se le había empapado hasta la nuca y eso ya como que era más complicado de arreglar.
-¿Aparco en un ladito? -preguntó ZaraJota.
-¿Para huir? 
-Para limpiarlo.
-PERO CÓMO VAMOS A LIMPIAR ESTO, QUE HE TRAÍDO FILETES EMPANAOS, NO UNA MANGUERA.
-¿Nos volvemos a casa?
-Sí -dijo Nene-kun, que en ese momento pareció pensar que las promesas están muy bien, sobe todo si hay buenas notas de por medio, pero no tener una costra de vómito en el pelo está mucho mejor. 
ZaraJota puso rumbo a casa. Más o menos porque, esto os va a sorprender, ZaraJota sólo sabe ir a casa de la madre de Patch y, esto os va a sorprender más aún, la madre de Patch no vive en mi casa. Que lo mismo no habría ido mejor si hubiéramos tirado directamente a la casa de la madre de Patch a bañar al niño y luego ya para nuestra casa si eso, no digo yo que no.
Así fue como, unas tres horas después de haber salido, volvimos a casa sin haber pisado el zoo ni haber tocado los filetes empanaos, que era lo que más me dolía, con una niña totalmente dormida, un niño empapado en fluidos corporales y un tupper de filetes empanados sin tocar.
Así que subimos a casa y metimos al niño con ropa y todo en la bañera y cuando lo saqué de allí, medio turulato todavía de la impresión, me encontré a la nena, que empezaba a reaccionar.
-Pero mamá -me dijo-, ¿no íbamos al zoo?
-Sí, pero ya no.
-Jooo, ¿por qué?
-Por la madre de Patch, que vive donde le da la gana. 




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