Y con esto doy por finalizado el periplo navideño.
En un determinado momento de su vida el abuelo llegó a la conclusión de que sus nietos eran muy raros, que él no estaba para esos trotes, y que lo mejor era regalarnos dinero por reyes y que nos buscáramos la vida. Así fue como empezamos a recibir un sobrecito personalizado, que nunca sabíamos si era un regalo o un soborno para que no le dijéramos a nadie que estábamos emparentados.
La costumbre se mantuvo inalterable hasta la llegada del euro, año en el que el abuelo se enfrentó a una terrible desición: ¿iba a dejarse avasallar por algo tan nimio como un cambio de moneda a nivel continental?
Ni hablar.
Él tenía previstas, pongamos por caso, 5.000 pesetas por cabeza, y no iba a modificar sus planes. Calculadora en mano sacó el equivalente: 30,05 €. Y eso fue lo que metió en cada sobre: 30 euros, y 5 centimitos...
La idea le hizo tanta gracia que el año siguiente la repitió, con un añadido: a los 30,05 les sumó la subida del I.P.C. de ese año. Más centimitos para regocijo general.
Yo es que me lo imagino en el banco:
-Señorita, deme un euro en céntimos, que es para los reyes de mis nietos...
Y la señorita pensando, caramba, y yo que me quejaba porque todos los años me regalan colonia...
En fin, este año, que el abuelo no está, la abuela ha mantenido la costumbre del sobre.
Pero faltaban los centimitos.
2 comentarios:
Faltaba el toque personalizado, no?
Espera, que rompo la hucha y lo arreglamos, voy a por el cerdito...
Leyendo tu blog desde el principio porque tus últimas entradas me han encantado.
Lo de los abuelos... ains! Lo que no se les ocurriera a ellos. El mío falta desde el 2005 y lo hecho en falta y con este post me he acordado un montón de sus cosas.
Saludos,
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