06 enero 2020

El conejo de mi madre

Se acaba la navidad, así que será mejor que empiece a contarla por el principio:
la culpa de todo la tiene el conejo de mi madre.
Mi suegra nunca viene en a vernos más de tres o cuatro días, hasta el año pasado. El año pasado la invitamos a venir en navidad y mis padres la invitaron a cenar en su casa en navidad y mi madre preparó conejo al ajillo.
Se ve que a la suegra le gustó, porque este año nos llamó y nos dijo que se venía también en navidad.
Diez días.
–Se nos va a juntar la navidad con la feria de abril –le dije a ZaraJota.
–Ya, es muy raro, nunca quiere estar fuera de su casa tantos días.
–Esto va a ser –dije en un momento de inspiración– por el conejo de mi madre.
–Por favor, Lorz, vamos a dejar el conejo de tu madre en paz.
–Pero piénsalo: nunca había venido tanto tiempo... ¡hasta que se comió el conejo de mi madre!
–De verdad, Lorz, que se me está poniendo mal cuerpo y todo, deja de tocar los co...
–¿...nejos?
–¡LORZ!
ZaraJota se empeñó en explicarme que la suegra quería venir más días para disfrutar de los niños, para estar con él durante todas sus vacaciones, para que le saliera más barato el billete de tren...
Pero a mí no podía engañarme.
Yo sabía la verdad.
Era por el conejo, el conejo de mi madre.
Pasó el tiempo y un buen día la suegra se montó a un ave en Barcelona y poco después llegó a Madrid. Concretamente, un punto indeterminado de la vía entre Méndez Álvaro y Atocha, donde se quedó parado durante tres horas debido a una avería.
En otro tren.
A mí que me lo expliquen.
Que un ave se retrase es muy raro, que se retrase tres horas es más raro aún, y que apaguen las luces y dejen a los pasajeros sin agua, sin comida, sin baño y sin luz durante todo ese tiempo es mucho más raro aún.
Mientras tanto, en la estación de Atocha, ZaraJota pasó las mismas tres horas con dos niños cada vez más hiperactivos e impacientes, sin recibir de renfe más información que “el tren sufre un retraso indefinido”.
–¡Como los genitales de Ken! –le dije a ZaraJota cuando me lo contó por teléfono.
–De verdad que estás pesadita con las partes pudentas de la gente, Lorz.
–¿Lo dices por el conejo de mi madre?
–¡Sí!
–Entonces será mejor que no te diga lo que estoy pensando.
–Mejor.
–Bueno, venga, te lo voy a decir: el año pasado también cenamos almejas.
–Me rindo, de verdad que sí.
En fin, que tan solo siete horas después de haber salido de Barcelona la suegra consiguió salir del tren en Atocha.
Venía hambrienta, venía miccionándose, venía cansada y venía, probablemente, un poco de los nervios.
Así que supongo que es normal que según saliera de la estación metiera el pie en un agujero, se le doblara de mala manera y acabara partiéndose una pierna.
Lo típico que hace uno.
O sea, el papa besaba el suelo cuando aterrizaba, ¿no?
Pues mi suegra lo mismo, pero con un poco menos de elegancia.
ZaraJota llegó a casa jurando en oscuros idiomas arcanos. También podría ser catalán. Viene a ser lo mismo. Me explicó la situación y yo llamé a mis padres para explicársela a ellos.
–Madre –le dije por teléfono–, hay que reorganizar un poco la mesa para navidad.
–¿Y eso?
–Nada, la suegra, que se ha partido una pierna.
–¿Cómo ha sido?
–Pues verás: ¿te acuerdas que el año pasado hiciste conejo?
–Sí, claro, pero...
–Pues por el conejo ha sido.



Pd: Seguimos de #Lorzfunding. Que no se diga que no avisé.