08 junio 2020

Cocina de aprovechamiento

Cada vez que vamos al súper lo mismo:
-A ver, Nena-chan, ¿qué quieres de fruta? LOS LACASITOS NOS SON FRUTA.
Me da igual lo que diga ZaraJota: ser redondos y de colores no los convierten automáticamente en fruta.
-Pueeeeees... plátano.
-¿Seguro?
-Seguro.
-Mira que luego los tengo que tirar y me da mucha rabia.
-De verdad que me los como.
-Bueno, ya veremos.
Cuatro días más tarde tenía en casa dos plátanos negros como nuestro futuro y un cabreo monumental.
Ah, no, me dije.
Me niego a tirar los plátanos. Esto lo reaprovecho yo como sea. ¡Que no están las cosas como para tirar comida!
Me acordé entonces de que Cattz hace una especie de bizcocho de plátano que yo no he probado nunca, pero sólo con las fotos ya puedo deciros que eso sabe a gloria bendita. Y si Cattz, que es prácticamente una extranjera, puede hacer pan de plátano, ¿cómo no voy a poder hacerlo yo?
Encontré una receta y me pareció súper fácil.
Quizá el problema sea ese.
El primer problema fue que no tenía huevos.
O sea, tenía, pero sólo cuatro, y como estaba en pleno proceso de hacer filetes rusos pensé, uy, no puedo gastarlos todos, así que en vez de cuatro, que era lo que pedía la receta, eché dos.
Para compensar le eché un yogur. De plátano, por supuesto a ver si os pensáis que estoy loca.
Harina sí tenía de sobra, pero me apetecía cero sacar la báscula, porque la tengo con las cosas del #relorzfunding para pesar los paquetes, así que pensé que bueno, tampoco pasaba nada por echarla a ojo.
Y ya puestos a echar, mejor que sobre que no que falte.
Me pasó lo mismo con el azúcar y la leche, aunque en mi defensa debo decir que sé que en uno de mis vasos caben 180 ml, así que eché a ojo más o menos la mitad y arreglado.
Además, puede que se me olvidara echar la levadura aunque, bien pensado, quizá sea hasta lo mejor.
El resultado fue una masa tan espesa que incluso absorbía la luz de su alrededor y que olía como los baberos rancios de las primeras papillas.
Las madres me entendéis.
Aquello era un desastre de proporciones épicas, así que hice lo único que podía hacer: echarle un poco de sal (para compensar) y meterlo en en horno.
Media hora más tarde tenía una especie de empanada de engrudo, a saber:

Imagen
En mi defensa debo decir que al menos no sé quemó.
Por otra parte, el horno está fallando y se apagó por su cuenta a media cocción, así que lo mismo tampoco es mérito mío.
El sabor no era malo. Era intenso. Muy intenso. Como si alguien te inyectara leche condensada con sabor a plátano directamente en el cerebro. Me tomé una cucharada y se me coagularon 2/3 de las venas. Con la segunda, dejé de ver. Con la tercera, perdí la sensibilidad en la lengua, se me cayeron tres muelas y decidí dejar de comer.
-Creo que voy a tirarla -le dije a ZaraJota.
-Pero Lorz, creía que el objetivo de todo esto era no tirar comida.
-No, no, no, el objetivo era no tirar los plátanos.
Que hay que explicarlo todo.




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Pd: ¿Ya tenéis vuestra camiseta para no ir* al desfile del orgullo?


* Porque de momento se ha pospuesto, obviamente.