20 enero 2020

Caliente, muy caliente

Vale.
Es verdad que tener unos días de vacaciones y que justo tu suegra decida venir a visitarte, y que su tren llegue tres horas tarde, y que se parta una pierna, y que la lleves a cenar con tu familia y tu abuela se ponga a contar cuando estuvo acariciando una p*ll* de plástico es un poco deprimente, lo que pasa es que yo estaba convencida de que a partir de ahí todo iría a mejor, nos iríamos de excursión, y a comer chocolate con churros, y al cine. 
Sobre todo al cine. 
Porque veréis, yo había quedado con las chicas del club de lectura para ir a ver Mujercitas, que para eso nos (re)leímos el libros hará dos meses o así. El plan era sencillo: ir a ver la película e indignarnos mucho porque el libro es mejor. 
Ya teníamos compradas las entradas, elegido el sitio para la merienda y estaba dándole vueltas a plantarme mi vestido de época cuando, en un alarde de originalidad, lo que me planté fue un cólico nefrítico. 
Por ser original y eso. 
–Vamos a urgencias –dijo ZaraJota.
Pero yo no tenía la menor intención de ir a urgencias. Me gustaría decir que era para no saturar el hospital, o para no dejar a mi suegra sola con una pierna rota y dos niños, o porque tengo una alta tolerancia al dolor... Lo que pasa es que no me gustan las agujas. Y cuando vas a un hospital, no sé por qué, tarde o temprano aparecen las agujas. Y las vías. Y el suero. 
–No, no –le dije–. Mejor prepárame una bolsa de agua caliente.
Porque ¿quién necesita un hospital habiendo bolsas de agua caliente?
Pues mi amante esposo me preparó una bolsa de agua caliente. MUY caliente. La bolsa, no mi amante esposo. Vale, probablemente mi amante esposo también, porque entre la suegra, los niños...
Bueno, que me distraigo. 
ZaraJota me preparó una bolsa con agua MUY caliente, para que me durara calentita mucho rato. Estaba tan caliente que la tuvo que envolver en una toalla para cogerla. Por desgracia, al envolverla no se dio cuenta de que la bolsa, que ya tiene sus años, se había rajado por un lado. Y también por desgracia, cuando se inclinó para ponerme la bolsa en la espalda, lo que hizo fue tirarme agua hirviendo en la barriga. 
Porque ¿quién necesita un hospital habiendo bolsas de agua caliente?
Pues yo. 
Y con urgencia. 




Pd: Como os aprecio, no os voy a enseñar fotos de la quemadura en sus primeros días; prefiero que veáis cómo está ahora, casi un mes después, y que vosotros os imaginéis el resto.